CUENTOS Y LEYENDAS

La mujer serpiente

Una tarde Jorge salió de su casa para hacer su habitual recorrido por su ciudad natal; visitó a sus amigos y familiares más cercanos

San Pedro Sula, Honduras 08.01.2010
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Luis Hernán Sevilla era un intelectual de Danlí, murió en plena juventud y sigue siendo recordado por los que fuimos sus amigos. Me contó hace muchos años una historia que me dejó pensativo y que alimentó mi imaginación.

Hubo hace muchos años en Danlí, conocida como la ciudad de Las Colinas, una pasión por la música, literatura, espiritismo y poesía. Se dice que la cuna del espiritismo en nuestro país fue esa próspera ciudad, no había joven que no abrazara cualquiera de esas inclinaciones especiales, entre ellos estaba Jorge, joven pianista que vivía en una hermosa residencia de dos plantas, se deleitaba ejecutando lindas melodías con sus hábiles manos, la gente al pasar frente a su casa se paraba o se sentaba en las aceras para escucharlo, ejercía tal fascinación con su música, que llegaban de todas partes para escucharlas.

Una tarde Jorge salió de su casa para hacer su habitual recorrido por su ciudad natal; visitó a sus amigos y familiares más cercanos, platicó con muchas personas, y cuando los rayos del sol amenazaban con ausentarse para dar paso a la oscuridad, el joven siguió con su paseo de regreso a casa. Una hermosa mujer de ojos profundamente azules caminaba en sentido contrario, al verla Jorge la saludo cortésmente, y sin saber cómo, se sintió atrapado por el influjo de la mirada de aquella estatua viviente, con su sonrisa cristalina cautivó aún más el corazón del joven, el que la invitó a disfrutar de un concierto privado.

“Siempre lo escucho desde el jardín, tiene usted una delicadeza para tocar el piano, sí que me siento honrada de ser la primera mujer a la que usted invita a su casa para escuchar las más bellas melodías”. Así se expresó aquella bellísima mujer; él, por su parte, respondió: al contrario, el honor es mío, jamás pensé encontrar por el camino de mi existencia a una mujer tan bella, etérea, luminosa, como dicen los poetas….tan especial. Mirando profundamente, ella expresó: he aprendido a conocer su alma en cada melodía que se desprende de su piano. Es usted un hombre bueno, sensible, que ama la música y la naturaleza.

Con aquella conversación, Jorge se sintió diferente, por fin había encontrado a la mujer que tenía idealizada durante tanto tiempo. Estaba seguro que aquella soledad con la que había vivido estaba a punto de abandonarlo.

Poco a poco caminando por las típicas calles de la ciudad de las colinas, Jorge y la encantadora mujer fueron platicando, conociéndose. Tengo que despedirme, dijo ella, no puedo estar mucho tiempo fuera de mi casa, no pedí permiso y mi papá es de esos hombres estrictos, sería de mal gusto para él que yo llegara tarde.

La comprendo….pero aún no me ha dicho su nombre. Me llamo Diana…..espero verlo de nuevo.
Dígame dónde puedo encontrarla….. Yo lo buscaré, sé adónde vive. Mientras siga conversando con su piano siempre me tendrá cerca de usted.

Esa noche los vecinos escucharon un verdadero concierto, las manos de Jorge recorrían el teclado de su piano con una maestría extraordinaria, arrancaba las notas hermosas que deleitaban a los vecinos, nadie protestaba, todos estaban embelesados con aquel improvisado concierto.

Al siguiente día Jorge escribió la letra de una canción donde resaltaba la belleza de Diana, luego pacientemente fue sintiendo dentro de su alma una profunda inspiración para que aquella letra tuviera una música sublime, encantadora. Apenas se tomó una taza de café, durante el día no comió nada, su alimento era la melodía para la letra que había escrito inspirado por Diana.

Por la tarde había logrado lo que tanto deseaba, plasmar en el pentagrama una canción única, especial, tan especial que salía de su alma, de su espíritu. Al llegar la noche el trabajo estaba terminado, no sentía cansancio, sus fuerzas aumentaban cuando sus manos recorrían el teclado “Diana” la melodía de su inspiración.

Salió a pasear como lo acostumbraba, un poco desconcentrado porque no sabía adónde vivía aquella mujer que le había robado el corazón. De pronto sintió que alguien le tomaba de la mano, sí, era ella, su amada Diana, juntos recorrieron las solitarias calles de la ciudad y se dijeron muchas cosas.

Te hice una canción, Diana. ¿Podemos ir a tu casa a escucharla?.... Así tomados de la mano llegaron a la casa de Jorge, el piano estaba ubicado en su dormitorio, ahí ejecutó la melodía de su inspiración. Ella lloró de emoción y se entregó en los brazos de Jorge, besándola apasionadamente la llevó a la cama, aquella noche la soledad abandonó al joven pianista.

Las primeras luces del alba se proyectaron por la ventana del dormitorio, a Jorge le pareció sentir que algo se deslizaba entre las sábanas y que rozaba sus piernas, al abrir vio con estupor que una enorme serpiente abandonaba su cama saliendo por la ventana hasta caer al jardín, trató de detenerla, estaba desconcertado.

Cuando Jorge llegó al jardín de su casa supo la verdad, Diana era una serpiente, la que lo escuchaba embelesada todas las noches escondida entre las flores.

Cuentan que el pianista se encerró en su casa y estuvo al frente de su piano día y noche hasta que éste dejó de sonar. Sus familiares y amistades lo fueron a enterrar y cuando terminaron de lanzarle la última palada de tierra, una enorme serpiente se deslizó muy cerca de la tumba.

  • Volver al Indice de Jorge Montenegro


  • (**Fuente: Diario La Prensa.)