DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

MUNICIPIO DE TEGUCIGALPA

A parte de las construcciones individuales de los ricos mineros, decae en la Villa el instinto comunal por la pérdida de la autonomía que sumió al pueblo de Tegucigalpa en un desgano y apatía, frustrándose la finalización de importantes proyectos como el don Pedro Mártir de Celaya en su carácter de síndico perpetuo.

Don Pedro Mártir es el primero en traer a don Luis Jaúregui, arquitecto guatemalteco para que diseñe el puente de mampostería con nueve arcos quien junto con el rico comerciante chiquimuleño, don Judas Salavarría, son los primeros en crear un fondo de capellanía de cuatro mil pesos para dar inicio a las obras que decaen en los momentos en que la autonomía municipal entra en suspenso en 1774, cuando Tegucigalpa se anexaba a la intendencia de Comayagua.

En el período de la Intendencia son delegados por el partido de Tegucigalpa los más conspicuos de la élite minera comenzando con el propio Pedro Mártir de Celaya, quien ve con desconfianza la instalación de una casa de rescate para lo cual se construye un importante local civil de diseño sencillo, con un interior mudéjar y que abarca una manzana con su correspondiente sótano para metal en lingotes o en copella y un subsuelo para la pólvora (antigua casa de la tipografía nacional).

La Casa de Rescate significó una excelente construcción en la cual se cubren todos los detalles para el proceso final de la minería, en la que trabajó el notable alarife don Miguel Quiñonez, que había venido de Guatemala en los hermosos días no sólo de la construcción de la parroquia de San Miguel si no también para dirigir los pardos que construyeron la ermita de Nuestra Señora de Los Dolores, lo que dio el carácter mudéjar, expresado en el patio interno y en los detalles decorados en madera de las zapatas interiores.

El desconcierto del pueblo ante el régimen de intendencia y la ausencia de liderato de un alcalde directo restó vitalidad a esas obras de carácter civil porque es el momento en que el pueblo empieza a caer en la creencia de que El Rey y sus autoridades están obligadas a devolver los impuestos en obras civiles, obras que realizan para su propio prestigio relegando a segundo término el sentimiento comunal de la participación activa.

Fue tal el grado de apatía, que el último alcalde por depósito de vara y jefe de la Santa Hermandad, coronel don Ildefonso Ignacio Domezain no pudo lograr la construcción del cabildo que había sido planificado en el período de don Jerónimo de la Vega y Lacayo, porque en esos días transcurre la invasión de los ingleses al río Tinto, donde además fallece el alcalde mayor don Lorenzo de Vásquez y Aguilar, defendiendo los intereses de la alcaldía mayor, sin tener un tan solo reconocimiento de la Corona, mas ni siquiera el necesario montepío para su viuda.

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