CUENTOS Y LEYENDAS

¿Qur sucedió en la carretera?

Habían recorrido unos 15 kilómetros cuando se desinfló una de las llantas delanteras; estacionaron el auto a un lado de la carretera y colocaron el gato, se disponían a poner la llanta de repuesto cuando vieron que se acercaba un anciano.

San Pedro Sula, Honduras 15.05.2009
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Las playas de la Coca Cola estaban llenas de veraneantes. Un grupo de estudiantes del instituto José Trinidad Reyes de San Pedro Sula había llegado a Puerto Cortes para disfrutar de sus vacaciones, se trataba de seis buenos amigos y compañeros de estudios que habían ahorrado para poder divertirse en aquella ocasión.

Se entretuvieron durante la tarde del primer día que llegaron metidos en las aguas del mar, jugando con una pelota y piropeando a las jovencitas que exhibían atrevidos trajes de baño.

Fueron tres días de plenas vacaciones, tres días en que los muchachos supieron divertirse sanamente sin ingerir bebidas alcohólicas y sin tabaco. Virgilio era el mayor de todos, tenía 22 años de edad, era quien conducía el vehículo en el que se transportaban y fue el que al llegar la tarde los reunió a todos para que tomaran sus cosas y las depositaran en el auto con el propósito de no olvidar nada. “Vamos a salir a las seis de la tarde -dijo Virgilio, aprovecharemos que el clima se pone fresco”. Sus compañeros estuvieron de acuerdo y a las seis en punto salieron de Puerto Cortés rumbo a la Ciudad del Adelantado.

Habían recorrido unos 15 kilómetros cuando se desinfló una de las llantas delanteras; estacionaron el auto a un lado de la carretera y colocaron el gato, se disponían a poner la llanta de repuesto cuando vieron que se acercaba un anciano. El hombre llegó cuando acababan de cambiar la llanta: “Hola muchachos -dijo- ¿Tuvieron mala suerte con la llanta, verdad?”.
Todos asintieron con la cabeza, el viejo siguió hablando: “¿No han escuchado ustedes que en esta carretera ocurren cosas extrañas? Vale más que los encontré para avisarles, para que vayan con cuidado.

Ah, otro consejo muchachos, no se vayan a parar en la carretera pase lo que pase. Que tengan un buen viaje”. Emprendieron de nuevo la marcha comentando lo del anciano. “Ese viejo está loco muchachos, la edad hace que muchas personas hablen brutadas”. Todos se rieron de lo que dijo Saúl, el menor de ellos, luego Virgilio remató: “Ese don no sólo está loco, sino que a lo mejor se escapó del manicomio.

Estamos aburridos de viajar por esta carretera y lo único que hemos visto en raras ocasiones han sido accidentes automovilísticos que no han sido de gravedad. De todos modos, pobre viejo, además, no hablemos mal de él porque todos vamos para viejos”.

La tarde comenzó a declinar, las primeras sombras se dibujaban en los cerros y las colinas que bordeaban la carretera, un aire agradable soplaba en ese momento, para disfrute de los estudiantes.

Se aproximaban a una aldea cuando de repente un hombre atravesó la vía, siendo atropellado por el vehículo; las llantas quedaron “pintadas” en el pavimento debido al tremendo frenazo.

Los muchachos bajaron inmediatamente para auxiliar al hombre atropellado, pero no estaba frente al auto y pensaron lo peor: “Debe estar debajo del carro completamente aplastado”.

Dos de los estudiantes se tendieron en el suelo para reanudar la marcha, Virgilio encendió la máquina visiblemente nervioso: “Yo lo vi cuando lo levanté en el aire, no es posible que haya desaparecido así nomás, esto es muy extraño”.

De nuevo comentaron las palabras del viejo: “Él dijo que pasara lo que pasara, no detuviéramos la marcha y fue lo primero que hicimos”. La noche los sorprendió en el camino, iban en silencio recordando el incidente, muy nerviosos y con los ojos clavados en la carretera.

Roberto, otro de los muchachos, sugirió: “¿Por qué no cantamos? Alegrémonos durante lo que nos falta del camino de regreso a San Pedro. ¿Cuál nos echamos? Inmediatamente improvisaron un coro desafinado para darse valor: “Estas son las mañanitas que cantaba el rey David...”.

Iban muy alegres cantando corridos mexicanos, olvidando completamente al viejo y al hombre que atropellaron, platicaron de las novias, de las compañeras que les gustaban, de armar un nuevo paseo, de ir al puerto de Tela o a las lindas playas de Trujillo y muchos planes más para un futuro cercano.

Saúl dijo: “Bueno, si queremos hacer lo que venimos platicando desde mañana hay que comenzar a ahorrar y ‘chambiar’ para poder tener el pisto que necesitamos”. Sus compañeros lo aplaudieron con entusiasmo.

Faltaban pocos kilómetros para llegar a San Pedro Sula, cuando por los focos del auto vieron que en medio de la carretera venía caminando un hombre hacia ellos. “Agárrense -gritó Virgilio-, ese hombre viene borracho”. De inmediato frenó bruscamente y todos vieron con claridad que atropellaban al viejo que habían visto al salir de Puerto Cortés. Gritaron aterrados.

El golpe fue tremendo, el anciano fue suspendido y lanzado a varios metros de distancia frente al automóvil. Con las luces encendidas del vehículo corrieron hacia el anciano atropellado y no lo encontraron, había desaparecido misteriosamente. Cuando se dieron cuenta de que era imposible que ese hombre les hubiera aparecido antes de llegar a la ciudad, subieron apresurados y Virgilio no paró hasta llegar a San Pedro.

Cuentan que todos enfermaron de gravedad y que Saúl murió de pánico. Cuando contaron lo sucedido en sus hogares comprobaron que habían sido señalados por un maligno que había sorprendido a otras personas en la carretera entre San Pedro Sula y Puerto Cortés.
“No vayan a parar en la carretera, pase lo que pase

  • Volver al Indice de Jorge Montenegro


  • (**Fuente: Diario La Prensa.)