CUENTOS Y LEYENDAS

Camilo

El pequeño Camilo fue recogido por sus tíos por parte de madre, quienes le dieron una excelente educación, y logró graduarse de abogado.

San Pedro Sula, Honduras 04.07.2010
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Los tres hombres que se cubrían sus rostros con pasamontañas llegaron armados a la humilde vivienda de Evenor Suárez sorprendiéndolo cuando desayunaba junto a su esposa y su pequeño hijo de dos años de edad, llamado Camilo.

Sin decir una sola palabra comenzaron a disparar dándole muerte a Evenor y a su esposa; la madre instintivamente colocó al niño debajo de la mesa. Los asesinos salieron caminando tranquilamente de aquella casa, abordaron un pick-up de color rojo, sin placas y emprendieron la huida.

El pequeño Camilo fue recogido por sus tíos por parte de madre, quienes le dieron una excelente educación, y logró graduarse de abogado. Con el paso de los años aún tenía vagos recuerdos de lo que sucedió con sus padres cuando era niño de dos años. Mientras ponía en orden su oficina en la antañona ciudad de Comayagua recibió una gran sorpresa al abrir un sobre que contenía una carta lacónica que decía: “Abogado, sé quién asesinó a sus padres... el tiempo se lo dirá”.

Camilo llevaba un caso en los tribunales, un caso de violencia doméstica. Había un señor de mucho dinero que vivía en Comayagua y que maltrataba a la mujer constantemente, hasta que un día ella buscó los servicios de Camilo como abogado para denunciarlo, pedir el divorcio y trasladarse a otro lugar del país. El ricachón estaba empecinado en no darle el divorcio, sin embargo, aquella tarde todo quedaría arreglado. Cuando el abogado colocaba los papeles en su maletín se abrió la ventana de su habitación y escuchó un susurro que le dijo: “Ese hombre es uno de ellos, mátalo...”.

Camilo se estremeció, a pesar de ser el abogado de la señora perjudicada jamás había visto al esposo. Esa tarde lo tendría frente a frente, al llegar a los tribunales la mujer lo estaba esperando, poco después llegó un hombre bien vestido con dos guardaespaldas. Al verlo, Camilo volvió a estremecerse, por su mente pasaron muchas cosas y sin lugar a equivocarse se dijo mentalmente: “Éste es uno de los que mataron a mis padres”.

Recobró la calma y todos entraron a la oficina del juez; felizmente para la señora ella ganó el pleito, se divorció y dos semanas más tarde abandonó la antañona ciudad.

Don Rubén estaba sentado cómodamente en un sillón de cuero, sus guardaespaldas se encontraban en la cocina bromeando con la servidumbre, nadie se percató de una sombra que caminó por uno de los corredores de la casa rumbo a la habitación del viejo, sin hacer ruido penetró en la habitación y con un afilado puñal cortó la garganta del hombre sosteniendo su cabeza hasta que murió. La sombra regresó sobre sus pasos perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Eran las cinco de la mañana cuando Camilo escuchó de nuevo aquel susurro: “Vete a Tegucigalpa y averigua dónde vive Uriel Galo y lo matas”. Ese mismo día el abogado Camilo se trasladó a la capital de Honduras, tomó una nómina telefónica y buscó el nombre del hombre que le indicara el susurro. “Aquí está... ésta es la dirección”.

A las dos de la mañana seguía una fiesta en el barrio La Leona, algunas parejas comenzaban a retirarse, aparentemente todo estaba bien hasta que se escuchó el grito de una mujer:
-¡Uriel está muerto, lo han asesinado!

Cuando fueron a la habitación del anfitrión de la fiesta vieron que en un charco de sangre estaba el cadáver presentando una profunda herida en la garganta.

De los tres asesinos sólo faltaba uno y el abogado se preguntaba: ¿Quién será? ¿Dónde vivirá el tercer asesino de mis padres? ¿Quién me mandaría esa carta? Eran preguntas sin respuestas.
Todo se fue desenvolviendo normalmente en la ciudad de Comayagua, donde

Camilo era un hombre respetable, sin tacha. Pasaron los meses y no hubo ninguna novedad, el abogado había olvidado su venganza, nunca nadie sospechó que él fuera el autor de aquellos crímenes. Una noche, mientras revisaba el Código Procesal vio que debajo de la puerta de su habitación había un sobre, lo recogió y procedió a ver su contenido, era otra misiva que decía: “La venganza está completa, estás libre de tus pesares. Atentamente, tu tío Fernando”.

De pronto sintió pánico y se fue a su cama a dormir.
El tío Fernando había muerto cuatro años atrás, el abogado identificó su letra, sintió miedo y se fue a su cama, en su mente aún quedaba flotando una pregunta: ¿Quién era el tercer asesino de sus padres? ¿Quién?
Camilo se levantó a las nueve de la mañana, había dormido más de la cuenta, se metió al baño, hizo su desayuno y se fue a los tribunales. Cuando pasaba por la catedral escuchó un nombre: “Pedro Luna... está aquí en Comayagua”.

El abogado apresuró el paso, fue donde un amigo a conseguir balas de 38, cargó su pistola y emprendió la búsqueda del hombre llamado Pedro. Durante una semana anduvo preguntando por el paradero del hombre, el tercero que tendría que asesinar. Una señora al fin le dio la información:

“Ese señor que usted busca es el encargado de cuidar el cementerio”.
Llegó la noche, Camilo se fue al cementerio dispuesto a matar al cuidador.
Camilo saltó un muro y comenzó a caminar entre las tumbas para sorprender al cuidador que posiblemente estaba despierto en su cuarto, acostumbrado a los extraños ruidos del camposanto.
Al cruzar por la lápida fue sorprendido por un hombre que apareció de repente:

-¿Quién es usted?, preguntó Camilo.
El hombre le sonrió y le respondió:

-Hace dos años yo cuidaba este cementerio... ahora usted anda buscándome para matarme. Me llamo Pedro Luna y a un muerto nadie lo puede matar porque está muerto... ja, ja, ja, ja... asesino, asesino, ja, ja, ja, ja...
Cuentan que la venganza de Camilo lo llevó a la locura y que una noche se suicidó

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)