Llueve. Sobre el jardín mi espíritu se tiende
en busca del divino perfume de las rosas.
Un tibio sol de plata su vaga lumbre extiende
sobre mis amarguras lejanas y borrosas...
Llueve. Bajo la lluvia tienen todas las cosas
una dulce tristeza que el alma no comprende,
y en el recuerdo surgen figuras nebulusos
de mujeres amadas... ¡Y el corazón se enciende!
Llueve. Melancolica fugaz que antaño fuiste
la dilce compañera de mi quimera triste,
ya nunca en mis jardines reventaran las rosas...
Llueve. Melancolía del corazón dormido
¡y todas las angustias antiguas, misteriosas,
quiméricas e informes que surgen del olvido!...