CUENTOS Y LEYENDAS

El Viejo Enamaorado

Don José era un tipo divertido, le daba consejos disparatados a los jóvenes que lo rodeaban en la calle para escucharlo...

Honduras 17.10.2008
Jorge Montenegro

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Se cuenta que hace muchos años vivió en la comunidad de Pimienta, Cortés, un señor llamado José que tenía fama de tunante, decían que si ante él pasaba una escoba vestida... también la enamoraba.

-Adiós mamacita linda, aquí está el que te va a convertir en una reina.

-No friegue usted viejo pícaro, compóngase y mírese en un espejo.

-Y para que me voy a ver en un espejo si sé que soy tripería ¡jejejejejejeje! Así se le pasaba Don José enamorando a todas las mujeres que encontraba, no se le escapaban ni las viejitas:

- Adiós doña Rosita… todavía está buena, hay vea si salimos un día de éstos.

- Por lo menos deberías respetar las canas, ¡viejo chancho! - Y qué culpa tengo yo de que me gusten hasta las viejas ¡jejejejejejejeje!

En primera, don José era un tipo divertido, le daba consejos disparatados a los jóvenes que lo rodeaban en la calle para escucharlo:

- Ustedes son sapos si andan mandando cartas de amor, eso ya no se usa, hay que tener verbo, a las mujeres les encanta que uno les diga cosas. A vos te vi el otro día hasta se te salía la baba mirando a la hija de don Toño, el de la pulpe, nunca le dijiste nada y pusiste cara de tonto que para qué te cuento, que te costaba decirle: ¡Ay! Mirnita, mi corazón por vos palpita, te quedaste callado y eso es lo que un hombre jamás debe de hacer, quedarse con el pico callado, a la mujer hay que tratarla con palabras de amor ¡jejejejejejeje!

De repente en Pimienta todos se dieron cuenta que José tuvo un cambio en su vida, no era el mismo, casi no salía de su casa, las muchachas pasaban frente a él para provocarlo esperando que les dijera algo, el guardaba silencio. Ante la actitud del viejo, un día llegó a visitarlo un joven llamado Amado Díaz, vecino de Villanueva:

- ¿Qué le pasa don José que ya no es el mismo de antes? según me han contado.

Poco sale a la calle, no le dice nada a las muchachas, no es aquél que nos alegra a todos, ¿qué le sucede, está enfermo? El viejo se meció los cabellos con sus dos manos, invitó al joven que se sentara mientras le servía una taza de té de zacate de limón y le dijo:

- Siéntate que ya te voy a contar lo que me pasó.- El muchacho se acomodó en una banca de madera y

mientras saboreaba el té escuchó al viejo amigo:

- ¿Te acordás de Teresa verdad, la hija de doña Juana?... sí... vos la conoces. Fíjate que me enamoré de esa condenada sabiendo que tenía hombre, no sé cómo pasó pero la tal Teresa me atencionó y eso me volvió loco, nunca me imaginé que ella se iba a fijar en mí, en un viejo.

¿Y qué pasó con la Teresa?

El viejo se tomó un poco de té y recostándose en una silla mecedora siguió hablando con su viejo amigo Amado a quien tenía intrigado con su conversación.

-Ve Amado... vos me conoces bien, no he sido un apocado con las mujeres, he tenido fama de conquistador pero eso se acabó, resulta que Teresa se acostó conmigo una vez y me dijo que podríamos vernos a escondidas, pasaron dos semanas sin verla, realmente me desesperé Amado, estaba desesperado, vos sabes cuando a uno se le clava una mujer en la cabeza es muy difícil quitarse ese clavo, la busqué muchas veces un día anduve allí por tu casa en Villanueva, me dijeron que por allá andaba y no la encontré, eso aumento mi desesperación, imagínate... este viejo enamorado de una mujer ajena.

Amado estaba intrigado, no podía creer que aquel viejo enamorado, el más enamorado de Pimienta hubiera sucumbido ante los encantos de una mujer comprometida, le parecía extraño el comportamiento de su amigo que no terminaba de contarle la historia de aquellos amores prohibidos.

¿Y qué pasó José? ¿volvió a ver a Teresa o hasta el momento sigue sin verla?

- Ahí comenzó el problema Amado... Cuando casi cumplía un mes de no verla, ni de saber nada ella, pensé que quizás se había ido para San Pedro Sula donde una hermana, pero no, me mando un papel con un cipote diciéndome que quería verme antes de llegar al puente cerca del cementerio ya te imaginas cómo me puse de alegre con aquel papel, al fin iba a ver a la mujer que amaba aunque estuviera comprometida.

- ¿Y no le dio miedo de que alguien la siguiera y los encontraran juntos, José? - No Amado, cuando el hombre se enamora no mide los riesgos... tal como decía el papel fui a buscarla a la hora indicada.

- ¿A qué horas José?

- A las ocho de la noche, vos sabes que por ese lugar no pasa gente a esa hora, pero para no hacerte largo el cuento, me fui a buscarla. Había luna llena que alumbraba todo como un gran foco... Allí estaba ella, antes de llegar al puente pude ver sus cabellos y la forma inconfundible de su cuerpo, me aproximé y ella comenzó a caminar despacio, la llamé por su nombre… Teresa, Teresa… No me volteó a ver y siguió caminando hacia el río.

- ¿Por qué hizo eso? ¿Por qué no lo esperaba? - Como te decía, el hombre enamorado no mide las consecuencias, seguí detrás de Teresa hablándole, me coloque detrás de ella y tomándola de los hombros le dije... Teresa no me hagas esto ¿por qué huyes de mí? Entonces se dio la vuelta despacio y vi su cara... horrible... no tenía ojos, era una calavera, cuando salí corriendo horrorizado lanzó una carcajada y alcancé a oír aquella voz de ultratumba que gritaba: “cobarde... mujeriego... aquí está el amor de tu vida”.

Fue algo espantoso, desde entonces Amado quedó curado de andar molestando mujeres y mucho menos a las comprometidas... tengo miedo que ese espectro aparezca de nuevo en mi camino, creo que era... ¡la sucia!

(Tomado del Diario La Prensa, San pedro Sula, Honduras, CA.)



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