CUENTOS Y LEYENDAS

Eva, la rezadora

Doña Eva me mataron a un hijo en la aldea de San José, venimos a solicitarle que vaya usted a levantar su espíritu

San Pedro Sula, Honduras 24.01.2010
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Vino de Catacamas una señora llamada Eva, conocida por los vecinos como la rezadora. Su trabajo consistía en levantar el espíritu de los muertos cuando desgraciadamente alguien perdía la vida en un accidente o era asesinado.

Dentro de las creencias populares de nuestro país existe una que afirma que cuando alguien muere trágicamente hay que levantar su espíritu en el lugar donde ocurrió la tragedia, de lo contrario, ese espíritu quedará vagando hasta la eternidad. Una mañana corrió la noticia de la muerte de un conocido ganadero a dos kilómetros de Catacamas en la carretera que conduce a Juticalpa. Lo sorprendieron sus enemigos cuando bajaba de su caballo para abrir un portón.
Posteriormente fue velado con asistencia numerosa de familiares y amigos y luego sepultado en el cementerio de la localidad. La adinerada familia del fallecido recibió sugerencias de las amistades de llamar a doña Eva para levantar el espíritu del muerto.

La viuda del ganadero recibió visitas de familiares que le hicieron la misma sugerencia y ella se limitó a decir: “Esas creencias no van con nuestra familia, vamos a rezarle los nueve días y a celebrar varias misas por el descanso de su alma. Eso de levantar su espíritu no son más que viejas costumbres y creencias que no van con nosotros”.

Las cosas quedaron como la señora lo indicó. Nada de llamar a doña Eva: en aquellos tiempos cuando sucedió la historia que hoy nos ocupa, se registraban muchas vendettas familiares en el departamento de Olancho, hubo casos de familias enteras que se exterminaban.

Un día doña Eva fue visitada por unas personas:
-Buenos días doña Eva, ¿podemos entrar?

La señora hizo pasar a las personas y luego un hombre viejo, alto y curtido por el sol fue el que habló:
-Doña Eva me mataron a un hijo en la aldea de San José, venimos a solicitarle que vaya usted a levantar su espíritu. Lo mataron por cuestiones amorosas, nunca anduvo en malos pasos, lo mató un primo que se había enamorado de la novia de mi hijo. Ya encargué que lo busquen y hagan lo que tienen que hacer con él. A usted la necesito, doña Eva, no quiero que mi hijo ande penando en el pueblo.

A las nueve de la mañana, un grupo de personas acompañó a doña Eva en el sagrado rito de levantar el espíritu de aquel muchacho vilmente asesinado; llevaban una cruz de madera una piocha y una pala. Al llegar al sitio donde aún había restos de sangre doña Eva ordenó a todos que se arrodillaran y haciendo la señal de la cruz comenzó a rezar.

Cuando terminaron de rezar de rodillas todos se pudieron de pie, se clavó la cruz en el sitio donde el joven había muerto, luego todos caminaron hacia atrás varios metros, acto que se realiza para evitar que el espíritu los siga y que se vaya a descansar en paz. A doña Eva la trataban como algo especial, entre gente pobre decían que era un ángel bajado del cielo para ayudar a las almas, algunos no estaban de acuerdo con la vieja costumbre en la que ella era una especialista, pero era muy respetada.

Doña Eva también rezaba los novenarios en las casas donde habían fallecido de muerte natural o trágica, al finalizar el novenario, era la primera en comer el famoso “tajo puyado”, el traguito de mistela y las tortillitas tostadas con frijoles fritos, conocidas como “catrachitas”.

Doña Eva jamás salía sola de su casa, siempre llegaban grupos de personas a su casa para trasladarla al lugar de los rezos. Una anciana del lugar conocida como Mamá Concha había fallecido, sus familiares levantaron un altar muy bonito colocando la foto de la fallecida. A las siete de la noche llegó la comitiva con doña Eva, los que ocupaban las sillas se levantaron en señal de respeto y la doña se arrodilló ante el altar sobre una almohada que habían colocado para ella y comenzó el rezo.

En los altares se colocan velas grandes en la parte alta y pequeñas en los alrededores, en el momento en que doña Eva rezaba, una de las velas llamó la atención de la gente. La llama bailaba, a veces parecía que se apagaría y luego se encendía, moviéndose como si una corriente de aire la soplara; las otras velas se miraban normales. Doña Eva se levantó y con sus dedos apagó la llama de la vela, llamando la atención para que siguieran el rezo. Inesperadamente la vela se encendió sola, muchos salieron corriendo espantados y los de más valor se quedaron acompañando a la rezadora.

Cuando doña Eva se levantó, agarró la vela, la apagó de un soplido y la colocó en su bolso, no hizo ningún comentario. Al siguiente día encaminó sus pasos a la casa del ganadero que había sido asesinado, tocó la puerta y la viuda la recibió, la pasó adelante y le ofreció un café. La rezadora lanzando un suspiro le dijo:

-Vea doña Estela, van a suceder cosas muy raras en esta casa. Vengo a decírselo porque el alma de su marido llegó a mi rezo, me susurró en el oído que le ayudara a trasladarse a un lugar especial, como eso no depende sólo de mí, he venido a comunicárselo.

La viuda, llevándose las manos al rostro, comenzó a llorar y descubrió lo que mantenía en secreto para su familia. -Gracias a Dios que vino doña Eva. Al principio tuve pesadillas horribles, luego comenzaron los ruidos en la casa, debajo de mi cama, me suspendieron, a veces me jalan la cobija, estoy desesperada... Creo que voy a ir con usted a levantar el espíritu de mi marido.

Se acordó la fecha y la hora, amigos y familiares asistieron al acto religioso inusual en otros lugares; el que llevaba la cruz de madera era el mayordomo de la hacienda. Cuando se arrodillaron doña Eva comenzó el rezo: “En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo...”.

Terminado el rezo, el mayordomo comenzó a enterrar la cruz, de pronto se puso rígido, apretó los dientes, luego abriendo los brazos gritó: “Yo maté a mi patrón... yo lo maté...”. Y sin que estuviera lloviendo, se vio un resplandor en el cielo y un rayo cayó sobre aquel asesino.
La gente que había retrocedido se arrodillaba a una orden de doña Eva, quien dijo: “El alma de ese hombre quedará penando, no pasen de noche por este lugar”.

Días después se supo que unos cazadores que pasaron por el lugar vieron el fantasma de aquel mayordomo.

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)