CUENTOS Y LEYENDAS

Juan el enfermero

Un médico de apellido Gómez tuvo una visión con Juancito, mientras revisaba la tabla de información de un paciente, levantó la vista y vio a Juancito dándole una medicina a un paciente, luego desapareció.

San Pedro Sula, Honduras 12.06.2010
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

De cariño le llamaban Juancito, era enfermero del hospital Leonardo Martínez, de edad avanzada y de caminar lento, nunca se quejaba de su trabajo, andaba de cama en cama viendo a los enfermos y sirviéndoles de mandadero comprándoles refrescos y golosinas.

Juancito estaba encariñado con una niña de once años que había ingresado al centro asistencial, víctima de fuertes golpes y raspones debido a la caída de un caballo en los campos bananeros. La niña respondía al nombre de Gloria, era bonita y muy cariñosa con el enfermero, a él le recordaba a su difunta hija quien había fallecido de fiebre amarilla.

Una mañana llegó Juancito con un ramo de jazmines cuyo perfume se extendió por las salas del hospital, llegó caminando lento hasta la cama de Gloria que al verlo con el ramo exclamó: Ay Juancito me salió el sueño, me miré en sueños con un ramos de flores, era usted quien me las iba a traer, la niña agradeció con toda su alma aquel inesperado obsequio, Juancito estaba loco de contento al ver la felicidad de la pequeña.

Al día siguiente Juancito llegó a la sala donde estaba la niña aproximadamente a las diez de la mañana, pero la cama estaba vacía. Una señora que ocupaba una cama cercana lo llamó. Venga Juancito... la niña se puso grave anoche, la llevaron de emergencia y se murió, hace poco vinieron los familiares y se llevaron el cuerpecito de esa niña tan linda. Mirando la cama vacía el anciano rompió a llorar como un niño, las enfermeras lo consolaron. Sabían lo que quería mucho a la niña. Juancito... Dios sabe por qué se la llevó.

Juancito jamás le preguntó a Gloria donde vivía, quiénes eran sus familiares o si regresaría a los campos bananeros, se quedó con el pesar y con el recuerdo imborrable de la sonrisa de la niña cuando recibió el ramo de jazmines antes de morir. Pasaron los días y Juancito siguió cumpliendo con su trabajo, iba y venía mirando a los enfermos y sirviéndoles de mandadero. Una tarde se sentó en una de las bancas del hospital, estaba cansado físicamente y con el corazón agobiado, triste desde la muerte inesperada de la pequeña.

Un médico que pasó frente a él le comentó a un colega. Vea doctor, Juancito se quedó dormido no lo han despedido porque todo el mundo lo quiere, me imagino que los años le pesan, pobrecito, dijo el otro médico desde la muerte de la niña la de la embolia, camina más pausado y se le nota el sufrimiento, llegó a quererla como si fuera la hija que él perdió. Los médicos voltearon a ver cuando una enfermera les dijo. Doctores, regresen... Juancito se quedó muerto sobre la banca.

El sepelio del viejo enfermero fue muy concurrido, médicos y enfermeras del hospital estaban presentes y una gran cantidad de ex pacientes que fueron atendidos por aquel buen hombre. A partir de aquel momento comenzaron a suceder cosas extrañas, una señora que no sabía de la muerte de Juancito dijo que había viajado con él en el bus de Potrerillos, cuando le dijeron que había fallecido hacia un mes casi se desmaya. Don Rubén Salandía dijo que vio a Juancito caminando rumbo al cementerio y que le había dicho adiós sin saber que ya estaba muerto.

Un médico de apellido Gómez tuvo una visión con Juancito, mientras revisaba la tabla de información de un paciente, levantó la vista y vio a Juancito dándole una medicina a un paciente, luego desapareció. Cuentan que el doctor Gómez se ausentó del hospital durante una semana, víctima de un ataque de nervios, contó a sus colegas lo que había visto y tres de ellos afirmaron haber visto a Juancito en diferentes salas y comprando cosas fuera del centro hospitalario.

En la sala de mujeres ingresaron una nueva paciente, todas estaban despiertas y vieron que dos hombres vestidos de blanco llegaron con la paciente en una camilla, la acomodaron bien y ahí la dejaron. Por qué la trajeron, preguntó una señora ¿es grave lo suyo...? la nueva paciente movió la cabeza en forma negativa y casi en un susurro exclamó: tuve un accidente, la cabeza me duele mucho pero ya me dieron un medicamento.

No hubo más preguntas, pero las pacientes platicaban unas con otras, a las ocho de la noche llegó el médico de turno acompañado por una enfermera, visitó a todas las mujeres menos a la de nuevo ingreso, luego dijo: Pasen buenas noches... ¡ah! y se me quedan calladitas, las mujeres sonrieron con una amabilidad del médico y guardaron silencio. Una hora después a las nueve en punto de la noche las pacientes sintieron que alguien abría la puerta y de inmediato un agradable perfume de jazmines inundó la sala. Un anciano de paso lento se acercó a la cama de la nueva paciente, ella se sentó y dijo: Juancito, que alegría verlo, levántese que vengo a traerla, juntos vamos a entrar en la luz, ambos caminaron hacia la puerta, ella llevaba el ramo de jazmines apretado a su pecho, lanzó un beso a las enfermeras y les dijo: Todas van a salir bien. Las mujeres contaron al día siguiente lo sucedido, médicos y enfermeras estaban impresionados, especialmente el médico que llegó en la noche, juró que no había nadie en esa cama.

Logramos rescatar esta historia que dejó de contarse hace muchos años en la ciudad de San Pedro Sula.

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)