JOAQUIN SOTO

SALMOS A MARIA

¡Mater Purísima! ¡Consolatrix aflictorum! clamo en mis tremendas amarguras... Tiende hacia mí tus blancas manos puras y se como en los salmos: Refugium pecatorum. ¡Turris eburnea! ¡Stella matutina! Madre de las ovejas descarriadas, vuelve hacia mí la luz de tus miradas y sálvame del Mal, ¡Madre Divina!... A Ti clamó Verlaine desesperado, y en su hospital, cuando por fin moría, tuvo sobre la llama del pecado el agua de tu amor, ¡Sancta María! Mi corazón, ardiente, es una brasa, y en su fuego mi carne se extasía... La brasa del dolor mi pecho abrasa y me devora siempre, ¡Madre mía! Aparta a Satanás de mi sendero. Tiende tu mano hacia mi frente. Mira que de la sangre santa del Cordero brotó una rosa, una cruz y una lira... Yo de la rosa consumí el perfume... La cruz pesa en mi vida su tormento... ¡Y la lira en mi cántico resume el dolor de mi propio pensamiento! Señora, las palabras de tu hijo me hacen buscar refugio en tu piedad: ¡Lux et Veritas et Vita!... Con su boca lo dijo. ¡Y Él es la Luz, la Vida y la Verdad!... ¡Alzame hacia Él, Sancta María! Mi alma es ahora una sangrienta flor. Dame, Señora, la inmortal alegría. Tiende a mí tu mirada sin rencor. ¡Ampárame en tu manto, Madre mía, y entre mi noche rasgarse el Día, y en mi Dolor florecerá tu Amor!