Epístola a Zoila Rosa
Zoila:
Como una garza con las alas abiertas
va mi epístola... Olvido mis angustias inciertas
por pensar en UD., y tener un momento
de intimidad y ensueño cariñoso... Le cuento
que hace pocos días fuimos al Pajonal,
donde, naturalmente, se acrecentó mi mal
de soñador, mirando los azules paisajes,
las aguas de los ríos que copian los ramajes,
los toros corpulentos sobre cuyas pupilas
se desmaya el cansancio de las aguas tranquilas,
las colinas cubiertas de verdes arrayanes,
las quebradas sombrías, los cerros y los planes...
¡Le cuento que ese día sentí mi corazon
poblado con el ritmo de una nueva canción!
A orillas del Selguapa estuve recitando
unos versos sencillos que escribí no sé cuando...
...y después me bañé... ¡Que sensación más bella
sumergirse en las pozas de color de botella,
soñando que en el fondo estará una sirena
en cuyos dulces brazos morirá nuestra pena!
¡Sumergirse en las aguas que son líquidos tules,
y salir, llena el alma, de ilusiones azules!
¡Ah, Zoila! ¡Con que gusto me viniera a vivir
mi vida en estas frescas riberas de zafir!
UD. sabe que el ruido del pueblo me hace daño;
que aqui siempre estan vivas mis tristezas de antaño,
y que solo en el monte hallaría remedio
para matar mi angustia, mi desdén y mi tedio...
Allá viendo las vacas jugar con los terneros,
los zanates, los chejes, los negros clarineros
y todo lo del monte, ¡como se apagaría
la lámpara angustiosa de mi Melancolía!
¡Mas, aunque no lo quiera, estoy en la ciudad,
donde, a cada momento, miro vulgaridad!...
Apenas mis amigas y amigos distínguidos
me dan ratos alegres y endulzan mis oídos
con palabras mejores y con tono mejor
dejando a un lado el prójimo, la escasez y el calor.
Creo que repetirle mis locuras en cánticos
no esta bien. Ya pasaron los momentos románticos
y la vida es amarga. Mas no piense por esto
que soy un pesimista. La vida, por supuesto,
tiene sus amarguras, y a veces el dolor
empaña los cristales de nuestro puro amor.
¿Que quiere que le diga de mi sentimental
historia, sino que eternamente engrandece mi mal?
Soy como los marinos que atravesando el mar
ven una bella costa sin poderla alcanzar.
Adoro una morena de corazon de oro;
mas no tengo otra cosa que mi canto y mi lloro;
y es triste a los balcones llegarse sin llevar
nada mas que la inútil espuma de un cantar...
Sufro en verdad, y a veces quisiera no tener
esta llama constante de mi inmenso querer,
porque tal vez un día de diamante o de rosa,
cuando llegue algun príncipe sobre una áurea carroza,
la trigueña que adoro con mi ternura franca,
se irá de mi camino como se fue la blanca...
Tristeza de poeta -- dirá UD. -- ¡No lo diga,
que yo no quiero oírlo de labios de una amiga!
Dejemos de palabras sentimentales. ¿Como
pasa su vida? ¿El cielo no aparece de plomo
allí?... En Comayagua nuestros días son grises
ahora. Se han tronchado las flores y las lises
de nuestro cielo claro que tuvo en otros días
trémulas amapolas. Sobre las lejanías
florecen las violetas y las enfermas flores;
¡el cielo es una placa sin juegos de colores!
Ya se anuncia noviembre con su capucha triste,
¡y el campo de hojas secas y amarillas se viste!
¿Que hace UD.? ¿Con que libros la sorprende la tarde?
¿Por los altos poetas aun su espíritu arde?
¿Concluyo la lectura de Manzana de Anís,
la cojita lejana cuya vida fue gris?
... Cuando pienso en su pena, con su pena me agobio
y repito la frase : le quitaron el novio...
¡Francis Jammes, el poeta de seguro que cuando
escribía esa historia, la escribía llorando!
Ya ve UD. como somos los pobres soñadores:
empezamos contando los ríos y las flores
y concluimos con una frase sentimental
tras de la que mira como tras de un cristal
el cansancio de todo, la tristeza indecisa
que nació cuando un día muriera una sonrisa...
No deje de escribirme. Sabe cuanto la quiero.
De mis pocos cariños el de UD. es primero.
Quite un rato la vista de los bellos paisajes,
de las fuentes dormidas, de los raros celajes,
y póngala sobre una cuartilla de papel
donde me mande un signo de que alegre mi laurel.
Reciba en esta epístola su corazon de armiño
las pobres y aldeanas rosa de mi cariño,
y acuérdese en las tardes bañadas de fulgor
de su lejano amigo y humilde servidor...
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