CUENTOS Y LEYENDAS

Encadenada

Cuando Crecencio llegaba de visita, con amabilidad y de inmediato llamaba a su hija, permanecía un tiempo prudencial con ellos y luego se alejaba

San Pedro Sula, Honduras 20.07.2010
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Este mundo está lleno de sorpresas y de hechos extraños pero ciertos, tal es el caso que nos fue narrado por ancianos que aún viven en la ciudad de Comayagua.

Cecilia se había despedido de su novio Crecencio, se conocieron en una fiesta de cumpleaños y todo fue amor desde el comienzo. Al principio se miraban a escondidas, pero un día el agarró valor para hablar con el padre de la joven y le permitió que la visitara en su casa.

-Nada de verse a escondidas -dijo don Damián-, se van a ver en la casa para evitar habladurías y otras cosas más. Si sus intenciones son buenas, lo veremos con el curso del tiempo.Damián era uno de esos hombres de carácter fuerte, por eso los amigos de Crecencio estaban admirados.

-¿Que te dijo el viejo? ¿No te amenazó? Contanos, ¿no te pegó una insultada? Dicen que ese viejo es un matón de primera, que ya tiene varios en el cementerio, vea no te mate a vos también.

Hubo muchos comentarios que se fueron diciendo al correr de los días. Cecilia era la consentida del viejo gruñón, la complacía en todo lo que le pedía, por tal razón había aceptado de buena gana la llegada del joven pretendiente. Viajaba con ella por todas partes, le compraba lo que deseaba en las tiendas de Tegucigalpa o de San Pedro Sula, era todo amor con su hija.Tenía una enorme fotografía de ella en la sala, se sentía orgulloso de que sus amigos llegaran a visitarlo y se deshicieran en elogios para la encantadora jovencita. Muy poco hablaba de su esposa Norma, la madre de Cecilia; se sabía que ella lo había abandonado por sus desmesurados celos y por los maltratos que recibía.

Cuando Crecencio llegaba de visita, con amabilidad y de inmediato llamaba a su hija, permanecía un tiempo prudencial con ellos y luego se alejaba.

A veces el viejo encendía su pipa y se sentaba en la sala para mirar por horas la fotografía de su hija, en ocasiones se dormía, Cecilia le quitaba la pipa de las manos y lo cubría con una manta. Una tarde, cuando don Damián regresaba de visitar a unos amigos, encontró a los jóvenes besándose apasionadamente; sintió como una puñalada en el corazón, se aclaró la voz y los muchachos se separaron del apasionado abrazo.

-Bueno -dijo- ya es tarde, es hora de que te vayas para tu casa.
El muchacho obedeció, se despidió cortésmente de su novia y de su futuro suegro, estaba haciendo planes para casarse, aunque no se lo comunicaban a nadie, era un secreto entre los jóvenes enamorados.Días después don Damián se encontró con Crecencio en el parque, lo llamó y le dijo:- Hijo, no pude encontrarte para decirte que Cecilia se fue de viaje ayer por la mañana, posiblemente se tarde un mes para su regreso. La mandé a Estados Unidos con mi hermano, te mandamos a buscar y en tu casa dijeron que no te encontraban. Todo fue tan repentino, vino mi hermano sólo a eso, a llevársela, pero no te preocupes, te dejó esta carta. El muchacho conoció la letra de su novia y ahí nomás la leyó.

-Qué barbaridad -dijo el joven-, ayer andaba en Alemany donde mi hermana, es que… es que… ya teníamos planes de casarnos.
-No importa -contestó el viejo-, cuando ella venga se casan.Pasó el mes y ella no regresó, pasaron dos meses y nada. Desesperado,

Crecencio fue a visitar al papá de su novia. -¿No ha sabido nada, don Damián?El viejo respondió:
-Te va a doler lo que te voy a decir, pero es mejor hablar con la verdad. Ella ya no regresará, al parecer conoció a un muchacho allá, todo ha sido tan repentino que guardo una gran tristeza en mí corazón. Estoy dolido y desilusionado con mi hija, tienes que perdonarla.
Aquel fue un golpe tremendo para Crecencio, se fue desesperado de aquella casa, luego a una cantina donde estuvo bebiendo; jamás en su vida se había tomado un trago.

Cuentan que lo encontraron ahorcado en una palo de ocote cerca de su casa.Cuando el viejo se dio cuenta de lo sucedido destapó una botella de vino, se sentó cómodamente frente a la fotografía de su hija y dijo para sus adentros:- Al fin desapareció ese maldito, mi hija es mía, sólo mía y jamás será de ningún hombre, aunque llore y grite no le quitaré esas cadenas.

Cuando vio besándose a los novios en aquella ocasión se llenó de celos y se dio cuenta que estaba locamente enamorado de su propia hija. Esa misma noche la violó, la llevo a un sótano y la encadenó.

Una tarde, cuando don Damián se encontraba solo en la casa, escuchó el ruido de cadenas que arrastraban. “Se soltó esa maldita”, pensó. El ruido siguió escuchándose, el viejo agarró su pistola y se dirigió al sótano, abrió la puerta de una patada y gritó:

- ¿Te soltaste, desgraciada?
Lo que vio lo dejó paralizado, ahí enfrente estaba Crecencio con un lazo en el cuello, en una mano tenía una cadena. La joven salió corriendo espantada, en busca de ayuda. El muerto enrolló la cadena en el cuerpo de don Damián, y lo asfixió, triturándole los huesos. Cuando la Policía llego un hedor insoportable se sentía en aquella casa y por increíble que parezca, el cadáver del ahorcado completamente putrefacto estaba sobre el del viejo Damián. Así pagó el pecado de haberse enamorado y abusado de su propia hija

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)