CUENTOS Y LEYENDAS

La cadena maldita

A los gritos desesperados de la mujer acudieron los vecinos para auxiliarla, la policía investigó y no ha habido explicación sobre la muerte de Pablo.

San Pedro Sula, Honduras 25.12.2009
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Elías Lagaerpada había llegado de Nicaragua para hacer negocios en Honduras, hizo contactos con un empresario sampedrano para instalar una pequeña fábrica de derivados de cacao, así nació el Vitacacao, las bolitas de chocolate, Vita Sula y otros de grata recordación en los años 56. Dicen que la envidia es mala consejera y Pablo Serpas sentía envidia por el nicaragüense y sus socios sampedranos: "Este tipo se cree muy listo para hacer billetes, será mejor desaparecerlo y montar un negocio como el de él y sus estúpidos socios.

Pablo era cliente de la fábrica de don Elías con quien había entablado amistad, pero dentro de su corazón había negros propósitos por la ambición de tener lo que el empresario tenía: Don Elías que bueno que lo veo porque le traje un regalito, ustedes han sido muy buenos conmigo, me han dado los créditos necesarios y poco a poco con su ayuda me he enderezado económicamente. Usted sabe que cuenta con nosotros, usted es un hombre honrado y cabal, no se hubiera molestado. Es un pequeño presente para usted, ábralo. Don Elías abrió una caja pequeña forrada con terciopelo, se impresionó al ver una hermosa cadena de oro con una medalla que tenía unos signos extraños: "No sabe cómo se lo agradezco don Pablo, pero dígame... ¿qué significan esos signos?

Son claves para la buena suerte, esa cadena me la vendió un adivino, dijo que quien lleve la cadena siempre tendrá riqueza y salud.

Para mí lo más importante es la salud, de nuevo le agradezco el regalo.

Lo que no sabía don Elías es que aquélla cadena era una maldición para él, un hábil brujo de Choloma que había grabado signos de muerte en la medalla marcó un plazo de tres meses para que todos los negocios de aquel hombre honrado se fueran a la quiebra. Cuando Elías sellaba bolsas de sus productos sintió un mareo, se tambaleó siendo ayudado por dos de sus empleados, le llevaron un vaso con agua y poco a poco se recuperó: "Gracias muchachos, creo que es cansancio".

Al día siguiente, don Elías no pudo levantarse y sus hijos lo llevaron a una clínica privada donde le practicaron todos los exámenes necesarios, los médicos se sorprendieron porque todo eran normal aparentemente en la salud del paciente: "Realmente no sabemos qué le sucede a su papá, los exámenes que le hemos practicado no dos veces arrojan nada malo, o sea que su papá goza de perfecta salud". Regresaron con él a casa, le dieron medicamentos para el sistema nervioso, tranquilizantes y vitaminas. Durante dos días permaneció tranquilo y regresó a la fábrica pero esta vez le dio un ataque, sus trabajadores lo atendieron y de inmediato llamaron una ambulancia trasladándolo a la sala de emergencias del hospital. Pocos minutos después falleció, víctima de una extraña enfermedad.

Pablo estaba satisfecho con la muerte de don Elías, fue a su velorio y en el ataúd vio que le habían dejado sobre su pecho la cadena que le regaló y que fue la causante de su muerte. Ya sin la competencia del desaparecido señor Lagaerpada, la fábrica se la compró a la viuda y fue creciendo poco a poco. Los antiguos empleados conservaron su trabajo, eran los que entendían el manejo de todos los productos que ahí se elaboraban. Pablo satisfecho le decía a Coralia, su esposa: "Estamos progresando amor gracias a la inesperada partida del antiguo dueño de la fábrica, qué pena que se haya muerto. A don Elías le guardaba aprecio aunque habían cosas que no me agradaban de él". La mujer le respondió: "Era un buen hombre, yo no fui al velorio porque vos sabes que me dan pánico los muertos, se me quedan grabados en la mente y después no puedo dormir".

Una mañana mientras Pablo andaba en la fábrica, pasó por su casa un vendedor de productos populares, doña Coralia que era de esas mujeres que tratan de comprar de todo, se asomó a la puerta y se puso a escuchar lo que se decía por el alto parlante: "Vengan, vengan esta mañana les estoy ofreciendo preciosas cadenas, relojes, cadenas, aretes, cosméticos y todo lo que una mujer necesita para verse más bella, así que acérquese a esta unidad de sonido para que lleve estas cosas especiales que transforman a la mujer.

Ella se acercó al carro y comenzó a ver todo lo que vendían. En menos que canta un gallo ya había comprado un poco de todo lo que se ofrecía: "Ustedes venden cosas muy buenas... ¿cuándo van a pasar otra vez? el vendedor se acercó a ella y le dijo que pasarían dentro de un mes. "Así que dentro de un mes vamos a pasar, agradecemos su compra señora. "La mujer se regresó a su casa con la impresión de haber visto al vendedor en otro lugar: "No sé dónde he visto a ese hombre".

Pasaron los días y una noche Pablo llevó a bailar a su esposa, fueron a un salón llamado Tropicana que era de los más populares en aquellos días. Regresaron a las 3.00 am, él se había tomado unos tragos y no tardó en quedarse dormido. Mientras la mujer se limpiaba el rostro con una crema en el tocador, abrió un cofre y sacó una linda cadena de oro, se acercó a su esposo y se la colocó en el cuello: "Cuando se levante se llevará una linda sorpresa, es un lindo regalo que le hago". Amaneció y Coralia se levantó a hacer el desayuno, extrañó que su esposo no se levantara temprano como era su costumbre, así que se fue a la cama para despertarlo, lo que vio la horrorizó, Pablo tenía los ojos salidos, estaba decapitado.

A los gritos desesperados de la mujer acudieron los vecinos para auxiliarla, la policía investigó y no ha habido explicación sobre la muerte de Pablo. Cuando lo velaron le colocaron aquella cadena sobre el pecho, era la misma con la que enterraron a don Elías Lagaerpada, resaltaban los signos diabólicos que tenía grabados. Meses después mientras Coralia atendía los negocios se puso pálida. "Dios mío ahora recuerdo al vendedor, era don Elías...".

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)