DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

MUNICIPIO DE TEGUCIGALPA

De la Villa a la Ciudad

El ayuntamiento de Comayagua en el cual habían desarrollado su influencia don Joaquín Fernández Lindo en su carácter no sólo de escribano real si no de regidor perpetuo acompañado de su hijo don Juan Fernández Lindo y Zelaya y el secretario del cabildo don Cayetano Bosque, intrigaron de manera de convertir a las provincias independientes de Centroamérica en parte del imperio mexicano, quien posteriormente trató de legitimar Agustín Iturbide.

Tanto el cabildo como las élites municipales de Tegucigalpa se opusieron, buscando conservar la integridad del antiguo reino, razón por la cual se inició una controversia entre ambas ciudades y ayuntamientos, manifestándose los de Tegucigalpa por la anexión a Guatemala, que generó un estado de fronda que hizo que ambas poblaciones formaran batallones de voluntarios ante la posibilidad de un enfrentamiento. Es comprensible que los intereses del cabildo de la alcaldía mayor fueran más decididamente a gozar de la simpatía de Guatemala porque las formas de producción de la alcaldía -ganadería y minería- tenían como mercado principal tanto a Guatemala como a Chiapas, que para esa fecha ya se había retirado del reino de Guatemala para integrarse al imperio de Guatemala en calidad de estado federal.

En las primeras elecciones acaecidas después de la independencia, los mineros volvieron a ejercer su influencia en la alcaldía y eligieron como alcalde primero a don Miguel Eusebio Bustamante y Lardizábal que deja abandonado su cargo depositando la vara en don Matías Zúniga, ya que don Miguel Eusebio es electo como diputado al consejo consultivo convocado para reunirse en la ciudad de Guatemala, como delegado por el sector Tegucigalpa. Bustamante y Lardizábal descendía de las antiguas familias mineras con posesiones en el enclave de Yuscarán, como poseedor también de grandes villas en los alrededores de Tegucigalpa. Había casado con doña Nieves Tablas (nieta de alcalde de Tegucigalpa) quien por inmiscuirse en los conflictos políticos de la ciudad de Guatemala hipotecó todos sus bienes al comerciante inglés Marshall Benneth por donde provino el cambio de manos de los mineros criollos a los angiotistas ingleses.

Es una etapa en que la ciudad languidece en todo lo que se refiere a obras resultantes del período de acumulación, porque las élites están embarcadas en la lucha de un poder hegemónico dejando a las clases bajas inmersas en el sentimiento de su propia religiosidad popular donde encontraron el único consuelo para sus cuitas.

Para colmo de males, el sistema de importaciones se encontraba totalmente parado tal como se puede advertir en los estudios realizados en el puerto de Trujillo por Manuel Rubio Sánchez, que es sumamente explicitable porque la independencia rompió la rutina de la flota comercial de los puertos españoles en Centroamérica, iniciándose un débil comercio de los productos españoles a través de La Habana-Trujillo-Omoa.

En estos días posteriores a la independencia, fueron las mujeres las que salvan el aspecto de la ciudad con lo que llamaríamos el ejercicio de la ;economía del centavo ;. Cerraron sus antiguas casonas y salones y abrieron las puertas de los zaguanes para instalar en ellas los comercios llamados ;pulperías ; donde racionalizaron los excedentes de las haciendas y obrajes. Para poder mantener las familias abandonadas por hombres dedicados por completo a la política, las mujeres tegucigalpenses se asociaron con mayordomos y caporales, que enviaban la leche ordeñada en el amanecer, donde ellas acompañadas por su personal doméstico, fabricaban las llamadas mantequillas y quesos ;emergentes ; curadas transitoriamente curados a base de sal. De las frutas caídas fabricaron las célebres conservas, de naranjas, mangos, algunos tipos de grosellas (inclusive silvestres), moras, piñas, guayabas, etc. Fue esa fantasía femenina la que evitó la destrucción de una comunidad urbana acaecida después de casi tres generaciones.

De allí se desprenden costumbres que inciden profundamente en la visión comunal como aquella que hace que las vecinas propietarias todas las mañanas barran las aceras, juntando las basuras en las esquinas para ser quemadas, mientras se repasan las noticias de los acontecimientos acaecidos no sólo sobre la propia manzana del barrio si no también en los centros de poder como México y Guatemala.

San Miguel ocupa la posición estelar en ese drama de la sociedad tegucigalpense posindependentista. Son miles de consejas las que se narran de la participación guerrera de San Miguel a favor de Tegucigalpa y no sólo en contra de los sufridos Comayagua, si no de los mexicanos que amenazaron -a nombre del imperio- las poblaciones disidentes de Centroamérica.

Son cientos de relatos los que recuerdan haber visto a San Miguel con las puertas de la parroquia cerradas a puerta y lodo, mientras la batalla o el encontrón se realizaba, para después encontrarlo fatigado y sudoroso con las abarcas llenas de lodo o de arena -según el caso- favoreciendo a los cuerpos militares de los Tegucigalpa.

En esas circunstancias y expectativas es que la Audiencia de Guatemala para premiar a los fieros protagonista de la ;independencia absoluta ; enviando el título de ciudad con el acompañante de la autorización del uso del calificativo ;patriótico ; a su cabildo municipal y a su ayuntamiento. Era tal la influencia del patrón San Miguel que en 1823 el brigadier Filísola visita Tegucigalpa, llegando desde su refugio de las llanuras de Aguantequerique, en corcel blanco emplumado, trata de sustituir al arcángel San Miguel regalándole al ayuntamiento una imagen de Nuestra Señora de los Desamparados, patrona de su ciudad natal Valencia y viviendo un romance tórrido con una de las cálidas ;mengalas ; del pueblo bajo de Tegucigalpa, a quien regala por su doncellez, un solar de quince varas por veinte varas para que edifique la casa como recuerdo de aquel caballero del imperio mexicano que amó en ella el corazón de las Tegucigalpas.

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