CUENTOS Y LEYENDAS

La tía Dominga

Doña Elsa Maradiaga celebraba ese día con gran entusiasmo colocando una cruz de madera en el portón de su casa adornándola con flores.

San Pedro Sula, Honduras 01.05.2009
Jorge Montenegro
redaccion@laprensa.hn

Hacía un frío terrible en la ciudad de Siguatepeque, era el tres de mayo, día de la cruz, corría el año de 1952.

Doña Elsa Maradiaga celebraba ese día con gran entusiasmo colocando una cruz de madera en el portón de su casa adornándola con flores. La gente acudió entusiasmada con su fervor re
ligioso pidiendo perdón por los pecados y bendición para los afligidos, después de entonar varios cánticos, la gente se despidió con cariño de la buena señora.

Horas después llegaba de Tegucigalpa su hija Nubia que temblaba por la ola de frío reinante en la ciudad. Mamá -dijo la muchacha- me imagino que estuvo bonita la celebración. Así es, repuso doña Elsa, vieras qué lindo estuvo todo Nubia, lástima que llegaste tan tarde.
Se acostumbraba en aquel tiempo cerrar las puertas de los hogares a las siete de la noche siguiendo las viejas costumbres, Nubia preparó su cama, se despidió de su madre dándole un beso de buenas noches y se encerró en su habitación.

Una sombra pasó frente a la cama donde la joven estaba acostada, fue cuestión de segundos, segundos que la hicieron estremecerse de pies a cabeza. No puede ser -dijo- es mi imaginación. Nuevamente abrió el libro que estaba leyendo y poco a poco se fue quedando dormida.
Nubia tenía dos años de no visitar a su madre y decidió que el día de la cruz era el adecuado para regresar, doña Elsa tenía por compañía a su hermana Dominga que había fallecido hacia nueve meses, su muerte repentina agarró por sorpresa a toda la familia, Nubia no pudo viajar a Siguatepeque por encontrarse enferma.

Me pesó la muerte de mi tía Minga, mamá -dijo la joven- estaba llena de vida. Doña Elsa miró a su hija con cariño y le dijo: “Así es hija... mi hermana estaba bien físicamente pero hay cosas que la afectaron, cuando Toño la dejó ella sufrió mucho, trató de hacerlo regresar por varios medios y por último acudió a esas cosas que no se deben nombrar”.

¡Brujería mamá! No lo puedo creer. Así fue hija... me imagino que tenía mucha presión en su alma, en su corazón y el haberse involucrado en esas cosas sin resultados le produjo una gran depresión, eso la llevó a la tumba.

Durante el día, Nubia se dedicó a visitar a sus viejas amistades de Siguatepeque y fue recibida con alegría, encontró a Joaquín un viejo amigo y juntos fueron al parque de la localidad.

“Siento lo de tu tía, era una buena persona”, “gracias Joaquín... Me pesó mucho su muerte... dicen que el amor pudo causarle la muerte”. “Así dice la gente, repuso Joaquín como en aquel poema de José Martí... dicen que murió de amor”.

Hablaron de muchas cosas y cuando pasaron las horas el muchacho acompañó a Nubia hasta su casa. “Nos vemos mañana Nubia”, “Gracias Joaquín... hasta mañana si Dios quiere”.

Doña Elsa estaba feliz con la llegada de su hija, prepararon la cena y hablaron del futuro de la muchacha, de sus estudios y de sus anhelos: “voy adelante mamá me fascina la carrera de medicina... así que pronto van a tener una doctora en la familia”.

A las siete de la noche cerraron las puertas de su casa y cada una se fue a su habitación y el frío seguía calando los huesos de Nubia a pesar de haberse arropado con dos colchas gruesas, se acomodo bien y tomó el libro que tenía en la mesita de noche para continuar con su lectura. De repente tuvo la sensación de que alguien la miraba, se puso inquieta. “Creo que de nuevo la imaginación me traiciona... no... aquí no hay nada”. Suspendió la lectura del libro al sentir una presencia en la habitación.

Sentía de nuevo que alguien la miraba al pie de la cama “quién anda ahí... mamá ¿es usted?”, no hubo respuesta a la pregunta de Nubia, el pronunciar aquellas palabras le dio el valor suficiente para levantarse de la cama y buscar el cuarto de su mamá, trató de abrir la puerta y no pudo, una fuerza invisible le impedía, gritó con todas sus fuerzas y su madre no la escuchó.

Regresó a su cama para arroparse de pies a cabeza y al levantar las colchas quedó petrificada al descubrir una mancha negra en el cubrecama, la mancha se fue regando hasta formar un círculo, instintivamente la muchacha soltó las colchas y de nuevo corrió a la puerta para salir de la habitación y escapar de aquella extraña presencia, intentó abrir y todo fue inútil.

El mismo miedo que sentía la hizo reaccionar y cayendo de rodillas dijo: “En el nombre de Cristo si hay en esta habitación alguna maldición que sea echada fuera... tía si es usted hágame saber qué es lo que quiere”.

En aquel instante las colchas que estaban sobre la cama cayeron al suelo dejando ver el círculo negro, luego escuchó una voz: “Rompe el colchón Nubia... rompe el colchón y liberame”. La joven no pudo soportar más y se desmayó.

Los pájaros cantaban alegres en las ramas de los árboles cuando amaneció, Nubia se levantó del suelo y agarrando una tijera rompió el colchón, con sorpresa vio un muñeco de cera que tenía la foto del rostro de Antonio el ex compañero de su tía, llamó a su mamá y le contó lo sucedido, luego tomando aquel muñeco lo llevaron al fogón y lo arrojaron sobre las brasas mientras elevaban una oración y pedían perdón por el alma de doña Dominga, desde aquel momento reinó la paz y se produjo una gran tranquilidad en el corazón de Nubia.

Cuentan que años después, Elsa vendió su casa en Siguatepeque y se trasladó a vivir con su hija recién graduada de doctora. Únicamente hemos cambiado los nombres de los protagonistas de esta historia real.

  • Volver al Indice de Jorge Montenegro


  • (**Fuente: Diario La Prensa.)