JOSE TRINIDAD CABAÑAS FIALLOS

APUNTES BIOGRAFICOS SOBRE JOSE TRINIDAD CABAÑAS

Por: Lic. Miguel Cálix Suazo
mcalixs@yahoo.com
Presidente del Instituto Morazánico
(Coordinador Comisión Nacional Organizadora del Bicentenario del Nacimiento de Cabañas)

“Cabañas en ese tiempo tenía cincuenta y dos años , pero las zozobras y penalidades de vida militar habían arrugado sus facciones. Sus compatriotas siempre han tenido una inconmovible confianza en su gestión política, a la que aun los peores enemigos de su política liberal, nada le pueden tachar ya que se inspira en los más sanos propósitos. Cuando le agradecí sus gentiles expresiones de bienvenida tan “antiespañolas” en su evidente sinceridad, sentí que cuando menos estaba frente a un hombre cuya carrera política no había sido manchada por una sola crueldad o rebajada por un solo acto traicionero o indigno. Durante la conversación, tuve la oportunidad de verificar los varios informes que sobre su aspecto personal se me habían dado. Su estatura, más bien diminuta, estaba compensada por su esbeltez extraordinaria, y en la plática sus ademanes armonizaban con el juego inteligente de su fisonomía. Es, en verdad, un noble ejemplo de varón, pletórico de tranquila dignidad. Sus ojos son dulces, obscuros e inteligentes. Sus cabellos, otrora color castaño, son ahora blancos y largos, mientras su barba, patriarcal por su longitud y color níveo (la que de acuerdo con su promesa solemne, no se ha cortado desde la muerte del General Morazán) imparte un interés adicional a la expresión triste de su rostro. Cabañas está cubierto de heridas, que recibió en innumerosos combates, muchos de ellos perdidos en la historia del pequeño teatro de guerra donde ocurrieron, pero casi increíbles por su fiereza salvaje y por la profusión de la sangre derramada”.

WILLIAM V. WELLS: EXPLORACIONES Y AVENTURAS EN HONDURAS. OBRA PUBLICADA EN NEW YORK EN IDIOMA INGLÉS EN 1857. EDICIÓN EN CASTELLANO DEL BANCO CENTRAL DE HONDURAS. TALLERES TIPOGRÁFICOS DEL BANCO CENTRAL DE HONDURAS, TEGUCIGALPA D.C.

“Cabañas no sólo es el Bayardo de Honduras, el Caballero sin miedo y sin tacha, sino también, el Cid Campeador de Centro América, que combatiera constantemente por la Federación y por la Patria. La vida de Cabañas es el poema humano de la Libertad, que está esperando un Romancero popular. La empresa federal: Dios, Unión, Libertad, fue siempre su divisa. Cabañas que gobernó en Honduras, tendrá siempre el suave resplandor de la luna. No es posible hablar del Gran Capitán centroamericano (Francisco Morazán) que nació en Tegucigalpa, sin recordar al ilustre soldado hondureño que muriera en Comayagua. Estos héroes inseparables, que cubiertos con el tricornio republicano, con la banda del Magistrado al pecho, y montados sobre el corcel de Batalla, señalan juntos con la espada el horizonte, son hechos ciertamente para el cantar de gesta y la epopeya. Son comparados los dos, por su valor y sus virtudes, a los varones de Plutarco, que engrandecieron a Esparta, a Atenas y a Roma”.

CLETO GONZALEZ VIQUEZ (DOS VECES PRESIDENTE DE COSTA RICA): “MORAZÁN Y CABAÑAS”. REVISTA DE LA BIBLIOTECA Y ARCHIVO NACIONALES. TOMO XXI. TIPOGRAFÍA NACIONAL, TEGUCIGALPA, D. C., 1942.

El más honrado hombre que ha producido Centroamérica, José Trinidad Francisco Cabañas, vino al mundo el día 9 de junio de 1805, trece años después de que naciera Francisco Morazán Quesada, con quien compartió las mismas ideas revolucionarias para constituir y defender la República Federal de Centroamérica. Su fe de bautismo, emitida el mismo día de su nacimiento, contenida en el folio 98 del Registro Eclesiástico de la Iglesia Parroquial de San Miguel de Tegucigalpa, lo registra como español y establece que recibió las aguas bautismales de parte del padre Juan Francisco Márquez, siendo hijo legítimo de don José María Cabañas y de doña Juana María Fiallos. Actuó como su madrina doña Juana Rivera.

El padre de José Trinidad era un comerciante “criollo”, descendiente de peninsulares asentados en Honduras desde hacía muchos años y se dedicaba al comercio de ganado mayor, tanto en Honduras como en las provincias de San Miguel y San Salvador y también en la Capital del reino, Guatemala. Era un hombre culto, no obstante que en Tegucigalpa no había escuelas ni colegios, ni había podido desplazarse a Comayagua, la Capital, en vías de estudio. No sólo se dedicaba a administrar los bienes de don José María Zelaya, cabeza de una de las principales familias españolas, sino de las haciendas de Río Hondo y de San Paulino en su calidad de albacea de la testamentaria de don Juan Bautista Rivera, vecino de Tegucigalpa, cuyas haciendas estaban en el Valle de Comayagua. Siempre se caracterizó por rendir cuentas cabales a sus representados de todos sus viajes de compra-venta de ganado. Honradez y pundonor que heredó a sus hijos José Trinidad, Urbano y Gregorio.

Doña Juana María Fiallos era también “criolla” educada en el mismo ambiente de rigor de la época, en donde la Iglesia católica jugaba un papel importante para moldear la personalidad de los ciudadanos.

Desde muy temprana edad, a los siete años, José Trinidad y sus hermanos se trasladaron con sus padres a Comayagua, la Capital de Honduras, justamente cuando estallaban los primeros brotes revolucionarios pro independentistas en San Salvador y Granada; y que prosiguieron al año siguiente en Tegucigalpa y después en 1813 en el Convento de Belén, en Guatemala.

José Trinidad Cabañas estudió en el Colegio Tridentino de Comayagua, en donde sin duda alguna pudo enterarse de dichos acontecimientos, aunque por su corta edad no podía discernir sobre el significado futuro de los mismos y menos aún sobre el papel que a él mismo le iba tocar desempeñar. Cuando Centroamérica se independizó contaba sólo 16 años y residía en la Capital, la que se pronunció por la Anexión al Imperio de Iturbide. Terminado este Gobierno, Centroamérica volvió a declarase independiente y dictó la Constitución Federal y los Estados las suyas propias, cuando Cabañas contaba con 19 años. Para enseñar el significado de los principios que establecía dicha Constitución Federal y la del Estado de Honduras, Dionisio de Herrera formó algunas tertulias con jóvenes ansiosos de enterarse de los conceptos de libertad, igualdad, fraternidad, justicia y derecho y allí apareció Cabañas como un joven disciplinado, que comenzó a sentir ardorosamente los postulados de esa Carta Fundamental. Tenía entonces 20 años.

Luego vinieron los sucesos funestos para Centroamérica cuando el primer Presidente Federal, Manuel José Arce, traicionó los postulados de la Constitución y violó el principal: la existencia de los tres Poderes, pues se erigió dictador y entre otras cosas mandó a deponer al Jefe de Estado de Honduras, Dionisio de Herrera, por medio de José Justo Milla Arriaga, que había sido nada menos que el Vice Jefe de Estado, quien sitió e incendió Comayagua. Fue entonces cuando Morazán y Cabañas nacieron a la vida política de Centroamérica, al empuñar el fusil y defender dicha Constitución; el primero contaba con 35 años y el segundo 22. También se destacaron Urbano y Gregorio, los hermanos de José Trinidad. Era el mes de abril de 1827. Para el 9 de mayo, gracias a un militar español traidor, Antonio Fernández, la plaza de Comayagua se rindió.

Morazán se fue entonces para Tegucigalpa a buscar ayuda y Cabañas para San Miguel, El Salvador, a la casa de don Elías Ballejo, un amigo de su padre don José María Cabañas, que también se dedicaba a la compra-venta de ganado. En dicha ciudad José Trinidad le ayudaba en esos menesteres a su benefactor, junto a los hijos de éste, todos los cuales se dedicaban a conducir las partidas de los semovientes solicitadas por los clientes. Pero la situación política dificultaba estas operaciones y se sabe que una entrega que debían hacer Lorenzo (un hijo de don Elías) y Cabañas en Guatemala a don Joaquín Batres, no pudo realizarse en 1828, pues no pudieron pasar de San Salvador, ciudad que se hallaba sitiada por las tropas de Arce, comandadas por el General Manuel Arzú. Cabañas entonces se presentó al Cuartel Federal de El Salvador y ofreció sus servicios como soldado en la columna que comandaba el Coronel Juan Prem. Por los altos y valiosos servicios prestados por Cabañas entre Apopa y Ayuxtepeque, y luego en Mejicanos, en donde los salvadoreños derrotaron a los federales comandados por Manuel Montúfar y Coronado, el patriota hondureño obtuvo el grado de Teniente.

Tan pronto como pudo restablecerse la paz en El Salvador, Cabañas consiguió licencia para regresar a San Miguel a dar cuenta a don Elías Ballejo sobre lo acontecido con el ganado que tenía que haber entregado al señor Joaquín Batres en Guatemala. Allí se encontró con su hermano Urbano que había llegado de Comayagua en busca de él, y fue así que hizo un rápido viaje a Honduras, pero para el 10 de diciembre de 1828 ya se encontraba de vuelta en Ahachapán.

A partir del 1 de enero de 1829 Morazán se estableció en Ahuachapán para organizar el “Ejército Aliado Protector de la Ley”, integrado por salvadoreños, hondureños y nicara-güenses, para combatir a Manuel José Arce, el Presidente Federal que se hallaba en Guatemala. Cabañas, identificado con las ideas revolucionarias de Morazán de defender y preservar los principios transformadores contenidos en la Constitución, se enroló inmedia-tamente en sus filas bajo las órdenes, esta vez, del Coronel José María Gutiérrez.

Morazán se movilizó de Mixco a las posiciones de El Aceituno y le ordenó a la vanguardia comandada por el Coronel Gutiérrez que tomara el camino más corto para llegar al que sería el Cuartel General. Cumpliendo estas instrucciones, Gutiérrez tomó el camino de la Hacienda de “Las Charcas” e hizo marchar a la cabeza comandada por el Teniente José Trinidad Cabañas por un terreno peligroso lleno de barrancos, en donde un ataque sorpresivo del enemigo podía haberlos aniquilado. Morazán ordenó que salieran dos compañías de cazadores por el flanco derecho, las que arrojaron algunas bombas sobre la caballería del Coronel Prado, lo que provocó que éste huyera y otro tanto hizo el resto de su ejército. Cabañas, con sus dos compañías de cazadores persiguió al enemigo hasta las primeras líneas defensivas de la Capital, Guatemala, en las que las tropas de Aycinena pusieron fuerte resistencia, por lo que Cabañas optó por replegarse. En tales acciones, el Teniente Cabañas fue ascendido al grado de Capitán, lo que puede verse en la Orden del día 16 de marzo de 1829, suscrita por el propio Morazán, en la Hacienda Las Charcas. Desde ese día, Cabañas entró a formar parte del Cuadro de Oficiales distinguidos del General Morazán.

La ciudad de Guatemala se rindió en abril de 1829 y aunque Morazán pudo tomar el Poder, no lo hizo, sino que encargó del mismo a don José Francisco Barrundia. Pero las fuerzas reaccionarias no se quedaron de brazos cruzados y pronto empezaron a hacerse sentir en todo el territorio de la República. Por ejemplo, el Coronel Vicente Domínguez que había sido derrotado por Morazán en la Hacienda de Gualcho el año anterior, a fines de diciembre de 1829 se encargó de agitar los pueblos de Honduras, valiéndose del Provisor del Obispado de Comayagua Presbítero José Nicolás Irías, y así se logró que el Cura párroco de Opoteca Antonio Rivas se levantara en armas aduciendo que su rebeldía era “la causa divina de la Iglesia para preservar la religión de la amenaza de los herejes y bandidos y para asegurar la felicidad de los pueblos bajo el imperio de la ley feudal de la Colonia”.

Por ese tiempo Cabañas se encontraba en Comayagua, en su propiedad de Selguapa, que había heredado de su padre. Al saber de los propósitos rebeldes del Cura Rivas, el Capitán Cabañas se presentó ante las autoridades para ofrecer sus servicios, mientras que el Coronel José María Gutiérrez, comisionado por Morazán para combatir al padre Rivas, llegaba a Comayagua desde Olancho. Mediante una acción rápida, los opotecas fueron vencidos el 19 de febrero de 1830 y así Cabañas pudo reintegrarse a su predio, al que le habían ocasionado numerosos daños las turbas de Rivas.

Para 1832, de nuevo los Coroneles Vicente Domínguez y Ramón Guzmán, con unos cien hombres, se habían tomado los puertos del Atlántico de Honduras. Esto obligó a que Cabañas dejara el arado en su predio de Selguapa y se aprestó a combatir una vez más por la causa de la Patria centroamericana, tocándole actuar de segundo Jefe de las tropas del Coronel José María Gutiérrez en el combate de las colinas de Jaitique, cerca de Santa Bárbara, realizado el 25 de marzo. En esta lucha resultó mortalmente herido el propio Gutiérrez, el Teniente Coronel Lucas Estévez, el Teniente Calixto y el Subteniente Pepitón. Ante estas circunstancias, Cabañas tomó el mando y el 27 de marzo llegó victorioso a Comayagua y procedió a enterrar a su querido Jefe. Además, la ciudad estaba ya de duelo por la muerte, el mismo día del combate de Jaitique, del Jefe de Estado Coronel José Antonio Márquez, a consecuencia de una fiebre maligna.

No obstante sus fracasos, Domínguez reapareció con 400 hombres amenazando la Capital. Por disposiciones del nuevo Jefe de Estado, Consejero Francisco Milla, se dejó entrar a Domínguez a Comayagua, pero se situó una columna en El Espino, al mando del Teniente Coronel José del Rosario López Plata y del ahora Teniente Coronel José Trinidad Cabañas. El 3 de mayo de 1832 Domínguez atacó infructuosamente las posiciones de Cabañas por que aquél fue deshecho y tuvo que replegarse a Opoteca perseguido por los federales, en donde el 5 del mismo mes López Plata le causó tremenda derrota, acción, sin embargo, en la que López Plata pereció y de nuevo Cabañas asumió el mando y ordenó la persecución de Domínguez, el que fue capturado días después y fusilado en Comayagua el 14 de setiembre de ese año. Concluida estas operaciones, Cabañas se reincorporó a sus ocupaciones personales.

En junio de 1833 el Presidente Morazán llegó a Comayagua en viaje de reposo, con licencia del Congreso Federal, sin ninguna misión oficial; sin embargo, con fecha 12 de julio de ese año envió carta al Senador Presidente don Gregorio Salazar en la que le habló acerca de la situación hondureña, de la que había platicado con el Jefe de Estado don Joaquín Rivera; también le dice que “disuadí a Cabañas de que sus temores del curso que lleva la política puede cambiar a mejor camino con las medidas de que dispone el Gobierno, pues este valiente militar está listo para defender la ley y el orden si fuere necesario y piensa que las ocurrencias de El Salvador entorpecen la marcha de la República y pueden ocasionar grandes males a la paz del Estado de Honduras que está reponiendo los daños de la facción de Domínguez…”. Esto demuestra que Cabañas, sin ser un político, estaba pendiente de la buena marcha de la República y permanecía alerta como buen soldado para acompañar a Morazán en la defensa de las instituciones.

En 1835 la Asamblea de Honduras debía pronunciarse sobre el Proyecto de Reformas a la Constitución Federal, que no gustaba a los Diputados sacerdotes, que advertían que con tales reformas si bien no iban a ser desplazados en la Asamblea, sí se limitaba el número de ellos; y además no podían aceptar que se estableciera la libertad de cultos. La Asamblea, dando largas al asunto y para ganar prosélitos para la causa confederal, resolvió que debía oírse el parecer de los pueblos, con lo cual se abrió el camino a la rebelión, ya que a nombre de la religión ofendida los reaccionarios comenzaron a explotar el fanatismo y a amenazar la paz pública. En base a esto Cabañas, que se hallaba en Selguapa, fue llamado de urgencia a Comayagua en junio de 1835 para nombrársele Jefe Intendente y Comandante de Armas de Tegucigalpa, lo cual aceptó.

Al año siguiente, el 8 de junio de 1836, la Asamblea de Honduras expidió el decreto correspondiente por medio del cual no aceptó el Proyecto de Reformas a la Constitución Federal que había emitido el Congreso Federal el 13 de febrero del año anterior. Luego se convocó a elecciones de Diputados y del Jefe y Vice Jefe de Estado, circunstancia que el 24 de diciembre de ese año fue aprovechada por los conservadores para recurrir a la insurrección, la cual fue repelida por Cabañas, en la que resultaron dos muertos; razón por la cual al día siguiente la Municipalidad pidió al Presidente que separara a Cabañas de su cargo, lo que no se aceptó y más bien se le envió en su ayuda un piquete de 25 soldados a cargo del teniente Coronel León Ramírez. Esto provocó a los sediciosos, y el 29 de diciembre se lanzaron contra el cuartel con más de 200 hombres. Cabañas los mantuvo a raya y en un descuido de éstos, protegido por la oscuridad, los atacó también por la retaguardia; luego, con el refuerzo de León Ramírez, los terminó de aniquilar.

Al realizarse las elecciones para elegir el Jefe y Vice Jefe de Estado ninguno obtuvo mayoría, por lo que el 11 de enero de 1837 la Asamblea en uso de las facultades que le confería el artículo 16 del Decreto del 8 de febrero de 1833, hizo la elección, la que recayó en los ciudadanos José Justo Herrera, para Jefe de Estado y JOSE TRINIDAD CABAÑAS para Vice Jefe de Estado. Cabañas, que se hallaba en Selguapa, con gran modestia, se negaba a aceptar la designación alegando que no era el apropiado para desempeñar tan alto cargo, que no era político y que tenía poca experiencia en cuestiones de la Administración Pública, y pidió que la Asamblea reconsiderara su designación. Sin embargo, esta no accedió a ello, y el 28 de mayo de 1837 los funcionarios electos tomaron posesión de sus cargos. Desafortunadamente, al año siguiente Cabañas renunció a dicho puesto, lo que le fue aceptado por Decreto de la Asamblea del 28 de junio de 1838 y luego se trasladó a residir a San Miguel, El Salvador.

La situación de Centroamérica durante 1837 y 1838 fue muy complicada: en algunos Estados se había logrado algunos avances en lo social, lo mismo que en lo cultural, pero la situación económica era muy débil, pues proliferaba una aguda pobreza, acentuada por la necesidad del funcionamiento de la maquinaria gubernamental y el mantenimiento permanente de tropas en circunstancias de carencia de producción, exportaciones, caminos y mercados. A esta situación crítica hay que agregar algo peor: la pugna ideológica en el propio seno del partido liberal, pues José Francisco Barrundia y Pedro Molina estaban en abierta oposición a Mariano Gálvez, el Jefe de Estado de Guatemala. Y para rematar se produjo en Guatemala el estallido del Cólera Morbus, causando estragos peores que los que antes había habido en Honduras, lo que degeneró en un problema político de gran envergadura, pues por culpar los curas al Gobierno del fenómeno, al afirmar que esto se producía por el envenenamiento de los ríos por los propios agentes del Gobierno, se produjo un levantamiento armado, inicialmente capitaneado por un indígena llamado Tedoro Mejía y que después condujo Rafael Carrera. Ante estas circunstancias, Gálvez pidió ayuda al Presidente Morazán por dos veces y fue hasta en la segunda en que éste pudo actuar.

Como consecuencia de esto último, el Gobierno Federal acudió a solicitar ayuda a los demás Estados; que en el caso de Honduras se canalizó por medio del Senador don Máximo Orellana. Este Estado ofreció colaborar y recurrió a José Trinidad Cabañas a quien se encomendó viajar a la ciudad de Gracias y que con la colaboración del Jefe Intendente de esa ciudad reuniera unos 300 hombres con la mayor prudencia y discreción; y se le dijo que de Comayagua se le enviaría otros soldados. Cabañas salió de Comayagua el 24 de octubre de 1838 y llegó a Gracias el 27 y de inmediato se dio a la tarea de reunir a la gente, que fue relativamente fácil, y se puso a esperar las armas que llegarían de Comayagua, mas estas nunca aparecieron. Antes bien se produjo algo fatal para la suerte de Centroamérica: la Asamblea de Honduras acordó desligarse de la Federación al decretar que “El Estado de Honduras es libre, soberano e independiente”, basado en el decreto del Congreso Federal de mayo anterior que había instado a los Estados a constituirse del modo que les pareciera conveniente.

Cabañas, pese a los esfuerzos para reclamar la ayuda prometida, tuvo que actuar por su cuenta: tomó las armas del cuartel de Gracias. El 13 de noviembre de 1838 salió para los Llanos de Santa Rosa y para el 19 de se encontraba acuartelado en Ocotepeque con 150 hombres mal equipados y con a mente de reunir al menos otros cien más para cumplir su misión de ayudar al presidente Morazán en su campaña contra Carrera. Desde esta ciudad pidió nuevas instrucciones a Comayagua, pero éstas no llegaron nunca, lo que le convenció que Honduras había abandonado la República; con este convencimiento decidió actuar solo y a principios de enero salió para San Salvador en busca de Morazán, a la cabeza de 150 hombres y con ellos se presentó al Cuartel General y fue dado de alta en el Estado Mayor.

Once días después de la salida de Cabañas para El Salvador, Morazán terminó su segundo período presidencial y depositó la Presidencia en el Vicepresidente don Diego Vigil y éste lo nombró Jefe del Ejército y Comandante General de las Armas; en la misma fecha, Honduras y Nicaragua, estimulados y financiados por Gran Bretaña, firmaron un Tratado de Alianza y Amistad, para combatir a Morazán y acordar la reunión de todos los Estados en Chinandega o en San Vicente para acordar “la medida que pueda adoptarse para reformar el pacto”. Se dejó a Francisco Ferrera como General en Jefe de ambos ejércitos.

Cabañas fue enviado a San Miguel para que con el Coronel Gerardo Barrios y Máximo Orellana organizaran una división que debería acantonarse en San Vicente para proteger el paso por el Río Lempa. Mientras tanto, Ferrera a fines de enero había llegado a Gracias, después de reclutar gente en Tegucigalpa. Desde Gracias, para el día 11 de marzo de 1839, Ferrera escribía a la Municipalidad de Guatemala informándole que se apresuraba para brindarle toda protección y auxilio; y al día siguiente escribió a la de Tegucigalpa dicién-dole más bien que de Guatemala se le ofrecían tales auxilios.

Mientras tanto, Morazán se preparaba. Mandó a José Trinidad Cabañas en comisión militar a San Miguel; y en cumplimiento de ella, éste comunicó a aquél que había sabido que el ejército de Nicaragua al mando del Teniente Coronel Bernardo Méndez y Manuel Quijano como segundo, unos 1,000 hombres, había acampado en Nacaome y que sus avanzadas estaban próximas a Goascorán y que tenían el propósito de tomar San Miguel; agregó que tenía noticias de que, por el rumbo de Gracias, marchaba otro ejército al mando del General Francisco Ferrera, para unirse a los nicaragüenses. Morazán entonces ordenó a Cabañas que pasase por San Vicente recogiendo los elementos que allí había y que los llevara al Cuartel General en San Salvador, lo que Cabañas cumplió al pie de la letra, justamente cuando Quijano ocupaba San Miguel. Con 600 hombres Morazán, Enrique Rivas, Narciso Benítez y Cabañas, este último al frente de un escuadrón de 80 hombres de caballería, salieron de San Salvador a detener a los invasores y se encaminaron en busca de Ferrera.

Quijano al ir persiguiendo a Benítez, recibió una tremenda paliza de éste en las Lomas de Jiboa el 29 de marzo. Ferrera con el grueso de su ejército se dirigió el 3 de abril al pueblo de Sesari, frente al cual llegó también Morazán el día 4, de donde se dirigió a la Hacienda de El Espíritu Santo, que ocupó la madrugada del 5 de abril. Al día siguiente, 6 de abril, aquí se libró la famosa batalla, en donde los ejércitos aliados de Honduras y Nicaragua sufrieron una aplastante derrota de parte de Morazán. Ferrera entonces se internó en el Departamento de Gracias, Honduras, perseguido por el General Rivas. En dicha batalla, sin embargo, Cabañas salió herido de gravedad y fue conducido en una hamaca a San Salvador en donde fue atendido por el médico francés Pedro Cornay de Saint Víctor.

Ferrera le tenía mucho miedo a Cabañas, como se comprueba con dos cartas que desde Yoro le mandó a don Liberato Mocada en Comayagua el 1 y 10 de mayo de 1839, en momentos en que Cabañas se hallaba en San Salvador recuperándose de las heridas del combate en la Hacienda El Espíritu Santo. En la primera carta escribió: “Me dicen que Cabañas salió herido en el último combate, pero este es protegido del Diablo y lo siguen los pueblos sin reparo. Cuídese de ese hijo del Demonio que cae como un rayo sin que se le pueda detener. No se deje sorprender por las partidas de tropa que introduce a Honduras procedentes del traidor Morazán que tiene en el déspota de Cabañas su mejor espada. Cuídese porque lo van a volver loco y la tropa se le arruinará completamente”. En la otra carta dijo: “Los federales del tirano están sobre las armas y vienen contra mí y contra Ud. Si no hay nada grande que oponer nos va a llevar el diablo. Cabañas se mueve ya y Ud. lo tendrá en las barbas sin que yo pueda evitarlo pues he podido reunir el contingente necesario. Esta gente está cansada y huye a la montaña. Cuide la frontera amigo, cuídela a como haya lugar. Cabañas, ese hijo del infierno ya lo sabe Ud. no da tiempo apareciendo por todas partes. Esto no es broma, procure reclutar los opotecas y algunos del Valle, yo luego estaré en Tegucigalpa para disponer lo mejor. Apúrese amigo, apúrese”.

El 11 de agosto de 1839 Morazán instruyó a Cabañas para que invadiera Honduras y llegar a Comayagua “a marchas forzadas” para evitar que Ferrera lo hiciera antes. Cabañas cumplió la misión plenamente: el 16 de agosto pasó por el Río Lempa, tomó la ciudad de Gracias y ocupó Comayagua; luego, siguiendo las instrucciones de Morazán, partió para Tegucigalpa y en el camino, a la altura de Cuesta Grande, trabó una escaramuza de dos horas con una tropa gobiernista, a la que derrotó. Luego siguió para Choluteca y Nacaome, en donde lanzó una proclama a los hondureños, asegurándoles que “vengo únicamente a exigir del Gobierno una satisfacción por la violación escandalosa de estos sagrados derechos cometidos por sus fuerzas, que ocupan hoy una parte del territorio salvadoreño, y el castigo de los culpables por los robos, ultrajes y asesinatos que hacen sufrir a sus habitantes”.

Después de derrotar Morazán nuevamente a Ferrera en San Pedro Perulapán el 25 de setiembre de 1839, Ferrera se internó de nuevo en Honduras. Por tal razón Morazán escribió a Cabañas el 5 de octubre ordenándole perseguirlo en el Departamento de Gracias a donde se aseguró llegó herido, diciéndole que “la ocupación de Gracias es urgentísima con cualquier número de soldados”. Cabe señalar que Ferrera estaba oculto en Santa Bárbara, curándose de sus heridas.

Cabañas, siguiendo las instrucciones de Morazán, ocupó Gracias sin ninguna resistencia. Pero luego tuvo que marchar de nuevo a Tegucigalpa tras el Coronel Zelaya, que desde Olancho se dirigía a recuperar dicha plaza. Cabañas siguió avanzando hacia Tegucigalpa y el 13 de noviembre en el sitio La Soledad trabó combate con las fuerzas de Zelaya, en la que hubo pérdidas lamentables, especialmente del Gobierno de Honduras. Cabañas, triunfante, ocupó la población. Pero la campaña había que continuar por que desde Nicaragua continuaban llegando auxilios para el General Ferrera. A fin de interceptar tales auxilios, de Tegucigalpa Cabañas se dirigió al Sur, estacionándose en Nacaome, donde permaneció hasta finales de 1840. De aquí partió de nuevo a Tegucigalpa al darse cuenta de que Quijano avanzaba al interior de Honduras. Al llegar a Tegucigalpa fue atacado furiosamente por éste por dos días y por la superioridad del número de efectivos nicaragüenses logró desalojarlo y reducirlo a Comayagüela, de donde salió para el Llano del Potrero, en donde fue derrotado totalmente el 31 de enero de 1840. De aquí salió para Goascorán para dirigirse a San Miguel, a esperar instrucciones de Morazán, no sin antes escribirle a éste desde San Antonio del Sauce el 3 de febrero. Morazán le escribió el 8 y 17 de febrero, indicándole en esta última fecha que después de recoger noticias positivas de la retirada de los leoneses y de la situación en que se hallaba el Gobierno de Honduras, se regresara para San Miguel en donde se verían dentro de tres días, lo que en efecto así hizo.

Sigilosamente Morazán se preparó para lanzarse de frente contra Carrera. Sin ningún problema llegó a Corral de Piedra y se dirigió para Guatemala, la Capital. El 17 de marzo de 1840 pasó por Fraijanes y bajó la Cuesta de Pinula; ordenó retenes en Guadalupe y los Arcos de la Aurora y dividió su ejército en tres cuerpos: Cabañas fue el encargado de abrir fuego para tomar las alturas de El Calvario y las trincheras de la Plaza de Toros en la ciudad Capital y después de encarnizada lucha se apoderó de tales lugares. Morazán, por su parte, tomó el Hospital General y la Plaza de Guadalupe y el General Enrique Rivas avanzaba sobre la Plaza Mayor. La ciudad cayó en manos de Morazán el 18 de marzo. Cabañas recibió el grado de General de División.

Pero Rafael Carrera, astutamente había dejado entrar a Morazán y se había retirado con 700 soldados a la Hacienda de El Aceituno, de donde por la tarde atacó por retaguardia: una sección de la caballería al mando del Coronel Vicente Cruz hizo contacto con Cabañas, que tenazmente sostenía las posiciones de El Calvario. Durante la noche Carrera estrechó el cerco de la ciudad. A las 4 de la mañana del 19 de marzo la situación era insostenible para Morazán y Cabañas: Morazán entonces ordenó que la caballería se armara de lanzas y que rompiera el cerco. El propio General en Jefe salió a galope de la Plaza de Armas por la Calle del Santuario de Guadalupe. Cabañas mandaba la segunda línea; y la infantería al mando del General Enrique Rivas cubría la retaguardia. Se abrieron paso y llegaron a la Villa de Guadalupe y de allí marcharon a San Salvador.

Y aún el 24 de marzo, al llegar a los llanos de Ahuachapán, en rumbo para San Salvador, Cabañas que dirigía la vanguardia, trabó combate con el Comandante Manuel Figueroa y lo derrotó. Con esta acción de armas terminó la República de Centroamérica, tal que Morazán le confesó a Cabañas la misma noche del 24 de marzo que estaba resuelto a abandonar la Patria, lo que inmediatamente Cabañas comunicó a su hermano Urbano residente en Honduras Y LE DICE QUE DE SAN SALVADOR VIAJARÁN AL SUR Y QUE ÉL IRÍA CON MORAZÁN HASTA EL FINAL: “Si algo queda para mí es la esperanza de volver para luchar por la felicidad de los pueblos que dejo con pesar. DILE A LEÓN (ALVARADO) Y A GÓMEZ (FRANCISCO) QUE HAGAN LO QUE PUEDAN PARA SALVAR LA REPÚBLICA QUE QUEDA HUÉRFANA DE SU GUÍA PRINCIPAL Y QUE MI PENSAMIENTO ESTARÁ SIEMPRE EN CENTROAMÉRICA QUE TANTO AMO”.

Morazán fatigado y con su ejército diezmado llegó a San Salvador el 27 de marzo.

Poco después, el 8 de abril de 1840, Cabañas junto con Morazán y otras 34 personas más se embarcaron en La Libertad en el vapor Izalco rumbo a la América del Sur, pasando previamente por Puntarenas, en Costa Rica, en donde se quedaron unas pocas personas. El resto partió para Chiriquí (Nueva Granada), a donde llegó en mayo. Luego se marcharon para David, en donde empezó a escribir Morazán sus Memorias, de las que sólo concluyó18 páginas, para refutar los ataques que le hacían los conservadores, especialmente Manuel José Arce y Manuel Montúfar y Coronado, y que intituló “Apuntes sobre la Revolución de 1829”, cuyo manuscrito se halla en la Biblioteca Bancroft de la Universidad de Berkeley, California, Estados Unidos de Norteamérica, de donde lo adquirí recientemente y cuyas fotocopias reproduzco en su totalidad en mi trabajo paleográfico: “APUNTES DE MORAZAN SOBRE SU REVOLUCION DE 1829”.

También escribió Morazán en David, en 1841, su famoso Manifiesto al Pueblo Centroamericano, conocido como “Manifiesto de David” y que publicó en julio en ese año.

En agosto de 1841 Morazán y su hijo José Antonio Ruiz, junto con José Trinidad Cabañas, José Miguel Saravia, Máximo Orellana, Manuel Merino, Miguel Alvarez Castro, Miguel Molina y Cruz Lozano se embarcaron para Perú, de donde partirían para Chile. Los emigrados se hospedaron en Lima en la casa de las señoras Bandas.

Morazán con Cabañas y demás acompañantes permanecieron 22 meses en el exilio. Estando en El Callao el ex Presidente de Centroamérica recibió la Proclama del Director Supremo de Nicaragua del 30 de agosto de 1841 y una nota personal del Ministro General nicaragüense en la cual se le pedía oficialmente que acudiera a defender su Patria ofendida por los ingleses, que se habían apoderado de San Juan del Norte, en la Costa Atlántica de Nicaragua. Con anterioridad también había venido recibiendo excitativas de varios costarricenses que le pedían viniera a liberarles del yugo de Braulio Carrillo Colina.

De esa forma, el 22 de diciembre 1841 comenzó a organizar su Estado Mayor, a la cabeza del cual estaba Cabañas. Y en enero de 1842 regresó a Centroamérica, llegando a La Unión, El Salvador, el 15 de febrero. En compañía de Cabañas y de un ayudante buscó al Comandante del Puerto, Coronel José María Aguado, quien no se encontraba presente, pero apareció horas más tarde. Morazán partió para San Miguel, y dejó a Cabañas en La Unión. Aguado sorprendió a Cabañas mientras dormía y lo encerró con condado y se fugó para Nicaragua. Cabañas forcejó el candado, se fue al buque El Cruzador, en que habían venido de El Perú, de donde bajó botes y lanchas y persiguió a Aguado, capturándolo.

Tan pronto como se supo en El Salvador la llegada de Morazán, de todas partes recibió adeptos, que Cabañas fue organizando; y para principios de abril había reclutados en la Isla Martín Pérez unos 500 hombres y cinco navíos y con ellos zarpó la expedición para Costa Rica.

Morazán llegó al puerto de Caldera el 7 de abril de 1842, en donde lanzó una Proclama a los costarricenses para deponer a Carillo. El ex Presidente Federal hizo marchar a Cabañas a la vanguardia, en compañía de unos 50 indios texiguats y curarenes. Cuatro días después el ex Presidente suscribió el Convenio de El Jocote con el Brigadier Vicente Villaseñor, su antiguo compañero de lucha, que ahora comandaba las tropas de Carrillo; y mediante dicho Pacto ambos Generales acordaron deponer a Carrillo. Así, sin disparar un solo disparo, el 13 de abril Morazán entró triunfante en San José; Carrillo salió exiliado por dos años, partiendo de Puntarenas el 17 de ese mes y año. Morazán asumió las funciones de Jefe de Estado Provisorio, lo que fue ratificado por la Asamblea Constituyente el 15 de julio. Cabañas se desempeñó principalmente en misión en Alajuela.

Cinco fueron los meses que gobernó Morazán en Costa Rica, período en que tomó muchas disposiciones en favor de esta parcela centroamericana, como ser la defensa del Departamento de Guanacaste, que Nicaragua pretendía recuperar por la fuerza; así como la atención oportuna de la educación primaria y secundaria, que se hallaban en el más deplorable estado de atraso y abandono. Pero lamentablemente estas disposiciones no fueron comprendidas por el pueblo, que fue azuzado por expertos agitadores que le hicieron creer que lo único que Morazán deseaba era recuperar el Poder federal que había tenido entre 1830 y 1839. En estas condiciones, el pueblo se reveló contra Morazán el día 11 de setiembre, y durante tres días lo sitió en San José, en donde Cabañas jugó un papel estelar en la defensa del Cuartel y luego después en la retirada hacia Cartago, lugar en donde el 14 de setiembre fue capturado Morazán y traído a San José el 15, para ser asesinado, pues no se le siguió juicio antes de ser fusilado. Cabañas, al cubrir la retirada de Morazán a Cartago, fue atacado cerca de esta ciudad por las tropas josefinas, por lo que tuvo que marchar hacia Matina, en el Atlántico; pero fue capturado después de traspasar Turrialba, en la mañana del 15 de setiembre y llevado a Cartago, a donde llegó alrededor de las 7 de la noche, una hora después que Morazán había sido asesinado en San José.

Cabañas y demás amigos y seguidores de Morazán se juntaron en derredor de Isidoro Saget, que continuó oponiendo resistencia; pero al cabo de más de un año, 207 de ellos decidieron regresar a El Salvador, en donde gobernaba don Juan José Guzmán, a bordo de la nave que Morazán había bautizado con el nombre de “LIBERTADORA”, pero que antes se llamaba COQUIMBO, razón por la cual a estos soldados morazanistas se les conoció después como “Coquimbos”. Guzmán no quería acceder a dar asilo a estos morazanistas, pero lo hizo por la simpatía que les tenía el General Francisco Malespín, que había militado a las órdenes de Morazán en 1829, aunque al final se afilió a Rafael Carrera. Pero pronto recibió el gobierno salvadoreño las protestas de los Gobiernos de Honduras y Guatemala.

Cabañas fue Comandante del Departamento de San Miguel, en El Salvador, mediante nombramiento del 16 de julio de 1844 de Francisco Malespín, Jefe del Ejército.

Guzmán fue reemplazado en el Gobierno salvadoreño por el General Francisco Malespín, por designación de la Asamblea después de verificadas las elecciones.

Mientras tanto las relaciones con Guatemala se habían deteriorado tanto que Manuel José Arce invadió El Salvador para derrocar a Malespín. Pero éste replicó con un ejército de 4,000 hombres, una parte de las cuales comandó Cabañas y se dirigió a Chiquimula, para de ahí partir hacia Guatemala. Pero de pronto, Malespín entró en desconfianza con Cabañas y le ordenó contramarchar y que entregara el mando a Ignacio Malespín, lo que así hizo Cabañas, aunque luego se juntó con el Coronel Gerardo Barrios y promovieron una insurrección contra Malespín, que fracasó, por lo que tuvieron que marcharse a León, Nicaragua, en donde fueron bien recibidos.

El General Malespín pidió al Supremo Delegado Confederal don Frutos Chamorro para que solicitase al Gobierno nicaragüense la entrega de los morazanistas Joaquín Rivera, José Trinidad Cabañas, Máximo Orellana, Miguel Alvarez, Gerardo Barrios y Diego y Antonio Vigil, pero obtuvo una rotunda negativa: más bien se auxilió a Cabañas para luchar contra Malespín a través de Honduras. Sin embargo, el 24 de octubre de 1844 Cabañas se encontró con el paso cerrado cerca de Nacaome por parte del General Santos Guardiola, por lo que optó por ordenar una retirada. Meses más tarde, el 2 de febrero de 1845, Cabañas y Barrios se hallaban en El Salvador y este último instó al General Vicepresidente Joaquín Eufrasio Guzmán a que se levantara en armas para desconocer al Presidente Malespín y a pronunciarse como Jefe de Estado. Este levantamiento coincidió con el de San Miguel, llevado a cabo por Cabañas y Barrios. Malespín con la ayuda de Coronado Chávez que gobernaba Honduras, después que éste había sido sustituido a Francisco Ferrera, invadió entonces El Salvador, con tropas al mando del General Ramón Belloso, quien se dirigió a San Miguel. Cabañas, con instrucciones de Guzmán salió en persecución de Belloso, con quien se encontró cerca del pueblo de Quelepa, cerca de San Miguel. Lamentablemente Cabañas atacó por el centro, y no por los flancos, y eso le hizo perder el combate el 15 de febrero de 1845, resultando con una herida en la cabeza. Afortunadamente la situación fue superada por el propio Guzmán que tomó la jefatura del ejército. Luego, Cabañas quedó en San Salvador, organizando nuevos contingentes.

Para marzo de 1845 Cabañas proseguía en El Salvador, ahora en San Miguel, en la organización de la fuerza expedicionaria contra Honduras y estableció dos fuerzas: una al mando de sí mismo, que atacaría por Goascorán y Nacaome con rumbo a Comayagua; y la otra, a cargo del Coronel Indalecio Cordero, que partiría de Chalatenango y que penetraría por el departamento de Gracias para ocupar la región occidental. Para el 28 de abril, sin embargo, delegados de Honduras y El Salvador se reunieron en Chinameca, El Salvador, para concertar la paz, lo que desgraciadamente no dio resultado, pues con frecuencia algunas partidas de hondureños se introducían en El Salvador, lo que obligó a Cabañas, el 20 de mayo, a ordenarle a Cordero que invadiera el territorio hondureño. Por su parte, él, desde Lamaní, en Comayagua, el 29 de mayo, lanzó una proclama que obligó al Presidente Chávez a declarar a Honduras en estado de Guerra y pidió al General Guardiola que a marchas forzadas se dirigiera de Nacaome a Comayagua. El choque fue inevitable, y este ocurrió el 2 de junio, durante dos horas, y a pesar de su arrojo, Cabañas perdió la lucha y, entristecido, se dirigió a la frontera con El Salvador. Por su parte, Indalecio Cordero también fue derrotado en los Llanos de Sensenti por el General Francisco Ferrera. Para el 15 de agosto, sin embargo, habiendo penetrado Guardiola a territorio salvadoreño, fue derrotado por el General Angulo, pero para el 27 del mismo mes y año consiguió vengarse al apoderarse de La Unión, que desocupó dos días después, dirigiéndose entonces a Honduras.

Lograr la paz entre Honduras y El Salvador se hacía imprescindible, por lo que el 27 de noviembre de 1845 se suscribió ésta en Sensenti y como consecuencia de ella el gran perdedor fue Cabañas, por que ya no seguiría recibiendo protección de El Salvador, sino que quedó asilado condicionalmente, con ciudad por cárcel; por lo que se retiró a sus labranzas por varios años, cubierto por un manto de olvido.

En estas condiciones vivió Cabañas en El Salvador, hasta que en 1850 el Presidente de Honduras Juan Lindo, que ahora era Unionista no obstante haber sido adversario de Morazán, lo llamó a colaborar con su Gobierno como Ministro General. El cambio político de Lindo puede juzgarse patriótico, pues ocurrió al comprender el significado de la intervención inglesa en todo Centroamérica: primero fue Presidente del Consejo del Pacto de Chinandega y en seguida reunió la Dieta de Nacaome, el 6 y 7 de octubre de 1847, teniendo como Ministro de Relaciones a don Santos Guardiola; luego se deshizo de Chávez y Ferrera y después de Guardiola. En seguida, con la llegada del morazanista Doroteo Vasconcelos a la Presidencia de El Salvador, Lindo se volvió federalista y por eso llamó a Cabañas. Como hubo gran acercamiento entre Lindo y Vasconcelos, ambos gobernantes se aliaron para tratar de derrocar a Carrera o al menos para hacerlo entrar en la nueva República que ellos trataban de establecer.

Guatemala pronto dio la voz de alarma y las relaciones entre los tres Estados se volvieron muy tensas. A finales de 1850 y principios de 1851 se entablaron negociaciones en Ocotepeque, a propuesta de Carrera, en las cuales Cabañas, a nombre de Honduras, protestó por escrito ante Guatemala por la participación de este país en las actividades de Gran Bretaña para bloquear los puertos salvadoreños. Como Guatemala comunicó a Gran Bretaña sobre esta acusación, el país anglosajón intervino en las negociaciones de los países centroamericanos, por lo que no pudo llegarse a ningún arreglo entre los mismos y ocurrió lo más desastroso: la guerra.

El conflicto armado comenzó como consecuencia de una proclama de Carrera para los salvadoreños en la que señaló a éstos la necesidad de que se rebelaran contra Vasconcelos “para que sacudan el yugo de aquel perturbador, ya enloquecido por la idea de ser el sucesor de Morazán”. Sobre esta base Vasconcelos llamó a los Gobiernos de Honduras y Nicaragua para hacer la guerra a Guatemala, lo que sólo fue secundado por el Presidente Lindo, quien envió a Cabañas al frente de 1,500 hombres con los cuales el 24 de enero de 1851 debería unirse a los 3,000 soldados de Vasconcelos, comandados por los Generrales Gerardo Barrios, Isidoro Saget, Nufio, Asturias, Bran, Guardiola, Belloso, Cordero, Carrascosa y Monterrosa. La batalla, que se escenificó en San José de la Arada, comenzó en las primeras horas del 2 de febrero en la que lucharon con gran denuedo ambos ejércitos, pero al final de la tarde, lamentablemente, la victoria fue para Carrera. Cabañas peleó con gran heroísmo, como lo señala el General guatemalteco José N. Rodríguez en su obra “Historia Militar de Centroamérica”; actuación que le mereció el título de BENEMERITO DE LA PATRIA que le dio la Asamblea de El Salvador, cuando tenía 46 años.

Por su parte, el Congreso de Honduras mediante decreto del 11 de mayo de 1851, condecoró a Cabañas con el título de Soldado de la Patria y el 31 del mismo mes y año, acordó concederle durante su vida el sueldo correspondiente a su grado de General, y la mitad a su viuda, madre o hijos legítimos, si los hubiere en su fallecimiento. Al serle comunicado este decreto a Cabañas el 5 de junio por parte del Ministro General del Supremo Gobierno del Estado de Honduras, respondió el 30 de junio 30 de 1851 desde San Salvador, en donde se encontraba, con la más grande muestra de civismo que centroamericano alguno haya dado en toda la Historia, la cual debiera escribirse en letras mayúsculas.

En su comunicación Cabañas dijo que renunciaba a ese sueldo vitalicio por tres razones: 1) “En primer lugar: TODOS LOS CIUDADANOS TENEMOS LA MÁS ES-TRECHA OBLIGACIÓN DE SER ÚTILES A LA PATRIA, Y DEFENDERLA CUANDO SE VE AMENAZADA DE ALGÚN PELIGRO; Y, CUANDO HEMOS TENIDO OCASIÓN DE PRESTARLE ALGÚN SERVICIO SEÑALADO NO HEMOS HECHO MÁS QUE LLENAR NUESTRO DEBER. Si mis constantes esfuerzos en defender las instituciones democráticas, la libertad e independencia de mi país, han podido llamar la atención de mis conciudadanos, ellas por el órgano de sus apoderados me han dado ya el más lisonjero galardón en el decreto de 11 de mayo, que me condecora con el título de Soldado de la Patria: declaratoria que es un premio más que suficiente por los servicios que yo haya prestado, y que DEJA MI AMBICIÓN SUPERABUNDANTEMENTE SATISFE-CHA, NO SIENDO DESPUÉS DE ESTO DABLE QUE ACEPTE UNA PENSIÓN. 2) También me impulsa a renunciar la idea de que los enemigos del orden, que siempre están en acecho de cuantos pasos dan los defensores de los derechos populares, para desvirtuarlos, no dejarían de levantar el grito ya inculpando a las Cámaras por su benevolencia hacia mí, ya calumniando mis intenciones, interpretando mis acciones siniestramente, como hijas de miras interesadas en que el egoísmo calculista hubiera cifrado su futuro bienestar...3) No olvido tampoco el estado deficiente en que se halla el erario público; Y YO, QUE DESEARÍA TENER CUANTIOSAS RIQUEZAS QUE SUMINISTRARLE, A FIN DE QUE CUBRIESE TANTAS Y TAN IMPORTANTES ATENCIONES A QUE NO ES POSIBLE ACUDIR POR FALTA DE MEDIOS, ¿CÓMO HABRÍA DE QUERER AUMENTAR SUS APUROS GRAVÁNDOLO CON ACEPTAR UNA PENSIÓN?”.

Juan Lindo terminó su período presidencial el 1 de febrero de 1852, pero con anteriori-dad EL PUEBLO, EN ELECCIONES, ESCOGIÓ A CABAÑAS PARA SUCEDER-LE, A PESAR DE QUE ÉL SE ENCONTRABA EN SU RETIRO DE YAMABAL, EN EL SALVADOR, con su esposa doña Petronila Barrios, hermana del General Gerardo Barrios. Una comisión del Congreso de Honduras integrada por Francisco López, Vicente Vaquero y León Alvarado, su entrañable amigo, fue a notificárselo, pero inicialmente, con gran modestia, Cabañas se resistió a aceptar el cargo, arguyendo que era militar y no político ni estadista y que, además, no tenía ropa adecuada para presentarse. Pero finalmente, ante el gran concepto que tenía del deber, dio una muestra de gran civismo y aceptó la Presidencia. Y para adquirir la ropa necesaria para la toma de posesión, su esposa Petronila tuvo que empeñar sus alhajas recibidas en herencia y, para los gastos del viaje, Cabañas obtuvo un préstamo de su cuñado Gerardo Barrios; y así el 1 de marzo de 1852 inició el mandato presidencial.

Como heredero del legado cívico de Morazán, desde el principio de su ascenso al poder, Cabañas despertó grandes esperanzas en los unionistas centroamericanos para llevar a cabo la reconstrucción de Centroamérica, pero suscitó también el temor de los separatistas, comandados por Rafael Carrera, que se prepararon para combatirlo.

Sobre esto último se pude señalar que justamente el 20 de abril de 1852, ¡mes y 20 días después de tomar posesión Cabañas!, el padre guatemalteco Cezeña escribió desde San Salvador a don José Nájera, Ministro de Carrera, para decirle que “Aquí hay mucho movimiento por la causa de los coquimbos encabezados por Barrundia y que ha venido Alvarado (León) de parte de Cabañas a tratar con el Gobierno. Ya es hora amigo de armar a Guardiola que está desesperado y que supongo es una carga incómoda para ustedes. Hay que echarlo para Honduras. No se olvide que Cabañas es el hombre de más prestigios y de valor entre todos estos ilusos. Aquí no se habla de guerra sino de hermandad, pero vaya usted a saber lo que se piensa de verdad. No se olvide que Cabañas puede darnos una sorpresa y se dice que se reunirá luego una Convención. Dígalo usted a su Excelencia el señor General Presidente”.

También, nueve días después, el 29 de abril, desde Granada, Nicaragua, el inglés Thomas Manning le escribió al Presidente de Guatemala Rafael Carrera: “Me dicen de León que Zeledón es de los principales sediciosos que están con Cabañas, A QUIEN TODOS RESPETAN, y que Ayón y Jerez han convencido al Presidente para ir al Pacto o volver con el de Chinandega. Hay mucha opinión con Cabañas y se considera el único capaz de hacer esto y tratarlo con su Excelencia ya sea directo o por medio de comisionados. Todos dicen que quieren la hermandad y no se habla de ejércitos ni de municiones, más bien de reuniones en que se hable del tema y se alaba mucho al Presidente de Honduras. Yo lo notifico a su Excelencia por que bien visto sabrá tomar las providencias del caso. Hoy sale Mr. L. para Honduras y a su regreso sabremos las novedades que allá se den. El padre Mejía ha escrito al Gabinete y me dice don Pedro M. que su Excelencia conoce, que el Presidente marcha muy junto con El Salvador y Honduras, que es la batuta”.

A pesar de todo esto, Cabañas invitó al Gobierno de El Salvador (presidido por Francisco Dueñas) y Nicaragua para la reunión de un Congreso Nacional Constituyente, que se instaló en Tegucigalpa el día 9 de octubre de 1852, llamado a reconstruir la República de Centroamérica. Dicho Congreso Constituyente dictó el “Estatuto Provisorio” el 13 de octubre y creó un Gobierno Nacional Provisional, compuesto de un Presidente, un Consejo de cuatro individuos y dos Ministros, todos los cuales fueron electos. Cabañas fue electo Presidente Provisorio, pero para evitar la embestida de Carrera, renunció por dos veces, lo que se le aceptó por trece votos contra once. En su lugar se nombró al Lic. Francisco Castellón, pero hallándose ausente, tomó posesión de la Presidencia el Vicepre-sidente don Pedro Molina el 3 de noviembre de 1852. El 10 de noviembre se disolvió la Constituyente dejando encargada a una Comisión la redacción de la Constitución de la República de Centroamérica, labor que concluyó el 28 de enero de 1853 y se estableció la fecha del 1 de mayo de 1853 para que volvieran a reunirse los Diputados para discutir y aprobar dicho Proyecto, pero esto no pudo hacerse debido a la provocación de disturbios en el Departamento de Copán, desde el 31 de octubre de 1852, por parte de Rafael Carrera.

La economía hondureña atravesaba por un mal momento; sin embargo, Cabañas comenzó a revertirla durante sus dos primeros años de Gobierno al dictar decretos que estimularon la agricultura, la ganadería, el comercio y la minería; la afluencia de inversión extranjera, que propició la llegada y asentamiento de inmigrantes escogidos “respetando el honor de la Nación”, lo mismo que el fortalecimiento de la Hacienda Pública, mediante el aumento a tributos a la exportación de ganado y el corte madera, lo que se logró por medio del Ministro José María Cacho, que había sido uno de los lugartenientes de Morazán. Esto permitió la instalación de 50 nuevas escuelas de primeras letras, así como favorecer la libertad de expresión y locomoción, la reorganización de los servicios de policía, la reorganización parcial del sistema judicial, el nombramiento de misiones diplomáticas frente a El Salvador y Nicaragua, la firma el 23 de junio de 1853 de la Contrata celebrada para la construcción del Ferrocarril Interoceánico de Honduras. No hubo extrañamiento de ni confinamiento de personas y se respetó el derecho de propiedad y de disentir. En una palabra: Cabañas fue un gran gobernante democrático.

Ahora bien, la situación de despegue económico de Honduras alcanzada por Cabañas no favorecía la estabilidad de los gobiernos vecinos, por lo que con la ayuda del Cónsul británico Federico Chatfield comenzaron a hostigarlo y amenazarlo con invasiones, con el objeto de derrocarlo; por tal razón, tuvo que detener la obra y dedicar los recursos a la obtención de armamento para asegurarse la defensa. Pero entabló negociaciones de paz con Carrera, que dieron como resultado la firma del Tratado de Esquipulas el día 19 de abril de 1853. La Asamblea Legislativa de Honduras, sin embargo, no aprobó dicho Tratado por que en el mismo se admitía tácitamente que Honduras había sido el país provocador, como invasor del territorio guatemalteco y como depredador de las propiedades de ciudadanos chapines, cuando era todo lo contrario.

Después del Tratado de Esquipulas las cosas cambiaron en Centroamérica: Dueñas, de El Salvador, se inclinó a favor de Carrera, en vez de hacerlo con su personal y buen amigo Cabañas. Sobre el particular, el 7 de junio de 1853 el Coronel Bartolo Toro desde Corquín escribía a Cabañas, cuyo Cuartel General se hallaba en Sinuapa, informándole entre otras cosas, que había sabido de los movimientos del General Belloso hacia San Miguel y que el General Santos Guardiola tenía bajo su mando 600 hombres listos para marchar hacia Chalatenango por orden de Dueñas y que sabía que estos efectivos servirían para asegurar al General Carrera en caso de que él, Cabañas, hiciera cualquier movimiento contra Guatemala. Cabañas no creyó en estas informaciones y antes bien, en la madrugada del 30 de junio invadió Guatemala, y rápida y exitosamente tomó Esquipulas, Quetzaltepeque, Chiquimula y Zacapa.

Para el 2 de julio, el Ministro Mejía, desde Sinuapa, sede del Gobierno en marcha, escribió a Cabañas comunicándole que la noche anterior había recibido aviso que el Gobierno de Dueñas no ofrecía por de pronto el auxilio que se le había pedido y sí su mediación; y que esto trastornaba todo, que había dificultades para los reclutamientos, y que se sabía de movimientos de Carrera por Izabal y, lo más grave, que las armas y parque pedidos a Belice, no llegaban; además el Coronel Toro se movía para San Marcos pero sin recibir ayuda y que el Teniente Coronel Carrasco estaba en Copán esperando órdenes pero teniendo desertores. Cabañas abandonó Zacapa y se reconcentró en Chiquimula, para luego también contramarchar por el mismo camino que había invadido Guatemala. El 6 de julio fue atacado por el Mariscal Vicente Cerna, lo que obligó a Cabañas a replegarse hacia a Quetzaltepeque, en donde esperó a Cerna, pero éste nunca apareció.

Entre el 21, 22 y 23 de julio Cabañas mantuvo plenamente informado al Ministro de Guerra y le indicó de su retirada desde San José y Santa Rosa y que había permanecido a seis leguas de distancia del enemigo. Le dio cuenta de los terribles daños que los guate-maltecos habían ocasionado a Santa Rosa por parte de las fuerzas del General Ignacio García Granados.

Como los ataques de Carrera al Departamento de Copán no le dieron resultado para desestabilizar al Gobierno de Cabañas, se buscó una nueva estrategia. Así, el 3 de junio de 1854, el periódico “Herald” de New York publicó una nota sensacionalista en la que se comentaba maliciosamente el discurso de José Francisco Barrundia, representante de Honduras ante el Gobierno de Estados Unidos, adjudicándole perversamente que Honduras buscaba agregarse a esta nación, lo cual bastó para acusar a Cabañas de vende patria y traidor, todo lo cual no fue sino una vil calumnia, como lo demuestra el guatemalteco don David Vela, en su libro “BARRUNDIA ANTE EL ESPEJO DE SU TIEMPO”, Tomo II. Editorial Universitaria, Guatemala 1951, en el que dice “los antecedentes de Cabañas no autorizan para creer que era un vende patria, capaz de desear y menos de proponer la anexión de Honduras a los Estados Unidos; tan grave inculpación no puede hacerse a base de suposiciones, ni interpretando caprichosamente un discurso que según el propio Herald “no lo hace”.

El año de 1854 fue de relativa calma para el Gobierno de Cabañas, pues disminuyeron las provocaciones de Carrera. Sin embargo, Cabañas se metió en el conflicto interno que había en Nicaragua, entre el Presidente Chamorro y su oponente Castellón. A principios de 1854 remitió a Castellón un contingente de 600 hombres y luego otro de 150. Pero Chamorro acudió a Carrera y éste le mandó un barco con armas y municiones. Desesperado, en mayo Castellón buscó ayuda del aventurero norteamericano William Walker.

La actitud de Cabañas disgustó a Carrera y entonces decidió derrocarlo y para ello se valió del General Santos Guardiola, quien desde Chiquimula lanzó una proclama a los hondureños. Afortunadamente no comenzó la guerra, pues por la mediación del Presidente Dueñas se llevó a cabo conversaciones en Cojutepeque entre hondureños y guatemaltecos. El 5 de noviembre Guardiola lanzó una nueva proclama a los hondureños desde su Cuartel General en Ocotpeque, pero tampoco pasó a más. Carrera optó por mandar emisarios a diversas poblaciones hondureñas, para tratar de indisponer al pueblo contra Cabañas, lo que logró exitosamente al disuadir a muchos ciudadanos de no participar en la guerra para no ser contagiados con la peste maligna que habían obtenido las tropas hondureñas en Nicaragua y además que los liberales eran enemigos de los curas y que era necesario salvar la religión como se había hecho en Guatemala. Para mediados de junio de 1855 el General Vicente Cerna logró reclutar 2,500 soldados guatemaltecos, que puso al mando del General hondureño Juan López, con el propósito de evitar la realización de las elecciones en Honduras a fines de 1855.

Cabañas oportunamente había movilizado sus contingentes de Gracias y Santa Bárbara hacia Santa Rosa, La Labor y Ocotepeque, al mando de los Generales Toro, Milla, Alvarez y Carrasco, mientras él se preparaba para hacer frente a López. Se llevaron a cabo varios encuentros bélicos, pero el decisivo se libró el 6 de octubre de 1855, cuando sorpresiva-mente el ejército guatemalteco cayó sobre Cabañas y su ejército en Masaguara, mientras muchos de sus soldados se bañaban en el Río Otoro y la vanguardia se había distanciado y el tren de abastecimientos apenas empezaba a su acomodamiento. El ejército de Cabañas fue aniquilado y en ello influyó la traición del General Toro que se había pasado a las filas de Carrera y también del Coronel José María Medina. Así terminó la Presidencia de Cabañas y él se marchó a El Salvador.

En El Salvador, Cabañas buscó ayuda de su personal amigo el Presidente Francisco Dueñas, con la idea de proseguir su lucha contra Carrera; sin embargo, aquél le dio la espalda y le aconsejó que se fuera a Nicaragua. Así lo hizo Cabañas y fue muy bien recibido y se le puso guardia personal. Trató de obtener armas y soldados, pero no lo logró, pese a que habló con el Presidente Patricio Rivas, pues ya habían muerto Chamorro y Castellón. Anduvo de León a Granada y de nuevo a León y hasta habló con William Walker, por recomendaciones reiteradas del Ministro Jerez, que le aseguraba que Walker estaba al servicio del Gobierno, pero Cabañas se dio cuenta de los propósitos de dominación de Centroamérica por parte del aventurero norteamericano y no aceptó su ayuda y se regresó a San Salvador y “protestó que no tomaría las armas contra el Gobierno de Honduras mientras la planta de un solo filibustero hollase el territorio de Centroamérica”. Esta actitud viril de Cabañas fue reconocida hasta por el propio Rafael Carrera, como se indica en la carta del 7 de diciembre de 1855 del Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala Pedro de Aycinena en la que contestó carta del Sr. Thomas Manning, Vicecónsul Británico en Nicaragua, en la que se lee: “El señor Presidente tomó nota de lo de Cabañas, pero duda de una conducta extraviada no creyéndolo capaz, por sus antecedentes, de entrar en arreglos con los de Walker”. El mismo Manning lo confirmó desde León el 5 de febrero de 1856 en carta para Aycinena, diciéndole: “…Cabañas ha pasado para San Miguel sin nada. El quería tropa nicaragüense pero Walker le daba sus soldados y Cabañas furioso no aceptó saliendo casi el día en que iban a prenderlo en Granada de orden del Gobierno”. Al regresar a El Salvador, Cabañas desenmascaró a Walker “y fue así el primero en dar la voz de alarma contra el que meditaba destruir la nacionalidad centroamericana y establecer aquí la esclavitud”.

Pronto Centroamérica se puso en pie de guerra contra Walker, y en 1856 Cabañas fue nombrado en El Salvador nada menos que Ministro de la Guerra, cargo que desempeñó con gran diligencia; y si no pudo personalmente ir a la guerra, fue por su salud, que se hallaba bastante quebrantada.

Para el 1 de mayo de 1858 Cabañas se había convertido en Presidente de la Asamblea Legislativa de El Salvador, lo que vino a reivindicarlo completamente. En el discurso de clausura de las sesiones extraordinarias de dicha Asamblea, Cabañas abogó nuevamente por la necesidad de reconstruir la Patria Grande y esto motivó al Presidente del Salvador don Miguel Santín a contestarle muy emocionado, lo que repercutió en todo Centroamérica, a tal punto que el Presidente Guardiola de Honduras hizo publicar íntegramente en La Gaceta Oficial el discurso de Cabañas y al pie del mismo puso lo siguiente: “Se hace sentir siempre imperiosamente la necesidad de otro vínculo como es el de la buena inteligencia diplomática entre naciones del todo extrañas y la unión nacional de aquellas que el destino ha colocado sobre un mismo suelo con unas mismas necesidades e intereses, como sucede a las diversas secciones de la América Central”.

En 1859 el General Gerardo Barrios, uno de los antiguos hombres de Morazán, asumió la Presidencia de la República de El Salvador, pero Cabañas a pesar de ser su cuñado se distanció de él por los vínculos que aquél estableció con Carrera, a quien visitó en Guatemala el 16 de diciembre de 1860, ocasión en que fue recibido con toda pompa. Pese a esto y tal como Cabañas se lo advirtió a Barrios, pronto vinieron las desavenencias con Carrera. Este le exigía a Barrios que quitara al Ministro de Relaciones Exteriores don Manuel Irungaray, otro gran morazanista. Luego, en enero de 1862, Carrera fomentó un conflicto del clero con el Presidente Barrios, además se produjo un intento de asesinato de éste y finalmente una invasión de la frontera salvadoreña por emigrados residentes en Guatemala.

Mientras tanto, Cabañas terminó su período de Diputado y en 1862 hizo un viaje a Tegucigalpa, en donde fue recibido con gran júbilo. Luego pasó a Comayagua y también se le prodigó diversas atenciones y a finales de año regresó a su propiedad de Yamabal, en El Salvador. En ese tiempo se estudiaba en todo Centroamérica la propuesta de Nicaragua sobre la conveniencia de buscar nuevamente la formación de la República Confederal, pero el proyecto fracasó. Barrios sin embargo, retomó la idea y planteó la idea de su República Guanaca, integrada por Honduras, El Salvador y Nicaragua. Ante el llamado a la Unión, Cabañas olvidando sus diferencias con Barrios, se presentó ante éste para ofrecerle sus servicios. El 20 de enero de 1863 la Asamblea salvadoreña facultó a Barrios para que hiciera la defensa de la República en caso de ser invadida.

Carrera invadió El Salvador el 9 de febrero, pero el 24 de ese mismo mes y año fue derrotado, pero a pesar del consejo de Cabañas, no fue perseguido y esto le permitió rearmarse, de manera que el 22 de junio tomó Chalchuapa y el 30 derrotó plenamente a los salvadoreños, gracias a la traición de los Generales González, Chicas y Escalón, que habían desconocido al Gobierno de Barrios, por lo que Cabañas los increpó severamente y marchó para San Salvador para proteger al Gobernante, junto con otros Generales que permane-cieron leales. La lucha prosiguió hasta el 26 de octubre de 1863 en que Carrera sitió San Salvador y Barrios abandonó la plaza con 800 hombres por el lado de Mejicanos. Cabañas con otros Oficiales se detiene en El Guayabal para proteger a Barrios para que alcanzara el Puerto de La Unión. Así terminó este nuevo intento de Unión Nacional y Cabañas, de nuevo, regresó a su finca de Yamabal.

En 1865 se anunció a Cabañas que Barrios se encontraba en Panamá, de regreso de Estados Unidos de Norteamérica y que venía a Centroamérica a continuar la lucha con suficiente armamento. Se convino que Cabañas, armado, lo esperaría en La Unión y hacia allá se dirigió con 800 hombres el 15 de mayo, después de que logró que San Miguel se pronunciara a favor de Barrios, aunque no fue posible reunir el armamento adecuado. Inmediatamente el Gobierno todopoderoso de Dueñas reunió 1,600 soldados bien equipados, a las órdenes de los Generales Xatruch y González y el 18 comenzaron a perseguir a Cabañas. La esperanza era que Barrios llegara a La Unión el 25 de mayo, pero no sucedió así y más bien el 6 de junio escribió de Panamá explicando que no había llegado por falta de barco. Y cuando por fin lo hizo ya era tarde, porque sus adeptos habían sido aniquilados por las fuerzas del Gobierno y el propio Cabañas, muy herido, zarpó para Puntarenas, Costa Rica.

Dos años estuvo Cabañas fuera de Centroamérica, viviendo en Panamá y Costa Rica, de donde regresó a Honduras en 1867, cuando gobernaba el General José María Medina, quien además de brindarle atenciones lo nombró como Administrador de la Aduana de Trujillo, pero sólo estuvo tres meses, debido a problemas de salud. Y para los primeros meses de 1868 residía pobremente en Selguapa en compañía de su esposa Petronila.


Y es de hacer notar que el Presidente Medina, que había sido su adversario en el campo de batalla, emitió un decreto en el que se le llamó BENEMERITO Y SOLDADO ILUSTRE DE LA PATRIA, ordenó que las exequias y el réquiem se realizaran “con todo el aparato correspondiente a tan distinguido Ciudadano” e hizo llegar a Comayagua “la fuerza estacionada en La Paz, para que unida con la que se halla en esta plaza, haga al cadáver los honores de ordenanza”. Además, mandó que todos los gastos fueran pagados por el Estado. Las exequias fúnebres fueron presididas por el Vicario General y el Alto Clero, a las cuales asistió el Presidente de la República y altos funcionarios del Gobierno y sobre todo enorme cantidad de pueblo. El Licenciado don Manuel Colindres, a nombre del Gobierno, tuvo a su cargo la Oración fúnebre. Cabañas fue enterrado en la Iglesia San Sebastián, de Comayagua.

Once años más tarde, Marco Aurelio Soto, ordenó se le levantara un busto en la Plaza La Merced de Tegucigalpa, que inauguró el Presidente Luis Bográn al tomar posesión el 30 de noviembre de 1883.

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