CUENTOS HONDUREÑOS

NAVIDAD

(cuento infantil) Para los nietos

Por: Enrique O. Samayoa M.

Los animales de una pequeña finca discutían que cuál de ellos sería el más tomado en cuenta por sus dueños, sobre todo a quién de ellos querían más los niños. El gato dijo que creía que era él, porque siempre que se acercaba a ellos ronroneándoles, todos lo acariciaban. El perro creía que era él por ser el que jugaba más con los niños y era el preferido. El perico pensaba que también era él, porque le permitían subirse al hombro de sus amos y hacerles cosquilla en las orejas. De esta y otra manera participaron el gallo, la gallina, los conejos, etc.

Una mula y un buey que estaban en el corral, oían atentamente y se secreteaban haciendo historia de que ellos habían sido los predilectos por haber calentado al Hijo de José y María cuando hubo la primer Navidad, por lo que el burro dijo que él había sido seleccionado para llevarlo triunfante a Jerusalén. De esta manera todos se quedaron callados pensando que por algo Dios los habían seleccionado para estar más cerca de los niños, pero que todos eran iguales hasta los más humildes, como las ovejas que estaban muy calladas, aunque ellas también habían estado atestiguando la primer Navidad.

De pronto la plática se vio interrumpida porque los niños de la casa salieron a jugar, era una noche muy hermosa, iluminada por muchas estrellas y deteniendo sus carreras y brincos uno de ellos dijo «Yo veo una estrella muy linda y grande», otro niño dijo: «no es una estrella porque tiene una luz fija y según he oído a mi padre es un planeta que se llama Venus». Todos comentaban, cuando de repente apareció un vecinito hijo del ordeñador de la finca, muy humilde, que les preguntó si podía jugar con ellos y todos lo aceptaron.

Los niños dijeron que ellos también creían que habían otras estrellas que aparecían sólo en ciertas épocas, como la que sus padres les decían, que era la que apareció en la primer Navidad y que el Niño Dios la usaba para visitarlos y traerles presentes, si se portaban bien.

El niño del ordeñador se quedó pensativo y les dijo que él creía portarse bien y que posiblemente el Niño Dios no lo quería porque a él no le traía presentes y que quien le hacía juguetes de madera era su papá.

Los animales amigos de los niños tanto los que estaban dentro de la casa como los del corral, con su finísimo y sobrenatural oído lograron escuchar la plática de sus amigos y decidieron presentarle a su Diosito lo que habían oído.

Como ya eran los días cercanos a que se celebrara la Navidad se les apareció un pequeño pastorcito que les dijo era enviado del Señor, para decirles que todos los animales eran criaturas de El, por lo que nadie debía considerarse más que otros y que tanto niños como animales eran queridos por Dios y que eso se lo deberían decir a sus amigos.

El perro preguntó que cómo podrían comunicarle a sus amigos los niños, lo que se les encargaba, ya que ellos no hablaban. El pastorcito les dijo que a través de los sueños ellos platicarían con sus amigos y que tres días antes de la Navidad iban a sentir sueño tempranamente; que entonces se encontrarían en un gran jardín, animales y niños, incluyendo al hijo del ordeñador, para que planificaran cómo celebrar ese hermoso día.

Así sucedió, el 21 de diciembre todos estaban tempranamente con sueño y se acostaron y soñaron lo mismo; entre ellos estaba el pastorcito, rodeado de muchas ovejas, sentado en una roca rodeada de flores, los niños sentados a su alrededor y los animalitos acompañándoles.

¿Cómo vamos a celebrar la Navidad? Preguntaron los niños. El hijo del ordeñador se paró y les recordó que en el patio de la casa estaba un pequeño pino el que podrían adornar con frutas, como naranjas, mínimos (bananos), mandarinas, ciruelas, granadillas, limas, limones y muchas frutas más. El partorcito agregó que él las haría brillar con polvo de estrellas y que en el pie del árbol pusieran imágenes que recordaran cómo había venido el Niño Dios. Los niños aplaudieron, el gato maulló, el perro ladró, la vaca mugió, el burro rebuznó, la mula relinchó, las ovejas balaron y todos muy alegres preguntaron: <

¿Y LOS REGALOS?

Bueeeeno, dijo el pastorcito rascándose la cabeza, veremos cómo les ayudamos a sus padres para que les consigan los regalos, pero todos tendrán regalos, así que hagan su lista, no la escriban, sólo piensen y yo me encargaré de que no se olvide nada.

Al día siguiente todos se despertaron muy contentos y no dijeron nada a sus padres, de inmediato fueron a conseguir las frutas y trabajaron mucho colocándolas con todo cuidado, así que el 24 el árbol estaba muy bien arreglado y al pie de él estaban las figuras que representaban el pesebre con todos los animales, por lo que las ovejas, la mula y el buey estaban muy orgullosos de estar allí representados.

PERO EL ARBOL NO BRILLABA.

Los niños por la noche llamaron a sus padres para que vieran su obra y les dijeron que el árbol y sus frutas brillarían, los padres incluyendo al ordeñador se quedaron viendo entre sí creyendo que sus niños estaban soñando y preguntaron ¿que cuándo brillaría el árbol? Todos en coro dijeron:

«NO SABEMOS, PERO BRILLARA».

Al llegar la medianoche los padres llamaron a sus hijos porque ya se aproximaba el momento por todos esperado, pero el hijo del ordeñador dijo «Yo creo ver un cometa». Todos corrieron afuera y lo maravilloso fue que de la cola del cometa bajaba el polvo de estrellas, entonces el árbol y todas las frutas se iluminaron y bajo de él aparecieron muchos regalos cada cual con el nombre de cada niño y apareció un gran letrero que decía.

«FELIZ NAVIDAD».

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