DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

MUNICIPIO DE TEGUCIGALPA

El Impulso de la Educación

Un personaje de gran influencia en la alcaldía de Tegucigalpa fue sin lugar a dudas el presbítero don José Trinidad Reyes Sevilla, quien fue miembro del cabildo municipal por espacio de más de quince años. Su padre, José Santiago Reyes había sido secretario municipal en el período de independencia y perteneciendo a una familia de pardos, todos vecinos del barrio de San Francisco, habían tenido conexión directa con la parroquia de San Miguel y la iglesia de la Inmaculada Concepción de Comayagüela de donde procedía la rama materlineal por la familia Sevilla, que influyeron significativamente en la alcadía pedánea de la ciudad de Comayagüela.

José Trinidad estudió en León de Nicaragua, siendo protegido del ilustrado obispo don Nicolás García de Jerez, que indudablemente influyó en una parte del clero secular que antagonizaba con la conflictiva iglesia guatemalteca, que indiscutiblemente fue la más golpeada -por tener más poder- en los momentos de la desacralización impuesta por el liberalismo.

La figura de Trinidad Reyes se inserta en la historia hondureña, y especialmente en la ciudad de Tegucigalpa, porque sus acciones de influencia están profundamente encarnadas en la realidad que atraviesa el país en los momentos de la anarquía social se subvirtió el orden y negó los puntos limítrofes de la conducta humana. Reyes, no sólo es el gran reconciliador de la sociedad hondureña si no el humilde intermediario que evita el hundimiento y sobre todo, la disolución social.

Sus biógrafos -inclusive sus contemporáneos como el padre Yanuario Girón- explican su retorno a su ciudad natal como franciscano exclaustrado. A pesar de ser él el eje de la sociedad familiar, originalmente se refugia en secreto en la vieja iglesia de Comayagüela en donde no habían habido servicios religiosos desde el cura que se casa (don Joaquín Espinoza, quien amparado por la resolución de la asamblea constituyente de 1831, que autorizaba a los sacerdotes para contraer nupcias, contrajo matrimonio con la señorita Nicanor Cantor) y que había sido repudiado por los mismos parroquianos que, a pesar de asistir a la misa, no recibían la comunión del cura desposado.

El recoletto pasó tristes noches al recorrer nocturnamente su antigua población y encontrarse con que la suntuosa parroquia de San Miguel tenía cerradas las puertas a los feligreses por encontrarse herida su estructura arquitectónica desde el famoso terremoto de 1802; la iglesia de San Francisco y su convento, prácticamente en ruinas, en donde a la mitad del edificio se alquilaban como establo para mulas de viajeros en tránsito, y el convento de La Merced, convertido en parte en casas particulares ya que habían sido cedidas por el ayuntamiento a los líderes locales que tenían la antigua estructura en completo abandono.

El sacerdote tenía que confiar mucho en el ser humano como centro del desarrollo de una sociedad, y sobre todo, en la educación como el viejo concepto evangélico de que ;el pecado se señorea en la ignorancia ;, razón por la cual decide apoyar una escuela de enseñanza elemental utilizando para ella las imágenes femeninas de aquellas abuelas que habían sido educadas en la teoría de Fray Luis de León y expuesta en su libro ;La perfecta casada ;, en que era obligación de las mujeres saber leer y escribir, conocer las cuatro reglas aritméticas, los conocimientos básicos de la astronomía y física, y sobre todo, ampliar sus conocimientos en teología y moral y sobre todo ser entendidas conocedoras y apreciadores de las bellas letras, el teatro, la danza y la música.

Esta escuela de primeras letras es financiada a través de la alcaldía municipal y ocupa los viejos aposentos del antiguo convento de La Merced y el cual dispone enviar -para evitar el remate- las obras de arte que decoraban ambos conventos, que así se integraron al nutrido inventario no sólo de iglesia como la de Nuestra Señora de Los Dolores e inclusive de la cadena de ermitas y capillas dispersas en los pequeños poblados que rodeaban la ciudad de Tegucigalpa.

La figura del padre Reyes se va convirtiendo en un auténtico ;paterfamilias ;. Como cura exclaustrado, residía con su madre, doña Francisca de quien posiblemente heredó la vocación magisterial, trasladándose a realizar los oficios divinos en la mañana muy temprano a San Francisco en donde se quedaba para dar clases por carecer de ayudante alguno ya que por esas fechas es que mueren los últimos franciscanos maestros como fray Nicolás de Hermosilla y sobre todo el superior fray Nicolás de Artica cuya imagen es de grata recordación para los tegucigalpense por haber pagado por su costo la bella cruz del perdón gravada con su nombre que estuvo tantos años centrando la plaza de San Francisco hasta su ulterior traslado a la plaza del Calvario.

En esa firme idea de fomentar la educación para evitar el desorden, la anarquía y la crueldad para 1837 organiza su academia del Genio Emprendedor y del Buen Gusto que se eleva a categoría de universidad cinco años después gracias a la iniciativa de uno de sus más fieles amigos, el licenciado don Justo Pérez Escober, que a nombre de la corporación municipal de Tegucigalpa, felicita al presidente Juan Nepomuceno Lindo y Zelaya que se eleve el rango a la categoría de universidad.

Compartieron esa idea universitaria un grupo de bachilleres entre los que se cuenta a don Máximo Soto Uclés, Sinforiano Rovelo, Alejandro Flores y Valentín Durón, ya que en ese momento por las constantes invasiones y revueltas el país no daba oportunidad de que los jóvenes salieran fuera del país para poder estudiar. Así es como la universidad se inaugura especialmente en el sitio que fue del convento de San Francisco, en un acto académico que donde además de la conferencia magistral que dictó el padre Reyes, representó a la municipalidad don Justo Pérez Escobar, que sirvió la cátedra de filosofía y los tres derechos (natural, canónico y civil) y llevando la palabra en nombre de los estudiantes don Máximo Soto.

Esto se constituye en una obra que revitaliza la Tegucigalpa del siglo XIX y la más importante decisión del cabildo municipal de esa época ya que la empobrecida ciudad, horra de formas de producción tales como la minería, la escasez de la ganadería y la debilidad del comercio, se convierte en la gran productora de recursos humanos bien formados en todas las áreas y antenas erectas al pensamiento mundial, que conformaron posteriormente una idea cosmopolita.

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