CUENTOS Y LEYENDAS

Los Pájaros

Una semana más tarde todos se sorprendieron cuando escucharon que Braulio bajaba las gradas, su semblante resplandecía, su rostro no estaba demacrado, la figura esquelética había desaparecido.

San Pedro Sula, Honduras 23.10.2009
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Acostado sobre su cama, Braulio Canelas miraba con ternura a un grupo de pajaritos que se balanceaba sobre las ramas de árbol de ciruelas japonesas. Observaba todos sus movimientos detenidamente, cuando las pequeñas aves se habían alimentado de las frutas e insectos se paraban en las ramas altas y comenzaban con un concierto melódico que era el deleite de aquel que se encontraba enfermo de cáncer.

Los médicos habían vaticinado que le quedaban cuatro meses de vida, tenía que guardar reposo para no acelerar su fallecimiento. Sus familiares lo habían instalado en una habitación de aquella casa de dos plantas, precisamente en la segunda que colindaba con los árboles frutales que crecían en el solar.

¿Cómo te sientes, Braulio? -preguntó su esposa- Te traje el pan que pediste.
El hombre quitó la vista de la ventana y dijo: Gracias Marcela, mis amiguitos se van a alegrar mucho.

Ella vio hacia la ventana y sonriendo expresó: ¡Ah! Esos pájaros por lo menos te hacen buena compañía y alegran el ambiente. Ellos no saben de penas, de dolores, de resentimientos y de todas esas cosas que padecemos los humanos, mirá si tus hermanos han venido a verte. Todo fue que se dieran cuenta de que tenías esa enfermedad terrible y desaparecieron como por arte de magia.

No me importa -dijo el enfermo- qué mejor compañía que la de esos pajaritos que me alegran las mañanas, además, ellos saben que por las tardes cuando ya no hay insectos me asomo a la ventana y ahí les pongo trocitos de pan, que se llevan alegremente a sus nidos.

Poco a poco los animalitos fueron agarrando confianza con Braulio y se acercaban a la ventana sin temor; con el paso de los días la confianza de los pajaritos se convirtió en una hermosa amistad. Se le paraban en las manos, en los hombros en la cabeza y cada vez que sentían que alguien se acercaba a la habitación, volaban presurosos hacia las ramas de los árboles; podríamos afirmar que aquel era un secreto entre el hombre y las traviesas aves.

Las células cancerosas avanzaban por el cuerpo de Braulio, que adelgazaba paulatinamente. Su esposa e hijos se angustiaban terriblemente.

Débil y con el rostro demacrado, todos los días abría la ventana y arrojaba migas de pan en el alfeizar, las aves volaban presurosas a comer y jugaban con su benefactor. Una mañana Braulio no pudo levantarse, el médico de cabecera y la familia del enfermo subían y bajaban gradas llevando las medicinas y los escasos alimentos que el pobre hombre tomaba. Una tarde, después de examinar al paciente, el médico se sentó en un sillón de la sala para dialogar con la esposa de Braulio.

¿Cómo lo ve hoy? -preguntó la señora- Está tan débil...
El médico, ajustándose los anteojos, la miró fijamente y le dijo: Prepárense para lo peor, muy pronto abandonará este mundo y cesarán sus sufrimientos.

Cuando el médico se fue de la casa, doña Irma, que así se llamaba la esposa de Braulio, subió a la habitación y vio a su marido tratando de levantarse, corrió para ayudarle. Gracias amor, hazme un favor, abre la ventana y coloca pan para los pajaritos, tengo una semana de estar con esa ventana cerrada.

Es que el médico dijo que no la abriéramos porque el clima está cambiando, tus amiguitos no se van a ir, respondió ella. Acto seguido regó las migas de pan en la ventana.

¿Recuerdas cuando nos conocimos, amor? Tenías 17 años, siempre fuiste bella desde adolescente, ahora te veo más bella y te amo más que nunca. Yo torpemente traté de entablar una conversación contigo y saliste corriendo, fue la primera vez que te vi...

Braulio siguió reviviendo los dulces recuerdos del pasado, siempre fue un hombre dinámico, jamás tuvo vicios, no fumaba, no tomaba licores, era fiel a su mujer y dedicado a su trabajo. Ella lo miró con ternura a pesar de su alarmante cuadro físico, había adelgazado en forma increíble y daba la impresión de ser un esqueleto viviente.

Braulio estaba solo en su habitación cuando escuchó que los pajaritos picoteaban el vidrio de la ventana, haciendo enormes esfuerzos se levantó y agarrándose de una silla logró llegar a la ventana y la abrió. De inmediato las pequeñas aves se posaron en su cabeza, en sus hombros y en sus manos, emitían sonidos como indicándole algo. Al fin, él notó que en el alféizar los pajaritos habían colocado unas pequeñas frutas de color morado, uno de los animalitos colocó una fruta en la boca de Braulio y él, al sentir su agradable sabor, comenzó a comerlas. A partir de aquel momento las aves llevaban las semillas a la ventana, el enfermo las comía y a la vez dejaba las migas de pan para sus alados amiguitos.

Una semana más tarde todos se sorprendieron cuando escucharon que Braulio bajaba las gradas, su semblante resplandecía, su rostro no estaba demacrado, la figura esquelética había desaparecido.
Buenos días a todos -dijo- ¿Ya le dieron gracias a Dios por los alimentos?

Se levantaron de sus sillas para abrazarlo, hubo lágrimas de felicidad, cuando se habían repuesto de la agradable sorpresa él dijo: Siempre le he pedido a Dios que me proteja, le dije que los amaba y que no quería dejarlos, que me sanara, que me mandara ángeles a cuidarme y Él escuchó mis oraciones. No puedo decirles más.

El médico estaba sorprendido cuando le practicaron nuevos exámenes al paciente, el cáncer había desaparecido en forma sobrenatural. Cuentan que el galeno tuvo que agarrarse de su escritorio para no desmayarse. Al regresar a casa todos supieron la buena nueva y fue cuando les contó la verdad. ¿Sabían ustedes que los ángeles pueden tomar la forma de pájaros? Contó detalladamente lo de los pajaritos, lo de las frutas que lo habían curado, todos subieron allá a la habitación de Braulio buscando las pequeñas frutas y no encontraron nada, sin embargo, ese día los pájaros cantaron con gran alegría como si sus cantos fueran alabanzas de agradecimiento al Dios Todopoderoso.

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  • (**Fuente: Diario La Prensa.)