JOAQUIN SOTO

Epístola a Zoila Rosa

Zoila: Como una garza con las alas abiertas va mi epístola... Olvido mis angustias inciertas por pensar en UD., y tener un momento de intimidad y ensueño cariñoso... Le cuento que hace pocos días fuimos al Pajonal, donde, naturalmente, se acrecentó mi mal de soñador, mirando los azules paisajes, las aguas de los ríos que copian los ramajes, los toros corpulentos sobre cuyas pupilas se desmaya el cansancio de las aguas tranquilas, las colinas cubiertas de verdes arrayanes, las quebradas sombrías, los cerros y los planes... ¡Le cuento que ese día sentí mi corazon poblado con el ritmo de una nueva canción! A orillas del Selguapa estuve recitando unos versos sencillos que escribí no sé cuando... ...y después me bañé... ¡Que sensación más bella sumergirse en las pozas de color de botella, soñando que en el fondo estará una sirena en cuyos dulces brazos morirá nuestra pena! ¡Sumergirse en las aguas que son líquidos tules, y salir, llena el alma, de ilusiones azules! ¡Ah, Zoila! ¡Con que gusto me viniera a vivir mi vida en estas frescas riberas de zafir! UD. sabe que el ruido del pueblo me hace daño; que aqui siempre estan vivas mis tristezas de antaño, y que solo en el monte hallaría remedio para matar mi angustia, mi desdén y mi tedio... Allá viendo las vacas jugar con los terneros, los zanates, los chejes, los negros clarineros y todo lo del monte, ¡como se apagaría la lámpara angustiosa de mi Melancolía! ¡Mas, aunque no lo quiera, estoy en la ciudad, donde, a cada momento, miro vulgaridad!... Apenas mis amigas y amigos distínguidos me dan ratos alegres y endulzan mis oídos con palabras mejores y con tono mejor dejando a un lado el prójimo, la escasez y el calor. Creo que repetirle mis locuras en cánticos no esta bien. Ya pasaron los momentos románticos y la vida es amarga. Mas no piense por esto que soy un pesimista. La vida, por supuesto, tiene sus amarguras, y a veces el dolor empaña los cristales de nuestro puro amor. ¿Que quiere que le diga de mi sentimental historia, sino que eternamente engrandece mi mal? Soy como los marinos que atravesando el mar ven una bella costa sin poderla alcanzar. Adoro una morena de corazon de oro; mas no tengo otra cosa que mi canto y mi lloro; y es triste a los balcones llegarse sin llevar nada mas que la inútil espuma de un cantar... Sufro en verdad, y a veces quisiera no tener esta llama constante de mi inmenso querer, porque tal vez un día de diamante o de rosa, cuando llegue algun príncipe sobre una áurea carroza, la trigueña que adoro con mi ternura franca, se irá de mi camino como se fue la blanca... Tristeza de poeta -- dirá UD. -- ¡No lo diga, que yo no quiero oírlo de labios de una amiga! Dejemos de palabras sentimentales. ¿Como pasa su vida? ¿El cielo no aparece de plomo allí?... En Comayagua nuestros días son grises ahora. Se han tronchado las flores y las lises de nuestro cielo claro que tuvo en otros días trémulas amapolas. Sobre las lejanías florecen las violetas y las enfermas flores; ¡el cielo es una placa sin juegos de colores! Ya se anuncia noviembre con su capucha triste, ¡y el campo de hojas secas y amarillas se viste! ¿Que hace UD.? ¿Con que libros la sorprende la tarde? ¿Por los altos poetas aun su espíritu arde? ¿Concluyo la lectura de Manzana de Anís, la cojita lejana cuya vida fue gris? ... Cuando pienso en su pena, con su pena me agobio y repito la frase : le quitaron el novio... ¡Francis Jammes, el poeta de seguro que cuando escribía esa historia, la escribía llorando! Ya ve UD. como somos los pobres soñadores: empezamos contando los ríos y las flores y concluimos con una frase sentimental tras de la que mira como tras de un cristal el cansancio de todo, la tristeza indecisa que nació cuando un día muriera una sonrisa... No deje de escribirme. Sabe cuanto la quiero. De mis pocos cariños el de UD. es primero. Quite un rato la vista de los bellos paisajes, de las fuentes dormidas, de los raros celajes, y póngala sobre una cuartilla de papel donde me mande un signo de que alegre mi laurel. Reciba en esta epístola su corazon de armiño las pobres y aldeanas rosa de mi cariño, y acuérdese en las tardes bañadas de fulgor de su lejano amigo y humilde servidor...