DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

ALCALDIA DE TEGUCIGALPA

Comandantes de la capital

Por: Nahum Valladares y Valladares

La figura del Comandante de Armas, constituyó en el pasado un puesto relevante porque significaba el poder con el que contaban los gobernantes para sostenerse en el ejercicio de sus funciones y en otros casos en un peligro para la estabilidad del Ejecutivo.

Las Comandancias de Armas de Tegucigalpa, San Pedro Sula, Trujillo, Puerto Cortés, Santa Rosa de Copán, Yoro, Choluteca, La Ceiba y Amapala, eran en aquel entonces las más importantes del país y los presidentes siempre buscaban colocar en las mismas a personas de su confianza, aún cuando muchas veces los comandantes se rebelaban contra sus jefes y promovían alzamientos encaminados a derrocar a los mandatarios.

Este tipo de institución militar departamental se creó desde los albores de la República y la de Tegucigalpa fue considerada como la más importante desde el gobierno del doctor Marco Aurelio Soto al trasladar a la ciudad la sede de todos los poderes del Estado en 1880.

Militares que se forjaron en las luchas intestinas y obtuvieron sus grados de Coroneles y Generales por sus participaciones en las guerras civiles, cuando no lograban posiciones en el gabinete y en otras dependencias de significación del aparato gubernamental, buscaban ser nombrados en las Comandancias o en las Gobernaciones Políticas, pero de preferencia optaban por el manejo de las armas de la jurisdicción porque ello representaba un sitio de relativo poder.

Bajo el control de los Comandancias de Armas estaban los mayores de la plaza que actuaban como segundos de la fuerza militar departamental y ejercían junto a sus oficiales el manejo de las tropas, cargos estos que por regla general dependían de la voluntad del nombrado Comandante para mantener la obediencia y disciplina.

Muchos de esos Comandantes de Armas de Tegucigalpa llegaron a la Presidencia de la República, tal los casos del doctor Policarpo Bonilla, doctor y Gral. Miguel R. Dávila, el General Rafael López Gutiérrez, el Gral. Domingo Vásquez Toruño y el Dr. y Gral. Tiburcio Carías Andino.

Otros ejercieron influencias de orden político como el general Calixto Carías padre de don Tiburcio quien en la administración del Dr. Policarpo Bonilla se desempeñó en tales funciones en la capital y el General Dionisio Gutiérrez prominente militar que además fue titular de carteras ministeriales.

Muchos de esos comandantes cuando se producían las revueltas políticas, mostraban su lealtad al gobierno que servían y desde el Cuartel San Francisco defendían las posiciones de la ciudad en apoyo al mandatario de turno.

Otros, como el General Longino Sánchez que en el año 1890 siendo Comandante de Armas de Tegucigalpa se levantó en armas contra el gobierno del General Luis Bográn fracasando en su intentona al contar el presidente con el apoyo de los efectivos policiales, de su guardia presidencial y sus correligionarios que impidieron que el General Sánchez lograra su propósito obligándolo a una retirada al sexto día de intensos combates que causaron serios daños al Cuartel siendo interceptado por una columna procedente de Danlí, pero antes de ser prisionero optó por suicidarse. El presidente Bográn llenó la vacante al nombrar a don Policarpo Bonilla no sólo Comandante de Armas, sino Gobernador de Tegucigalpa.

El General Vásquez Toruño, ocupó la Comandancia en el interinato de don Rosendo Agüero y ante el peligro que representaba la revolución que desde Nicaragua encabezaba su primo el doctor Policarpo Bonilla en 1893 pasó a ocupar la primera magistratura de la nación en un período muy corto ya que el doctor Bonilla Vásquez triunfó y arribó a la Presidencia de la nación para el mandato de 1894.

Otro gran político hondureño el doctor José Angel Zúñiga Huete fue designado Comandante de Armas en el gobierno del doctor Vicente Mejía Colindres y cuando se dio cuenta que su contrincante en las elecciones de 1932 el General Carías Andino lucía como el ganador de los comicios, con otras comandancias importantes como la de San Pedro Sula y la de Puerto Cortés, preparó una insurrección que en la historia se registra como "La Noche de las Traiciones".

Los alzados no pudieron defenestrar al Dr. Mejía Colindres porque el General Carías que se desempeñaba como presidente del Congreso Nacional armó a sus huestes y salió a las calles a defender al gobierno constituido que aún cuando no era de su partido, de haber triunfado el alzamiento de los comandantes le hubiera impedido llegar al poder el 1 de febrero de 1933.

Al ascender a la Presidencia Carías Andino, en su primer período coloca en la Comandancia de Armas de Tegucigalpa, al General Pedro F. Triminio y años después designó a otro de sus fieles servidores el General J. Lino Zúñiga.

En la administración del presidente Gálvez, las comandancias de armas comenzaron a perder hegemonía militar al crearse las primeras unidades del Ejército Nacional como el Primer Batallón de Infantería en la zona de Las Casitas y se dieron los primeros pasos para delimitar las zonas de lo que serían las Fuerzas Armadas de Honduras. Una pequeña dotación de soldados armados con viejos fusiles Mauser, uniformados de azulón y reclutados de poblaciones de los alrededores de Tegucigalpa permanecían acantonados en el Cuartel San Francisco.

Al dimitir el doctor Gálvez el engranaje castrense comenzaba a tomar forma y al llegar al poder don Julio Lozano Díaz la Comandancia de Armas de Tegucigalpa se depositó en las manos de un oficial del ejército con el grado de Coronel de Infantería don Carlos Salgado.

Cuando el 1 de agosto de 1955 se produce el alzamiento contra el gobierno de don Julio promovido por jóvenes como Ezequiel Escoto, Ramón Custodio, Enrique Samayoa, Federico Mejía Rodezno y otros, el mayor de plaza de la Comandancia de Armas de Tegucigalpa el mayor Santos Sorto Paz entregó el Cuartel a los insurgentes pero la acción para derrocar al régimen dictatorial fue aplastada por las fuerzas leales al Jefe de Estado, tomando el control de las instalaciones de los alzados los oficiales del Primer Batallón de Infantería.

Al arribar al poder los militares el 21 de octubre de 1956, las comandancias desaparecieron y una nueva estructura castrense se comenzó a formar con los llamados Jefes de Zona, misma que se plasmó en la Ley Constitutiva de las Fuerzas Armadas emitida por la Asamblea Nacional Constituyente de 1957.

Así concluyó en la historia de Honduras, una posición que por muchos años prevaleció como factor dominante de poder y que en muchas regiones del país representaba feudos de algunos personajes que al amparo de las armas que manejaban implantaban el terror o se erigían en artífices de rebeliones contra los gobiernos que servían.

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