DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

TEGUCIGALPA DEL RECUERDO

El Cementerio General

En el primer gobierno del doctor Marco Aurelio Soto, antes de trasladar la capital de la República, de Comayagua a Tegucigalpa, comenzó a construirse en 1877 el Cementerio General para sustituir al viejo panteón que se encontraba tras la Iglesia El Calvario y se extendía a lo largo de la ribera oriental del río Grande hasta los predios donde se encontraba, antes del Mitch, el Gimnasio Nacional.

El nuevo cementerio para la ciudad, se habilitó en un amplio terreno ubicado en el sector oriental de Comayagüela conocido después como la Colonia Soto, construyéndole un hermoso muro con su entrada de arco que ilustramos con la foto de la época, donde puede observarse la influencia de la arquitectura colonial.

A finales de la década de los veinte, se levantó a la izquierda de la entrada principal, la capilla del Señor de las Misericordias sitio dedicado al oficio de las misas de difuntos y se construyeron en ambos laterales, nichos para sepultar a las personas que fallecían sin contar con familiares que no eran poseedores de lotes que eran vendidos por la Municipalidad.

Cuando el sitio de Tegucigalpa en la revolución de 1924, centenares de combatientes que cayeron en las intensas batallas que se libraron, la mayoría defendiendo al gobierno del general López Gutiérrez, fueron enterrados en horas de la noche en la parte que se conocía como el Viejo Cementerio porque a la luz del día era imposible llegar al camposanto ante el asedio que mantenían sobre la ciudad las baterías de morteros apostadas por el general Vicente Tosta en el cerro "El Berrinche".

Otros, los que se descomponían en las calles y no era posible sepultarlos eran cremados en el lugar donde habían caído.era imposible llegar al camposanto ante el asedio que mantenían sobre la ciudad las baterías de morteros apostadas por el general Vicente Tosta en el cerro "El Berrinche".

Otros, los que se descomponían en las calles y no era posible sepultarlos eran cremados en el lugar donde habían caído.Cuando falleció el general López Gutiérrez, el 10 de marzo de 1924, en los días álguidos de la revolución, el Consejo de Ministros que ejercía el Ejecutivo solicitó una tregua para poder efectuar el sepelio en el Cementerio General en horas de la tarde del martes 11 de marzo.

El cementerio se dividió en dos sectores, el llamado Cementerio Viejo y el Nuevo, separándolos con una calle central desde el portón principal hasta el borde del muro posterior, plantando a ambos lados cipreses y otros árboles de sombra que le daban al lugar un aspecto señorial y se colocaron bancas para que descansaran los visitantes.

En las décadas de los treinta y los cuarenta, el Cementerio de la capital hondureña ya mostraba hermosos mausoleos que se levantaron en los dos sectores y se destinó un amplio terreno en el extremo sur oriental en la elevación conocida como Sipile con pequeños predios para enterrar a la gente que no tenía recursos económicos.

Los primeros monumentos funerarios que recordamos, la Capilla de pura piedra que levantó don Santos Soto al final de la calle principal, considerada por muchos años el mausoleo de mayor majestuosidad en el Campo Santo de la capital hondureña.

Años después, la colonia china levantó otro hermoso mausoleo con líneas arquitectónicas orientales y donde descansan los más sobresalientes ciudadanos originarios de China como los Yu-Shan, los Quan, los León, los Waiming, los Yu-Way y otros miembros de las distinguidas familias que formaban lo más selecto de aquella inmigración.

Casa eterna de ilustres hondureños, las tumbas de ex presidentes, literatos, militares, renombrados políticos, artistas y miembros sobresalientes de la sociedad capitalina, se levantan en el lugar destinado para el descanso de sus restos mortales.

Un hermoso libro confeccionado con piedra de nuestras canteras guarda para la eternidad al insigne escritor, poeta, historiador y político Dr. Ramón Rosa quien junto al Dr. Marco Aurelio Soto fueron artífices de la Reforma Liberal. El inmenso libro simboliza la profusa vida dedicada al estudio por tan ilustre hijo de Tegucigalpa.

Con un busto que recuerda su egregia figura, dirigiendo su mirada labrada en el mármol hacia su querida Comayagüela la tumba del más grande de los poetas hondureños, Juan Ramón Molina, se levanta en el sector izquierdo desafiando al oriente, por cuyo punto cardinal su tierra natal le dejó a su alma la oportunidad de atisbar desde el más allá el desfile de caballeros haciendo sonar sus roncos elefantes con cuyas fanfarreas saludó el bardo a los poetas brasileños y a las sirenas que en su imaginación poética nadaban en el río Choluteca.

Una pirámide de nuestra piedra rosada, resguardada por un ángel que pide silencio para no despertar a un león que duerme a la entrada de la cripta, guarda los restos del doctor Policarpo Bonilla. La obra fue realizada por el arquitecto italiano Augusto Bressani, constructor de la vieja Casa Presidencial y el Palacio Municipal.

Los ex presidentes de Honduras, Miguel R. Dávila, Francisco Bertrand, Alberto Membreño, Rafael López Gutiérrez Vicente Tosta, Vicente Mejía Colindres, Tiburcio Carías Andino, Ramón Ernesto Cruz descansan en el cementerio de Tegucigalpa y hombres ilustres como Paulimo Valladares, Fausto Dávila, Marcos Carías Reyes y otros preclaros ciudadanos fueron sepultados en el viejo panteón que fue descuidado por muchos años por familiares y autoridades que permitieron que tan sagrado lugar fuera profanado por vagos y delincuentes que hicieron del lugar guarida para sus fechorías, destruyendo en muchos casos los simbolismos marmóreos que constituían obras de arte escultórico.

Los recuerdos que guardamos del vetusto Cementerio General hoy los compartimos con nuestros lectores, con algunos que todavía guardan en su memoria los tiempos del pasado y otros, que aún cuando nacieron en esta ciudad o tienen mucho tiempo de vivir en ella, no han tenido la oportunidad de conocerlo.

En estas remembranzas, guardamos la figura del Canónigo don Basilio Gómez, el recordado "Padre Chilo", con su sotana negra casi desteñida que cobijaba con un amplio manto negro, fue durante muchos años el sacerdote encargado de los cultos religiosos católicos que todos los dos de noviembre, Día de Difuntos, andaba de tumba en tumba y a petición de los dolientes, oficiando los Responsos, los hablados a dos lempiras y los cantados a cuatro lempiras, utilizando para estos últimos a músicos que le acompañaban durante todo el día.

Las familias, sin temores de ninguna naturaleza acudían a cuidar sus tumbas, habían personas que a diario visitaban los sitios donde estaban sus parientes y las mantenían en buen estado, no les robaban los floreros ni los arreglos, no les destruían las placas, no deterioraban los monumentos ni tampoco estaban pendientes que los delincuentes los asaltaran.

Así, en ese marco de confianza, tenemos viva la imagen de una señora que pasaba todos los días desde la mañana hasta la tarde cuidando y arreglando la tumba de su única hija, la joven normalista Margarita Ortega quien al morir a temprana edad, dejó a su madre sumida en la más profunda pena.

Igual lo hacía Tulita Zapata siempre al lado del sepulcro de su inolvidable esposo Marcos Carías Reyes y como ellas, muchas otras personas que rendían con su presencia en el Cementerio, el recuerdo de sus seres queridos, sin que les asaltara el miedo.

Había orden y vigilancia, tareas asignadas a los administradores que la Municipalidad destinaba para tal fin, siendo uno de los más famosos "Juan Porrón" hombre trabajador y responsable que además atendía en forma solícita a los deudos que acudían en la búsqueda de sus servicios como albañil, enterrador y para el mantenimiento de las tumbas.

Ahora, un grupo de ciudadanos junto a la Alcaldía Municipal están realizando labores de restauración y limpieza para devolverle al lugar el digno sitial que se perdió en el tiempo donde la suciedad y el irrespeto irrumpieron la paz del sueño final de la vida de miles de hombres y mujeres cuyos restos mortales fueron depositados en el Cementerio General para el descanso eterno hasta la consumación de los siglos.

La próxima semana recorreremos con ustedes el AYER y HOY de nuestra capital, sitios que se perdieron cuando el modernismo comenzó a enterrar el pasado colonial de la ciudad.

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(Tomado de La Tribuna)



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