CUENTOS Y LEYENDAS

La Enfermera

Lo que más molestaba a Dimas era un terrible dolor debido a los golpes recibidos en la cabeza, le daban calmantes, pero el alivio era temporal; de nuevo, y especialmente en horas de la noche, sufría de dolor de cabeza

Honduras 14.11.2008
Jorge Montenegro

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Cuentan que en 1947 hubo un accidente automovilístico en la zona Sur de nuestro país, algunos heridos fueron trasladados al hospital de Choluteca y otros a Tegucigalpa.

Entre los lesionados se encontraba un joven llamado Dimas Ramírez, originario de Apacilagua. Junto con otras personas viajaba de Choluteca a la capital y cerca de la ciudad de Pespire una de las llantas del vehículo se reventó, provocando el volcamiento. Dimas sufrió dos fracturas en las piernas y su estado de salud era delicado, los médicos lo atendieron bien y poco a poco fue restableciéndose.

Lo que más molestaba a Dimas era un terrible dolor debido a los golpes recibidos en la cabeza, le daban calmantes, pero el alivio era temporal; de nuevo, y especialmente en horas de la noche, sufría de dolor de cabeza. Una noche, cuando todo estaba en silencio y los demás pacientes dormían en la sala de hombres, llegó una enfermera que cumplía la rutina de supervisar a cada paciente. El joven la vio y la llamó.

- Señora, ¿me puede atender, por favor?
- Con mucho gusto, ¿qué quieres?
-Consígame una pastilla, siento que la cabeza me va a estallar.
- Vamos a ver, mmm... tienes un poco de fiebre. ¿Cómo sientes las piernas?
-Si no fuera por el yeso me rascaba las piernas con las dos manos, me pican mucho.
-Ésa es buena señal, vas a sanar muy pronto. En cuanto a ese dolor de cabeza, vas a tomar unas cucharadas de este frasco y te sentirás mejor, ¿de acuerdo?
-Lo que usted mande señora.
-Tu familia no ha venido a verte, ¿verdad?
-Somos muy pobres, vivimos en una aldea de Apacilagua, es difícil salir de ahí, la calle está deteriorada y los carros no llegan, hay que caminar mucho para llegar a la carretera principal. Sé que van a venir.
-A ver, abre la boca… eso es.


Desde aquel momento Dimas sintió un gran alivio, el dolor de cabeza se fue y experimentó una sensación de bienestar. Pensaba en su pobre madre y sus dos hermanos pequeños, tres pacientes del mismo accidente habían regresado a sus hogares y seguramente le habían contado a la mamá lo sucedido.

Eso lo tranquilizaba, estaba muy agradecido con aquella enfermera, una señora buena, atenta y servicial con todos los pacientes de la sala de hombres. Tenía el turno de la medianoche y Dimas sabía que ella le guardaba especial cariño.

Una mañana llegaron los médicos y se llevaron a Dimas a la sala de operaciones, le quitaron el yeso y le curaron las heridas, luego lo regresaron a su cama.

Aquella noche del 12 de febrero de 1947 llegó la enfermera a verlo:
-Hola Dimas, supe que te habían quitado el yeso, pronto vas a caminar y estarás de nuevo en tu casa. Tengo la sensación de que tu mamá vendrá mañana.
- No sabe cómo estoy de agradecido con usted, esa toma que me estuvo dando terminó con todos mis dolores. ¿Verdad que es medicina de plantas?

-Así es, pero te la he dado a escondidas, los doctores no creen en estas medicinas. -Me va a disculpar, pero me gustaría saber su nombre, no me lo ha dicho. -Teresa, me llamo Teresa, ¿no se te va a olvidar, verdad?
-Cómo se va a poner a creer, si usted es la que me ha curado más que los doctores, Usted debe ser un ángel para todos los enfermos doña Teresa. ¿Hace cuánto tiempo trabaja en el hospital?

-Entré jovencita a este hospital San Felipe. Los años no perdonan, hijo, me voy volviendo vieja, pero no dejo a mis enfermos. -Es la única que viene a medianoche, las demás enfermeras ni se asoman. -Es por turnos hijo, es por turnos, a mí me toca el de la noche. Bueno, voy a ver esas piernas, a ver, mmm.... se te miran bien. Te voy a dar un masajito con una cremita que yo misma hice con algunas yerbas, no te va a doler.

Amaneció, era el 13 de febrero, aproximadamente a las diez de la mañana Dimas recibió una gran sorpresa, ahí estaban en la sala su mamá y sus hermanos, Fue tanta la emoción que se levantó y caminó para saludar a doña Esperanza.
-Mamá, mamá, ¡qué alegría verlos!

-Hijo mío, casi un mes sin verte, hemos estado desesperados por venir, hasta que mi compa Eulalio nos trajo. Dijo el doctor que te podemos llevar con ayuda hasta que camines bien. -Ya camino mamá, tengo buenas mis piernas, como si nunca me hubiera pasado nada. Todo se lo debo a doña Teresa, la enfermera que tiene turno en la noche.

-Pues antes de irte vamos a buscarla, yo también quiero darle las gracias. Media hora más tarde Dimas estaba listo para salir del hospital San Felipe, dos enfermeras y un doctor fueron a despedirlo al portón principal, lo miraron inquieto y uno de los médicos le preguntó:
¿Sucede algo Dimas?

El muchacho, con un dejo de tristeza, respondió: Anduve por todo el hospital buscando a la enfermera que me asistía en la noche y nadie me da razón de ella.

¿Cómo se llama?, le dijo el médico, posiblemente nosotros te podemos informar de su paradero. Dimas, rascándose la cabeza, respondió: Es doña Teresa, una señora blanquita, canosa, la que tiene un lunar en el cachete.
Los médicos y las enfermeras se miraron unos a otros y finalmente una de las enfermeras habló: Ah, sí, doña Tere. Saludos te dejó Dimas, ella se fue muy de mañanita para su casa, dijo que te deseaba un feliz viaje. El rostro del muchacho cambió y abrazando a su madre y a sus hermanos abandonó el hospital.

Médicos y enfermeras no podían creerlo, una de las enfermeras se puso a llorar: Esto es increíble… fue ella, mi tía Teresa, que dejó su vida en este hospital. Después de los cinco años de fallecida sigue velando por los pacientes.

(Tomado del Diario La Prensa, San pedro Sula, Honduras, CA.)



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