CUENTOS Y LEYENDAS

El ángel

San Pedro Sula, Honduras 05.03.2011
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Postrada en una cama se encontraba Evangelina Sotero, una muchacha campesina que vivía en el Valle de Jamastrán en el departamento de El Paraíso, accidentalmente se había caído de un caballo fracturándose la columna vertebral, fue atendida por sus padres y sus hermanos, apenas contaba con 15 años de edad, era la menor de sus hermanos, había algo en ella que era la admiración de la familia y de los vecinos, siempre tenía una sonrisa, jamás se quejaba, nunca renegaba ni le reclamaba a Dios lo que le había sucedido como lo han hecho otras personas, ¡por qué Dios, ¿por qué a mi?

Su padre don Guillermo Sotero era un conocido comerciante de la zona, próspero económicamente con un gran don de gente, su amabilidad y buena educación eran un ejemplo para todos. Había llevado a su hija a varias clínicas donde le dijeron la triste verdad, Evangelina no volvería a caminar jamás. Aquella mañana regresó a su casa lleno de entusiasmo, al fin había llegado la silla de ruedas para su pequeña hija, todos se entusiasmaron y se pelearon por ser los primeros en llevar a pasear a su hermana en aquella bonita silla, agradecida se abrazó a su papá y le llenó de besos el rostro.

Poco a poco aprendió a dominar la silla paseando por el solar o visitando a los vecinos más cercanos, un muchacho llamado Antonio Soto la admiraba, platicaba con ella y cada vez se convencía que nunca había conocido a una muchacha con tantos deseos de vivir y de ser feliz a pesar de su invalidez. Toño conversaba con ella frente a la puerta de su casa, de pronto recordó algo y le dijo, yo te tengo algo Evangelina… algo que sé que te va a gustar mucho, entró en la casa y poco después salió con un libro entre sus manos es para vos, es la Biblia, te la compré en la ciudad.

La joven se emocionó tanto que las lágrimas salieron de sus ojos. ¡Gracias Toño!... es el mejor regalo que me han hecho en mi vida, en mi casa no hay una Biblia. A partir de aquel momento Evangelina comenzó a leer la Biblia llamándole la atención la aparición de los ángeles del cielo en varios capítulos, incluyendo el Apocalipsis. Cada día se maravillaba de la existencia de los mensajeros de Dios.

Mientras almorzaban ella preguntó a su familia, ¿ustedes creen en los ángeles? Sus hermanos se rieron, su mamá dijo que eran cuentos de adas y don Guillermo encogiéndose de hombres manifestó. Yo sí creo que existen, ¿porqué lo preguntas hija? porque la Biblia habla de los prodigios que hicieron en el pasado, me pregunto si todavía tienen permiso de Dios para manifestarse. Cuando ella habló todos se quedaron viendo muy serios.

Después del almuerzo ella impulsó con sus brazos la silla de ruedas y regresó a su cuarto, cerró sus ojos y colocando las manos sobre la Biblia exclamó. ¡oh Dios, quisiera ver uno de tus ángeles!

El cielo estaba encapotado, negros nubarrones comenzaron a aparecer en el cielo, era el tres de mayo día de la Cruz, según el calendario católico, era la fecha esperada por todos los campesinos de Honduras, la llegada del invierno. Desde la ventana de su casa la inválida contemplaba el cielo y las lejanas montañas. Ya va a llover mamá, -si hija y parece que la lluvia viene con un viento fuerte, oí cómo silva entre las ramas de los árboles.

El cielo se puso más oscuro y a lo lejos se escucharon los primeros truenos, la tormenta había comenzado en las montañas y se dirigía sobre el valle. ¿Serán los ángeles los que provocan las tormentas? -se preguntó Evangelina-, ellos tienen poderes que Dios les ha dado y a lo mejor ellos manejan el viento y las tormentas, cómo me gustaría ver un ángel. En pocos minutos apareció la tormenta sobre el valle, fue entonces que a la joven le pareció ver una lucecita que brillaba intensamente en las lejanas montañas, apenas se miraban por la insesante lluvia. Ese debe ser mi ángel pensó, es el ángel de la tormenta. La lluvia cesó a las ocho de la noche. La gente daba gracias a Dios porque el Día de la Cruz nunca dejaba de llover. Evangelina acostada en su cama pensaba en la pequeña luz brillante que vio a lo lejos, ¡si tan sólo pudiera ver un ángel! Inesperadamente la habitación se llenó de luz y en medio de tonos azules y blancos apareció una figura delgada con vestiduras blancas, se acercó a la joven que estaba asombrada, extendió su mano y le tocó el rostro y con una voz dulce le dijo. Caminarás a los 17, mientras tanto ora todos los días y da gracias al Señor.

Evangelina Sotero es una mujer de 82 años, hoy vive en Choluteca con sus hijos. “Quizás parezca un cuento de adas o invento;a los 18 años volví a caminar. Leyendo diario La Prensa me atreví a escribirle esta carta, todo lo que en ella digo me sucedió por mi fe en los ángeles, como testigos están mis dos hermanos que también peinan canas como yo. Si mi amigo Antonio no me hubiera regalado aquella Biblia que aún conservo, jamás hubiera conocido de Jesucristo, de la palabra de Dios y de los ángeles. Mis hijos insistieron en que le escribiera y le contara mi historia, sé que muchos van a decir que estoy loca, que son mentiras; aún guardo la deteriorada silla de ruedas como recuerdo de aquellos años en que estuve sin poder caminar. Dios restauró mi columna, sus mensajeros me dieron la oportunidad de una nueva vida.

Que sepan todos que la oración tiene poderes extraordinarios, que los milagros existen, nadie puede negar que cuando ha estado en apuros Dios les ha enviado un ángel para socorrerlos, eso viene sucediendo desde que el mundo es mundo. Ojalá publiquen esa historia que es real, un saludo a sus lectores y dígales que tengan fe, que la fe es la que obra los milagros”. Cerré la carta y me quedé pensando que lo dicho por doña Evangelina es muy cierto, en momentos de angustia sé que los ángeles también me han acompañado

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)