CUENTOS, TRADICIONES Y LEYENDAS

EL PALO ENCEBADO

Por: Hector A. Castillo

En muchos pueblos de Latinoamérica, existe la costumbre tradicional de incorporar en sus programas festivos, lo que se conoce en esos países como Palo Encebado.

En mi pueblo natal, por lo menos, el Palo Encebado consiste en el tronco de un árbol alto y recto, sin nudos y asperezas. El objeto de escoger un árbol con semejantes características, es, simplemente, para que talado y despojado de su corteza, sea este embadurnarlo completamente de sebo de res y después de eregirlo firmemente en la tierra, se presente como un reto a los muchachos de la vecindad, para que traten de subir hasta su cúspide, para remover una banderita que anticipadamente se coloca allí, y que representa el codiciado premio, que por lo general es una considerable suma de dinero, que se cobra en la tesoreria del patronato de la feria.

Naturalmente, que el palo totalmente cubierto de sebo semiderretido por el calor del sol tropical, convierte la superficie del palo en una costra resbalosa que hace al palo prácticamente imposible de ser subido por ningún ser humano, y mucho menos por un grupo de muchachos inexpertos y ansiosos de ganarse el premio que la pequeña bandera representa.

Por demás está decir que es un espectáculo divertidicimo, el observar a los muchachos en lo que parece ser inútil intento, de querer subirse a un palo que ha sido puesto allí, con la expresa idea de hacer imposible su escalamiento. Usan toda clase de artimañas para poder treparse y llegar a la cúspide del palo. Se embadurnan el cuerpo de arena con ceniza. Se suben en el hombro de sus compañeros para formar una escalera humana; tratan con esfuerzos individuales y en fin, una serie de intentos al cual más audaz y más ridículo. El intento para obtener la codiciada banderita, se convierte en un maremagnum de esfuerzos de variadas y múltiples maniobras que al fin y después de tanto batallar, llegan a ser coronadas con el triunfo por alguien o alguno de los participantes que han puesto más tesón en sus esfuerzos, o que, simplemente, han sabido hacer mejor uso de su inteligencia y astucia.

En la competencia del juego del Palo Encebado, además de la destreza y agilidad de sus participantes, se toma en cuenta otro elemento de primordial importancia: ganarse la banderita solo o... ganarsela acompañado de la asistencia de otros, en cuyo caso hay que, necesariamente, compartir el premio con todos los que contribuyeron. No obstante, sea como fuere, al que le toca remover la banderita de la cúspide del palo, es el verdadero héroe de la ocasión. Los demás han sido pasivos e inocuos espectadores, para quienes sus únicas funciones han sido divertirse y disfrutar del espectáculo del Palo Encebado.

Con lo que está ocurriendo actualmente en el caso de los Estados Unidos y el país de Irak, lo que para muchos es injusto y que para otros no lo es, se puede establecer una analogía entre el Palo Ensebado de marras, y lo que para unos parece ser el abomina- ble monstruo de instinto rapaz y belicoso del tío Sam.

La historia nos demuestra que los norteamericanos fueron los que se las ingeniaron para treparse al palo encebado y se ganaron la banderita; así, pues, que con razón y justicia se supieron convertir en los héroes de la multitud de espectadores de este continente y... del mundo entero. Los gringos tuvieron sus problemas para alcanzar la cúspide donde estaba la banderita. Ellos también tuvieron disturbios políticos, y tropiezos, sin embargo, a diferencia de nosotros, supieron tener suficientes sesos para reponerse y solucionar sus diferencias como, por ejemplo, la devastadora guerra que tuvo su origen en la emancipación de los esclavos; pero la hazaña más importante y crucial de todas, fue la unión de sus estados lo que, indiscutiblemente, contribuyó, a convertirlos en la potencia mundial, con trazas de invencible, que son hoy. En otras palabras: los gringos se convirtieron en directores, diseñadores y administradores de los países "desvalidos" del mundo. Se convirtieron en nuestro "hermano" mayor y nos jetean y nos controlan como a ellos les da la gana, simple y sencillamente, porque ellos nos mantienen y nos ponen comida en nuestros piquitos cada vez que mostra- mos síntomas de estarnos muriendo de hambre, lo que resulta ser muy a menudo.

Mientras tanto... ¿que hicimos nosotros, los espectadores latinoamericanos? Preferimos continuar en la luna de Valencia soñando en nuestras hamacas tomando ron y café y seduciendo nuestras mujeres; aunque parezca increíble, esa era y aún es, la más importante tarea de la gran mayoría de los varones en nuestros paisitos menesterosos. En Centro América, y después de haber comenzado a tratar a raíz de 1821, todavía no hemos podido realizar lo que ya adquirió visos de imposible: la integración de nuestras parcelitas, para hacer de estas una sola nación fuerte y poderosa. Cosa que lograda podria ser muy bien el principio del fin de nuestro triste estado de ociosos espectadores y nos podría colocar en el curso de los héroes y, más que nada, sería nuestro portón para salir de la égida del Tio y poder autoabastecernos y hasta podriamos pararnos en frente del barbón ese y decirle "NO, no queremos guerra" y nos tendria que escuchar. Ante nuestros negligentes ojos de espectadores desidiosos, dejamos a los anglosajones subirse al palo encebado y remover la banderita. Ahora muchos de nosotros estamos llorando nuestro infortunio y quejandonos de lo grosero e insensitivos que son los gringos.

Y lo que es peor, muchos de nosotros insistimos en echarle la culpa de nuestra automanufacturada desgracia, a los que haciendo uso de su imaginación y pericia, se ga- naron la banderita en el juego del palo encebado del mundo entero. Estando en el pináculo del palo encebado, con la banderita del triunfo en la mano, los norteamericanos, naturalmente, han estado expuestos a los ojos de todos los ociosos espectado- res. Ahora que en su apogeo como líderes del mundo, se adjudican el derecho que les ha otorgado la complacencia e indiferencia de todos los países "hermanos" , de hacer y disponer en favor de lo que a sus gobernantes, con razón o sin ella, se les antoja, están gritando y pataleando.

Y lo que es peor de todo es que nuestro rol de espectadores no se limitó solo a eso sino que, impelidos por la ambición y la codicia, nos prestamos a convertirnos en sus ins- trumentos incondicionales, cuando y cuantas veces los norteamericanos lo han requerido, para por medio de nosotros mismos, someter a su capricho y agregarlo al trofeo que se ganaron, a nuestros pobres miserables paísitos. Manteniendo su hegemonía con mano de hierro cuando ha sido necesario, se han puesto a la cabeza decididos a que nadie los despoje del primer lugar. ¿Puede alguien con justa razón culpar a los norteamericanos?

Los espectadores, divididos en dos bandos - los que están afuera y adentro de su territorio, y la gran mayoría residiendo afuera de sus fronteras, tienen, obviamente, dos perspectivas diferentes del resultado de la competencia. Unos están del lado de los victoriosos y otros del otro lado opuestos a ellos. Unos ven lo que es para los héroes de nuestra analogía, la actitud de salvaguardar sus derechos, los mismos que fueron a defender a Europa durante la segunda guerra mundial, como una alevosa agresión a Irak y los otros, naturalmente, como una acción justa y apropiada de acuerdo a los fundamentales principios democráticos en que su país se ha fundado.

Cuando emigré a los Estados Unidos, una de las cosas que decidí fue dejar atrás a los espectadores y unirme a los que se subieron al Palo Encebado y lograron obtener la banderita. Me uní a los héroes. Me subí a mi propio palo y obtuve mi propia banderita, y ahora vivo y procedo de acuerdo a los intereses y conveniencia de esa banderita, que obtuve en mi propio Palo Encebado.

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