CUENTOS Y LEYENDAS

La maldición del anciano

Juanita, al reponerse dijo: Hoy si nos vamos don Beto, agarre sus cosas que nos vamos para siempre de este pueblo.

San Pedro Sula, Honduras 16.10.2010
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Un anciano conocido como don Beto llegó a un pueblo de Honduras en busca de trabajo. Comenzó haciéndole mandados a los vecinos y finalmente se quedó a vivir en la casa de una señora llamada Juanita, mujer de gran corazón y muy trabajadora; su esposo José Luis era todo lo contrario, detrás de una cara bondadosa escondía una alma perversa.

Un joven llamado Toño y su madre se habían encariñado con el anciano; de vez en cuando le llevaban ropa usada, platos de comida y golosinas, él les respondía con bendición. Que Dios te bendiga Toño, y que bendiga a tu mamá.
Lo que los vecinos ignoraban era el maltrato que recibía Juanita por parte de su esposo, alegaba por cualquier cosa, las discusiones estaban a la orden del día. Sólo el anciano sabía de aquella situación, sufría mucho cuando José Luis golpeaba a Juanita, pero no decía nada.
-Te dije que quería estas tortillas calientes, Juana.

-Pero si te las acabo de servir del comal.

-Te gusta burlarte de mi desgraciada…..

-Las tortillas están calientes, vos lo que tenés son ganas de pelear conmigo de puro gusto.

-Te callas el pico o te lo callo de un cachimbazo.

Toño iba saliendo de su casa cuando la mamá lo llamó: llévale esta ropita al viejito, son unas camisas que eran de tu papá, como él es delgado igual que tu papá le van a quedar cheque. Cuando Toño llegó a la casa de Juanita preguntó por don Beto: allá está dándole de comer a las gallinas, andá, platicá con él mientras les hago café, hice unas semitas que ya vas a ver. El joven se fue al gallinero y comenzó a platicar con don Beto, fue cuando salió a la luz la conducta del esposo de Juanita.
El otro día dijo el anciano: la estaba golpeando en la cocina, agarré mi machete y lo enfrenté diciéndole que la dejara en paz. No me dijo nada y se fue de la casa lanzándole patadas a todo lo que encontraba.

Cuando Toño regresó a su casa, le contó a su mamá lo que estaba pasando con Juanita. Quién se puede imaginar que ese señor que se ve tan bondadoso tenga dos caras, pobre Juanita; pero las mujeres tenemos un límite de aguante. Durante un tiempo José Luis dejó de golpear a Juanita, don Beto se mantenía vigilante de la situación, apenas escuchaba una pequeña discusión se acercaba a la casa para saber lo que estaba sucediendo.

Una tarde José Luis comenzó a discutir con su esposa: Así que no querés ni plancharme una camisa vieja, maldita. Pero eso se acabó, tomá, maldita, para que aprendas.
¡Ayyyy..no me pegués, ayyyyyy!, cobarde.
Inmediatamente don Beto se hizo presente y se interpuso entre la golpeada señora y el malvado de su esposo; pero no contaba con la reacción del hombre, quien le dio un puñetazo en el rostro haciéndolo caer en el suelo, fue agarrado a patadas.

¡Deja al anciano, cobarde…….pégame a mi! Pues con vos también.
Siguió golpeando a su mujer y desde el suelo el anciano pronunció una maldición: ¡Maldito seas….maldito…..maldito serás hasta la eternidad...!
José Luis salió de la casa lanzando patadas, como era su costumbre.

Juanita, al reponerse dijo: Hoy si nos vamos don Beto, agarre sus cosas que nos vamos para siempre de este pueblo.

Cuando José Luis regresó de su trabajo comenzó a llamar a su esposa y al ver que no respondía la busco inútilmente por toda la casa, preguntó a los vecinos por ella, acudió a las autoridades, la buscó por todas partes durante tres meses y no pudo encontrarla. Pasó un año y a Juanita parecía que la tierra se la había tragado.
José Luis comenzó a enfermarse, le dolían los músculos de las piernas y de los brazos, trataba de disimular sus padecimientos ante los ojos de los vecinos. Una noche las puertas se cerraron solas, unas extrañas risas se escucharon dentro de la casa, manos invisibles ataron a José Luis a una silla y en medio de las sombras apareció el anciano: ¡Maldito seas…..hoy vas a pagar las que has hecho!

Los vecinos escucharon aterrorizados los gritos de José Luis y comenzaron a orar. Las velas y candelas se apagaron y se sintió que el galope de unos caballos abandonaba el pueblo.
Los vecinos encontraron el cadáver de José Luis desfigurado a golpes y nadie quiso rezar por el difunto. Por las noches la gente se santiguaba al escuchar los gritos del fantasma de José Luis. ¡Ayúdenme, auxilio, noooo!

Un buen día regreso Juanita al pueblo, habló con Toño y con la mamá explicándoles que don Beto había fallecido y que antes de morir le dijo que sólo perdonando al hombre podría descansar en paz. Una noche fueron a la casa y Juanita pronunció las palabras de perdón a aquella alma en pena. No se puede hacer daño a nadie sin pagarlo más tarde o más temprano

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)