CUENTOS Y LEYENDAS

La tragedia de Barranquillas

Don Genaro falleció repentinamente y Carmen consiguió trabajo en una tienda para sostener el hogar. Un empresario llamado Carlos llegó de compras a la tienda y quedó fascinado con la belleza y la amabilidad de Carmen y desde ese día sus visitas eran frecuentes sólo por ver a la muchacha

Honduras 17.10.2008
Jorge Montenegro

En 1950, el lugar conocido como Barandillas se encontraba alejado de la ciudad de San Pedro Sula, apenas había unas cuatro o cinco viviendas. En una de esas casas vivía doña Adela, su esposo don Genaro y Carmen, su pequeña hija. La niña fue creciendo hasta convertirse en una atractiva joven.

Don Genaro falleció repentinamente y Carmen consiguió trabajo en una tienda para sostener el hogar. Un empresario llamado Carlos llegó de compras a la tienda y quedó fascinado con la belleza y la amabilidad de Carmen y desde ese día sus visitas eran frecuentes sólo por ver a la muchacha.

-Perdone mi atrevimiento Carmencita, ¿a qué horas sale del trabajo? Me gustaría invitarla a

cenar. -Se lo agradezco don Carlos, pero no puedo llegar tarde a mi casa, mamá esta enferma y… -Por lo menos permíteme llevarla a su casa esta tarde. ¿Dónde vive?
-Vivo en Barandillas, a orillas de la ciudad.
-Ya conozco, por cierto, allí hay pocas casas, ¿verdad? Regresaré a las cinco si usted me lo permite.
-Está bien.
El joven empresario estaba muy emocionado, Carmen había aceptado su primera cita. A las cinco de la tarde pasó por ella, que lo esperaba ansiosamente, jamás había encontrado a un hombre tan atento y servicial que la tratara con respeto y cariño. A partir de aquel momento la relación fue creciendo y un día de tantos se dio cuenta de que estaba embarazada.
-Carlos, vamos a tener un hijo, le dijo Carmen.
-¿Qué? ¿Un hijo? ¡Caramba, eso me hace tan feliz!
Cuando Carmen cumplió su tercer mes de embarazo falleció doña Adela y quedó sola en aquella humilde vivienda. Carlos le prometió que la llevaría a vivir a la ciudad.
-Vamos a estar juntos Carmen, no puedo estar soltero toda mi vida, nos casaremos, nacerá nuestro hijo y ya verás cómo seremos felices.
Aquellas fueron vanas palabras porque él no cumplió lo prometido. Con el tiempo Carmen dio a luz a un hermoso niño y fue creciendo sin la compañía de su padre, quien cada día inventaba una nueva excusa para no estar con ellos. Decía que por culpa de sus padres no los podía llevar a la ciudad, que la mamá estaba muy enferma y no podía dejarla sola. A pesar de su ausencia y de sus mentiras se preocupó por mejorar la casa de Carmen y la convirtió en la más bonita del lugar. Ella dejó el trabajo para dedicarse a la crianza y educación de su hijo, el empresario llegaba con más frecuencia y se quedaba a dormir muchas veces.
Cuando el niño tenía ocho años Carmen siempre lo llevaba a la escuela, estudiaba el segundo grado, era un niño muy inteligente y físicamente igual que su padre. Una tarde ella decidió llevarlo de paseo a la ciudad de San Pedro Sula y cuando pasaban por un restaurante vio a Carlos con una mujer y dos niños, uno de ellos sobre las rodillas le decía "papá".
Ella se escondió para que el hombre no la mirara, sintió que se desmayaba y fue auxiliada por un mesero del restaurante. Se dio cuenta que Carlos era un hombre casado y con dos hijos, por su mente pasaron las mentiras que él inventaba todos los días, esos años vivió engañada.
Cuando se recuperó agarró a su hijo de una mano y se alejó de aquel lugar.

Llegó a su casa a las seis de la tarde, los rayos del sol comenzaban a ocultarse para dar paso a las primeras sombras de la noche. Carmen no le dijo nada al niño, sin que él la viera tomó una pistola calibre 38 que Carlos le había dado para su protección y la metió en su cartera.
-Carlitos, se me olvidaron unas cosas, tenemos que regresar, le dijo al niño.
En la entrada principal de Barandillas había un hermoso árbol que aún se conserva. Le ordenó a su hijo que se parara en medio del árbol, él obedeció; inesperadamente sacó el arma, disparó contra Carlitos, dándole muerte instantáneamente, luego llevó el cañón del arma a su sien derecha y disparó. Los vecinos que escucharon las detonaciones corrieron a ver qué sucedía y encontraron los dos cuerpos sin vida.
Cuentan que semanas más tarde, el joven empresario no pudo soportar el recuerdo de su hijo ni el de Carmen y se dio un tiro en la cabeza. Aquella tragedia conmovió a los pobladores de San Pedro Sula y especialmente a los de Barandillas.
En 1959 comenzaban a construir más casas en aquel lugar hasta convertirlo en un barrio más de la ciudad del Adelantado. Una noche los vecinos se llenaron de espanto cuando escucharon los aterradores gritos de un niño:
- ¡No mamá, no me mate… no me mate!
Luego escucharon dos detonaciones, fueron a ver qué sucedía bajo aquel frondoso árbol y no encontraron nada. A partir de aquel año hasta 1960 muchas personas afirmaron haber visto el fantasma de una mujer que llevaba un niño agarrado de una mano y en la otra, una pistola.

Una señora de nombre Emilia, de origen guatemalteco, que compró una casa en Barandillas llegó en compañía de varias personas al pie del árbol para levantar los espíritus de la mujer y el niño mediante oraciones y que pudieran descansar en paz.

(Tomado del Diario La Prensa, San pedro Sula, Honduras, CA.)



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