HISTORIA DE HONDURAS

Cap VI:
El Poder es Maravilloso

La recta final del siglo XIX enseña a los aspirantes a manejar el gobierno que el poder es cautivador. No importa se se es iletrado o no, culto o barbárico; estar allí arriba es una expereincia majestuosa y casi sobrenatural.

Todos se rinden al culto de los poderosos. Si antes se exigía que sabios como José del Valle fueran los ideales prospectos para administrar la nación, o preclaros como José Francisco Morazán, ahora, dado el poder de las armas y la sugestión imantadora del caudillismo emergente, cualquiera puede aspirar al excelso solio.

Es así como figuras tan controvertidas como Ferrera o José María Medina se vuelven líderes totales, carentes de plan de gobierno, sustento filosófico o ideológico o programa de bienestar social.

Basta tener la fuerza suficiente y carisma para hacerse dueños de la nación. Algunos de ellos, como Luis Bográn, se dice, tendían la vista al horizonte abierto y proclamaban: "Pónganme esas tierras a mi nombre". Gobernar era poblar… lo propio.

Pero el mundo estaba cambiando. Nuevas fuerzas se imponían y capitales poderosos competían, bajo el auspicio del gobierno, para modificar estructuras coloniales. El ascenso de las bananeras es cierto que trajo males y dolores incuestionables al país pero, a la vez, instauraron modelos modernos de trabajo, sistemas de producción eficientes, metodologías de comercio.

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados



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