DPTO: FRANCISCO MORAZÅN

MUNICIPIO DE TEGUCIGALPA

Como San Luis Potosí o como Zacatecas en la Nueva España (México), posiblemente Tegucigalpa no es fundada ya que ha sido imposible encontrar acta de fundación; inclusive no se encuentra hoja de méritos en que algún adelantado, alcalde o gobernador se haya atribuido el hecho. El Dr. Vallejo dice: ...No se sabe, pues, de modo positivo el día y el año que se fundó el Real de Minas de Tegucigalpa, con todo y aunque nosotros creemos que es una temeridad fijar fechas sin que conste en documentos originales y auténticos, nos atrevemos a afirmar que Tegucigalpa fue fundada en 1579, porque en estos años como en los siguientes, se hicieron importantes descubrimientos de ricos minerales en los cerros de San Marcos, Agalteca, Teguzgalpa, Santa Lucía y Apasapo, que así se llamó al antiguo pueblo de los aborígenes de Aramecina. (Antonio Ramón Vallejo. Primer Anuario Estadístico correspondiente al año de 1889, Tega, 1983).

El elemento más denotativo de la fundación de Tegucigalpa es la relación hecha por su majestad don Alonso de Guevara, de todos los pueblos que hay en la provincia a su cargo, realizado en fecha de 1582 y que dice: ... en los términos y jurisdicción de la ciudad de Valladolid (Comayagua ) se descubrieron las minas del cerro de Guasucarán, y después las minas de Agalteca y otras de seis años a esta parte y ahora tres años y medios se descubrieron y poblaron las minas de Tegucigalpa (Documento No. 21, ;Réplica de la presentación del alegato fronterizo de Honduras con Guatemala;. Washington, D.C. 1932, páginas, 132 y s.s.).

A Tegucigalpa probablemente se dio el nombre de Real de Minas de Tegucigalpa dada la costumbre que tenían los españoles de señalar los lugares de acuerdo con el santoral religioso. Así fue cómo el pequeño mineral empezó a desarrollarse, y ya de todos es sabido que en 1578 fue nombrado don Juan de la Cueva, como su Alcalde Mayor y que en la fecha subsiguiente a este nombramiento, las tierras son denunciadas y tituladas por la élite de Comayagua que aspira y prevé el desarrollo minero. Además del pueblo de indios, situado a la margen derecha del Río Grande, llegan no sólo los pobladores comayagüenses sino también todos aquellos intrusos, aventureros, sin familias y sin fortuna a asentarse, en espera de un porvenir en que los ricos metales, los sacarían de pobres.

Legalmente fueron 16 las familias fundadoras de Tegucigalpa que son prácticamente las mismas que 194 años más tarde aparecen en la nómina de vecinos principales que firman la solicitud para que el Real se convierta en Villa. La población había crecido y tenía una relativa organización política, pero aún no contaba con un diseño urbano. Los franciscanos, habían llegado a finales del siglo XVI y habían fundado un convento dedicado a San Diego de Alcalá, donde aparecen yá nombres de algunos prósperos mineros como aquel Carlos Ferrufino, que según testimonio del Padre Vásquez ofrece la friolera de 500 tostones de oro para la fábrica del mismo.

Posteriormente, ni los mercedarios se salvaron de la fiebre del oro, y la Real Orden de los Cautivos por el Pecado, llamados simplemente mercedarios, que habían tenido en 1715 la triste experiencia de renunciar a misionar en el hermoso valle de 32 leguas cuadradas, se aposentaron en el Real de Minas, construyendo una pequeña casa profesa en Tegucigalpa, desarrollando su influencia y la mina de la Mololoa en el Real de Santa Lucía, hasta obtener fondos y poder construir su monasterio en el terreno donado por la municipalidad en el área cercana a la margen derecha del Río Grande, en donde se desempeñaba el río dador de vida para la naciente ciudad.

El primer párroco beneficiado del Real de Minas fue el Padre don Juan de Zuaza y Guzmán que construyó una pequeña capilla, atravesada en medio del llamado ;llanito de las moras, que era un montículo (posible excavón funerario precolombino), que después fue destruido ya en el siglo XVIII en que los criollos buscan convertir el Real en Villa, para hacer gala de ser los fundadores de una ciudad que conforme a los preceptos de la ilustración y la influencia del enciclopedismo, debía contar con su plaza mayor e iglesia reservando los solares del recuadro para el edificio de la alcaldía, cárceles y aquellas mansiones que colmarían las fantasías de una clase social rápidamente enriquecida por las bondades de la tierra que devolvía mágicamente los bienes de sus entrañas.

El pequeño Real fue creciendo detrás de las tapias de los conventos en forma desordenada y confusa. Las inmigraciones de principios del XVII llegaron por el camino del bajío mexicano, muchos de ellos como el sobrado de Santelices, Márquez y Castejones, Idiáquez y Seguras, arribaron de la Puebla de los Angeles, transportando con ellos, su cosmovisión, sus creencias, e inclusive una cultura que se centraba en el sentido de la fiesta, las artesanías y los oficios y sobre todo, la expresión de estas creencias.

Fueron 49 los alcaldes peninsulares que gobernaron la ingobernable ciudad ya cundida en siglo XVII de mestizos y tantas castas que era prácticamente imposible catalogar, ya que muchos de los mismos candidatos a alcaldes criollos no podían llenar sus hojas de méritos por tener ya en sus venas sangre de indio, de mulato o africano.

En el período del Real de Minas se conforma el sentimiento de la milagrería. Todo podía pasar en aquella tierra extraña en que el minero asentaba su choza cubierta de palma, al lado de la mina, durmiendo con el arcabuz entre las piernas, celoso guardián para evitar los robos nocturnos de la broza argentífera. Estos mineros no tenían tiempo para contratar arquitectos y alarifes; ellos mismos construyeron sus casas con el rústico horcón y el capote del pino resinoso recién cortado. Cuando la veta era productiva, le resultaba más fácil conseguirse un comerciante de Guatemala, que importara 500 yardas de seda para forrar enteramente el albergue o palafito.

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