Dr. don Ramón Rosa
 

Por: Medardo Mejia

Nació en Tegucigalpa en 1848, falleciendo en la misma ciudad en 1893. En 1948 apareció el primer tomo de sus escritos y el segundo en 1954, en la recopilación debida a Rafael Heliodoro Valle y Juan B. Valladares e intitulada Oro de Honduras, mientras que Marcos Carías Zapata realizó una antología anotada bajo el título Ramón Rosa: obra escogida. Tegucigalpa, 1980. Para este autor “Ramón Rosa es el pensador más representante del positivismo liberal en Centroamérica y, posiblemente, el escritor que mayor influencia directa ha ejercido sobre el desarrollo político en un país del istmo. Protagonista en el movimiento de la Reforma Liberal Centroamericana, iniciado en Guatemala en 1871, expuso sus ideas en un momento caracterizado por la presencia de buenos ideólogos pero además, lo llevó a la práctica desde los importantes puestos públicos que le tocó desempeñar, en especial desde su calidad de co – gobernante de Honduras, junto a Marco Aurelio Soto, de 1876 a 1883… Rosa no fue un pensador original.

Aceptó desde su juventud un conjunto de ideas que se dedicó a propagar e institucionalizar. Combina en sus creencias las dos tendencias de positivismo: Comité y su divulgador Littré para el esquema fundamental; el utilitarismo de Mill de Bentham para las tendencias morales y prácticas… De acuerdo con sus principios, creía que las ideas deben gobernarla sociedad, lo cual en la práctica lo llevó a sobrevalorar el papel dirigente de las minorías intelectuales. Tenía fe en el progreso natural del genero humano y veía en la razón y en su alma, la ciencia, las mejores vías para terminar con los prejuicios y las supersticiones, para fomentar el avance comercial e industrial e inclusive, para moralizar a los pueblos. Exigía que se actuará con lógica y su criterio de acción era el de lo útil. Estas ideas le hacían orientarse hacia los problemas prácticos y económicos a los cuales quería dar prioridad sobre exclusivamente políticos.

Rosa sobresalió en el género del ensayo y biografía. Ejemplos de lo primero son: “Constitución Social en Honduras”, “Consideraciones generales sobre la independencia de Centro América”, “Los Partidos Políticos”, Discurso de Apertura de la Universidad Central de Honduras”, “Conciencia del Pasado”, de lo segundo: “Don José Milla y Vidaurre”, Biografía del Padre Reyes”, Tegucigalpa, 1965, “Biografía del Sabio José Cecilio del Valle”, Tegucigalpa, 1965, “Historia del Benemérito General Don Francisco Morazán”, Tegucigalpa 1971. Rafael Heliodoro Valle afirma que “Rosa fue, sobre todo un hombre de estudio, un orador que se valía de la tribuna y un escritorio que utilizaba a la prensa para diseminar ideas y dar credenciales de su vocación de pensador. Ramón Rosa fue quién penetró con más decisión en las vísceras de la realidad hondureña, y hasta hoy no han sido superadas la dignidad de su estilo y la limpieza meridiana de su pensamiento. Tenía fe en el progreso constante y en el valor de las instituciones como norma de bien. Su ideario era el de civilizador que busca en la tolerancia el aire claro.”

Discurso del Dr. don Ramón Rosa
Secretario de Instrucción Pública.

Señores:

"Práctica, tan piadosa como significativa, fue la de nuestros mayores que, al sentarse á la mesa de familia, rendían gracias al hacedor de las doradas mieses que, convertidas en pan, dábanles sustento para su cuerpo, animación para sus fuerzas, y alegría para su alma. A ejemplo de nuestros mayores, en este día feliz, en que, con la enseñanza que inauguramos, se ofrece el sustento de nuestro espíritu, séame dado rendir las más sinceras gracias á los ciudadanos beneméritos que, por vez primera, y al calor de su patriotismo, hicieron germinar en nuestro suelo la simiente de la ciencia; al Doctor José Trinidad Reyes, que patrocinó la creación de este establecimiento de enseñanza al Doctor Máximo Soto, que concibió y formó el primer Estatuto de esta Universidad, que fue en su origen una academia privada; y al Doctor Juan Lindo, que la elevó a la categoría de Instituto Público, habilitado legalmente para el aprendizaje profesional. Unid vuestros sentimientos á los míos, y demos gracias a aquellos ilustres Varones que no han dejado, no, en nuestra tierra, regueros de sangre; que antes bien, con su saber y con sus obras, han dejado regueros luminosos que se ha percibido, como iris de esperanza, aún en medio de las asoladoras tempestades de aciagas épocas de desgobierno y de barbarie; y que hoy, que la dulce paz y la hermosa libertad imperan, expanden sus suaves resplandores, y nos hacen ver claros y dilatados horizontes, y nos hacen ver, sereno y diáfano, el puro cielo de la patria".

"Manifestada mi gratitud por los hombres que hicieron la primera luz en Honduras, cuando aún poblaban nuestra tierra las sombras de la noche secular de la colonia; cumplido ya ese voto acariciado de mi alma, tócame hablaros del pensamiento que preside al nuevo plan de estudios, de sus peculiares y más importantes caracteres, y de sus trascendencias sociales y políticas. Al hacerlo, me embarga justa y abrumadora desconfianza; pues si en este mismo recinto he podido, otras veces, hablaros de la patria y de las bellas letras, para ello, solo me ha bastado pedir inspiraciones á mi corazón que habla muy alto; pero ahora tengo que discurrir sobre las ciencias, y que pedir ideas á mi inteligencia que, si puedo expresarme así, habla muy quedo. Para que su voz se haga oír sobre un tema, de suyo árido y difícil; favorecedme con toda vuestra benevolencia, hoy más que nunca necesaria para quien no ha de atraeros con el sentimiento que seduce, para quien, con la frialdad de la reflexión, va a hablaros en nombre de los principios y de los intereses de la ciencia".

"Importa, ante todo, que determine, imitando á los geógrafos, a que altura estamos en la esfera de las ciencias. La vasta reglamentación del Código de Instrucción Publica que hoy empieza á regir, ¿ Marca para nosotros un alto grado de progreso?. Todo lo contrario. Aunque parezca un aserto paradójico, debo asegurar que marca nuestro atraso. Los Gobiernos que gobiernan menos, en materia de instrucción publica, son los que corresponden o deben corresponder a las naciones más cultas en que la ciencia es un negociado de la sociedad, que solo requiere jurídicas garantías; en que la ciencia tiene un organismo propio; en que, como la religión, como la industria, como el comercio, es una actividad social llena de vida y de poder y siguiendo estas ideas, entre nosotros se presenta, como en todas partes, con respecto a la ciencia, este dilema de términos indefectibles: ó la iniciativa de la sociedad, ó la iniciativa del Estado. Nuestra sociedad conserva, como legado, aunque legado funesto, el huraño retraimiento de los tiempos coloniales; nuestra sociedad, después de las luchas enervantes que ha traído consigo una política de parcialidades y de enconados odios, casi ha cegado las puras fuentes del sentimiento y de las aspiraciones legítimas; nuestra sociedad aun permanece en ese estado de estupor que sucede a las grandes crisis: nuestra sociedad vive casi inactiva, y, tratándose de grandes intereses comunes, o es egoísta o cuando menos indiferente. ¿ Qué hacer, pues, en tal situación de cosas?. ¿Esperaremos que la acción lenta del tiempo o de imprevistos y extraordinarios acontecimientos vigorice nuestra sociedad, le infunda nueva vida, y la haga tomar por su cuenta el capital negociado de la instrucción pública?. Nada de esto. Tal solución nos expondría a consumirnos en el quietismo de una vida asiática; y digo mal, no sería este nuestro mayor peligro, pues nuestros pueblos están tocados de la cruel enfermedad de la anarquía; nuestro mayor peligro sería el de aniquilarnos, como algunas veces ha estado a punto de suceder, entre las horribles convulsiones que producen los violentos choques de desatentadas e irreconciliables pasiones. En el Asia, la ignorancia de los pueblos es la quietud que petrifica; en América, es la anarquía que destroza. De mí sé decir que prefiero ver momias, a ver osamentas dispersas blanqueando las plazas y los caminos públicos. Es apremiante, pues, el dilema que dejo apuntado. Si uno de sus términos no es posible porque nuestra sociedad es inactiva, debemos aceptar el otro con fe y resolución: debemos aceptar la plena iniciativa del Estado. Esta solución no cuadra con el ideal de la ciencia, pero cuadra con las exigencias de lo practicable, y prepara la realización del ideal. He aquí por que el nuevo Código de Instrucción Pública reglamenta extensamente, desde los estudios primarios, hasta los estudios profesionales, los rodea de garantías administrativas, de una intervención oficial constante y eficaz, y establece estímulos y apremios de carácter gubernativo. El Código está calcado sobre este hecho de observación: la sociedad no hace nada; el Estado debe hacerlo todo. Esto no es lo mejor, pero es lo hacedero, y es preferible al vacío, porque el vacío, en materia de educación, es la muerte de los pueblos, como en lo físico, es la extinción de la vida orgánica. Más el Código, al amoldarse a las circunstancias, no olvida los principios que satisfacen al porvenir de la ciencia, y declara, en sus preliminares, que el Gobierno tiene como principio descentralizar gradualmente la instrucción pública, y crearle la mayor suma de elementos de existencia y sólido progreso, con el objeto de que el fin científico de la sociedad se realice por medios propios, y, en lo futuro, la ciencia están tan sólo bajo la garantía jurídica del Estado, y en ningún caso, bajo su dependencia".

"Todo plan de estudios, o es nada, o debe tener un sistema. El nuevo Código establece para la enseñanza, lisa y llanamente, el sistema positivo. Esto implica para nosotros una revolución radical en las ideas, pero revolución necesaria y fecunda. De su éxito depende, nada menos, que el porvenir de la República. No creo aventurar frases vacías de sentido. Para comprobar mis asertos voy a hacer un breve pero suficiente análisis de los tres grandes sistemas que, respecto a la enseñanza, han dividido las opiniones del mundo sabio".

"Los hombres, después de haber pasado por las varias evoluciones que exigió la formación de la familia, de la tribu y de la ciudad, constituyeron naciones organizadas y regidas por grandes teocracias. Así debió ser, y esto fue un notable progreso: la idea de lo sobrenatural reemplazó al instinto de la fuerza bruta; del despotismo del dogma, también indiscutible. Pero el dogma implica una creencia, y la materia un aplicación inconsciente. El sentido moral del dogma y las creencias que engendró constituyeron, desde la más remota antigüedad, un sistema para la enseñanza; sistema con que las castas sacerdotales, rodeadas de privilegios, de misterios y de prestigios, que osó llamar sobrenaturales, han dominado al mundo en los antiguos tiempos, y en mucha parte, en los tiempos modernos".

"Ahora bien; ¿Es justificable y provechoso para la enseñanza el sistema teológico constituido por la casta sacerdotal y calcado sobre ideas extranaturales?. Para su época fue provechoso y justificable, como justificable es la esclavitud comparada con el derecho de dar muerte al vencido; como justificable es el feudalismo comparado con la esclavitud; como justificables son las monarquías constitucionales comparadas con el absolutismo de Luis XIV o de Felipe II. Pero en nuestra época, después del Renacimiento, de la invención de la Imprenta, del hallazgo del Nuevo Mundo, de la Reforma Religiosa, de la Filosofía del Siglo XVIII, de la Revolución Francesa, del planteamiento de la República en América; ¿Tiene razón de ser, y alguna utilidad práctica el sistema teológico en la enseñanza?. Ninguna razón, ninguna utilidad. Razón de ser tuvo el absolutismo del papado cuando se encarnó en su más genuino representante, Gregorio VII; pero no tiene razón de ser el Syllabus de Pio IX contrapuesto a los arraigados progresos de la ciencia moderna y del moderno derecho. Si nuestra época es de libre examen, si la libre investigación ha penetrado, por decirlo así, hasta en la médula de nuestros huesos, si las ciencias exactas y naturales, la industria y el comercio forman hoy poderosos organismos, con vida propia, y antes casi atrofiados por la acción de la teocracia o del Estado, prueba todo esto que la situación social de los pueblos ha cambiado radicalmente".

"La situación social es completamente nueva, y entraña nuevas ideas, nuevas creencias, nuevas necesidades, nuevas costumbres, nuevas aspiraciones. ¿Podréis satisfacerlas dando a la juventud una enseñanza teológica?. Formad, si podéis, jóvenes eruditos que diserten en lengua latina, sobre si todo está en Dios, como pensaba Spinosa, o todo viene de Dios, como pensaba San Pablo; sobre las virtudes de la gracia; sobre cuáles son las verdaderas y cuáles las falsas decretales. Formadlos de esta suerte, y yo os aseguro que aun en nuestro mismo país, vuestros eruditos en teología y en cánones serán en sí una esterilidad, y una carga pesada para sus familias, y, lo que es peor, una perturbación para el Estado. En la Edad Media podrían haber vivido, y aun ser provechosos, en buena hora; pero en nuestros tiempos de libertad, de industria y de comercio, son como plantas exóticas que tienen que morir por falta de aire respirable, y si en breve no mueren, tienen que vivir merced a la cuestación social o merced al uso execrable del trabuco del padre Santa Cruz. No; nadie, absolutamente nadie, ha podido ni podrá torcer las corrientes de las ideas progresivas que dominan en una época; y las ideas de la nuestra han condenado irremisiblemente la enseñanza teológica. Y cuenta con que no merece nuestro desprecio; yo juzgo que fue útil y grande en su tiempo; juzgo, además, que debe estudiarse ese sistema, pero como punto teórico, a la manera que el naturalista estudia los fósiles para reconstruir animales, organismos cuyas especies se han perdido siempre".

"Aunque la razón humana suspenda a veces su vuelo, como para tomar descanso, empero, no descansa; no hace más que reconcentrar laboriosamente su actividad para cobrar nuevas fuerzas, y desplegar sus alas para remontarse a inexploradas y más luminosas regiones. Llegó un día en que el dogma y el misterio no satisficieron el entendimiento, en que éste de la región sobrenatural partió a la región natural. La ciencia, desde entonces empezó a perder su carácter divino; comenzó a tener un sentido humano; la revelación dejó de ser la única clave de las verdades científicas, y vino a reemplazarla, en mucha parte, la disquisición metafísica sobre los primeros principios del Universo, sobre los atributos fundamentales de los seres, sobre la esencia de las cosas. A la misteriosa teología sucedió, por una progresión lógica, una abstracta ideología. ¡Qué paso tan gigantesco en la marcha de las ciencias!. Del infinito desconocido se pasó a lo finito para buscar sus primeras causas, y penetrar en la esencia de los fenómenos de la vida y de la naturaleza. El problema científico cambió de términos: la posición del observador fue distinta. Los términos del problema fueron menos elevados, pero más accesibles: la posición del observador menos grandiosa, pero más racional. El hombre, alejándose un poco de lo penetrable, se hizo más humano, y empezó a comprender mejor su destino".

"Tan marcada y trascendental evolución en la marcha de las ciencias trajo, como era natural, un nuevo sistema para la enseñanza; el sistema metafísico. Debido a este sistema se revelaron en las escuelas un mundo ideal y grandes síntesis para explicar la creación de los seres, las fuerzas y el movimiento de la materia, la esencia de los cuerpos y de los espíritus y sus misteriosas comunicaciones, la esencia de las actividades del alma humana, la generación y modo de obrar de sus fenómenos, y las relaciones de todo lo creado con una causa primera, con Dios. Tal sistema, como todo lo que es artificioso, tuvo un difícil procedimiento de exposición, tuvo, si puedo decirlo así, su idioma aparte. Esto era muy lógico. Los sacerdotes, poseedores de la ciencia antigua, tuvieron un lenguaje esotérico, y exotérico; el uno para los iniciados, para los escogidos, el otro para el vulgo. Los metafísicos emplearon un método análogo; constituyeron una argumentación silogística. Entonces a la sagrada autoridad del sacerdote sucedió la autoridad incontestable del maestro: la razón del discípulo cambió de vasallaje. Ya no se sometía al hombre semidivino, pero se sometía al hombre semihumano, colocado más allá de la experiencia: ya no se doblegaba ante una fórmula misteriosa, peor no se rendía ante la legitimidad de un silogismo. El despotismo intelectual venía de menor altura, carecía de prestigios sobrenaturales, pero en cambio era más fácil, mucho más fácil romperse. Gracias, pues, sean dadas a las tiranías de los maestros dialécticos, porque ellas libraron el mundo de las tiranías de la casta sacerdotal; porque es indudable, señores, que las peores tiranías son las que se ejercen sobre las conciencias, en nombre de Dios!".

"Pocos, muy pocos, admirarán, como yo admiro, la grandeza de las concepciones de los hombres de genio que, en los dominios de la metafísica, llevado de un noblísimo afán, han sido como nuevos Prometeos pretendiendo arrebatar el divino fuego del cielo. Pocos, muy pocos, admirarán, como yo admiro, la influencia benéfica que sus laboriosas meditaciones ha ejercido en la ciencia. San Agustín, Tomás de Aquino, Abelardo, Malebranche, Leibnitz, Spinosa, Kant, me parecen águilas extraordinarias que se han esforzado en volar por lo infinito, pero que han abatido su vuelo, y plegado sus alas sobre lo ñatos peñones de que partieron, porque más allá de la región de la atmósfera no han podido vivir; ni revelarnos, siquiera una mínima parte, de los inescrutables arcanos que guardan los seres y los mundos, como para evidenciar a cada paso su soberana e indefinible grandeza, y la infinita y abrumadora pequeñez de los hombres. Yo reconozco que la metafísica, aunque a veces inconscientemente, prestó los eminentes servicios de sustraer la ciencia al dogma, y de preparar, con sus disecciones abstractas, la era feliz de libre examen, de las observaciones concretas, de los análisis fecundos en resultados para el bienestar, para la felicidad de la especie humana".

"Pero la época de la metafísica ha pasado: cumplió su destino; su sistema no puede resucitar, como no pueden resucitar los hombres cuando después de haber cumplido su fin, la muerte les señala su término fatal. La duda de Descartes, el método de Bacon, la risa de Voltaire, el descreimiento de los Enciclopedistas. los progresos de la ciencias físico - matemáticas, nos dicen que la metafísica está en su osario, y que no podrán reaparecer. Y hay razón para que no reaparezca: hoy para la ciencia nada vale la legitimidad del silogismo, que no es la verdad: lo que vale es la exactitud de la observación o de la experimentación: en nuestro siglo la ciencia no es dialéctica, es más bien crítica".

"Podrá arguirse que esta es una ciencia rastrera que no se eleva a sublimes concepciones. Acepto cuanto el antojo quiera decir. Pero en cambio, yo os emplazo para que, después de haber estudiado y meditado mucho las obras de los filósofos más ilustres, desde Thales de Mileto hasta Sócrates, desde Sócrates hasta Aristóteles y Platón, desde Aristóteles y Platón hasta Cicerón y Séneca, desde Cicerón y Séneca hasta Abelardo y Tomas de Aquino, desde Abelardo y Tomás de Aquino hasta Malebranche y Leibnitz hasta Cousiu, Jouffroy y Balmes; yo os emplazo para que, después de asiduo estudio y de profundas meditaciones, me digáis, de un modo acertivo y concluyente, cual es la esencia de la materia, cual su origen; cual es la esencia del alma humana, y como se efectúa su comunicación con el cuerpo; cual es la esencia de las causas primeras, y cuales sus modos de obrar en la generación y conservación de los seres; en suma, sustancialmente de donde venimos, que somos, a donde vamos. Después de haber sondeado estos problemas los pensadores de todos los siglos; después de haberse agotado en su examen extraordinarios esfuerzos de reflexión o de ingenio; ¿qué nos queda?. ¿Nos queda alguna verdad concluyentemente demostrada, que sea como luz que alumbre los laberintos de la ciencia?. ¿Nos quedan fecundas convicciones que satisfagan a nuestra conciencia y a nuestra razón, y que sean como leyes inmutables reguladoras de nuestra vida?. No; nos quedan hipótesis más o menos ingeniosas, más o menos satisfactorias para nuestro orgullo; pero las hipótesis no son ni pueden ser la verdadera ciencia. Y bien; si los más grandes genios honran a la humanidad, después de estudios seculares, nada definido han podido resolver, nada concluyente sobre los problemas metafísicos que ofrecen la naturaleza y la vida; ¿podréis vosotros definir algo?. ¿Podréis llevar con éxito, con resultados prácticos, el sistema metafísico a la enseñanza?. No podréis hacerlo, porque a ello se oponen la experiencia de los siglos y los dictados de la razón. Tenéis, pues, que convenir en que la época del sistema metafísico ha pasado, y en que si ha de darse a nuestra juventud una instrucción verdaderamente científica, sólida y provechosa, hay que proscribir, como fundamento de la enseñanza, al sistema metafísico; hay que buscar nuevos rumbos para emprender la difícil peregrinación que conduce a la ciencia; hay que despojarse de tradiciones de escuela, halagadoras para nuestra vanidad, y estériles para nuestro bien; hay que despojarse de hermosas y seductoras ilusiones; hay que apartar los ojos del cielo de un nuevo mundo ideal, y convertirlos a la tierra para ver y examinar la verdad que está encerrada en los prosaicos hechos, como en las toscas conchas se encierran las finas y brillantes perlas que, después de extraídas por los buzos, aparecen radiantes de hermosura en las coronas de los reyes".

"Cuando han pasado las ilusiones es cuando el hombre es más sensato: cuando han venido los desengaños es cuando el hombre es más reflexivo y práctico. No obstante, toda caída, y más cuando se cae de lo ideal, produce un dolor infinito; pero toda caída trae consigo una rehabilitación. La ciencia ha caído primero desde el cielo inconmensurable de la teología; la ciencia ha caído después desde las nubes vaporosas de la ideología. Yo comprendo el dolor que tales caídas producen a los amigos del pasado, a los que creían vivir en el cielo, a los que creían cernerse en el ether. Yo hago justicia a su gran pesadumbre. Los sistemas mueren dejando siempre una orfandad en las inteligencias, tan dolorosa como desesperante, y es que las palpitaciones del corazón no son extrañas a las palpitaciones de la ciencia. Nuestro organismo es un cúmulo de afinidades aun no comprendidas lo bastante, aun no definidas por completo, ni aun en sus manifestaciones más someras. Por esto no tendrán término los destinos del arte. Uno de los poemas más excelsos de lo por venir será el poema de las ciencias que, con mucho, aventajará al de Homero, porque las ideas científicas, que vivifican o inspiran a un gran corazón, tienen sublimidades y proezas más extraordinarias que las de los antiguos dioses y los antiguos héroes".

"Pero me aparto de mi objeto, llevado por mi afición al arte. Perdonadme, Señores, voy a reanudar mis ideas. Decía que las ilusiones han pasado, que los desengaños han venido, haciendo al hombre más reflexivo y más práctico, y que toda caída trae consigo una rehabilitación. En el estado reflexivo y práctico que ha sucedido a las ilusiones teológicas y a los desengaños de la metafísica; caídos para la investigación científica y para la enseñanza los sistemas teológico y metafísico; ¿qué sistema repondrá las fuerzas perdidas?. ¿qué sistema ó forma ha de formar el nervio, la actividad de los hombres de la ciencia?. ¿Qué sistema ha de dar vida y calor a la enseñanza?. Después de la caída, ¿qué sistema ha de constituir la rehabilitación? en concepto del Gobierno, expresado en el nuevo Código, el sistema que ha de reemplazar a los ya inadmisibles, es el sistema positivo".

"La metafísica se funda primordialmente en lo que está más allá de la experiencia; la ciencia positiva en los hechos que están bajo el dominio de la observación; la metafísica plantea problemas que no puede resolver porque carece de medios analíticos; la ciencia positiva plantea problemas que resuelve, porque tiene medios para el análisis; la metafísica es abstracta y las más veces da conclusiones hipotéticas; la ciencia positiva es concreta y da conclusiones prácticas: la metafísica es casi estéril para los usos de la vida; la ciencia positiva es siempre provechosa para satisfacer las naturales necesidades del hombre; la metafísica es casi estéril para los usos de la vida; la ciencia positiva es siempre provechosa para satisfacer las necesidades del hombre: la metafísica, tan vagarosa, tan ideal, tan atrevida, cuadra con nuestra vanidad; la ciencia positiva, tan definida, tan real, tan modesta, cuadra con nuestros instintos y con nuestra conciencia; la metafísica marca el período de las ilusiones científicas; la ciencia positiva marca el período de la reflexión y de la sensatez".

"Después de las diferencias apuntadas no se necesita un esfuerzo de lógica para deducir que el criterio de la ciencia positiva es el que debe adoptarse como preferible para la enseñanza. Y esta preferencia no solo se deriva de las consideraciones generales expuestas; tiene en su apoyo el fundamento de hechos incontrovertibles. Es ya una verdad, que nadie pone en duda, el estacionamiento en que han permanecido las ciencias morales, formando contraste con los maravillosos progresos de las ciencias naturales. ¿Cuál es la clave de este fenómeno patente a todas luces?. La clave es conocida. El criterio metafísico ha causado el estacionamiento de las ciencias morales, al paso que el criterio positivo ha producido los portentosos progresos de las ciencias físicas y naturales. Hay más; observada en la vida los resultados de la instrucción dada bajo los auspicios de uno y otro criterio. ¿Qué suerte tienen en nuestro país, y fuera de nuestro país, los individuos de conocimientos exclusivamente metafísicos?. Por lo común, la más adversa a la satisfacción de sus necesidades. Sus conocimientos no los ponen en aptitud de alcanzar, por el trabajo, que es la ley de la vida, los medios de atender a su subsistencia y a la de los suyos, y de contribuir al bien social. Las hipótesis, sobre lo esencial de las cosas, no conducen a trabajos útiles que el mundo aprecia y remunera. Por lo contrario; ¿cuál es la suerte de los individuos que, bajo el criterio de la ciencia positiva, adquieren conocimientos de práctica utilidad?. Podéis notarlo entre nosotros mismos. ¿Quiénes son más útiles y más felices, nuestros Bachilleres que, después de cuatro años de estudio, nos hablan mucho de Ontología, de Teodicea y de Dialéctica, y que no pueden procurarse una ocupación provechosa; o nuestros telegrafistas que, con seis meses de estudio de una de las aplicaciones de la electricidad, prestan servicios importantísimos, y tienen siempre un empleo que satisface a sus necesidades y a las de sus familias?. Esta pregunta versa sobre un hecho vulgarísimo, que está a la vista de todos. La respuesta no puede ser más dudosa: sería hasta impertinente el expresarla".

"Si el fin de la vida es el bien, procuraremos el bien de nuestra juventud proporcionándole una instrucción positiva, fecunda en resultados para su felicidad individual, y para el bienestar y progreso de la nación. Yo sé perfectamente que en contra de tal propósito se dirá, en nombre de las preocupaciones, que la ciencia positiva es una ciencia materialista, impía, contraria a las inspiraciones de la religión y a los dictados de la moral. Nada, sin embargo, tan errado como este modo de raciocinio. La ciencia positiva busca los hechos observables, y esto no entraña un materialismo repugnante: la ciencia positiva es humilde, tiene en cuenta la flaqueza de nuestras fuerzas, y solo aprovecha los medios naturales de observación: lejos de ser impía es profundamente cristiana, porque no obedece a las sugestiones del orgullo. Littré, el sucesor de Augusto Comte, el admirable sabio positivista, no ha negado a Dios, no ha negado lo que está más allá de la experiencia; se ha limitado a decir que sobre lo metafísico nada sabe científicamente, porque carece de observación, porque su razón no puede ir tan lejos. Esta humildad del sabio no es, no puede ser una impiedad. La ciencia positiva no es una ciencia de negaciones; es, en mi sentir, lo que debe ser, una ciencia de observaciones. Bajo este concepto, nada niega a la conciencia que se sienta inspirada por la fe, nada a la moral que consagra el deber. La ciencia que proclama, como primordiales deberes del hombre, el deber de instruirse a si mismo y de instruir a sus semejantes, es, a mi juicio, la ciencia más profundamente moral, más profundamente religiosa. Creo, pues, en absoluto justificadas la legitimidad y la conveniencia del sistema positivo que el nuevo Código adopta, para que sea como el alma, como la inspiración de la enseñanza".

"La ancha y sólida base de todos los conocimientos se halla en la instrucción primaria. He aquí porque el Código la organiza y reglamente antes de organizar y reglamentar los estudios secundarios y profesionales".

"En consonancia con la Constitución Política, la instrucción primaria ha sido declarada laica, obligatoria y gratuita".

"Separada entre nosotros la Iglesia del Estado, este no puede, á virtud de ninguna de sus funciones administrativas, imponer un credo religioso, cualquiera que este sea. En materia de enseñanza tiene, pues, que proporcionar una instrucción puramente civil. La consecuencia es y debe ser extraña a la acción del Estado. La conciencia de los individuos, que es, por decirlo así, su sentido religioso, no debe recibir las inspiraciones de la escuela oficial, que solo debe dar ideas, conocimientos. La conciencia de la juventud únicamente debe formar su fe, recibir sus inspiraciones religiosas bajo los auspicios de la familia y del sacerdocio. Tal separación ennoblece al Estado y dignifica la religión; el Estado no podrá ejercer ninguna tiranía sobre la conciencia, y la fe religiosa, inspirada por la familia o por el sacerdocio, será siempre vivificada por la pureza del corazón y por la sinceridad del sentimiento".

"El carácter obligatorio de la instrucción primaria es una consecuencia de las circunstancias de nuestro modo de ser social. En principio, así como el hombre es libre para pensar, para creer, para obrar, debe serlo para instruirse. Pero es condición fatal de los pueblos incipientes la necesidad de que, para su desarrollo, reciban algunas veces la intervención coercitiva del Estado. Tratándose de la instrucción primaria, esa intervención esta legitimada entre nosotros por la necesidad. Nuestros pueblos fueron colonos de la España, y por una especie de falta que cada día me asombra y maravilla más, pasaron a la vida de la República, sin luz en la conciencia, sin ideales en la mente, sin rectos móviles para su voluntad, en suma, sin educación. Necesitamos, pues, a todo trance, que para que la República viva y sea lo que debe ser, la consagración de la inteligencia, de la libertad del derecho, nuestros pueblos se compongan de ciudadanos conocedores de lo verdadero y de lo justo, apreciadores de sus derechos y obligaciones. Más este resultado no podremos alcanzarlo sin la escuela primaria, y debido al atraso de nuestra población, la escuela primaria permanecerá casi desierta si los padres de familia no saben que pesarán sobre ellos los apremios del Estado, cuando sus niños cumplan el deber de concurrir a la Escuela, que ha de moralizar su corazón e ilustrar su inteligencia, que ha de ponerlos en aptitud de ejercer, en la vida social y política, las primordiales funciones de la ciudadanía. En los Estados Unidos de América no se comprende que pueda haber apremios para que los padres de familia manden a sus hijos a las escuelas. Allí la educación ha fortificado el buen sentido de todas las clases sociales, y, desde el estadista hasta el campesino, todo el mundo comprende su interés y obra como debe. En nuestro país, en sentido inverso, no se comprende como puede dejarse una completa libertad a los padres de familia, tratándose de la educación primaria de sus hijos. Tenemos, por lo tanto, que aceptar, contra la rectitud de los principios, una verdadera anomalía, pero anomalía justificable, porque son buenos los procedimientos anómalos que no hacen retrógrados a los pueblos, que, subordinados a un nombre y alto fin, los llevan aunque por vías tortuosas, a la región de la luz y de la libertad. Esa es nuestra tierra prometida, pero antes ¡ay! tenemos que pasar por áridos desiertos".

"También, como una necesidad de nuestro estado social, y como una justa compensación, la enseñanza primaria es y tiene que ser entre nosotros gratuita. La enseñanza es, un servicio como otro cualquiera, y en rigor debiera remunerarse. Pero el Estado tiene un alto interés en que se formen ciudadanos útiles: la República puede vivir, aunque sin lustre, sin filósofos, sin historiadores, sin literatos, sin ingenieros, sin jurisconsultos, pero la República no puede vivir sin ciudadanos: la escuela primaria donde estos empiezan a formarse, es para la universalidad de los pueblos, y la mayoría de estos carece de recursos. Este cúmulo de circunstancias hace, pues, que la instrucción primaria sea gratuita, que el Estado, respecto a ella, ejerza una acción protectora, desinteresada, que no tenga en mira más que el bien social".

"Es de notarse que en la reglamentación de la instrucción primaria, relativa a su dirección e inspección, el Código acude a la acción de empleados del orden administrativo y municipal, en vez de crear un organismo aparte, con empleados especiales llamados a ejercer las altas funciones de la dirección e inspección de la enseñanza primaria. Este sistema es el que da en otros países los más satisfactorios resultados, y dichosos seríamos si pudiéramos verlo planteado entre nosotros. Pero a ello se oponen, por ahora, dos razones capitales: carecemos de fondos para crear un organismo aparte de dirección e inspección, y además, doloroso es decirlo, no hay muchas personas que pudieran encargarse, con solicitud, del cometido importantísimo de trabajar afanosamente por la consolidación y progreso de la instrucción primaria".

"Y ya que he expresado un sentimiento de pena, producido por la falta de colaboración social en orden a la enseñanza primaria, viene a cuento hacer hincapié sobre este punto de vital interés. Me dirijo, en particular, a las clases propietarias, inteligentes y civilizadas del país".

"Apenas hace seis años que todos los individuos que en Honduras pensaban algo, reflexionaban algo, o poseían algo, tenían en el alma el espanto o la desesperación. Temían, a cada paso, la repetición de irrupciones salvajes llevadas a cabo, ¡quien lo creyera! en nombre de principios políticos, irrupciones que sembraban por todas partes la desolación y la muerte. Recordadlo bien. Turbas incultas azuzadas por un caudillaje todavía más inculto, por largos años, os mantuvieron en una vida de horrores, en que solo se hablaba, con trémula voz, de asesinatos, de incendios, de saqueos y de otros más horribles crímenes que el pudor se resiste a mencionar. Aun los niños que luego se distraen, conservan todavía en memoria aquel grito fatídico que os hacía temblar....¡los indios!".

"Ahora bien; esos males no existen porque se han aplicado a nuestras llagas sociales los cauterios de leyes previsoras, severas e inflexibles; pero esos males podrán repetirse cuando falten, en el Gobierno del país, imparcialidad, entereza y previsión. Conviene, pues, que reflexionemos, y os invito a reflexionar. ¿Quién desangraba, empobrecía y deshonraba a nuestra sociedad?. ¿Quién conculcaba todo derecho, y pisoteaba todo deber?. ¿Quién turbaba el sueño de vuestras noches y la serenidad de vuestros días?. ¿Quién?. ¿Era la persona del malaventurado caudillo, o la persona del pobre indio?. No; era lo peor: era la ignorancia que se servía de esos instrumentos".

"Pero sucede que en sociedades conmovidas por las pasiones, y trabajadas por los alzamientos vandálicos, llega a perderse hasta la rectitud del instinto, y a apoderarse de los ánimos una especie de distracción profunda. Se siente mal, se palpa, se llora hasta con lágrimas de sangre, y sin embargo, no se halla el remedio que puede curarlo. Me ha sucedido bajo la influencia de un gran sentimiento, estar profundamente distraído, tener en el bolsillo o en la mano lo que más deseo, y sufrir y no hallar el anhelado objeto. Así está nuestra sociedad, está profundamente distraída, ha sentido sus acerbos males, y presiente los que pueden venir; y sin embargo señores, el remedio está en vuestra mano, y podéis aplicarlo si queréis; sacudid vuestra distracción, e instruid a los pueblos; he aquí el remedio heroico de la sociedad que formáis. Si se necesita una prueba de hecho, voy a darla. ¿Sabéis de donde salió Cabañitas, el cerrajero esforzadísimo, cuyas hazañas ha historiado bellísimamente el primero de nuestros Estadistas, que es también una de las primeras glorias literarias?. ¿Sabéis de donde salió aquel héroe humilde que, hace pocos años, salvó a todo un pueblo de los horrores de la barbarie?. Salió de la escuela primaria, en donde supo que en la sociedad debe haber orden, derechos y deberes que respetar y hacer cumplir. ¿Sabéis, por lo contrario, de donde salieron los indios García y Vásquez, el corta cabezas?. ¿Sabéis de donde salieron aquellos nuevos vándalos que llevaban por doquiera la destrucción y la muerte? salieron de la ranchería salvaje, en donde aprendieron a matar y a rugir como las fieras, y a tener sangrientos festines como los de los cuervos".

"No toméis á mala parte el que os haga recuerdos tan tristes, más que tristes odiosos, en ese día consagrado a solemnizar las letras que tienen por cortejo la paz, la justicia y la benevolencia. Si algún reproche hubiere, que no lo espero, a mis reflexiones sobre el pasado, me probaría que nuestra dolorosa historia para nada sirve, y que no estáis dispuestos a meditar sobre sus enseñanzas, a sacar partido de sus elocuentes lecciones que nos dicen que instruyamos a los pueblos, para que pongamos radical remedio a los acerbos, a los horribles males que de antiguo nos aquejan. Convenzámonos; nuestra historia nos demuestra que la instrucción primaria es un negociado que a todos nos corresponde, de un modo tan inmediato, tan directo, a la mera que nos corresponden nuestros particulares intereses, que atañen a nuestra individual conservación y a nuestra felicidad personal. Cuando al caer la tarde veo a los pobres niños del pueblo salir de la escuela primaria, con sus cartapacios bajo el brazo, yo me digo, emocionado por la alegría, esto me pertenece, esto es mío, esto forma parte de mi existencia y de mi suerte; estos niños que se instruyen prometen paz para mi patria, orden para la sociedad en que vivo, producción para nuestra industria y nuestro comercio, adelantamiento para nuestras letras, en suma, bienestar común que asegurará mi felicidad individual. Por lo contrario, cuando al medio día, a las horas del trabajo, veo errar, por las calles, a niños ociosos, o los veo, en empobrecidos barrios, mecerse en las hamacas, con todas las voluptuosidades de la pereza, yo me digo, con tristísimo y profundo desaliento, esto me pertenece, esto es mío, esto formará parte de mi existencia y de mi suerte: estos niños que se embrutecen darán la guerra civil para mi patria, el desorden para la sociedad en que vivo, la ruina para nuestra industria y nuestro comercio, el retroceso para nuestras letras, en suma, todo género de desgracias y calamidades en que tomaré parte sufriendo personales infortunios. Os lo digo por última vez, Señores, la instrucción primaria constituye para nosotros un interés vital; en ella esta cifrada la suerte de nuestro porvenir. Esperad todo lo bueno y honroso de los pueblos que se forman en la escuela; pero temed todo lo malo y oprobioso de los pueblos que se forman en las asonadas de pandilla, y en las orgías de la taberna. Probad que conocéis nuestro interés, que sabéis atenderlo, y que amáis a los pueblos, cooperando a su enseñanza. Que no se den abrazos y apretones de mano a la plebe, que la experiencia prueba que esa política es tan necia como contraproducente. Que no se adule la ignorancia, que esta adulación es las más estúpida y criminal de las adulaciones. Dad, en cambio, instrucción, mucha instrucción a los pueblos, que la experiencia de todos los países cultos prueba que esa política es la de honradez, la de la cordura, la del buen sentido práctico, la del grande, noble y generoso patriotismo".

"La segunda enseñanza, antes del reglamento provisional, emitido el 15 de agosto de 1878, era entre nosotros casi desconocida. La segunda enseñanza se limitó, durante muchos años, a proporcionar algunos conocimientos de la lengua latina, algunas nociones de filosofía escolástica, y, como cosa secundaria, en algún tiempo, elementales ideas de determinados ramos de matemáticas puras. Con tal aprendizaje se alcanzaba el bachillerato en Filosofía. Esta era la preparación que se daba a la juventud para disponerla a estudios mayores".

"El Código de Instrucción Pública ha adoptado un nuevo sistema, dando á la segunda enseñanza toda la importancia que merece. Con ella adquirirá la juventud conocimientos lingüísticos, geográficos, históricos, literarios y físico - matemáticos que la pongan en capacidad no sólo de tener una base sólida para estudios profesionales, sino también de aprovechar su aprendizaje en el sentido de obtener prácticas utilidades. No debe organizarse de otra suerte la segunda enseñanza. No se comprende como un joven, sin conocer nuestro idioma, sin conocer, por lo menos el francés ó el inglés, sin conocimientos en geografía, en historia, en ciencias naturales, en ciencias físico - matemáticas, en literatura y filosofía positiva, pueda ser hábil para adquirir, con buen éxito, conocimientos facultativos en cualquiera de los ramos del saber humano. Toda profesión constituye una serie, rigurosamente dialéctica, de conocimientos científicos: la segunda enseñanza forma el término medio de una serie. Cuando falta un segundo aprendizaje sólido y amplio, solo puede suplirse después, aunque imperfectamente, por un gran talento y una decidida consagración al estudio; pero estas dotes inapreciables no son comunes, y de aquí proviene que, en la generalidad de los casos, nuestros conocimientos facultativos, faltos de sólida base, lleven el sello de la imperfección, lo que ocasiona fiascos en la práctica, y carencia de lucimiento cuando se trata de exponer conocimientos profesionales. Tampoco se comprende porque la segunda enseñanza ha de continuar siendo lo que ha sido, un pequeño conjunto de conocimientos teóricos sin provecho para los distintos usos de la vida".

"Todo conocimiento debe ser útil, debe ser encaminado a satisfacer una necesidad. Por esto el Código reglamenta los estudios secundarios de tal modo que quienes los hagan puedan servirse de ellos como un elemento de producción. No todos los jóvenes pueden hacer estudios profesionales, sea por falta de vocación, sea por falta de recursos. Pero bastará que se instruyan en los colegios de segunda enseñanza para que puedan salir a ocuparse útilmente, ya aprovechando sus conocimientos literarios en la prensa o en las oficinas públicas, en el profesorado primario o secundario, ya aprovechando sus conocimientos en matemáticas y teneduría de libros, para servir en casas de comercio o en oficinas fiscales, ya aprovechando, en fin, sus conocimientos en física, en historia natural y en agricultura, para servir en empresas industriales, mineras o agrícolas. La situación de nuestro país requiere muchas aptitudes para el trabajo, para el cultivo de las artes, de la guerra y de una política funesta. El Código, pues, satisface a un gran fin social dando a la segunda enseñanza las condiciones que le hagan idónea para que produzca grandes resultados en provecho positivo de los individuos, y en beneficio práctico de la nación".

"La enseñanza profesional ha sido confiada por el Código a la Universidad, cuyo Gobierno corresponde a un Rector y a un Consejo Supremo. La Universidad se ha dividido en facultades, división exigida por la indisputable conveniencia de dar a cada uno de los estudios profesionales una dirección y una inspección especiales: tendiendo cada uno de los ramos facultativos cualidades y condiciones que le son propias, exclusivas, no puede bastar para su arreglo, para su peculiar enseñanza, la acción del gobierno general de la Universidad. He aquí evidenciada la necesidad de las facultades, llamadas a consagrar una particular atención a todos y a cada uno de los detalles de la respectiva enseñanza profesional".

"Se han creado las facultades de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, de Medicina y Cirugía y de Ciencias. Cada una de las facultades comprende estudios dependientes de los principales, para la adopción de profesiones que pueden obtenerse con pocos años de aprendizaje y que están más al alcance de la generalidad".

"En el plan de estudios de la Facultad de Jurisprudencia se ha atendido a que la enseñanza no se limite a dar conocimientos puramente jurídicos para la formación de abogados: se ha atendido a que proporcione además prácticos conocimientos en las ciencias políticas para la formación de publicistas, de estadistas, de hombres de gobierno, de que tanto ha carecido el país. El derecho internacional, el derecho político, el derecho administrativo, la estadística, la economía política, y la política económica, son ramos de enseñanza de alto interés para nosotros. Fácil es conocer el tuyo y el mío, y la doctrina sobre los delitos y las penas, especialmente con el auxilio de una legislación clara y metódica como la nuestra; pero difícil y muy difícil es conocer y apreciar debidamente los complicados intereses políticos y administrativos del país. Solo pueden conocerse y apreciarse, como es deseable, merced a grandes y especiales estudios que suministran aptitudes para análisis exactos y para generalizaciones inequívocas. Si en nuestro país de antiguo se hubiesen aprovechado las lecciones prácticas de las ciencias políticas y administrativas, otra sería nuestra situación, otra nuestra suerte: se habrían evitado muchos desaciertos políticos que han sido fecundos en desastrosas guerras, ya civiles, ya internacionales: se habrían evitado desaciertos administrativos que han estado a punto de acabar con la riqueza pública del país y con su crédito interno: se habría evitado, en fin, el desacierto de los desaciertos, ese grande escándalo que se llama los empréstitos de Honduras en el extranjero, empréstitos que pesan, sin que lo merezca, sobre el nombre de un pueblo inocente".

"Estúdiense las ciencias políticas y administrativas, y se verá como el país consolida y aumenta sus recursos, y como el Gobierno se hace poseedor de verdaderos elementos de existencia, de progreso y de respetabilidad. Puesto que viene al caso, voy a dar de ello una demostración práctica que tiene en su abono la evidencia de los hechos. En cinco años se han quintuplicado nuestras rentas; se han amortizado la mayor parte de nuestra deuda interior, y algunas de nuestras deudas exteriores; se ha hecho una reforma completa de nuestra legislación, se han mejorado nuestras vías de comunicación; se han establecido los servicios postal y telegráfico, si se quiere, antes desconocidos; se ha dado vida material y moralmente a la prensa; se ha fomentado la industria, la agricultura y el comercio; se ha respetado la propiedad, suprimiendo en absoluto las contribuciones forzosas y los servicios personales forzados, y sin remuneración; se ha vigorizado la acción del poder público con una sólida y eficaz organización militar; se han creado por doquiera hábitos de trabajo; y, sobre todo, se ha conservado, con la mayor solicitud, el bien inestimable de la paz. Tan grandes beneficios no provienen de que hayan cambiado, como por ensalmo, las condiciones sociales y económicas del país, pues en el fondo conserva las mismas de otras épocas, con pequeñas diferencias de accidente: tampoco pueden ser el resultado de la casualidad, porque esta nada vale, nada significa para quien, de un modo serio, piensa y reflexiona. Nuestra situación actual, relativamente bonancible, es el resultado de un distinto criterio en política y en administración, de un criterio que, en política, ha conciliado la rectitud con la previsión y la prudencia y, en administración, los intereses del Estado con los intereses individuales. Casi por incidencia ha tocado estos puntos, que estoy seguro que un publicista o un economista os los presentaría, de una manera evidente, aun en sus menores detalles".

"En otra época hubo proyectos para establecer la enseñanza de la medicina, de esa ciencia bienhechora que menoscaba nuestro gran patrimonio de dolores y pesares. Pero tales proyectos escollaron porque se carecía de profesores, y de un hospital en donde las clases de clínica hiciesen factibles los estudios médicos. Hoy, por fortuna, contamos con hábiles profesores nacionales y extranjeros, y está para abrirse el Hospital General en donde podrán hacerse los estudios prácticos correspondientes a la clínica médica y a la clínica quirúrgica. Tomando en cuenta esos elementos, el Código ha establecido la Facultad de Medicina y Cirugía, y reglamentado su enseñanza teórica y práctica. El ramo de farmacia debiera constituirse como subordinado a una facultad especial; pero, para ello, carecemos, por ahora, de elementos, así es que los estudios farmacéuticos están reglamentados en calidad de dependientes de la Facultad de Medicina y Cirugía".

"El establecimiento de la Facultad de Medicina, además de los frutos que dará por su enseñanza, formando nuevos médicos y cirujanos, satisfará la ingente necesidad que el país experimenta de que se regularicen los servicios médicos y farmacéuticos, tanto en sus relaciones puramente individuales, como en sus relaciones con los poderes públicos. Sin las luces que dan la jurisprudencia médica y la medicina legal a los legisladores y a los tribunales, esos tienen, en muchos casos, que andar a ciegas, en menoscabo de la moral, de la justicia y del derecho".

"La Facultad de Ciencias es la última de que debo ocuparme, última en mi exposición, pero tal vez la primera en importancia. Los conocimientos físico -matemáticos tienen hoy predominio en el mundo, y no sin motivo, pues a ellos se deben los maravillosos adelantamientos de la industria, de la agricultura y del comercio, y el acrecentamiento del bienestar de las naciones. No vacilo en decir que los conocimientos físico - matemáticos formarán el nervio más activo de la moderna civilización. Urge, pues, que entre nosotros haya una verdadera enseñanza de las ciencias del cálculo y de las ciencias físicas. El Código, atendiendo a esta necesidad, ha reglamentado ampliamente los estudios de ingeniería, y además los estudios necesarios para la formación de peritos mineros, peritos químicos, peritos constructores, peritos agrónomos &. Estas profesiones nos interesan de un modo especialísimo. Vivimos abrumados por una naturaleza tan rica y grandiosa como áspera y salvaje. Para realizar el progreso, que es nuestro bien, tenemos que luchar con las materiales dificultades que nos opone; para esa ruda lucha necesitamos fuerza y ardimiento y estos elementos de poder solo pueden dárnoslos las ciencias físicas y matemáticas. Ojalá, señores, que en esta tierra tan removida por sangrientas y criminales luchas de hermanos contra hermanos, que en esta tierra que ha absorbido tanta sangre y tantas lágrimas, solo nos sea dado ver la lucha tenaz del hombre contra la naturaleza, la lucha cíclopea del trabajo fecundo; y que en premio de tan noble afán, de batalla legítima, veamos en las cimas de nuestras colosales montañas, y en las superficies de nuestros anchurosos valles, las palmas y coronas de la civilización".

"No figura en el Código la organización de la Facultad de Filosofía y Letras y de Ciencias Eclesiásticas. Que no se extrañe este vacío. El país, por ahora, no necesita para los estudios filosóficos y literarios de una facultad especial: basta que tales estudios se hagan elementalmente en los colegios de segunda enseñanza. El aprendizaje superior de la filosofía y de las letras corresponde a países cuyo desarrollo material e intelectual reclama grandes estudios clásicos. Honduras no está en este caso. Debemos, por lo mismo, concretar nuestros recursos y nuestros esfuerzos a organizar la enseñanza facultativa en relación con las condiciones de existencia y de inmediato progreso del país, en relación con sus necesidades más ingentes y palmarias. Respecto a los estudios eclesiásticos, aparte de que la instrucción debe ser laica, hay además una razón fundamental para que el Código no los prohiba y reglamente. Respetables y muy respetables son los dogmas y enseñanzas de las religiones positivas, y de mí sé decir que tengo un particular respeto por los dogmas y enseñanzas de la religión de mis mayores. Pero el respeto no forma para mí una convicción científica. Donde preside la fe, no puede presidir el libre raciocinio, que es el alma de la ciencia. Y como los estudios eclesiásticos, directa o indirectamente, están subordinados al dogma impuesto por la fe, no por la razón, de aquí proviene que tales estudios, en rigor filosófico, no pueden ser científicos. Solo en un sentido vulgar, y más por acatamiento a la costumbre, puede hablarse de ciencias eclesiásticas, pero en realidad éstas no existen, si es que a la palabra ciencia ha de dársele su genuina significación. El Código, pues, no sólo en observancia de nuestra Ley Fundamental, sino también en observancia de principios científicos, no ha podido ni debido ocuparse en organizar y reglamentar estudios eclesiásticos".

"Se ha adoptado el sistema de que todos lo estudios profesionales terminen por las licenciaturas, estableciendo y reglamentando los doctorados como grados distintos y superiores, para cuya obtención se requieren más extensos y profundos estudios. Se ha querido que el título de Doctor corresponda únicamente a quienes, con nuevos y especiales estudios, puedan profundizar la filosofía de un determinado grupo de ciencias, y ser eruditos en la historia de sus desarrollos y aplicaciones".

"El Código, para hacer más fecundos los resultados de los estudios profesionales, y como un medio de conservación de las ciencias y de las letras, y de estímulo para sus progresos, ha creado una academia científico - literaria, constituida, por ahora, con el personal de la Universidad, pero llamada, en breve plazo, a constituirse con la debida independencia de la corporación universitaria".

"Si necesitamos de Universidades, de corporaciones puramente docentes, también necesitamos de una alta corporación conservadora de las ciencias y de las letras, y a la vez, llamada a dar impulso al movimiento científico y literario, a difundir las ideas científicas formadas en el país o fuera del país, y a honrar, en todo sentido, la dignidad de las ciencias y de las letras".

"Mucho, muchísimo, puede hacer la Academia en pro de nuestro adelantamiento intelectual; pero, por supuesto el caso de que con sus trabajos sólo pudiera publicar el periódico científico y literario que le corresponde establecer, con esto haría bastante. Las ciencias y las letras carecen entre nosotros de un órgano de publicidad; de aquí dimana que la generalidad de nuestra sociedad, tan necesitada de luces, sabe lo que ha hecho la Comuna de París, pero no sabe lo que ha hecho el Instituto de Francia; sabe lo que ha hecho Alemania en la guerra con los franceses, pero no sabe lo que ha hecho en el mundo con su profunda filosofía y su rica literatura; sabe lo que ha hecho el carlismo en España, saben lo que han hecho las huelgas en Inglaterra, pero no sabe lo que han pensado y escrito S. Mill Glandstone y Bright; sabe lo que hacen los nihilistas en Rusia, pero no sabe lo que han dicho los publicistas y literatos rusos; conoce el horrible crímen cometido por Guiteau, pero no conoce la vida ejemplar del eminente ciudadano Mr. Garfield; y sin ir tan lejos, conoce todos los nombres y todas las correrías de los desmoralizados caudillos de Centroamérica, pero apenas si conoce los nombres de José del Valle y de Dionisio de Herrera, de Antonio J. de Irizarri, de José Milla y de Lorenzo Montúfar, de Antonio Grimaldi y de Darío González, de Máximo Jerez, de Enrique Guzmán y de Adán Cárdenas, de tantos y tan distinguidos ciudadanos que han honrado a Centroamérica cultivando las ciencias o las letras".

"También ha atendido el Código a la completa organización de la Biblioteca Nacional, y ha prevenido el establecimiento de bibliotecas en las escuelas, colegios y universidades. Estimular y favorecer la inclinación a la lectura, poner al alcance del público, y especialmente de la juventud, la mayor suma posible de libros instructivos, es uno de los medios más idóneos para acrecentar el progreso intelectual de un pueblo. El libro, y no la espada, es el único que entre nosotros debe hacer revoluciones; pero revoluciones en la esfera de la inteligencia, pero revoluciones que den la vida y no la muerte, pero revoluciones que hagan brotar la luz de las ideas, en vez de sumirnos en el horrible caos de la anarquía".

"¡Qué grandes y fecundas trascendencias tendrán, en lo social y en lo político, el desarrollo de la instrucción pública, el cultivo y progreso de las ciencias!".

"La ciencia nos dará riqueza, bienestar para nuestros pueblos. La ciencia es un agente invisible, pero es el más necesario y poderoso elemento de producción. Los pueblos que saben tienen de ser muy productores y muy ricos. Que la instrucción se difunda, y de las profundidades de nuestras montañas, de las superficies de nuestros valles, de las espesuras de nuestros bosques, y de los senos de nuestros mares, de todo lo que hoy hace improductible la ignorancia, saldrán innumerables tesoros, saldrá la satisfacción de todas las necesidades individuales y públicas. La historia de la producción de las riquezas es la historia de las ciencias. Reflexionadlo bien: la ignorancia nos tendrá en perpetuo estado de pobreza y de miseria".

"Nuestros pueblos se moralizarán, en gran manera, a virtud de la ciencia. Los pueblos instruidos, los pueblos que tienen un claro conocimiento de sus derechos y deberes, y de sus particulares intereses, no encuentran atractivo en la voz de las pasiones: para ellos la torpe seducción que conduce el mal, no es posible. Si el caudillaje ha medrado entre nosotros, si ha campeado orgulloso y terrible, ha sido porque se ha aliado estrechamente con la ignorancia. Y sino, fijaos en la táctica del caudillaje. Donde primero busca prosélitos no es en las ciudades y villas en donde hay alguna ilustración; no, primeramente busca asociados en las rancherías salvajes, después en los incultos casorios, y la montaña inaccesible es el primer teatro de sus operaciones. Poned el caudillaje en un pueblo instruido, y equivaldrá a poner un pez fuera del agua, un ave fuera del aire. Trasplantad con la imaginación el caudillaje centroamericano a los Estados Unidos de América; suponedle, si queréis, millones de pesos para comprar adeptos. Aun con todo esto, el pueblo norteamericano no barrenaría sus instituciones, no se entregaría a la matanza, no arruinaría su industria y su comercio entregándose al pillaje. ¿Sabéis que haría aquel pueblo instruido y sensato con nuestros amotinadores de antaño? Los lincharía!".

"Capacidad política, capacidad administrativa, de que tanto estamos, nos serán dadas por la ciencia, y esta hará que esas capacidades ocupen el puesto que deben tener. La ignorancia hace que los pueblos desdeñen la luz, y tan sacrílego desdén ha costado á Centroamérica más de medio siglo de oscurantismo, de revueltas desastrosas, de humillaciones, de lágrimas y sangre. Todo esto porque el talento y la ciencia han estado como en entredicho. Se prescindió del sabio Valle, para venir a parar en Arce; se prescindió del ilustre Gálvez, para venir a parar en Carrera; se prescindió del político Herrera, para venir a parar en Chávez; se prescindió del patriota Vasconcelos, para venir a parar en Malespín; se prescindió del pensador Jerez, para venir a parar en Martínez; se prescindió del instruido Alvarado, para venir a parar en un Medina. Se tuvo la luz al alcance de la mano, y se le hizo a un lado, pretendiendo apagarla con un soplo desdeñoso, y después se entró de lleno en las tinieblas. Estas son las monstruosidades de la ignorancia que nos han colmado de desgracias y de oprobios: estas son las monstruosidades que aun nos abaten y que nos prometen ¡ay! como frutos de maldición, dilatadas y terribles expiaciones".

"Por fortuna estamos en una época de rectificación. Rectifiquemos. Se gobierna, no con intrigas; se gobierna, con ideas: se administra, no con caprichos y pasiones; se administra con conocimientos prácticos. El Gobierno es una ciencia; la administración una experiencia científica. Estas verdades tan elementales no se han tomado en cuenta. Cualquiera se ha creído muy apto para gobernar a los pueblos, y estos a cualquiera han creído capaz para que los gobierne. Y sin embargo, nada más errado, y hasta ridículo. Voy a evidenciarlo con un ejemplo, cuya vulgaridad me perdonaréis. Si en épocas pasadas, a individuos que tomaron parte en alguna escaramuza militar o que hojearon las siete partidas y las instituciones del paborde Sala, se les hubiera propuesto el cargo de jefes de los barbadores de muletos, oficio sencillísimo, habrían respondido, ya alelados, ya indignados: "¿Y que sabemos de eso?". Pero cuando se les ha ofrecido el cargo dificilísimo de gobernar a los hombres, que requiere inmensa suma de conocimientos, y que atrae inmensa responsabilidad, entonces se han apresurado a declararse sobresalientes para ejercer el Gobierno; se han apresurado a halagar malas pasiones para formarse una aureola de falsos prestigios, a falta de la verdadera aureola de las ideas. ¿Qué es esto, Señores?. ¿Se puede ignorar lo que es facilísimo, y saber lo que es muy difícil?. ¿Hay ciencia infusa en materia de Gobierno? o e fin, ¿Se ha perdido el sentido común?. No; ni hay ciencia infusa, ni se ha perdido el sentido común. Sólo ha habido un largo eclipse intelectual, puesto que rectificamos. Rectifiquemos, por última vez: el Gobierno es ciencia; la administración es una sana experiencia científica. ¡Ojalá que estas verdades no se echen en olvido!".

"La ciencia, en fin, nos enseñará a ser justos. La ignorancia, por lo común acompañada de siniestras pasiones, no deja ver y apreciar todas las consecuencias de los males que se les causan. Cuando falta instrucción, ni se goza de un bien, y ni se estima su origen ni las felicidades que proporciona; se sufre un mal, y no se investiga su causa, y no se preveen todos sus adversos resultados. La ignorancia no tiene ni bendiciones que alienten, ni maldiciones que intimiden y refrenen. Los pueblos sin educación casi son indiferentes al bien o al mal: tristísimo estado que casi, casi es el estado de nuestra sociedad. Desde 1863 se empezó a desgarrar las entrañas de la patria, y sin embargo casi nadie para mientes en los martirios de nuestro desgraciado pueblo, por muchos años, desangrado, empobrecido, deshonrado, y en plena escuela de corrupción. No se hace justicia a estado tan degradante y calamitoso, porque faltan hábitos de reflexión que solo da la ciencia. Desde 1876 se ha dado vida a la patria, se han curado sus horribles heridas que parecían mortales, se le ha dado paz, justicia y progreso. Y sin embargo, para la pasión o para la ignorancia, tan sumo bien parece cosa baladí, cualquier cosa, que cualquiera puede hacer sin grandes trabajos reflexivos, sin esfuerzos, sin abnegación, sin sacrificios. No me extraño ni me duelo profundamente de que falte justicia. Desde niño he aprendido a conocer los hombres, las sociedades y las cosas, y se muy bien lo que es el vulgo: se que para cualquier geógrafo de villorrio el genio de Galileo hizo el descubrimiento más vulgar, descubriendo el movimiento de nuestro planeta: se que para cualquier mareante que hace cabotaje, el genio de Colón hizo el descubrimiento de un simple al descubrir la ruta de este Nuevo Mundo: se que para cualquier matemático de escuela de aldea, el genio de Newton hizo un descubrimiento despreciable, cuando descubrió las leyes de la atracción. Cuando las cosas están hechas, cuando se goza ya de un bien positivo, las cosas aparecen sencillísimas, y el bien, beneficio que cualquiera puede proporcionar. Entonces un patán puede encararse al genio, y reírse de él. En buena hora; dadle al patán el encargo de descubrir verdades y de hacer el bien, y entonces tendréis, en vez de luz, oscuridad, y en vez de bienes, inmensa cosecha de males. Pero así es el vulgo, dejaría de serlo si no raciocinara como raciocina. Más entre nosotros la educación, la ciencia, nos sacará del terreno vulgar, que es el campo de la ingratitud, y nos hará justicieros para condenar, en todo y por todo, los males que recibamos, y para apreciar y bendecir, siempre y por siempre, los beneficios que labren nuestra dicha, nuestra prosperidad y nuestra honra".

"Cuando la ciencia haya dado entre nosotros, siquiera sea sus primeros y benéficos resultados, estaremos en aptitud de recibir el verbo de una grande y poderosa civilización. Y me limito a hablar de aptitudes, porque no me hago la ilusión de creer que, por nuestra propia virtud, aunque mucho se eduquen nuestros pueblos, podremos alcanzar una radical transformación que entrañe grandiosos progresos. La ciencia resuelve para nosotros gran parte del problema, no todo nuestro problema. Con nuestro grande y escabroso territorio, y con nuestra diminuta, insignificante población, aunque lográramos ser, si posible fuera, tan emprendedores como los fenicios, tan filósofos y artistas como los helenos, tan sabedores del derecho y de la elocuencia como los romanos, tan hidalgos e independientes como los españoles, tan espirituales y cultos como los franceses, tan pensadores y poéticos como los alemanes, tan dulcemente inspirados como los italianos, y tan positivistas como los ingleses y norteamericanos; aun con todas estas cualidades, que solo pueden reunirse idealmente, dada nuestra escasa población, solo podríamos vivir en paz y tener una refinada pero muy relativa cultura, más no poseer una grande y poderosa civilización. La ciencia ha de prepararnos para este resultado; pero, para obtenerlo por completo, necesitamos que vengan a nuestro suelo grandes corrientes de inmigración que traigan, con nuevos pobladores, el espíritu de empresa y, el espíritu de libertad que han formado ese pueblo prodigio que se llama Estados Unidos de América. Cuando aparto la vista de nuestras pequeñeces, y busco un consuelo en los estudios históricos, y en los estudios de los destinos probables de nuestra América, se presenta ante mi mente la imagen viva de los dos pueblos más grandes de la tierra: Roma y los Estados Unidos. ¡Qué admirable paralelo! Roma que realizó la unidad del mundo, por la más heroica de las conquistas: los Estados Unidos que harán universal el imperio de la libertad, por la más santa de las enseñanzas. Roma que, con su vasta legislación, hizo extensivo el derecho a todas las naciones, pero el derecho autoritario: los Estados Unidos que, con el ejemplo de sus instituciones, harán partícipes del derecho a todos los pueblos, pero del derecho indestructible de la naturaleza. Roma que llevó a su centro, como a un eterno conservatorio, en fuerza de una centralización absoluta, todos los dioses, todos los cultos, todas las coronas de los reyes, todas las más valiosas riquezas de los pueblos sojuzgados por sus legiones: los Estados Unidos que, desde su Capitolio, en fuerza de sus ideas y trabajos expansivos, llevarán a todos los pueblos la libertad de adorar a sus dioses y de profesar sus cultos, la autonomía de sus gobiernos, y la riqueza y la abundancia producidas por sus legiones de industriales. Roma que cayó, bajo la inmensa pesadumbre de los bárbaros, porque su civilización, basada en la fuerza, en el privilegio y en la autoridad, la enervó postrándola en el estercolero de los vicios: los Estados Unidos que no tendrán en su contra bárbaros que los intimiden y anonaden, porque su civilización, basada en la naturaleza, en la igualdad y en la libertad, les dará cada día nuevas e incontrastables fuerzas, y los hará amigos de todos los hombres libres, y los hará ser el pueblo predilecto de las gentes, ser la eterna honra, la eterna gloria del humano linage regenerado por el trabajo, por el derecho y por la libertad".

"A esa regeneración debemos encaminarnos derechamente. Tal es nuestro destino. Quien no lo vea, es ciego. A vosotros, dignísimos encargados de la enseñanza, os corresponde allegar gran suma de elementos para el logro de nuestro fin social, de nuestro fin humano. No trepidéis en vuestras tareas, ni sean parte a embarazaros las preocupaciones, que las preocupaciones pasan, y el bien que hagáis no pasará. En nuestro noble empeño, como Representante del Gobierno, yo os acompañaré, yo que acabo de decir algunas verdades, tal vez amargas, que sobrado se que comprometen y desprestigian a quien las dice; pero como no he buscado, ni busco, ni buscaré prestigios, adulando a los partidos o a los pueblos, mi única ambición es la de ser buen ciudadano, y creo serlo, diciendo a mi país, para su bien, la verdad, toda la verdad, sin reticencias, sin reservas. Os creo animados de los más vehementes deseos en pro de la pública educación; vuestros honrosos antecedentes y vuestra ilustración así me lo dicen: creo que la confusa vocinglería de la ignorancia y del escepticismo no os ha de desalentar ni en lo más mínimo. Iniciamos una ardua, una dificilísima empresa, es verdad; pero justamente las grandes dificultades que habréis de superar formarán vuestro mérito, mérito que legaréis a los hijos de vuestros hijos. Contamos con pocos elementos, es cierto, pero si por ello hubiere escépticos y críticos, decidles que los grandes océanos, se forman de gotas de agua; decidles que las montañas colosales de los desiertos se forman de granos de arena; decidles que nuestra misión sobre la tierra es formar, por las ideas, siquiera sea átomos luminosos, y que estos átomos formarán el esplendente sol de la verdad que ha de alumbrar el porvenir de nuestra patria. Por vuestra ilustración, por vuestra perseverancia, por vuestros abnegados esfuerzos, veo ya, en perspectiva, triunfando la luz sobre las tinieblas. Librad esa gran batalla y alcanzad esa sublime victoria. Los héroes de los cruentos combates han pasado a la posteridad con una aureola de resplandores, pero resplandores de los rayos siniestros de tempestad asoladora, seguida de maldiciones. Vosotros, con vuestro triunfo, héroes modestos de la ciencia, pasaréis a la posteridad coronados de los puros resplandores de la aurora que anuncia un nuevo y claro día; y tan solo recibiréis bendiciones, porque, no lo dudéis, únicamente los triunfos de la inteligencia sobre la ignorancia tendrán el reconocimiento y los aplausos de generaciones más afortunadas que la nuestra, de las generaciones de los futuros siglos".