La chancha de San Sebastián

Carlos Bustillo Ortega.
Comayagua, febrero de 1971

Entre las varias iglesias que hay en la ciudad, hay una llamada “San Sebastián”. Este lugar es muy histórico, pues allí acampó con sus huestes guatemaltecos e hizo su cuartel general, el tristemente célebre coronel Justo Milla, cuando puso sitio a esta ciudad. Encuéntrase aquí también las cenizas del gran soldado hondureño, el caballero sin tacha y sin miedo, general Trinidad Cabañas. También es testigo mudo de este lugar, de muchas refriegas de nuestras infecundas revueltas intestinas. Al occidente de esta iglesia, está una ceiba milenaria, que a juzgar por los mausoleos que se encuentran bajo este árbol, fue cementerio en algún tiempo muy lejano. También este lugar es testigo mudo de muchos acontecimientos célebres y triste de nuestra patria. Bueno, dejemos este poquito de historia y vamos con la chancha de la quebradita de San Sebastián.

En este lugar de la iglesia de San Sebastián, se celebraba y se celebra hasta la vez, aunque con menos pompa, una feria desde el primero de febrero hasta el once del mismo. Hacían los típicos chinamitos con hojas de huerta. En dichos chinamitos, vendían dulces y hacían comidas pues había la costumbre de ir ha almorzar o cenar, con sus familias o enamorados. Había un chinamo especial para los juegos de azar. Habían también bebidas alcohólicas. Por la noche vendían ponches y otras golosinas.

Los días cinco y seis, eran tradicionales diablitos, lo que hacía con la gente concurriera con más afluencia esos días.

Los enamorados tenían que llevar dos o tres hermanas o amigas de su novia a cenar a los chinamitos, pues en aquél tiempo no había tanto libertinaje, forzosamente tenían que ir acompañadas. Esto lo hacían los que estaban en pinganitos, es decir, los que gozaban de alguna solvencia económica pues era un lujo ir a cenar a los chinamitos con tres o cuatro personas, pues todo era el doble de caro. Los quemados se veían en aprietos, unos tenían la astucia de enojarse con la enamorada días antes de la feria, así ella no podía hacerle ningún cargo.
Cuando la feria terminaba, entonces hacían lo posible por hacer las paces.

Los días de San Blas, jueves y domingo, había concierto con la banda, había gran concurrencia de gente a los conciertos.

En aquel tiempo, la iglesia de San Sebastián quedaba como a un kilómetro fuera de la ciudad, ahora ya está adentro. Para ir allá, había que pasar por un monte alto, mancaballales y pitahayas, solamente era el camino que conducía a la iglesia. También había que pasar por una quebrada la cual quedaba como dos cuadras fuera de la ciudad, hoy queda en medio; a esta quebrada le llaman “La Quebradita de San Sebastián”, y se han formado con las aguas pluviales y corre solamente en el invierno y cuando llueve mucho.

Propiamente en medio de las casas de don Justo Yánez y don Carlos Peña había un paso llamado “El paso de la Cruz Ñeca”, forzosamente había que pasar por ese lugar pues no había otro más cerca. Aquí solía salir una chancha en ese tiempo de feria, estropeando el que iba sólo y bolo. Cerca de ese lugar vivía una señora llamada Gertrudiz Fúnez por mal nombre le decía “Gertrudis la tuerta”. Esta señora era más vieja que joven, alta y delgada, un poco jorobada, pelo lacio y entrecano, de vientre pronunciado, la cara era larga y enjuta, de ojos saltones y tenía una nube en uno de ellos, por lo que le decían “la tuerta”, nariz y barba corvas, tenía un bocio bastante pronunciado, güegüecha como se dice vulgarmente, tenía un colmillo salido en la mandíbula superior, cuando masticaba, daba la impresión que pegaba la nariz con la barba; por la falta de dientes en fin, tenía todas las características de una bruja.

Cuando el río suena, piedras lleva, reza un refrán. La gente principiaba a sospechar y haciendo los siguientes cometarios: “Comadre, andan los decirles que Gertrudis la tuerta es la que se hace chancha y sale en la quebradita de San Sebastián”. La receptora del chisme usualmente respondía: “Si comadre, esa vieja tiene un aspecto muy feo, a lo mejor es cierto”.

Una viejita de esas que están haciendo horas extras en la vida, pero que todo lo saben, era muy allegada a la casa de Gertrudis a lo mejor eran familia, pues tenían el mismo apellido, se llamaba Concepción Fúnez. Cuando llegó una vez de tantas, le dijo “Gertrudis, se rumora que esa chancha que sale en la quebradita de San Sebastián, eres tú, si es cierto deja eso hija, porque es un gran pecado hacer brujerías, además, te puede pasar algo”. A lo que ella le contestó: ¡Ah ña Chon...! ¿usted cree en esas cosas? Es que no me quieren y no hayan que mal hacerme”.

El día de San Blas, hubo concierto por la noche. Cuando este terminó, los músicos se vinieron para la ciudad, quedándose uno de ello bolo, llamado Mónico Torres, originario de la Villa de San Antonio. Los compañeros hicieron todo lo posible por traerlo, pero fue imposible, no pudieron. Como a las doce de la noche, se vino para la ciudad, cuando iba pasando por la quebrada y por el paso de la Cruz ñeca, le salió la chancha estropeándolo todo, y para el colmo, Mónico andaba vestido de blanco. El domingo por la noche hubo concierto otra vez, volvió Mónico, pero ya preparado con una daga de crucero. Cuando terminaron el concierto, se vinieron todos los músicos dejando a Mónico nuevamente, que se hizo el bolo para que lo dejaran solo, pues ya llevaban la intención de vengarse de la chancha.

Los compañeros lo dejaron al fin y venían haciendo los siguientes comentarios: “Mónico no tenia que le vuelva a salir la chancha” decía uno, “Mónico se la lleva de macho” decía otro, “uno bolo es bruto” comentaba un tercero. Cuando eran como las doce, se vino Mónico, cuando pasó por el paso de la Cruz ñeca, sale la chancha. Entonces Mónico saca la espada de crucero y le dijo: “Ahora sí, las va a pagar chancha maldita, hija de...” María Morales y le dio un gran punzón. Cuando el animal se sintió herido, salió corriendo y Mónico le decía: “Párate vieja bruja, ya se quien sos”, pues Mónico ya sabía el proceder de aquella vieja bruja, que no era nada bueno.

Otro día amaneció la noticia que Gertrudis la tuerta está grave de muerte. “Dicen que Gertrudiz la tuerta esta grave de muerte” decía una, “yo la vi ayer que venía de comprar chicharrones” decía la otra, “yo la vi en el mercado vendiendo atole” comentaba otra.
Gertrudis tenía una amiga muy allegada llamada Juana. En ese momento llegó y le dijo: “¡Jesús Gertrudiz! ¿Qué es esa sangre veo en el patio?” La vieja tuerta contestó: “Vieras lo que me pasó anoche, resulta que salí al patio y me caí sobre una estaca y mira.” “¡Jesús Gertrudiz!” le dijo Juana “eso parece puñalada”. “Si Juana, siento la muerte” contesto la herida. “Vayan a traer al padre para que la confiesen” exclamo Juana, a lo que Gertrudis contestó alzando un tanto la voz: “¡Por favor Juana! No traigas ese padre, porque lo voy a echar a la ... déjame morir así”.

En ese momento llegó ña Chon. Cuando Gertrudis le explicó todo, le dijo ña Chon: “A lo mejor es castigo por aquello que te dije”. “Ya viene ña Chon con sus cosas, déjame en paz” le contestó Gertrudis un tanto enojada. Le cayo gangrena a Gertrudis y murió. La chancha no volvió a aparecer. Este homicidio quedó en el misterio y por ende impone, como quedan horrendos crímenes.

Si algún nombre de los protagonistas de este relato es idéntico al de alguna persona que aún vive, que no se de por aludida, pues es una coincidencia y no mala intención.