ETNIAS MINORITARIAS

Los chinos en Honduras

Por: Juan Ramón Martínez

En Olanchito no había ningún chino en la década de los cincuenta. Por lo menos es lo que recuerdo. Tengo en mi favor que, mi generación tuvo que venir a Tegucigalpa para conocer el chap-suey. O para ver, de frente a un chino, especialmente los que nunca fuimos a La Ceiba, en donde probablemente, como lo dice Antonio Canelas Díaz, sí tenían negocios y familias establecidas para aquella época. En Coyoles Central, a 16 kilómetros de la ciudad, había un «culie». De casualidad era miembro de una familia cercana a la nuestra, por lo que hubo e incluso sigue habiendo, una relación mutua. En una oportunidad, le vi desde alguna distancia y lo recuerdo ahora como entonces: alto, muy delgado, extremadamente trigueño; pero con un color de la piel, diferente a los obscuros colores de los hombres y mujeres de los alrededores. Había en el color suyo una precisión, una brillantez en el negro cenizo que no tenían los otros que, eran más opacos. Alguien dijo que era un hindú, que tenía dificultades para hablar el español; pero que había logrado integrarse normalmente en una familia y en una comunidad en donde ser extranjero, no era ninguna novedad entonces.

Ahora, cuando tengo el gusto de leer el excelente trabajo de investigación de Jorge Alberto Amaya, «Los Chinos de Ultramar en Honduras», Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 2002, descubro que en efecto el señor de mis recuerdos no era chino, sino que un hindú, que había ingresado a Honduras desde un puerto chino.

Desde aquella época, han pasado muchas cosas. Una de ellas es el interés por el estudio de la identidad nacional, a partir del análisis de los diferentes segmentos o componentes poblacionales. De este modo garífunas, turcos, judíos, salvadoreños, gringos o chinos, han empezado a ser investigados. Los descubrimientos son innumerables. Gracias a ellos, nos vamos identificando el rostro unos a los otros, viéndonos como somos, resaltando diferencias, uniformidades, armonías, consistencias e identidades, en dirección a un tronco común. Al final, destacamos que el mestizaje es un proceso lento, que avanza en una dirección determinada, mientras deja espacios vacíos; o tareas incumplidas.

EL PRIMERO EN COLINAS, SANTA BARBARA

En lo que los chinos se refiere, el Padre Antonio Ramón Vallejo, en su celebrado Anuario Estadístico publicado en 1889, dice que al tiempo de levantar la información, vivía en Honduras un chino. Investigaciones posteriores, efectuadas por Jorge Alberto Amaya (LOS CHINOS DE ULTRAMAR EN HONDURAS) confirman que ese primer chino residía en la ciudad de San José de Colinas, departamento de Santa Bárbara; y que su nombre era Darío Yip. No hay hasta ahora, datos sobre la fecha de su llegada a Honduras, si ingresó por Cortés, El Salvador o Guatemala; ni mucho menos, las causas por las que se estableció en una ciudad del interior en la que los chinos que llegaron después tardaron en descubrir porque posiblemente carecía de atractivos para ellos. Habrá que esperar más tiempos para descubrir que, probablemente, fueron razones del corazón, las que determinaran que, el primer chino que acompañó con su vida la vida de los hondureños, escogió San José de Colinas en el departamento de Santa Bárbara, para establecerse.

Desde entonces, la inmigración china ha aumentado en forma considerable, participando sus integrantes en importantes actividades económicas, cívicas y políticas, en las que, junto a otros componentes del breve crisol hondureño, han hecho valiosas contribuciones a Honduras. Es hasta los últimos años posiblemente, desde 1950 hasta la fecha, que la inmigración china ha aumentado en forma considerable. Uno de los cronistas de la ciudad de Tegucigalpa, Marco Antonio Rosa citado por Amaya, relata que Tan Wan Lung fue el primer miembro de esa colonia china que vino a la capital, radicándose en Comayagüela. «Joaquín Pon fue el segundo en establecerse en esa misma ciudad». Y que, para entonces, resume Amaya, también vivían en Tegucigalpa Antonio C. Waiss, Ricardo Yu-Way, Federico Yu-Shan y Chente León. Otra referencia usada por Amaya indica que «se documentó a un comerciante y hotelero radicado en el pueblo de Santa Cruz de Yojoa, en el departamento de Cortés, en 1899, cuyo nombre era Pio Canton». ya para entonces, dice el autor que comentamos «los chinos aparecen en varios sitios de la República como Santa Bárbara, Tegucigalpa y Cortés. De esta forma, el proceso de ampliación capitalista con la economía minera en el centro y la bananera en la costa norte, incidió en la movilidad y asentamiento de los chinos en el país». Aparte de los anteriores, el autor citado, indica que además «de Joaquín Pon, otros de los primeros chinos en llegar a Honduras fueron Quinchon León Kong y Santiago León, quienes ya en el año 1900, tenían funcionando la Casa Comercial Quinchon León y Cía, en Comayagüela. A su vez, Quinchon León trajo a su sobrino Pablo León, en 1908, para que le ayudara en la tienda, la cual llegó a ser una de las más prósperas del país. Otro de los primeros chinos llegados a Tegucigalpa, sigue diciendo Amaya, fue Ricardo Yu-Way, hermano de Federico Yu-Shan, quien en 1900 trabajaba en la casa Quinchon León, siendo el gerente Emilio León, padre de Pablo León. Por 1900 llegó Antonio Ch. Waiss, quien se fue para San Juancito, donde tuvo un negocio; se trasladó después a Tegucigalpa, donde estableció una casa comercial de objetos de arte importados de China, ubicada en la calle del comercio, frente al Parque Central de Tegucigalpa. Finalmente, en 1912 llegaron entre otros, Julián Quan, Simón Castro Wu y Shian Sin Pio, quien a la postre sería conocido como Manuel Chávez, traducción libérrima del idioma original».

Para 1935, del total de extranjeros residentes en Honduras, 315 eran chinos, es decir que representaban el 4.3% del total de los no nacidos en Honduras, residentes en nuestro país.

DE DONDE VIENEN

Según Amaya, las razones para que los chinos emigraran de su patria, estuvieron relacionadas con la «guerra del opio», la rebelión Taipín y la explosión demográfica. Estos tres factores, originalmente presionan por un desplazamiento interno de la población que, desde el interior, se ubica en forma masiva en los puertos, especialmente aquellos que, por efecto de los tratados que suscribiera China con las potencias vencedoras, eran controlados por Inglaterra especialmente. Por ello es que, la primera corriente migratoria, se origina en las costas chinas, especialmente en Cantón y Hong Kong. «En consecuencia, afirma Amaya, la primera ola de migraciones chinas se inicia en 1848 y provocó el traslado de más de dos millones de personas hacia la península Malaya, Indochina, Sumatra, Java, Filipinas, Hawai, las indias del Este, los Estados Unidos, Australia y la mayoría de los países latinoamericanos».

Los inmigrantes se clasifican por los estudiosos del tema en dos grandes grupos: los culíes y los inmigrantes voluntarios. «Los culíes derivan su nombre de la palabra «culí», el nombre de una tribu de aborígenes Gujarat de la India, que eran contratados en China, décadas atrás, como sirvientes del más bajo nivel». Socialmente eran los más pobres de entre los pobres, por lo que su contratación, tal como lo refiere Amaya, fue un acto abusivo en que, en muchos casos, los hicieron víctimas de ofensas inimaginables.

Los inmigrantes voluntarios, en cambio tenían otro nivel: probablemente eran proporcionalmente, menos campesinos; es decir, más vinculados con actividades urbanas. Eran, desde luego, integrantes de capas pobres; pero con alguna participación en actividades de carácter comercial. Por ello, es que fácilmente apreciamos, por lo menos en el caso de Honduras, que la totalidad de los inmigrantes chinos, se dedican al comercio o a la industria; y muy pocos a la agricultura. De la misma manera, de la lectura del libro de Jorge Alberto Amaya se infiere que, cuando llegan tienen algún nivel cultural chino, lo que les permite moverse con facilidad en el ambiente hondureño, en el cual, como lo confirma el autor citado, tienen indiscutible éxito.

A QUE SE DEDICAN

Los chinos tienen fama de laboriosos, austeros y cumplidores de la ley. En Honduras los primeros chinos que llegaron, lo hicieron mayoritariamente después de estar en El Salvador. Establecerse en Honduras fue, sin lugar a dudas, una decisión puntual sobre la valoración de las oportunidades comparativas; y fruto probablemente de la percepción que aquí el desarrollo capitalista que señalaba la minería y el cultivo del banano, entrañaría inicialmente por lo menos, una actitud más favorable para su incorporación a la vida económica.

Desde luego, las cosas no fueron fáciles para los recién llegados. Amaya, sostiene que «igual que los árabes y los judíos, los chinos emigrados sufrieron algún grado de discriminación por parte de ciertos sectores sociales hondureños e incluso en ocasiones por el gobierno mismo». Los sectores sociales hondureños, siempre han visto con recelo a los extraños, especialmente si no son europeos o estadounidenses. Para los grupos económicos, era obligado que opusieran alguna resistencia, especialmente cuando los chinos se vuelven notorios en el manejo de actividades comerciales muy definidas, como es el caso del comercio en pequeña escala. Y después los restaurantes. Los miembros de algunos de esos grupos, «veían que los recién llegados les quitaban el espacio económico, puesto que la mayoría se convierte en comerciantes». Pero esta opinión no era compartida por todos. «La gente hondureña apreciaba la laboriosidad y honestidad de los chinos. Es cierto que algunos sectores criticaban a los chinos, pero era porque sentían competencia comercial, pero el pueblo más bien sentía que los chinos era una buena opción porque con sus pulperías, comercios y restaurantes, la gente decía que recibían los productos a bajos precios, no como las tiendas de los ricos», le refiere Samuel Young Torres, en una entrevista a Jorge Alberto Amaya.

Posteriormente, en la década de los veinte, un sector de los intelectuales se tornara anti chino. Y por supuesto, anti negros. El más destacado de estos adversarios de chinos y negros, es Ramón Ernesto Cruz, que algunos años después, sería honrado por los hondureños -incluidos descendientes de chinos y de negros- con la Presidencia de la República que ejerciera en forma efímera y precaria en la década de los setenta.

Es obvio que el comercio fue la actividad en donde los chinos inmigrantes apreciaron mejores espacios. Los comerciantes hondureños para fines de siglo, en cuanto a su capacidad de expansión, estaban agotados. Su posibilidad de cobertura, no era la suficiente para atender las exigencias de la movilización de la población que buscaba las pequeñas ciudades para establecerse; ni, mucho menos, para satisfacer una oferta que crecía al impulso del auge capitalista. Por ello los chinos inmigrantes, con suma habilidad y posiblemente con experiencia previa y con mayor visión del mundo, que conocen de primera mano, se involucran en la actividad comercial, en la cual, sin ningún género de duda, han tenido éxito singular.

La primera gran empresa de inmigrantes chinos, según Amaya, fue la Casa Quinchon León y Compañía, fundada en 1900. Esta compañía comercial «que todavía funciona, después de cien años de continuada labor. Este es un caso muy especial en la historia económica y comercial de Honduras, porque aparte de las empresas mineras y bananeras, no se conoce otra firma comercial que se haya sostenido por tanto tiempo en el país. La única empresa similar es la Casa Colorada en La Ceiba, fundada en 1902 por la familia palestina Kawas, que llegó a ser con los años, la casa comercial más fuerte de Honduras». «El otro establecimiento importante fundado por los chinos a principios del siglo XX; y que llegó a ser una de las casas comerciales más sólidas de la capital, a lo largo del siglo, fue la Casa Julián Quan y Cía». En importancia, el otro negocio que se puede mencionar a continuación en esta breve lista, es la Casa Comercial Joaquín Pon y Cía. «El negocio, dice Amaya, estaba ubicado en Comayagüela, en la tercera avenida, esquina opuesta al Jardín Nacional de Niños». Según el autor citado, el negocio tuvo tanto éxito que organizó ocho sucursales en todo el país».

En orden de importancia, hay que señalar a continuación que Antonio Ch. Waiss, según Marco Antonio Rosa, «estableció una casa comercial en Comayagüela en 1910; también puso una agencia en San Juancito, una en Tegucigalpa en la Calle del Comercio, frente a la Casa Presidencial, que en ese tiempo se ubicaba en donde hoy son las instalaciones del Congreso Nacional».

Según Amaya, Waiss «con los años volvió a China por un tiempo y, a su regreso a Honduras en los años veinte, puso una tienda que vendía objetos de arte y sedas importadas de China, que se llamó Casa Waiss. Se ubicaba en el centro de Tegucigalpa, donde estuvo por mucho tiempo el almacén Buenos Aires, donde comienza la actual Calle Peatonal». Siguiendo al autor citado, podemos informar que Pon y Waiss, en esa misma década de los veinte, fundaron la Fábrica de Jabón Lempira. Otro ejemplo de éxito y laboriosidad de los inmigrantes chinos, lo constituyen, los hermanos Ricardo Yu-Way y Federico Yu-shan que, después de laborar durante muchos años en Quinchon León y Cía., «decidieron renunciar a su trabajo y, -según Marco Antonio Rosa- con el dinero que habían acumulado de sus salarios, inauguraron un negocio que se llamó Federico Yu-shan y Cía. La tienda pronto comenzó a rendir ganancias, pues la afluencia al mineral de muchos estadounidenses y europeos, así como de trabajadores de todas partes de Latinoamérica, estimulaban el empleo, y por ende, el consumo de todo tipo de mercaderías». Esta firma, sigue diciendo Amaya, llegó a tener, entre los 20 y los 30, cuatro casas comerciales: Dos en San Juancito, una en el mineral de La Rosario Mining Company; y la otra en Tegucigalpa». Este éxito económico tuvo derivaciones interesantes, especialmente la más importante; y que, es -como ocurre siempre en una sociedad de limitada memoria- casi totalmente desconocida. Según Amaya, estos hermanos chinos, fueron los pioneros de la aviación comercial en Honduras. En efecto, en 1930, mucho antes que se fundara el ya fenecido Servicio Aéreo de Honduras, Sociedad Anónima, SAHSA, ellos invirtieron capital en la compra de aviones...
Compraron un avión de dos motores y fundaron la primera empresa de aviación en el país, llamada WANSA. Comenzaron con vuelos de San Pedro Sula a Tegucigalpa y viceversa, también viajaban a La Ceiba y Juticalpa. Como no tenían competencia en el ramo, enviaron a un estadounidense con $ 15.000 para que comprara otro avión más grande de tres motores en los Estados Unidos, pero pasado cierto tiempo el emisario no regresaba. Pensaron que se había robado el dinero, pero lo cierto es que de regreso, se estrelló en Puerto Barrios, Guatemala. Allá enviaron a unos técnicos de Pan American, pero al llegar al lugar, los campesinos ya habían robado las piezas del avión y hasta ahí llegó la triste historia de WANSA».

Pero la actividad económica exitosa más importante llevada a cabo por los inmigrantes chinos, todavía no había sido iniciada. Se trataba de la instalación por parte de Federico Yu-Shan de «una industria gaseosa, que posteriormente, se transformó en la embotelladora de la famosa Pepsicola». Como se puede apreciar, los inmigrantes chinos, antes de integrarse a la corriente nacional, se distinguieron en el comercio y en la industria, creando empresas que son un orgullo para todos. Los citados, sólo son un ejemplo de lo que venimos diciendo. Ahora, especialmente, los chinos controlan casi la totalidad de los restaurantes de las principales ciudades, al extremo que la comida china entre nosotros, casi tiene el carácter que se le atribuye las comidas típicas nacionales.

EN POLITICA

Desde el principio los chinos inmigrantes voluntarios, consideraron que su presencia en los países en donde se habían instalado era temporal. Siempre creyeron que eran chinos de ultramar, con vínculos políticos con su nación. «Esta denominación, como nos lo recuerda Amaya, de chinos de ultramar se acuñó para aquellos inmigrantes que salían de China con el objetivo de trabajar duro y progresar en el extranjero, pero sólo con el propósito de retornar a su patria y sacar de la pobreza a sus familiares». En consecuencia, el gobierno chino consideraba a los inmigrantes de ultramar como ciudadanos suyos; y como ocurre actualmente con los hondureños que residen en el exterior y que envían remesas a sus familiares, los cortejaba en donde se encontraran. Este hecho sirvió para que los chinos residentes en Honduras, se mantuvieran fieles a su patria; y que incluso cuando se casaron con mujeres hondureñas, procuraron que sus hijos se mantuvieran vinculados con la cultura suya, para de esta manera, facilitar el postergado pero ansiado regreso. Este retorno indudable, largo pero deseable, les permitió a los chinos residentes en Honduras, mantenerse al margen de la actividad política, cumpliendo la ley en todas sus formas al extremo que en términos comparativos, es el grupo étnico que, menos conflictos ha tenido en toda la historia con el cumplimiento de las normas jurídicas. En los estrados judiciales no hay grandes faltas; ni mucho menos, crímenes en los que se hayan involucrado inmigrantes chinos.

Desde luego, este equilibrio se rompió cuando se produjo en 1949 la caída del gobierno chino, a manos de la revolución comunista acaudillada por Mao Tse Tung. Como el gobierno de Honduras reconoció finalmente al gobierno nacionalista del general Chian Kan Check los chinos tuvieron que darle un viraje a su fidelidad. Ya antes, la comunidad china, había iniciado excelentes relaciones con el gobierno del general Tiburcio Carías Andino. William Chong Wong, entrevistado por Amaya, afirma que «la colonia china se identificó con el Partido Nacional de Honduras porque durante el gobierno de Carías se respetó a los chinos. Yo creo que también hay una identificación con este partido, porque la mayoría de los inmigrantes eran partidarios del Partido Nacionalista Chino y, porque los liberales por mucho tiempo tuvieron enormes influencias ideológicas de la izquierda, los chinos veían con más cercanía con el Partido Nacional».

Sin embargo, como ocurre con otras minorías exitosas e influyentes, «esto fue más cierto en los años cincuenta, sesenta y los setenta. Pero en la actualidad, la proporción de los chinos está repartida en la misma proporción que el resto de los hondureños, entre los dos grandes partidos tradicionales. Este hecho puede apreciarse igualmente en el número de descendientes de chinos -mayoritariamente originados en matrimonios entre chinos y hondureñas- que han tenido destacada participación. Mientras por el lado nacionalista sobresalen una ministro de Economía y un viceministro, por el lado de los liberales, dos descendientes de chino han ocupado el ministerio de Seguridad, la Procuraduría General de la República y la Jefatura de las Fuerzas Armadas en tiempo de gobierno de este partido. De modo que puede decirse que los chinos en Honduras se han inclinado en iguales proporciones entre los dos partidos tradicionales. Lo que sí es obvio es que los nuevos partidos, no han atraído la atención de muy pocos de los inmigrantes chinos; y mucho menos de sus descendientes.

INTEGRACION EN LA CULTURA NACIONAL

Aunque, igual que otros grupos, los chinos mantienen su identidad, no se puede afirmar que, vivan aislados de los problemas y las realidades nacionales. Por el contrario, aunque no hay estudios suficientes sobre el campo, es evidente que han hecho valiosas contribuciones en dirección a las costumbres culinarias, hábitos de trabajo, austeridad en el uso de los resultados; y cierta tranquilidad que nos hace falta al resto de los hondureños. Por supuesto, todavía la sociedad hondureña sigue viendo a los chinos como extraños. Sin embargo, los matrimonios mixtos, la tendencia de los chinos a quedarse definitivamente entre nosotros; y, últimamente el crecimiento de la inmigración china en nuestro país, hace pensar que su influencia, cada día que pase, irá siendo todavía mayor. Y la posibilidad que su integración, favorezca un aceleramiento del mestizaje, es algo sumamente esperanzador para Honduras.

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