JOAQUIN SOTO

EVOCANDOLA

Como aquella muchacha que al cantar rememoro, ninguna he vuelto a ver tan llena de armonía; su cuerpo leve y lánguido era un frágil tesoro ¡y por alma una blanca libélula tenía!. Mirando deshacerse crepúsculos de oro, sus ojos se llenaban de intensa poesía, y pudo ser la novia de algún gallardo moro que en su corcel nervioso apareciera un día... Yo no podré olvidarme de su gracia lejana, ya no podré olvidarme de su albura perdida ni de su nombre lleno de frescor de fontana; porque tuvo en sus ojos a la noche dormida, en sus labios la carne de una fruta lozana ¡y en su espíritu el ritmo que resume la Vida!.