DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

MUNICIPIO DE TEGUCIGALPA
La Reforma de Fin de Siglo

En 1871 un joven comerciante guatemalteco de nombre Miguel García Granados, animado por los acontecimientos mundiales de gran repercusión en América tales como la unificación italiana entendida por Garibaldi, definió el impulso en Centroamérica por crear un sistema de modernización de los Estados, inspirándose con profundidad en una reforma política, jurídica y sobre todo de la mentalidad de sus habitantes.

Para esa época en la república de Honduras, se había sucedido el primer magnicidio - con el asesinato del presidente Guardiola en 1862 que provocó una polarización de tipo sectario entre conservadores y liberales. La Iglesia continuaba desarticulada en manos del anciano obispo Fray Juan Félix de Jesús Zepeda y etimológicamente la palabra ;conservador ; se entendía por todo lo opuesto a la iglesia y a la hegemonía de las antiguas familias criollas.

La falta de seguridad jurídica había hecho que una serie de familias, por salvar sus vidas, emigraran a Guatemala, entre los que se cuentan a don Máximo Soto, posiblemente el primer liberal con sentido capitalista que desarrolló una gran influencia en la Guatemala de Miguel García Granados. Este Soto había llevado a su hijo, Marco Aurelio Soto Martínez, habido fuera del matrimonio con Damiana Martínez, en la Comayagua capitalina. Así como a su sobrino (también hijo fuera del matrimonio con Isidora Rosa Reyes), hijo de su hermano y socio Juan José Soto.

A la muerte del Padre Reyes, la universidad cayó en decadencia por falta de apoyo de la municipalidad, hecho que hizo que el rector Hipólito Matute se viera obligado a mendigar de puerta en puerta por todo el centro de Tegucigalpa, pidiendo ayuda para evitar que el convento de La Merced -que ya había sido concedido para alojar a la universidad- quedara en escombros. En 1869 había fallecido don José María Lazo, el hombre que consolidó el más fuerte capital de su época y cuya familia también se trasladó a Guatemala, pasando lo mismo con los Arriaga, hecho simultáneo de migración colectiva que realizan las familias después de la muerte del general Cabañas, que solidarizándose con el duelo de doña Petronila se marcharon por el camino de la depresión de Aguantequerique, que en esa época se llama ;el cañón de Squire ;, ahora Canal Seco, y que en él se centraba la idea del paso del ferrocarril interoceánico.

Por esa depresión -que forma el cauce del río Lempa- pasaron los carretones y las carretas que condujeron las familias tradicionales de Comayagua, tales como los Polh, los Rosales, Lima, Dueñas, Van Severen, Saint Laurent, Granadinos, Wells, etc., que llevaban los restos de sus pasados esplendores, llevando los arrieros que guiaban las enormes partidas de semovientes de todo tipo vacuno, caballar, de lana y cerda. Todas estas familias emigraron frente al pánico de los parientes muertos, y sobre todo por la inseguridad de la falta de un estado de derecho amenazaba sumiéndolos en caos anárquico.

Por otra parte los habitantes de Tegucigalpa resultaron afectados ya que el comercio de la ciudad dependía directamente de la gran feria de San Miguel en El Salvador, que se integraba económicamente con la feria del patrón de Tegucigalpa.

Las grandes partidas de ganado selecto -sobre todo los corceles de La Talanga- se exhibían y vendían en esa feria salvadoreña alcanzando precios que iban más allá de los mil quinientos pesos. Las monturas de cuero repujado realizados en Lepaterique y su cincunscripción eran sumamente cotizadas en el mercado salvadoreño donde se daban citas las más importantes familias de Centroamérica. Y sobre todo, la plata producida en la jurisdicción de la alcaldía, que era necesaria para mezclarla con el oro de El Salvador, para ser laborada en una interesante amalgama que hizo tradición del llamado ;oro rojo ; salvadoreño, que en la fabricación de joyería tiene un 50% de plata, un 25% de oro y un 25% de cobre.

La zona sur, siempre integrada a la alcaldía de Tegucigalpa, por los antecedentes jurisdiccionales de la Colonia, también presentaba gran interés por la feria de El Salvador, donde hacía llegar sus derivados de lácteos tales como quesos, mantequillas, requesones, etc., sumamente apreciados en esa localidad. Y qué decir de la célebre carne salada de Olancho que conservó por muchos siglos en apetito comercial de salvadoreños y guatemaltecos, que según don Francisco Javier Aguirre -opinión que más tarde confirma Wells-, el secreto consistía en los grandes pastizales de Olancho donde los vacunos rumiaban bajo la sombra de los inmensos jícaros sin moverse del predio, pastando inmóviles, aquellos pastos mezclados con el orégano florecido, produciendo una carne blanda y perfumada que al destasarla tenía el aro de grasa muy del gusto de los ingleses, que con esas carnes creaban el famoso ;London coat ;.

La desolación en que quedó la ciudad de Comayagua inhibió la solidaridad de los vecinos de Tegucigalpa con El Salvador, ya que no hicieron causa común con el empobrecimiento de la antañona capital, sino que mas bien intensificaron las relaciones comerciales introduciendo de aquel sector todo lo relativo con la industria de jarcia en mezcal, yute y henequén, aniquilando de esta manera uno de los más importantes factores fabriles del valle de Comayagua.

Es curioso ver como se conectaron los conflictos económicos con los políticos porque a raíz de la situación comercial, el cabildo de Tegucigalpa en tiempos de Medina, aprueba un arancel específico a los precios de las exportaciones hacia El Salvador, en los momentos en que era jefe intendente de Tegucigalpa el general Trinidad Cabañas, gran protector de los famosos ;coquimbos ; que mantienen viva la llama de los principios y anhelos del general Francisco Morazán.

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