¡Señor! a ti me llego como los pecadores
que la vida dejaron con odio en los zarzales...
Mis jardines silvestres ya no tienen colores
y ya sólo cenizas quedan en mis rosales.
Señor, a ti me llego con mis grandes dolores
y mis tristezas hondas y mis profundos males;
¡las nostalgias y angustias cada vez son mayores
y hace ya mucho tiempo que llamé a sus cristales!
¡Hace ya mucho tiempo que toqué a su ventana!
(fue una noche de luna, noche vaga y lejana),
y a sus rejas celestes entoné mi canción...
¡Señor!, has el misterio de enternecer la roca:
¡has salir dulcemente de su divina boca
la palabra que moje de luz mi corazón!