CUENTOS Y LEYENDAS

La Endemoniada

Cuando el sol comenzaba a ocultarse el viejo acompañó a Don Ernestina y a su hijo a la ciudad del adelantado

Honduras 02.02.2009
Jorge Montenegro

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Corría el año de 1968 cuando en la ciudad de San Pedro Sula ocurrió un caso que hizo sufrir a una familia honorable. Fidel había llevado a su esposa desde la zona Sur hasta San Pedro Sula con el propósito de presentarla a su familia, especialmente a su madre doña Ernestina. Lo que nadie sabía es que Fidel era infiel con su esposa, no sólo con una mujer sino con otras de la ciudad de Choluteca y, para evitar una separación decidió ponerle fin a aquella situación pecaminosa regresando a la zona norte donde él había nacido. Lucinda fue bien recibida por aquella honorable familia y pronto se ganó el respeto y cariño de todos; sin embargo, por las noches sufría de terribles pesadillas que alarmaron a la familia entera.

Los gritos desesperados de Lucinda eran aterradores, Fidel pedía la ayuda de sus hermanos para sostenerla ante a aquellos ataques de pánico y pocas eran las fuerzas de seis hombres para poder tranquilizarla, tenía como se dice popularmente la fuerza increíble de un demente. Doña Ernestina no se sorprendió de lo que estaba sucediendo con su nuera, había visto otros casos parecidos en San Pedro Sula y sabía a quién acudir.

Llamó a su hijo para explicarle que su esposa estaba poseída por un demonio y que le dijera qué había sucedido en Choluteca, Fidel sorprendido explicó a su madre sus infidelidades y la persecución de que fue objeto por parte de una de esas mujeres que vivía en un lugar llamado "Los Colorados" la amante terminó por amenazarlo diciéndole que ni él ni su esposa vivirían en paz y que Lucinda moriría de pánico. "Tenemos que viajar a Naco, dijo doña Ernestina, ahí hay un hombre que la puede curar". Al siguiente día madre e hijo viajaron a la comunidad de Naco, fuera de ahí y en una montaña vivía un hombre de avanzada edad que era visitado por personas de diferentes partes del país y de Centroamérica, asegurando que Anastasio Somoza ex-gobernante de Nicaragua había ido a consultarlo.

"No se ha engañado Ernestina dijo el anciano, ella está endemoniada, no solo tiene uno, sino que una legión entera. Esta misma noche tendré que estar con esa muchacha en su casa, pero eso sí, solo ustedes dos, la muchacha y yo estaremos en uno de los cuartos de su casa, va a tener que esperar que caiga la tarde, de momento atenderé a unos clientes".

Cuando el sol comenzaba a ocultarse el viejo acompañó a Don Ernestina y a su hijo a la ciudad del adelantado, llevaba en una alforja las cosas necesarias para practicar una especie de exorcismo.

El sol se había ocultado, las primeras estrellas aparecieron en el firmamento cuando aquellas personas llegaron a la ciudad.

En ese tiempo el alumbrado público era deficiente en el barrio El Benque donde tenía su residencia la buena señora. Lucinda había adelgazado de manera sorprendente, estaba sentada en una silla mecedora con la mirada fija en la pared, como si tratara de encontrar sus revueltos pensamientos, el viejo la vio habló con ella y no obtuvo ninguna respuesta.

Fidel agarró a su esposa levantándola de la silla, la llevó a uno de los cuartos seguido por el anciano y doña Ernestina, cierren las puertas ordenó el curandero y usted amigo, encienda estas cuatro candelas colocando una en cada esquina de esta habitación, usted Ernestina colóquese a la par de su nuera y ponga sus manos sobre la cabeza de ella, oigan lo que oigan no vayan a hablar, no sientan miedo y recen, recen con toda su alma para liberar a esta inocente mujer de ese fuerte hechizo.

Lo primero que hizo el anciano fue regar agua bendita formando una cruz delante de la muchacha quien permanecía con sus ojos fijos en la pared, estás equivocado viejo, dijo una voz tenebrosa que salió de la boca de Lucinda, no voy a abandonar este cuerpo, ni yo, ni todos los que estamos en él, acto seguido la muchacha miró con odio al viejo y lo escupió; sin embargo, no podía levantarse de la silla, la cruz de agua bendita se lo impedía.

"En el nombre de Jesucristo ordeno que todos los demonios que se encuentran en el cuerpo de esta mujer que se vayan para siempre". "No nos vamos, dijo la voz, no nos vamos, ja, ja, ja, ja... Doña Ernestina sintió que se desmayaba, Fidel temblaba de pies a cabeza y sentía que una fuerza sobrenatural le impedía moverse.

De pronto el cuerpo de Lucinda se estremeció y comenzó a elevarse del suelo, doña Ernestina no pudo sostener más su cabeza y cayó al suelo aparatosamente, risas macabras y voces preñada de insultos comenzaron a salir de las paredes, el viejo sacó de la alforja unas ramas de ruda y un polvo blanco, impregnó las ramas de aquel polvo y comenzó a golpear al cuerpo de Lucinda, que se encontraba suspendido hasta que cayó al suelo retorciéndose de dolor, nuevamente se dejó escuchar la voz del curandero.

Hoy si malditos, abandonen este cuerpo y regresen a quien los envió en el nombre de Cristo Jesús, las voces de ultratumba dijeron al unísono "Vámonos... regresemos...".

Un fuerte olor a azufre saturó el ambiente y un remezón de las paredes de la casa descolgó algunos cuadros y quebró parte de la vajilla en la cocina, luego todo quedó en paz, los innombrables habían abandonado el cuerpo y mente de Lucinda, Fidel recuperó su matrimonio y se enteró un mes después que una bandada de murciélagos atacó a la mujer que le había hecho la brujería a Lucinda, inclemente se la llevaron volando y la arrojaron al río Choluteca con el rostro desfigurado.

Doña Ernestina al darse cuenta de lo sucedido manifestó que Dios se apiade de ella... yo sabía que los demonios le cobrarían, ellos jamás hacen favores sin pasar su factura.

(Tomado del Diario La Prensa, San pedro Sula, Honduras, CA.)



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