CUENTOS Y LEYENDAS

El hombre que volvió

La visitaban de muchos lugares por su fama en la lectura de las cartas, decían que era muy “cartera”, que pocas o muy raras veces fallaba una predicción que leyera en la baraja española

San Pedro Sula, Honduras 23.05.2010
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Doña Eusebia Gaitán, conocida como doña Chava, vivió hace muchos años en un pueblo fronterizo con la hermana república de Nicaragua.

La visitaban de muchos lugares por su fama en la lectura de las cartas, decían que era muy “cartera”, que pocas o muy raras veces fallaba una predicción que leyera en la baraja española. Llegó a buscarla Domitila Espinal, una hermosa joven nicaragüense que se hacía acompañar de una amiga de confianza.

-Vengo de Estelí, doña Chava. Hasta mi pueblo ha llegado su fama, quizás las cartas me den la solución de un problema por el que estoy pasando.

Doña Chava hizo sentar a las dos mujeres y tomando la baraja le dijo a Domitila:
-Agarre el naipe y lo separa en dos partes con su mano izquierda, veremos cuál es su destino y lo que vendrá mañana.

La experta comenzó a colocar las cartas con mucho cuidado, poco a poco logró extenderlas todas y comenzó a leer los extraños mensajes.

-Veo aquí a un hombre que es el causante de todos sus problemas, es un hombre muy, pero muy malo, no me explico hasta el momento por qué lo aguanta tanto, pero sigamos, va a tener mucho, pero mucho dinero, es o será muy pronto.
Intrigada, la nicaragüense preguntó:

- Pero, ¿quién me dará esa riqueza?
La señora señaló una carta y respondió:
-Esta carta representa la muerte y ella visitará su hogar. Cuando vea una sombra en su cuarto, ése será el día de la muerte, estará ahí rondando, avisando nada más, luego ella irá a cumplir su misión.

La bella joven nicaragüense quiso saber más, la experta siguió señalando con su dedo índice las últimas cartas. -Aquí veo que ese hombre que vive con usted es hondureño, aquí tiene sus bienes, pase lo que pase, él volverá.

Las últimas palabras apenas pudo entenderlas. Pasadas las dos de la tarde, la joven nicaragüense regresó a Estelí. Gustavo Laínez Zapata llegó a su casa, hombre tosco, mal humorado, tenía 38 años de edad.

-Hoy me fue bien en los negocios, así que vamos a ir donde un abogado para legalizar algunas cosas a tu favor. Ahh… y ya que me di cuenta que ese tal Bismark anda detrás de vos, él cree que no me doy cuenta. Una cosa sí te voy a decir: si una mujer engaña a su hombre, la culpa no la tiene el varón, ustedes las mujeres dan lugar a que eso suceda, así que si la mujer es decente, aleja al pretendiente; si tiene madera de prostituta, le dará la oportunidad de acostase con ella. Te ponés bonita para ir donde el abogado.

La mujer no contestó, sabía que Bismark Rosales la pretendía, a ella le gustaba el hombre, pero supo guardar la distancia. Gustavo en verdad era un hombre malo, capaz de matarla.

El abogado explicó a Domitila que todos los bienes de su esposo le pertenecerían cuando él falleciera, por muerte natural o por cualquier otra circunstancia, se firmaron los papeles correspondientes y todo quedó legalizado. Al llegar a la casa, el esposo advirtió:

- Si acaso me sucediera algo, voy a volver por vos, no te vayas a extrañar.
En ese momento un escalofrío recorrió el cuerpo de la muchacha. Eran las seis de la tarde cuando la Policía nicaragüense llegó a la casa de Domitila.

-Tenemos malas noticias para usted señora, mataron a su esposo en las afuera de Estelí.
Queremos que nos acompañe para identificar el cuerpo, según los vecinos, él tenía muchos enemigos.

La joven estalló en llanto, se cambió de ropa y acompañó a los agentes.
Entre tanto, Bismark se frotaba las manos.

-Al fin me deshice del único obstáculo que existía para estar con la mujer que yo amo, ja, ja, ja, ja…
Durante la vela la viuda recibió muchas condolencias, ahí estaba Bismark, su enamorado, dándole el pésame:

-Siento lo de su esposo, se lo digo con mi corazón en la mano. Para cualquier cosa, me tiene a la orden.

-Gracias Bismark, yo sé que usted me aprecia mucho, hablaremos después.
Apenas habían pasado los nueve días cuando Domitila cayó rendida en los brazos de su antiguo pretendiente.

Cuando el abogado volvió a leer la herencia dejada por el difunto, Domitila se dio cuenta de que la mayor parte de sus posesiones estaban en Honduras. Consultó con Bismark y ambos estuvieron de acuerdo en trasladarse a vivir a una hermosa hacienda ubicada en Honduras.

La hacienda en mención estaba localizada a pocos kilómetros de distancia de la ciudad de Danlí. Tomaron posesión de aquella propiedad y en pocos meses todo era normal.

Una noche, Domitila sintió un olor nauseabundo en su cuarto, le dijo a su esposo que aquellas cosas raras le ocurrían de vez en cuando, pero no le ponía atención.

Era el mes de diciembre, en la hacienda todo estaba tranquilo, aquella noche la mujer estaba inquieta y sintió que el aire le llevaba un olor nauseabundo, insoportable. -Bismark, Bismark, despierta… ¿no sientes ese mal olor?

El hombre despertó, agarró su pistola y dijo:
- Alguien nos quiere hacer una broma pesada tirando un animal muerto, vamos a ver qué pasa.

La mujer se fue caminando detrás del hombre, que llevaba un foco y la pistola; el hedor se hizo más fuerte. Al abrir la puerta de la calle se quedaron petrificados, frente a ellos estada el cadáver putrefacto de Gustavo, alzó su mano derecha y al tocar el hombro de Bismark, éste cayó muerto al instante.

-Éste fue el que me mató por tu culpa, he vuelto por vos, mujer...

Cuenta la leyenda que se llevó a la mujer a una montaña inhóspita y todos los años, en el mes de diciembre, se escuchan los gritos desesperados de una mujer en la montaña

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)