DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

MUNICIPIO DE TEGUCIGALPA

FIN DE SIGLO

El siglo XIX fue sumamente revelador - o premonitorio- de las crisis que posteriormente agobiarían a la sociedad hondureña y especialmente, la alcaldía de Tegucigalpa que iba a desaparecer como tal en 1938. La reforma iniciad por Ramón Rosa y Marco Aurelio Soto fue perdiendo la vigencia cuando el sentimiento ideológico se agota y la ciudad capital se traslada a Tegucigalpa en la idea de construir, a través de ella, un estado más dinámico y más congruente con el aire de la época así como en la participación plena en la formación de un auténtico estado de derecho.

En el período de Bográn, es cuando los males políticos de Honduras se agravan por la intervención guatemalteca, cuyo líder, el general Justo Rufino Vbarrios, planeta el intervencionismo de tal grado que hace zozobrar todos los propósitos de formular y constituir un estado democrático, desarrollista y representativo. Testimonio que nos lega don Enrique Guzmán y don Francisco Lainfiesta son los más contundentes testigos de las contradicciones de la época, que en cierta forma, nos refleja cómo el sectarismo político inhibe a los hondureños de determinar y opcionar entre lo bueno y ,o malo, naciendo así una visión acrítica del país y sobre todo eliminando el concepto de nación, el eufemismo del uso desmedido de la palabra ;democracia ;.

El último alcalde del siglo fue el salvadoreño don Rafael Camilo Díaz, próspero comerciante dedicado al negocio de la tecnología farmaceutica. La desideologización, el cambio de los propósitos del siglo, que ha hecho que algunos notables historiadores como Lynn White ha dado de llamar al siglo XIX ;el siglo de las grandes guerras ;, crearon en los ciudadanos de Tegucigalpa la idea -surgida de los evangelios olvidados- de estar llegando al fin de los tiempos y, por tanto, al fin de la historia. La iglesia hondureña había resanado las viejas ideas del antiguo enfrentamiento entre el poder civil y el poder eclesiástico, con la llegada del obispo Francisco Vélez, quien firma el primero y único concordatto entre la iglesia y el estado, mediante el cual el estado hondureño se compromete a la devolución de los bienes confiscados a la iglesia en 1829, pero aceptando a su vez, la relegación de la religiosidad popular, reduciendo ;al cajón del sastre ; el concepto al de ;vida privada ;.

Así fue como no sólo se ;enseñoriaron ; en Tegucigalpa las propuestas de la franmasonería, que añadieron a la visión del protestantismo que ha signado la franja atlántica y cuyos pastores llegaron conjuntamente con las concesiones de artículos sanitarios para las urbanizaciones de las compañías norteamericanas que fueron proliferando en la costa norte. En aras de la civilización, las oligarquías hondureñas destruyeron la antigua idea de conjuntar el poder religioso y el poder civil, separando para siempre la antigua parroquia de San Miguel del cabildo metropolitano. Para 1896, Headring visita Tegucigalpa y describe la ciudad con aire crítico en que desestima el hermoso conjunto del actual centro histórico, comentando ;la fealdad de sus iglesias ;, criterio que fue aceptado por la sociedad capitalina como símbolo de atraso y de incultura.

Para esa época, la alcaldía deja de subvencionar las funciones religiosas, causando -tal vez sin proponérselo- la gran depauperización física y espiritual de iglesias y conventos. A pesar de que los conservadores siguen en la idea, - gracias a su formación maternal -, pensando que el culto eclesiástico ;cosa de mujeres ;, la escritora nicaragüense doña Elena Orellana sostiene que los liberales de Tegucigalpa van a la primera misa a comulgar y que sus esposas son las que van a la misa mayor, porque creen que no deben ser vistos en misa para que no los acusen de sacristanes, añadiendo que ;los liberales de Tegucigalpa son ;come curas y caga diablos ;.

Este ambiente de contradicciones que se formula en el período a partir de don Luis Bográn y siendo alcalde don Rafael Camilo Díaz, se ve la alcaldía obligada a aceptar la presencia de sectas mistéricas y esotéricas que transitan por el país, imponiendo la idea de la despolitización y relegando la actividad política a pasos demoníacos, forjando en el pueblo el concepto de la redención por el trabajo asalariado y sobre todo un concepto internacional de ;filantropía ; que se centra en la idea de dar al prójimo lo que nos sobra.

En 1896 se sucede el gran incendio de la iglesia de Pespire, cuyos vecinos lo aceptaron como situación premonitoria del desastre del fin del mundo, acto que coincide con el estallido de la botica ;La violeta ; propiedad del exalcalde don Rafael Camilo Díaz, coincidiendo además con el suicidio del primo de monseñor Leonardo Vigil, el célebre poeta Manuel Molina Vigil que había compartido en los días de la inauguración del hospital San Felipe en el ejercicio de su profesión de médico con los célebres ;mano a mano ; poéticos efectuados en las veladas nocturnales que se celebraban en la casa de la avenida Jerez del Dr. Ramón Rosa en las cuales, bajo la luz de las hermosas arañas de Bohemia y el resplandor opalino de los espejos importados, improvisaban versos galantes, gozando el placer de tentar a la muerte como amiga y compañera, con los vates de turno José Joaquín Palma y Carlos H. Gutiérrez.

Manuel Molina Vigil fue llorado por el pueblo de Tegucigalpa y por su ayuntamiento se celebró con gran pompa en salón consistorial, sus exequias, que mantuvieron en capilla ardiente durante dos días para que el pueblo pudiese dar el último adiós al joven letrado y médico del pueblo que fue además, regidor auxiliar del ayuntamiento durante casi siete años. A los finales del siglo, el pueblo vivió no sólo amenazas y zozobras de la inestabilidad política por el combate efectuado por el poder Arias, Bonilla Vásquez y Soto que retorna para participar en un debate previamente anunciado como un fracaso.

En el fin de siglo fallece simbólicamente la mayoría de los exalcaldes del período de transición de la segunda mitad del siglo: el escribano don León Vásquez, asesor de la alcaldía en el período de su padre don Manuel Emigdio Vásquez; José María Lazo, regidor perpetuo; Desiderio Durón, el último minero de Santa Lucía; don Buenaventura Selva, que había sido síndico de la municipalidad; Francisco Planas Salvador, también síndico de la municipalidad y benefactor de la misma; su medio hermano, Felipe Valle, con cuyo patrón se honró al hospital general; don Justo Pérez, el olvidado regidor primero, signatario de la solicitud que convierte la Academia del genio emprendedor y del buen gusto al rango de Universidad y firmante de la protesta que el ayuntamiento contra la ocupación inglesa de la Isla del Tigre y amigo personal del intendente general Cabañas y finalmente, don Crescencio Cubas, secretario del ayuntamiento por espacio de casi treinta años durante los cual no cobró estipendio alguno recibiendo como recompensa final el derecho para utilizar uno de los depósitos de cementerio general, que en el diseño del mismo, en la época del ministro Planas, para ;dar honra, descanso y digna sepultura ; a los empleados meritorios de la municipalidad.

De la alcaldía de Tegucigalpa partieron los conceptos que marcaron el fin de siglo: la conferencia que da el Conde de Morgay que habla de la gran confraternidad universal de George de la Ferrièrre que expone las condiciones étnicas para la construcción del nuevo siglo, movimiento que se conjunta con el aparecimiento del Marqués Eugène de Savaille sobre las teorías rosacruces, que desgraciadamente fallece al día siguiente de su disertación siendo enterrado de acuerdo al rito de su congregación en el área cercana al presbiterio - exactamente del lado de la epístola- sin lápida alguna, más que un cristal bajo el cual se instaló una lampara incandescente de magnesio que en una fecha ignorada perdió su flama.

Los cantores populares como Juan Pusunga (Evaristo Escobar), los célebres ;Carlines ; y Cruz Castillo alias Cruz Managua improvisaron coplas aguardentosas acompañadas del ritmo de sus guitarras célebres por sus cuatro cuerdas y cobraron a la alcaldía, seis reales por acompañar el cadáver del difunto marqués ante el escándalo y reprobación de las esposas de los funcionarios de la alcaldía, las elegantes damas doña Rosinda Fiallos, Camila Soto de Midence y Petronila Ugarte Lazo. Los más esperanzadores creían que el nuevo siglo iba traer un gran cambio en la vida comunitaria que de acuerdo al sermón de fin de año del coadjutor presbítero Trinidad Estrada, auguraba para los Tegucigalpas en el sermón proclamado en el tedeum de fin de año que presidió el candidato oficial Rafael López Gutiérrez en la antigua parroquia de San Miguel ;como el nuevo amanecer de la humanidad que arranca con el nuevo siglo ;, palabras que resonaron bajo el cañón corrido del dombo parroquial ante la mirada atónita del protector y patrón del arcángel San Miguel.

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