CUENTOS Y LEYENDAS

¿Quién maneja ese auto?

San Pedro Sula, Honduras 22.03.2011
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Antes de que se construyera la carretera pavimentada entre Tegucigalpa y San Pedro Sula, había una cuesta en Caracol desde Comayagua hasta Siguatepeque conocida como “La Cocona”, durante años se contaron historias misteriosas que ahí sucedían.
Los pasajeros de un autobús que viajaban de Tegucigalpa a San Pedro Sula iban muy entusiasmados contando chistes, cantando y haciendo bromas, el motorista le comentó a su ayudante: Mirá parece que viene carro allá arriba y está cerca, en efecto se miraban las luces de un carro que se aproximaba al autobús, se perdía la luz en cada curva y volvía a aparecer, los pasajeros se dieron cuenta de la situación y vieron allá un carro -por lo fuerte de las luces me parece que es un camión, hombre, de veras, las luces son fuertes, miren cómo ilumina todos esos pinos de la orilla.

La gente dejó de bromear porque su atención la habían acaparado las fuertes luces del vehículo que se aproximaba, al principio no notaron nada anormal, el motorista y su ayudante comenzaron a ponerse nerviosos, el bus subía y subía y no se encontraba con el otro vehículo. Entre los pasajeros viajaba un sacerdote que al ver aquel fenómeno pidió a todos que lo acompañaran en una oración, así lo hicieron y cuando menos lo esperaban sintieron que una fuerza invisible pasó al lado del bus y las luces dejaron de verse.

En la misma cuesta, años después una familia viajaba de día en un turismo, en una de las vueltas de La Cocona se les punchó una llanta y no andaban la de repuesto, tendrían que esperar que pasara alguien que los auxiliara, por lo menos dos o tres horas, porque en aquel tiempo no había tanto movimiento de vehículos, mientras ellos esperaban en la bajada de la cuesta, escucharon el motor de otro auto que subía, era un vehículo tipo Jeep donde viajaban un hombre joven y otro de más edad, al ver el problema de aquella familia sacaron su llanta de repuesto que calzaba perfectamente en el turismo. No sólo les dieron la llanta, sino que ayudaron a cambiarla.

El de más edad dijo: “Déjenos la llanta en Comayagua, en el comedor de doña María, dígales que es de Wiliam, bueno nos vamos, que tengan un buen viaje”.

Al llegar al Valle de Comayagua y muy cerca del parque vieron un rótulo que decía: “comedor María”, arreglaron la llanta punchada y consiguieron una de repuesto, posteriormente fueron donde la dueña del comedor diciéndole que les hiciera el favor de entregarle la llanta a William, le explicaron el problema y cómo los había auxiliado el señor William y un joven que viajaba con él.
Cuentan que doña María casi se desmaya, tuvieron que atenderla rápidamente, cuando la señora se recuperó le dijo a aquella familia que William era un buen cliente de ella, que siempre andaba con su hijo, pero que en esa cuesta se habían accidentado y que el Jeep había quedado despedazado en un abismo, de eso hacía 5 años.

Entre Tegucigalpa y San Pedro Sula, con la carretera pavimentada las cosas fueron diferentes, no se pasa por La Cocona, pero sí por La Pirámide antes de llegar a la ciudad de Comayagua. Don Ballardo Cantor viajaba con su esposa, viajaban de Comayagua a la capital en horas de la noche, cuando subían la cuesta de La Pirámide don Ballardo vio por el espejo retrovisor que se le acercaba un vehículo a gran velocidad, por la forma de ver las luces, parece que un loco del volante viene detrás de nosotros, le dijo a su esposa, por eso se accidentan, así es, repuso doña Gloria, ahora que la carretera está pavimentada ha habido muchos accidentes, mejor aminora la velocidad para que te pase. Don Ballardo bajó la velocidad y decidió detenerse por miedo al loco conductor, es lo mejor que podés hacer, dijo la señora, ese fregado viene como rayo en esas curvas.

Ante el asombro de aquellas dos personas, el vehículo que estaba tan cerca de ellos nunca los rebasó, esto no me gusta nada amor, dijo el señor, mejor nos vamos. Fue así que encendió de nuevo su carro y emprendió de nuevo la marcha hacia la capital, habían sido perseguidos por un carro fantasma.

El abogado capitalino Elmer Enamorado viajaba de Tegucigalpa a la ciudad de Santa Bárbara, pasó por el valle de Amarateca y comenzó a subir la cuesta que conduce a Zambrano.

Según relato del abogado enamorado, a la altura del paseo campestre llamado Bosques de Zambrano, vio una luz fuerte de un carro que venía detrás de él, miró el reloj, eran las seis y cuarenta y cinco de la tarde y estaba oscuro, aquel vehículo está tan cerca que escuchaba el rugido del motor, al llegar a la cima hay muchas curvas y decidió hacerse a un lado para que pasara el motorista que guiaba a gran velocidad.

Miró por el retrovisor y comprobó con asombro que las luces no estaban cerca, sino que venían a lo lejos, intrigado por aquel suceso se mantuvo a orillas de la carretera unos quince minutos, las luces habían desaparecido. Parece uno de esos cuentos tuyos, me dijo el abogado, pero tengo mis cinco sentidos cabales y lo que vi no fue una simple ilusión, fue algo real, ahora me doy cuenta que era un carro que viajaba en otra dimensión. Así como el distinguido profesional del derecho hay otras honorables personas que aseguran haber sido perseguidas por un carro fantasma entre Tegucigalpa y San Pedro Sula.

Universitarios sampedranos me contaron que a ellos les apareció el carro fantasma en una pequeña recta que hay antes de llegar a Pimienta. Vimos las luces que venían detrás de nosotros y misteriosamente desaparecieron cuando estábamos a pocos metros de llegar a Pimienta. La pregunta que surge es ¿quién maneja ese auto?

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)