RAFAEL HELIODORO VALLE
 

La obra bibliográfica de Rafael Heliodoro Valle

Por: Maria de los Angeles Chapa Bezanilla
* Ponencia presentada en las jornadas Académicas del IIB, noviembre 21-24, 2000.

El quehacer bibliográfico de Rafael Heliodoro Valle fue cotidiano. (Hondureño de nacimiento, 1891-1958, vivió más de 50 años en México desempeñando una extraordinaria labor humanista). Su producción histórica y literaria fue producto de su excepcional labor bibliográfica. La edición de sus obras en esta disciplina fue una constante durante toda su vida a partir de su llegada a México, país de gran tradición y riqueza bibliográfica iniciada durante la época colonial con los cronistas de las provincias religiosas, quienes registraron en sus crónicas tanto la vida como las obras de los misioneros distinguidos en el campo de la historia y de las letras, así como los trabajos de los propios miembros de la orden religiosa a la que pertenecían.

Cabe mencionar como ejemplos la crónica de Michoacán de fray Alonso de la Rea, franciscano, la del dominico fray Antonio de Remesal dedicada a Chiapas, y la del jesuita Francisco Javier Alegre. Distinguido bibliógrafo de finales del siglo XVII y principios del XVIII fue Juan José de Eguiara y Eguren, quien se dio a la tarea de sistematizar la producción literaria y científica de México abriendo camino así a las figuras de primordial importancia dentro de la bibliografía mexicana del siglo XIX: José Mariano Beristáin de Souza y Joaquín García Icazbalceta, bibliógrafos de primer orden que aportaron valiosísimas compilaciones para el estudio de la historia y la cultura mexicanas.

A fines del siglo XIX la fundación del instituto Bibliográfico Mexicano fue de vital importancia para el desarrollo de esta disciplina, ya que coadyuvó enormemente al impulso de la bibliografía en México. Aunque fue una institución de corta vida, pues solo existió hasta 1910, sirvió para que eminentes bibliógrafos como Joaquín Baranda, Nicolás León y Luis González Obregón construyeran una fuerte cimentación en esta disciplina.

Mucho de su quehacer en la investigación bibliográfica sirvió de formación a Rafael Heliodoro Valle; gran amigo de Nicolás León y Luis González Obregón, enriqueció con sus lazos de amistad su naciente pasión por tan destacada actividad. Posteriormente Agustín Millares Carlo y el doctor Ernesto de la Torre Villar compartieron su producción bibliográfica y su labor humanística en pro de la América hispana.

Desde edad muy temprana se despertó en Valle el deseo de leer, y fueron innumerables las páginas que sus ojos recorrieron. Cuando profesionalmente, siendo ya un reconocido humanista y conocedor de la riqueza cultural de nuestro continente empezó a producir trabajos bibliográficos, en una magna labor se propuso ordenar esta riqueza cultural con un mismo denominador común: América. La actividad bibliográfica de Valle fue todavía la de aquellos bibliógrafos puros que hacían de su tarea un arte tanto como una técnica, y que se iniciara con Eguiara y Eguren, quien al publicar su Bibliotheca Mexicana para probar ante los europeos "la capacidad de los mexicanos para crear obras de ciencia y cultura", inició la bibliografía en América el año de 1755.

A Rafael Heliodoro Valle ya no le tocó vivir la época en que apoyados por instituciones, grandes equipos realizan recopilación bibliográfica, situación que comenzó a mediados del siglo XX; por ello, su tarea bibliográfica realizada sobre las mismas bases del siglo anterior, es decir, en un esfuerzo aislado y personal, tuvo más valor.

Valle inició su labor bibliográfica al llegar por vez primera a México, donde recibió el apoyo y la amistad del poeta Juan de Dios Peza tal y como se señala en el capítulo correspondiente del estudio biográfico, y en referencia a uno de los escritos del hondureño de esos años en que describe la riqueza de la biblioteca del poeta sobre todo en obras mexicanas. Éste fue el punto de partida para que Rafael Heliodoro se adentrara no solamente en una disciplina que lo distinguió toda su vida como eminente intelectual, sino que lo convirtió en uno de los humanistas americanos cuyo amor a los libros lo significó enormemente. Muestra de lo ant! eriormente señalado está presente en la biblioteca que logró conformar durante toda su vida, indescriptible acervo de temas americanos depositada en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional.

La suya fue una pasión desmedida por el quehacer bibliográfico. Difícil sería enumerar la cantidad de testimonios epistolares resguardados en la sección documental de su acervo en que menciona esta actividad, compañera inseparable de su cotidiana labor intelectual. Cuando regresó a su natal Honduras después de haber concluido sus estudios de profesor normalista, agotó los acervos públicos, las colecciones particulares y los archivos religiosos. Después, cuando fue nombrado cónsul en Belice, rastreó las colecciones documentales, viajó a Guatemala cuantas veces sus actividades oficiales se lo permitieron, aquí estuvo en los repositorios más importantes, recabando datos, levantando fichas y analizando publicaciones, folletos y manuscritos.

Mantuvo constante comunicación con los académicos e intelectuales más reconocidos de toda la América hispana y aun de las principales universidades estadounidenses, siempre a la búsqueda de ediciones raras, tirajes reducidos, reediciones y por supuesto los últimos títulos publicados; a su vez, él ponía a disposición de los estudiosos sus propios materiales.

Si en algún momento se veía en la necesidad de detener la elaboración de una obra histórica, literaria, un artículo o reseña por la falta de información contenida en algún determinado volumen, no escatimaba recursos y era capaz de recorrer cientos de kilómetros hasta dar con esa publicación. Qué decir cuando nombrado secretario de la Misión Especial para el conflicto de límites entre Guatemala y Honduras, viajó por primera vez a Washington en 1919. Sin olvidar sus tareas oficiales, dedicaba el tiempo restante a asistir a la Biblioteca del Congreso y al State Department, en donde permanecía largas horas recolectando información y datos de primera mano para elaborar sus obras bibliográficas.

Cuando volvió a México en 1921 atendiendo a la invitación que Jaime Torres Bodet le hiciera, entre los nombramientos que José Vasconcelos le otorgó estaba desde luego el de jefe del Departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, entre otros. A partir de este momento, el desempeño de la disciplina bibliográfica se convirtió en un elemento de vital importancia en la labor académica del hondureño; sin embargo, la edad de oro del maestro Valle en esta actividad se presentó cuando el gobierno de Honduras lo nombró su embajador en Washington. Fue allá y cayó en una vasta red de tentaciones bibliográficas, pues tenía por segunda ocasión la Biblioteca del Congreso a su disposición, de manera que preparando sus materiales y en comunicación con los escritores de América, regularmente les informaba de sus hallazgos.

Esos años de Washington fueron intensos y venturosos, y desprendieron un torrente de obras bibliográficas. Con la constante investigación en esta disciplina, Valle fue capaz de cumplir una obligación escrita donde se juntan las noticias más distantes, donde lo perdido se encuentra y los datos hacen legión. Al recorrer las páginas de sus obras bibliográficas se puede pasar de don José Toribio Medina a Uribe Echeverría. Del norte al sur, de don José Cecilio del-Valle al guatemalteco Irisarri, del argentino Alberdi al ecuatoriano Montalvo, tan querido de Unamuno, es decir, que en cada obra privó su interés por Hispanoamérica.

Muchos de los intelectuales contemporáneos de Rafael Heliodoro Valle lo consideraron, más que historiador y literato, un gran bibliógrafo. Su obra en esta disciplina fue, en efecto, densa, y su colaboración en las revistas del ramo, inconmensurable. Algunas de sus principales aportaciones bibliográficas aparecieron el año de 1930 al crear, sin ayuda de ninguna institución, un boletín de Bibliografia Mexicana que sólo alcanzó cuatro números, de septiembre a diciembre del año mencionado. Él aparece como director, y en el primer número manifestó los siguientes propósitos:

Esta revista quiere servir a México y a los amigos de México dándoles, especialmente, informaciones sobre lo que aquí se publica. Es lógico que el país que tuvo la primera imprenta en América y que ha tenido y tiene una producción bibliográfica intensa, tenga una revista de bibliografía. No es de crítica, sino de información. A través de ella pretendemos dar a conocer un México inédito, dinámico, que trabaja calladamente, que sigue elaborando cultura; que tiene entre sus riquezas de grandes posibilidades latentes, una muy vasta: la bibliográfica. Hay que ir desamortizando esa riqueza, para ofrecerla como un valor vivo a las manos y a las mentes ávidas.

Tal publicación estaba conformada por varias secciones a saber: la primera, en la que aparecían noticias sobre eventos relacionados con bibliotecas presentaciones de libros, concursos bibliográficos y actividades afines a dicha temática. La segunda parte, denominada "Algunas Revistas Mexicanas", anunciaba las revistas culturales más sobresalientes, breve contenido, precio, dirección de adquisición, tiraje y tipo de publicación. La tercera parte, conformada por las novedades bibliográficas mexicanas, proporcionaba al lector, además de un listado de obras de reciente aparición, un análisis de contenido; la cuarta parte ofrecía al interesado una serie de revistas extranjeras culturales y la forma de adquirirlas, y una quinta y última sección en la que Valle reseñaba una obra, generalmente histórica de reciente aparición.

Los colaboradores fueron Joaquín Díaz Mercado, Ermilo Abreu Gómez y Armando Arteaga. Como referencias de instituciones que apoyaron académicamente su efimera existencia estaban la Secretaría de Educación Pública de México a través del Departamento de Bibliotecas y la Bibliographical Society of America, en Estados Unidos. Sin mayores datos que aporten las razones por las que no se siguió publicando, el último número apareció en diciembre de 1930. La situación anterior no fue obstáculo para que Valle se detuviera en su ascendente actividad bibliográfica. Enseguida publicó Bibliografia Mexicana; extensa recopilación de obras organizada por temas en orden alfabético desde antropología, arte, ciencia, deportes, derecho y legislación, hasta relaciones internacionales, religión, técnica militar y miscelánea, pasando también por economía, educación, historia, ideas contemporáneas, lengua y literatura, México en el extranjero, obreros, periodismo y política. Cada título pre! senta, además de los datos de autor, título y editorial, un resumen de contenido que aporta datos sumamente importantes, perfectamente equilibrados para que el interesado no tenga lugar a duda alguna sobre la obra que desea consultar.

La investigación fue publicada por la Hispanic American Histórical Review en su sección de inglés, con un merecido respeto a la cantidad de referencias y datos de suma importancia que Rafael Heliodoro Valle aportó. En todos ellos puede verse que el hilo conductor de Valle para la selección de obras fue el americanismo y el humanismo que tanto lo caracterizaron.

La siguiente investigación bibliográfica apareció en México en 1934 con el nombre de Bibliografia de don José Cecilio del Valle. Trabajo elaborado con orgullosa vigilancia y limpio decoro de los datos aquí recopilados. Obra en la que se encuentra no sólo la enumeración de todo lo escrito en torno a la vida y obra del prócer hondureño, aparte del catálogo de lo que él publicó y de cuanto a él se refiere, sino que también Rafael Heliodoro compiló los nombres históricos que tuvieron relación directa con él por su calidad de contemporáneo notorio. Tales aportaciones hacen de esta investigación una publicación sumamente útil para los interesados en tener una idea panorámica del tiempo y del material humano con que José Cecilio del Valle pudo trabajar.

El noventa y nueve por ciento de los libros y papeles citados pasaron por las manos de Rafael Heliodoro Valle, y aunque esta bibliografía no sea concluyente, pues es seguro que algunos títulos no pudo el autor conseguirlos, basta lo presentado para que el historiador que a ella se acerque tenga en sus manos un itinerario confiable que le permita adentrarse en el conocimiento de la ideología de José Cecilio del Valle y pueda reconstruir conforme a la técnica actual de la historia, uno de los capítulos más interesantes de la vida política de Centroamérica y de historia de las ideas hispanoamericanas. Ésta, como toda buena bibliografía, deja la puerta abierta para sucesivas investigaciones. En ella se denota además una constante minuciosidad como muestra de lo que sería su última obra bibliográfica que por sobrevenirle la muerte, Rafael Heliodoro dejó inconclusa: la Bibliografia de Centroamérica.

Cuatro años después, en 1938, publicó su Bibliografía de historia de América. Obra en la que resalta la acuciosidad con que el autor seleccionó cada uno de los títulos, realizó el análisis de contenido de los mismos y los enriqueció con datos históricos de relevancia; trabajo que por sí solo otorga a Valle el título de excelente investigador y bibliógrafo renombrado.

La labor bibliográfica de Rafael Heliodoro Valle comprendió varios aspectos, desde la exploración de fichas bibliográficas que antes estuvieron perdidas, hasta la organización de la bibliografía monográfica en que fue capaz de reunir tanto título desconocido. Pasando desde luego por la crítica de libros, las reseñas, y en ocasiones, por la publicación de un artículo o una serie de ellos para los cuales le daba material el libro.

Dentro de este marco de referencia se inscribe la obra que el hondureño dio a conocer en 1939: Bibliografía de Ignacio Manuel Altamirano, cuya importancia radica no únicamente en la recopilación y análisis de los documentos presentados, sino en la organización de una importante hemerografía sobre el personaje que fluctúa entre los años de 1862 y 1880. Para su conformación Valle utilizó la revista El Renacimiento, para que el lector pudiera comprender la dinámica de quien, en opinión del hondureño, fue uno de los espíritus más puros de México.

El objetivo por el cual Rafael Heliodoro Valle utilizó la revista señalada, lo explica en una pequeña reseña al principio de su trabajo bibliográfico:

Como las otras publicaciones que podríamos llamar clásicas en la historia de las ideas de este país: "El Museo Mexicano", "Revista Azul", "Revista Moderna" y "Contemporáneos", El Renacimiento marca un límite señero y concatena la acción del corifeo en llamas con el magisterio de quien sigue siendo, más que ninguno de los conductores de su época, el personero de una generación y el estímulo de las que recogieron su antorcha de mexicanidad.

En la conformación del presente trabajo Rafael Heliodoro Valle tuvo la precaución de señalar algunos títulos referentes a Altamirano que hasta el momento de la edición de esta bibliografia, eran inéditos. La organización tuvo como elementos a contemplar los siguientes: discursos, periódicos, prólogos, prosa, traducciones, obras en verso, cronología, iconografía, seudónimos, obras sobre Altamirano y un índice de nombres contenidos en la bibliografia elaborada por el hondureño.

Dos años después Rafael Heliodoro publicó Bibliografía maya, editada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Obra de extraordinaria solidez académica presenta títulos recopilados por Valle en repositorios de primer orden como la Biblioteca del Middle American Research Department de la Universidad de Tulane en Nueva Orleáns, la Biblioteca del Congreso en Washington; la Universidad de Texas, la Biblioteca Pública de Nueva York, la Clements Library y la Biblioteca de Chicago.

En la edición de esta investigación bibliográfica el hondureño presentó un cuadro panorámico de publicaciones relacionadas con el tema y recabó el mayor número posible de datos incitando a jóvenes investigadores para que aportaran nuevas y plenas luces al asunto en cuestión. El interés de Valle con esta bibliografia fue el de rendir un servicio desinteresado a todos los que en América han reconocido que el indígena maya fue uno de los más altos orgullos humanos en nuestro hemisferio, y que estudiarlo significa cumplir con una de las más nobles finalidades de la americanística, así como gozar de un fino deleite espiritual.

Al examinar esta obra de 404 páginas con alrededor de 4 000 escritos relativos a asuntos del área maya, especialmente de Yucatán, Guatemala y Honduras, el lector puede percatarse que Valle no desdeñó ningún dato, ni aquellos que tienen aspecto de paja entre trigo. Salta a la vista que uno de sus objetivos fue orientar e incitar a los interesados a seguir aprendiendo conforme se recorren sus páginas. Los títulos contenidos están organizados por orden alfabético de autores; cada uno tiene su correspondiente área de notas en la cual Valle plasmó importantísimos datos correspondientes a dichos autores así como a la edición y contenido.

Bibliografía maya es una obra que ningún investigador interesado en esta temática debe descuidar. Es además una excelente guía que debe consultarse y estudiarse para estar enterado fundamentalmente de lo que se ha escrito en torno al tema. Se observan también las fechas de fichas correspondientes a investigadores famosos, los opúsculos y escritos de aficionados que publicaron algo digno de tenerse en cuenta. Obra paciente y erudita ésta que recoge listados, diccionarios, artes de lenguas indígenas, relaciones de tiempos de la conquista, códices, tratados de arte y todo lo que se refiere al mundo maya.

Labor de erudición bibliográfica fue también La cirugía mexicana del siglo XIX publicada en 1942. Investigación que le valió el más grande reconocimiento por parte de los eruditos en la materia en el momento de su aparición. Ésta fue la mejor demostración de su valer como libro técnico y de información histórica. La primera parte está conformada por una reseña amena a la par que caudalosamente informada del desarrollo de la ciencia quirúrgica en nuestra patria. Nada falta ahí en ese sentido, y lo que da más prestancia a esta crónica es que realiza una tarea de noble reivindicación de los merecimientos de médicos nacionales que en muchas ocasiones se adelantaron en procedimientos y sabiduría a sus colegas del Viejo Mundo.

A continuación la parte bibliográfica agotó la materia. Cerca de 3 000 fichas aparecen en el libro aportando al interesado un cúmulo de información digna de tomarse en cuenta. Una tercera parte está organizada con las biografías sumarias de cirujanos, con las efemérides más notables del desarrollo de nuestra cirugía a partir de 1520 hasta 1936 y, finalmente, con noticias históricas de hospitales y sociedades científicas. Cierra la investigación con una selecta relación de documentos inéditos que le proporcionara don Luis Chávez Orozco, quien a su vez, los había recopilado en el Archivo General de la Nación; los mismos abarcan los años de 1822 a 1852.

El estudio de esta obra aporta dos características fundamentales: el extraordinario academismo del autor, así como un patente gusto por parte de Valle durante la conformación de la misma. En el preámbulo Rafael Heliodoro Valle refiere:

Son tres los motivos que inspiraron este libro: primero mis lecciones de Historia! de la Medicina en México en mi cátedra de Historia de México en la Escuela Nacional Preparatoria; segundo, mi constante curiosidad hacia los problemas bibliográficos mexicanos. Tercero, mi participación en la II Asamblea Nacional de Cirujanos, Sección de Estudios Históricos. Dejo aquí constancia del estímulo con que desde el primer momento, acogieron mi trabajo dos amigos predilectos: los doctores don Fernando Ocaranza y don Luis Cervantes, y quedo en deuda con Arturo Arnaiz y Freg y José González Mora, amigos de primerisima calidad, por haberme ayudado a revisar, fijar y dar esplendor a las páginas de este libro con el anhelo de que sirva para prez y gloria de México.

La publicación apareció en el momento de más esplendor en la vida intelectual de Rafael Heliodoro Valle. Las felicitaciones no se hicieron esperar, así como tampoco las reseñas periodísticas a favor de la obra. Baste como ejemplo, los elogiosos conceptos vertidos por José de Jesús Núñez y Domínguez en su artículo "Palabras al viento", publicado en la Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales:

Es Rafael Heliodoro Valle en los momentos presentes, el más grande de los bibliógrafos de la América hispana. A él ha pasado por derecho bien adquirido a fuerza de,intensa y productiva labor, el cetro de esa actividad que por tantos años, y merecidamente, empuñó el chileno don José Toribio Medina. En la actualidad no existe en nuestro Continente escritor alguno, en idioma español, capaz de enfrentarse a Heliodoro Valle en esta materia; y aunque el eminente doctor Bolton está considerado con toda justicia como el bibliógrafo norteamericano más erudito en asuntos de nuestros países, Valle le supera en la universalidad de su producción.

Bibliografia cervantina en la América española, editada por la UNAM en 1950, fue la siguiente obra de Rafael Heliodoro Valle. Desde las primeras páginas se revela de inmediato la capacidad asombrosa del método de investigación utilizado por el hondureño. Este libro recoge 2 242 fichas correspondientes a otras tantas noticias, títulos de conferencias, ediciones príncipes, sumarios de libros y demás material cervantino que se haya elaborado por escritores hispanoamericanos y europeos desde la primera mitad del siglo XVII hasta 1950, pues como lo manifestó en el prólogo, "América empezó a leer el Quijote el mismo año de su primera edición en 1605".

Precede a la bibliografía una reseña que hace aún más atractiva la consulta del trabajo en cuestión. En ella aparecen noticias y datos acerca de las referencias sobre América que tuvo Cervantes al momento de escribir su magna obra, las cuales plasmó a través de algunos parlamentos pronunciados por el personaje central, don ! Quijote. Valle aporta también noticias sobre influencias cervantistas y cervantinas en algunos de los más destacados literatos de América como José Joaquín Fernández de Lizardi, mexicano; Antonio José Irisarri, guatemalteco; Juan Bautista Alberdi, argentino, y Juan Montalvo, ecuatoriano.

Ningún aspecto sobre la influencia del autor del Quijote en la literatura americana escapó a Rafael Heliodoro Valle; también tuvieron lugar en el ensayo previo los cervantistas y los imagineros.

En seguida la bibliografía ocupa un promedio de 200 páginas con los títulos relacionados a la temática quijotesca. En cada uno de ellos el hondureño describe todo lo relacionado con la edición y aporta en un resumen de contenido los datos más relevantes y menos conocidos, características que hacen de esta bibliografía algo único en su género. En 1953, cuando Valle se encontraba desempeñando el cargo de embajador extraordinario y ministro plenipotenciario de Honduras en Washington, publicó la Bibliografia de Hernán Cortés. Obra de indudable importancia para los interesados en la figura del conquistador. El origen de esta bibliografía cortesiana estuvo en unas notas apresuradas que Rafael Heliodoro publicara diez años antes en la revista Divulgación Histórica que dirigía en la ciudad de México don Alberto María Carreño.

Poco a poco, don Rafael fue tomando interés por el tema, y en respuesta a su acostumbrada inquietud, se dio a la tarea de revisar libros, opúsculos, artículos y monografías en diarios y revistas en español y en inglés. La investigación emprendida en esos diez años le permitió conocer el noventa y nueve por ciento de los materiales impresos, y de modo muy especial gran número de incunables europeos en donde aparecían, entre otros documentos, las Cartas de relación o las noticias sobre la conquista de México.

Sin ser una bibliografía exhaustiva ni mucho menos crítica, reúne papeles de Cortés desde 1520 hasta 1767, documentos sobre este personaje desde 1518 hasta 1570 y, por supuesto, las famosas Cartas de relación desde 1519 hasta 1946. Todo lo anterior acompañado con una presentación histórica sobre dichas cartas. La bibliografía está acompañada de un breve estudio sobre Hernán Cortés y el ámbito histórico que le tocó vivir, así como un análisis de las cartas como documentos de verdadera relevancia histórica en su momento y para la posteridad.

Los repositorios en que Valle realizó el levantamiento documental fueron las Bibliotecas Nacionales de México y Lima, la Pública de Nueva York, la de la Unión Panamericana y la del Congreso en Washington. Desconocida por colaboradores y amigos de Rafael Heliodoro Valle resultó la bibliografía de Iturbide. Esta investigación no la concibió el hondureño como un trabajo independiente, y es posible que por tal razón no se conociera. En 1922 Valle escribió para sus alumnos de la cátedra de historia patria y americana en la Escuela Nacional Preparatoria una interesante obra histórica titulada Cómo era Iturbide. Aquí plasmó en 16 capítulos, una semblanza de la personalidad, conducta y atributos intelectuales del emperador. Como anexo incluyó una selecta bibliografía del personaje elaborada con base en alrededor de 900 títulos compuestos de documentos, periódicos y libros que detectó en México y San Antonio, Texas, en una temporalidad que fluctúa entre 1821 y 1921.

La investigación referida contiene también una iconografía y una numismática referentes a lturbide, producto de la constante inquietud y profesionalismo de don Rafael por cubrir todos los aspectos de la disciplina bibliográfica. Antes de que le sobreviniera la muerte, Valle produjo tres obras bibliográficas más de relevancia. En 1953 la Bibliografía de Rafael Landívar publicada en Bogotá, Colombia, por el instituto Caro y Cuervo. Rafael Heliodoro Valle había seguido desde muy joven la obra de Landívar con devoción creciente. Inició su recopilación bibliográfica en 1924 como parte de una reseña y en colaboración con algunos diarios como El Imparcial, posteriormente publicó poemas y referencias que manifestaban su interés por la obra del poeta antigüeño. La aportación que logró con esta bibliografía es de indiscutible importancia, puesto que permite a los estudiosos de la Rusticatio una indicación precisa de cuanto se ha escrito en torno del poeta y su obra, dejando abi! erta la posibilidad de continuar la colección.

En 1954 apareció la Bibliografía de Sebastián de Aparicio, editada en Puebla, y la Biografía de Barba Jacob. Las dos primeras no se encuentran en el Fondo perteneciente al doctor Valle ni en los principales acervos de nuestro país. La correspondiente a Porfirio Barba-Jacob, alias que utilizó el poeta colombiano Miguel Ángel Osorio, fue la última investigación bibliográfica que realizara en vida el humanista hondureño.

Conoció a Barba-Jacob en 1911, y desde entonces se interesó en su obra por lo que en ella había de peculiar y original. Rafael Heliodoro Valle opinaba que la belleza de la obra literaria del colombiano radicaba en sus versos, los cuales revivían la excelsitud que el idioma había tenido en los clásicos. En la bibliografía referida Valle anotó:

No creo que exista alguien que haya conocido a Ricardo Arenales [otro seudónimo utilizado por Barba-Jacob] tanto como yo. Recorrió toda América como si fuera el judío errante y en todos los países dejó huellas de su paso. Barba-Jacob fue uno de los grandes poetas auténticos de su época: era un lector insaciable, un ironista fácil, peligroso, que tenía el don de lanzar sus dardos en el momento más oportuno, y que vivió sinceramente su poesía, extrayendo del instante efímero sus mieles de buen humor.

El trabajo bibliográfico de Rafael Heliodoro Valle fue el producto de la recopilación y análisis de la obra literaria del poeta colombiano. La investigación está dividida en varios apartados que se inician con "Libros y opúsculos" producidos por Barba-Jacob entre 1907 y 1960; y con la misma temporalidad "Artículos de prensa", "Poesías", "Periódicos fundados" y "Obras inéditas". Característica de este trabajo es la disciplina de investigación y manejo de las fuentes del hondureño; resalta también el empleo de la información extraída de las fuentes, así como la solidez y conocimiento de Valle por la obra del colombiano.

Varias bibliografias inconclusas dejó Rafael Heliodoro Valle a su muerte: Bibliografía de justo Sierra, Bibliografía de Francisco Morazán, Bibliografía de Benito Juárez, y una Bibliografía de Centroamérica calculada en 12 volúmenes. La temática americanista en la obra bibliográfica de Valle es indiscutible; a través de ella divulgó la cultura mexicana y centroamericana en todo el continente. Sin embargo, la mejor bibliografía fue el propio Valle. Su memoria prodigiosa, en opinión de sus contemporáneos, le permitía citar nombres y fechas sin necesidad de consultar archivos, pues su memoria misma era su mejor archivo; no obstante, sus ficheros fueron, en su momento, los más completos de América, sumando varios miles de cédulas.

Aunque la utilidad de los recuentos bibliográficos no necesita ser ponderada, vale la pena sugerir la idea de que no se tiene noción clara del trabajo que significa hasta que se le ve realizado: trabajo ímprobo, y en casos como el de Rafael Heliodoro Valle, pasión literaria de subido precio.

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