CUENTOS Y LEYENDAS

El amigo del diablo

San Pedro Sula, Honduras 23.01.2011
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Se llamaba Jacinto y su madre, por gordito, le decía “Culuco”. Nació en Curarén, Francisco Morazán. La señora trabajaba como telegrafista en los pueblos de Valle y Choluteca.

Doña Mencha, que así se llamaba la mamá de “Culuco”, falleció dejando a su hijo de apenas ocho años de edad; el padrastro se trasladó con él a la comunidad de San Isidro Choluteca.

A la edad de 15 años “Culuco” comenzó a tomar cervezas y guaro, se paseaba por todas las aldea de San Isidro bebiendo y nunca le pagaba a los dueños de pulperías y cantinas.

-Ese jodido sí es un vividor, ¿lo viste cómo se tomó seis cervezas y dos octavos? Se levantó sin decirle nada a nadie y se fue muy tranquilo.

- ¿Y por qué no lo mandan preso o lo agarran en las cantinas?

-Es que ese muchacho es malo, no le niega las balas a nadie y siempre anda con ese machetón.

-Pero va a llegar un día en que se encontrará con algo inesperado y las va a pagar todas.

-Fíjate que es así desde que tenía 15 años, ahora va para los 26.

Un día se fue para la aldea San Juan Bosco, que pertenece al municipio de Pespire; la gente lo miró pasar a todo galope en un caballo negro que tenía, llegó a una cantina, no le habló a nadie y pidió:

-Tráiganme una caja de cervezas, todas que vengan destapadas.

Los hombres que ahí se encontraban pensaron que los iba a invitar, pero no fue así, él solo se tomó la caja de cervezas, luego pidió otra en la misma forma.

-¡Ah!.. También tráiganme una docena de sardinas de esas que le queman el pico a uno.

Los parroquianos estaban intrigados porque aquel hombre tomaba y tomaba y no se emborrachaba, andaba con una alforja donde metió todas las latas de sardina. Cuando terminó con la última cerveza salió de la cantina, se montó en su caballo negro y partió a toda velocidad.

“Culuco” tenía un amigo llamado Félix, quien a su vez tenía una mujer llamada Leticia que estaba embarazada. Aún así “Culuco” comenzó a enamorarla y un día la montó en su caballo y la llevó a vivir con él, sabiendo que estaba embarazada de su mejor amigo. Un día de tantos, la mujer dio a luz a su hijo, al que pusieron Leonel como nombre.

Dos años después nació una niña, que era de “Culuco”, a la que bautizaron como Noemí. “Culuco” trabajaba, pero no perdía la costumbre de beber de gratis. Había sembrado el terror entre los cantineros por su agresividad, ni la Policía se metía con él.

La gente decía que ese hombre tenía algo que no era natural, a veces se vestía de negro para impresionar todavía más a los vecinos de todas las aldeas que frecuentaba.
Como de costumbre, siempre que llegaba borracho encerraba su caballo negro en un potrero, pero una tarde que llegó cuando casi era de noche se llevó una gran sorpresa. Ahí estaba esperándolo su amigo Félix, al que “Culuco” le había quitado la mujer estando preñada. Se bajó del caballo y cuando le quitaba la montura se le acercó Félix:

-Hola “Culuco”… ya tiempos que no te miraba.

-Hola Félix, ¿cómo estás?

Cuando “Culuco” le contestó sintió un estremecimiento y se le quitó la borrachera, miró que los ojos de su amigo eran como brazas, en verdad aquel no era Félix, sino que el mismísimo diablo.

-No te asustes “Culuco”, te voy a convertir en un hombre muy rico si a cambio me entregas a tu hija. Vamos a ser muy buenos amigos ja, ja, ja, ja…

“Culuco” era ambicioso, siempre había querido tener mucho dinero y se le presentaba la oportunidad con el rey del averno. Sin pensarlo mucho le entregó a su hija y los vecinos vieron sorprendidos que “Culuco” compró una de las mejores haciendas, pidió las mejores vacas y caballos y él personalmente fue a San Marcos de Colón a traer las vacas que le llegaron de Nicaragua.

Cuentan los ancianos del lugar que “Culuco” salía a tomar con el diablo, ambos cabalgaban en caballos negros.

El Innombrable se trasformaba en diferentes hombres cada vez que salía a las cantinas y estancos con “Culuco” y éste ya no salía corriendo sin pagar las cuentas, ahora pagaba y de sobra.

La misma ambición obligó a “Culuco” a pedirle más riquezas a su terrorífico amigo, pero éste le contestó que si tenía otro niño que se lo entregara y así complacería sus deseos. “Culuco” no hallaba qué decirle, es verdad que había otro niño en su casa, pero no era su hijo, era el hijo de Félix y para hacer aquel trato infernal el hijo tenía que ser suyo. El niño se había salvado por no ser hijo de “Culuco”.

Transcurrieron tres años y la mujer de “Culuco” no había podido tener otro niño. El diablo, muy enojado, bajó del caballo y a “Culuco” lo arrastró por el camino, él gritaba inútilmente, nadie lo escuchaba. Finalmente el rey de la tinieblas lo agarró y lo lanzó por los aires hasta caer en una quebrada, donde murió por los golpes recibidos.

Los vecinos y la mujer sepultaron el cuerpo de “Culuco” en el cementerio, fue poca gente al entierro.

Más tarde los vecinos se enteraron de que a medianoche alguien había sacado el ataúd y que en vez de haber enterrado a “Culuco” lo que habían sepultado era un poco de zacate; el cuerpo se lo había llevado el Innombrable. Una vez más quedó demostrado que los ambiciosos que hacen esos tratos espantosos al final quedan en poder de su socio para una eternidad envueltos en llamas.

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)