HISTORIA DE HONDURAS

El Programa de Accion

Marco Aurelio Soto

En lo jurídico:

El gobierno de Soto enterró la vetusta legislación colonial y promulgó códigos modernos en materia civil, penal, de procedimientos, comercio y agricultura. Esta labor codificadora fue continuada bajo los mandatarios Policarpo Bonilla y Manuel Bonilla, cuyos Códigos de 1906 han prevalecido hasta nuestros días.

En las relaciones con la Iglesia:

Se solventó el problema en buena medida causante del fracaso de la Federación morazanista. La Reforma separó a la Iglesia del Estado y definió a este como laico. Se estableció la libertad de cultos, fue suprimido el diezmo, se admitió el matrimonio civil y el divorcio. Se organizó el registro civil, de modo que la partida de nacimiento sustituyó a la fe de bautismo, el acta del juez al acta del cura para bodas y defunciones; los cementerios pasaron del poder de la Iglesia al del Estado.

En materia educativa:

Tocó al Ministro General, don Ramón Rosa, organizar el sistema educativo, que como tal no existía. Se amparó este sistema en la bien conocida fórmula de educación laica, gratuita y obligatoria.

Se reglamentó la educación primaria en cinco

años. Anteriormente para acceder a las primeras letras había que acudir a alguna escuela dominical de la parroquia, no a todas, y a establecimientos privados como el muy familiar y pobre de medios que regentaba la maestra Escolástica, en el que el propio Rosa aprendió a leer. El impulso a la instrucción pública cubrió tanto a niños como a niñas y a la formación de maestros. Más adelante el Presidente Manuel Bonilla fortaleció las Escuelas Normales.

Cinco años fueron reglamentados para la educación media y para seguir, como promedio, una carrera universitaria. En Tegucigalpa y en las capitales departamentales surgieron los institutos de educación media, antes inexistentes, que fueron estableciendo un patrón de enseñanza sistemático y altamente disciplinado. La Universidad, que según los estatutos del tiempo del Padre Reyes poseía una gestión autónoma, pasó a ser una dependencia del Ministerio de Educación, destinada a la formación de profesionales y de recursos humanos necesarios para el funcionamiento del sector público. Todo el sistema educativo quedó enmarcado bajo el signo de la filosofía positivista, inspirada en las ideas del filósofo francés Augusto Comte, convertida en filosofía oficial del gobierno.

En la administración:

Fueron organizados los archivos históricos y administrativos y los servicios de censos y estadísticas. Un colaborador notable en esta materia fue el historiador Antonio R. Vallejo. Se ordenó el ramo de hacienda y se procuró que a través de los diferentes ingresos aduanales y arancelarios el Estado hondureño pudiera hacer frente a los presupuestos aprobados. En cuatro años fiscales las rentas del gobierno pasaron de 250 mil pesos, en 1875, antes de la reforma, a 700 mil pesos en 1878.

En espíritu cívico:

El gobierno de Soto trasladó, definitivamente, la capital de la república de Comayagua a Tegucigalpa. Para el ornato de la nueva capital se encargó estatuas y bustos de los principales próceres de la nación, José Cecilio del Valle, José Trinidad Cabañas y José Trinidad Reyes, que fueron colocadas en las plazas de San Francisco y de la Merced, así como en el Parque Central la estatua ecuestre de Francisco Morazán. Ramón Rosa, que sin lugar a dudas fue el intelectual más poderoso entre los reformistas centroamericanos, escribió las biografías de Reyes, Valle y Morazán e hizo el perfil de la historia patria sobre la base de la teoría de los tres grandes estados o momentos por los que atraviesa la cultura humana, según la doctrina de Comte, a saber:

En un primer momento, infantil, el individuo y la sociedad se acogen a explicaciones mitológicas y religiosas. Fueron los tiempos de las culturas indígenas y la época colonial, dominada por el Catolicismo.

En un segundo momento, de juventud, los individuos y las sociedades se acogen a atrevidas expliciones metafísicas que quieren abarcar hasta las últimas y más radicales cuestiones. Fueron los tiempos heroicos de la independencia y del liberalismo morazanista, romántico y utópico, inadecuado a la situación que vivía.

En un tercer momento, de madurez, el individuo y la sociedad se acogen a explicaciones científicas, positivas, con sustentación en fenómenos comprobables, menos ambiciosas que las metafísicas pero más prácticas y de mayor utilidad para los pueblos.

Era el momento de la nueva era, introducida por la reforma con el gobierno de Soto, y que venía a significar la culminación del proceso y la definición histórica de una ruta.

En lo político:

La divisa Orden y Progreso sirvió para la propuesta que Ramón Rosa diseñó para su primo Marco Aurelio Soto, al postularse para un segundo mandato en 1880. Era la divisa del nuevo partido político, el Progresista, concebido como una superación de los otros, del conservador y el liberal.

El Partido Progresista buscaba la unificación nacional. Los conservadores habían sido los seguidores acérrimos del orden por el orden, estéril, sin ningún tipo de avance social.

Los liberales habían sido los partidarios del progreso, teórico, sin capacidad de cimentarlo en hechos. Unos y otros habían sido contrarios a lo que manifestaban: los conservadores hondureños ni siquiera el orden habían sabido imponer, y los liberales, en lugar de progreso habían provocado confusión.

El resultado en los cincuenta años posteriores a la independencia habían sido los despotismos y las guerras civiles. El desorden y la falta de progreso. El Partido Progresista, en cambio, durante el primer mandato de Soto había demostrado que podía imponer el orden y la paz, ideario de los conservadores, y que podía, mediante obras de administración, legislación, realizaciones materiales y educativas, impulsar de forma decidida el progreso, ideario de los liberales.

Los gobernantes invitaban a unos y a otros a olvidar sus rencillas y a unirse en este nuevo y único partido capaz de regenerar a Honduras.

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados



REGRESAR AL INDICE