HISTORIA DE HONDURAS

Yumbe el primer hondureño

Relato de Hernando Colón:
Tenochtitlán, México, región
con la que comerciaba Yumbé

"Volviendo a nuestro descubrimiento, digo que habiendo llegado a las islas de Guanaja, mandó el Almirante al Adelantado don Bartolomé Colón su hermano, que fuese a tierra con dos bateles.

Allí encontraron gente parecida a la de las otras islas, aunque no con la frente tan ancha. Vieron también muchos pinos y pedazos de tierra llamada cálcide, con la cual se funde el cobre, la cual algunos marineros, pensando que fuese oro, llevaron mucho tiempo escondidas.

Estando el Adelantado en aquella isla, con deseo de saber sus secretos, quiso su buena suerte que llegara una canoa tan larga como una galera, de ocho pies de altura, toda de un solo tronco, y de la misma hechura que las demás, la cual venía cargada de mercancías de las partes occidentales, hacia la Nueva España (México).

Tenía en el medio un toldo hecho de hojas de palma, no distinto del que llevan en Venecia las góndolas, el cual defendía lo que estaba debajo de tal modo que ni la lluvia ni el oleaje podían mojar nada de lo que iba dentro.
Bajo aquel toldo estaban los niños, las mujeres y todos los bagajes y las mercancías. Los hombres que llevaban la canoa, aunque eran veinticinco, no tuvieron ánimo para defenderse contra los bateles que los persiguieron.

Tomada, pues, la canoa por los nuestros sin lucha, fue llevada a los navíos, donde el Almirante dio gracias a Dios, viendo que en un momento, sin peligro ni fatiga de los suyos, era servido darle muestra de todas las cosas de aquella tierra.

Luego mandó que se sacase de la canoa lo que le pareció ser de mayor vista y precio, como algunas mantas y camisas de algodón sin mangas, labradas y pintadas con diferentes colores y labores; y algunos pañetes con que cubren sus verguenzas, de la misma labor y paño con que se cubrían las indias de la canoa, como suelen cubrirse las moras de Granada; y espadas de madera largas, con un canal al lado de los filos, a los cuales estaban sujetas con hilo y pez navajas de pedernal, que entre gentes desnudas cortan como si fuesen de acero; y hachuelas para cortar leña, semejantes a las de piedra que usan los demás indios, salvo que eran de buen cobre; y también de aquel metal llevaban cascabeles y crisoles para fundirlo; y por vituallas llevaban raíces y granos, que comen los de la Española, y cierto vino hecho de maíz semejante a la cerveza de Inglaterra, y muchas de aquellas almendras que tienen por moneda (cacao) los de la Nueva España, las que parecía que tuviesen en gran estima, puesto que cuando fueron puestos en la nave con sus cosas, noté que al caer alguna de aquellas almendras todos se agachaban en seguida a cogerla, como si se les hubiese caído un ojo.

Al mismo tiempo parecía que aunque no volvieran de su estupor, viéndose sacar presos de su canoa a la nave entre tanta gente extraña y feroz como somos nosotros respecto de ellos, como la avaricia de los hombres es tanta, no debemos maravillarnos de que aquellos indios la antepusieran al temor y al peligro en que se veían.

Asimismo digo que debemos también estimar mucho su honestidad y verguenza, porque si al entrar en la nave ocurría que les quitasen algunos de los paños con que cubrían sus verguenzas, en seguida el indio, para cubrirlas, ponía delante las manos y no las levantaba nunca; y las mujeres se tapaban la cara y el cuerpo, como hemos dicho que hacen las moras en Granada.

Esto movió al Almirante a tratarlos bien, a restituirles la canoa y darles algunas cosas a cambio de aquellas que los nuestros les habían tomado para muestra. Y no retuvo de ellos consigo sino a un viejo, llamado Yumbé, el cual parecía de mayor autoridad y prudencia, para informarse de las cosas de la tierra, y para que animase a los otros a platicar con los cristianos, lo que hizo pronta y fielmente todo el tiempo que anduvimos por donde se entendía su lengua. Por lo que en premio y recompensa de esto, cuando llegamos adonde no podía ser entendido, el Almirante le dio algunas cosas y le envió a su tierra muy contento. Esto sucedió antes de llegar al Cabo de Gracias a Dios, cerca de la costa de la Oreja".

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1999 Derechos Reservados



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