RAMON AMAYA AMADOR
"NOVELISTA POR EXCELENCIA"
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Aunque Honduras cuenta en su haber con un listado singular de novelistas importantes como Lucila Gamero de Medina, Froylán Turcios, Carlos Izaguirre, Paca Navas de Miralda, Marcos Carías Zapata, Julio Escoto y Roberto Castillo, sin lugar a dudas Ramón Amaya Amador es reconocido por la mayoría de los lectores hondureños como el gran novelista social del siglo veinte hondureño.
Ramón Amaya Amador nació en el municipio de Olanchito, Yoro, el 29 de abril de 1916, falleciendo trágicamente en Checoslovaquia en 1966, dejando a su paso una estela de obras publicadas e inéditas.
Juan Ramón Martínez, su biógrafo principal, afirma que cuando el escritor olanchitense comenzó a redactar por entregas su novela principal "Prisión Verde", Amaya Amador era un marxista intuitivo, inocente y elemental, que se había iniciado en el conocimiento de las propuestas teóricas en favor del proletariado mundial, y especialmente de los obreros agrícolas de la zona norte de Honduras.
Las novelas de Amaya Amador son probablemente (después de la Biblia cristiana) los libros más leídos por el lector común hondureño.
BIOGRAFIA
Amaya Amador nació en Olanchito, departamento de Yoro, el 29 de abril de 1916, siendo sus padres Isabel Amaya y Guillermo R. Amador.
Después de trabajar como peón en los campos bananeros de la costa norte inició su carrera de cuentista y su narración "La nochebuena del campeño Juan Blas" salió a luz pública en el número 15 de la revista ANC, órgano de la Asociación Nacional de Cronistas, editada en Tegucigalpa y correspondiente al 31 de diciembre de 1939.
Ramón Amaya Amador, narrador y periodista, es uno de los más prolíficos escritores del país y quien tiene más obras publicadas: Prisión Verde, Amanecer, El Señor de la Sierra, Los brujos de Ilamatepeque, Constructores, Destacamento Rojo, Operación Gorila, Cipotes, Con la misma herradura, Bajo el signo de la paz, El camino de mayo, Jacinta Peralta, Cuentos Completos y Biografía de un machete permaneciendo inéditos casi veinte libros más.
Ramón Amaya Amador inició su vida periodística en 1941 como redactor, primero, y como jefe de redacción, después, del periódico El Atlántico, de La Ceiba, fundado y dirigido por Ángel Moya Posas. Posteriormente, el 8 de octubre de 1943, Ramón Amaya Amador fundó en Olanchito, con Dionisio Romero Narváez, el semanario Alerta, contando con la valiosa colaboración de su compañero Pablo Magín Romero.
El escritor abandonó su patria en 1944 debido a la persecusión del cariato, radicándose en Guatemala, en donde trabajó como editorialista de Nuestro Diario, durante el régimen democrático del doctor Juan José Arévalo, entregando también sus colaboraciones al Diario de Centro América, El Popular Progresista y Mediodía. A la caída del gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán, nuestro compatriota se asiló en la sede de la Embajada Argentina, viajando a aquella nación del sur. En Buenos Aires laboró en la editorial "Ariel" y en Sarmiento, un periódico de educación popular, editado en la ciudad de Córdoba.
El 19 de mayo de 1957, Ramón Amaya Amador retornó a Honduras, acompañado de su esposa Regina Arminda Funes, originaria de Córdoba, Argentina; en ese año ingresó a la redacción del diario El Cronista, de Alejandro Valladares, y fundó en Tegucigalpa, con Luis Manuel Zúniga, la revista Vistazo.
El Círculo Literario Hondureño le rindió un homenaje en el Paraninfo de la Universidad Nacional Autónoma en Tegucigalpa el 11 de noviembre de 1958, interviniendo en el acto el rector Lisandro Gálvez y los estudiantes universitarios Rafael Leiva Vivas, J. Delmer Urbizo y Oscar Acosta.
En esa oportunidad, Ramón Amaya Amador leyó un extenso discurso de agradecimiento en el que afirmaba que era la primera vez que en su patria recibía una honrosa distinción por sus trabajos en las letras y en la cultura. Este documento puede considerarse como su testamento literario.
El 19 de abril de 1959 abandonó Tegucigalpa junto a su esposa Arminda y sus pequeños hijos: Aixa Ixchel y Carlos Raúl, para radicarse en Praga, Checoslovaquia, integrando la plana de redacción de la revista Problemas de la Paz y el Socialismo.
El 24 de noviembre de 1966, en las cercanías de Bratislava, se accidentó el avión soviético Ilushyn-18, de la línea aérea búlgara Tabso, pereciendo todos sus ocupantes, entre ellos Ramón Amaya Amador y tres compañeros de trabajo en la revista que hemos mencionado: el brasileño Pedro Motta Lima, el argentino Alberto Ferrari y el japonés Sigho Kadzito.
Once años después y tras arduas gestiones iniciadas por el poeta hondureño Oscar Acosta (en ese entonces Embajador de Honduras en España) y que duraron cuatro años, se logró la repatriación de los restos mortales de Ramón Amaya Amador los que fueron enviados de Checoslovaquia a Madrid y luego trasladados a Tegucigalpa en septiembre de 1977, permaneciendo la urna con las cenizas de Amaya Amador en la Sección Colección Hondureña de la Biblioteca de la UNAH.
La comisión encargada del traslado estaba integrada por Oscar Acosta; Rigoberto Paredes, Jefe del Departamento de Letras y Lenguas de la Universidad Nacional de Autónoma de Honduras; Héctor Hernández, Presidente del Sindicato de Trabajadores de la UNAH; Alejandro Gutiérrez, Secretario General de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras, y Livio Ramírez Lozano, Agregado Cultural de la Embajada de Honduras en Madrid.
Sin embargo, la repatriación de los restos no impidió que durante casi una década más, sus obras fueran perseguidas. Debieron transcurrir otros catorce años para que el archivo principal con las obras inéditas de Ramón Amaya Amador escritas en su largo exilio pudiera regresar a Honduras.
En abril de 1991, en un acto solemne en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, el Presidente de la República, Lic. Rafaél Leonardo Callejas, recibió a nombre del pueblo de Honduras, más de veinte títulos inéditos que fueron repatriados desde la Casa de las Américas, La Habana, Cuba a donde fueron llevados desde Praga, Checoslovaquia.
Esta vez las gestiones iniciadas por Carlos Amaya Fúnez, hijo del escritor, fueron respaldadas por una comisión integrada por Oswaldo Martínez y Neptalí Orellana de Radio Progreso, Juan Ramón Durán, Director de la Escuela de Periodismo de la UNAH, David Romero de Diario Tiempo, Adelma Argueta, Diario La Prensa y el Dr. Víctor Ramos; quienes lograron el apoyo del gobierno de la República para agilizar y facilitar el traslado de las obras.
Ocho años después, y treinta y dos después de muerto, su pueblo y su gente se movilizaron para llevar a su definitiva morada las cenizas del notable escritor de Olanchito.
Una comisión de olanchitos presidida por el Prof. Esaú Juárez González e integrada por el Prof. Fabio Bernardino Cárcamo, Director de la Casa de la Cultura de Olanchito, Juan Carlos Medina, Vicepresidente del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Standard Fruit Company; José Luis Bardales Cano; Rony Javier Cruz; Gustavo Sosa Martínez; Fernando Mac Lean; Geovana Spears; Santiago Manzanares; Raúl Cortes y Eduardo Manuel Cruz Martínez; organizó el retorno que tuvo lugar el 19 de mayo de 1999.
Desde 1966 se ha escrito mucho sobre la vida y obra de Ramón Amaya Amador, entre los que podemos mencionar a Dionisio Romero Narváez, el Prólogo de Longino Becerra aparecido en la 2ª edición de Prisión Verde, el ensayo biográfico de Max Sorto Batres, publicado por el Ministerio de Cultura y Turismo en 1990, y la extensa y documentada biografía realizada por su paisano Juan Ramón Martínez, que apareció bajo el sello de la Editorial Universitaria de la UNAH en 1995.
Ramón Amaya Amador vida y obra
Ensayo Biográfico Por: Max Sorto
Paisaje ambiental
Transcurría el año de 1916. Una distancia que se alarga en la cinta del
tiempo. Olanchito es apenas un villorrio, con pretensiones de municipio y hoy
en día con pretensiones de ciudad. Alcalde en esa época era el ciudadano don
Enrique Posas, persona honorable entendida en preparar medicamentos y atender
enfermos, pues escaseaban los médicos. Se recuerda únicamente al doctor
Eduardo A. Gross, de nacionalidad alemana, casado con la señora Gertrudis
Reyes, hermana del profesor Donaciano Reyes Posas.
El doctor Gross vivió en la casa de doña Joaquina vda. de Soto, frente al
parque Morazán; allí tenía su consultorio y una pequeña farmacia. Después se
instaló otro puesto de medicinas que luego se convertiría en la que hoy
conocemos como Farmacia Honduras, propiedad del Dr. Jaime Ramírez Quesada. Los
medicamentos, envasados en botellas, los preparaban los boticarios.
Y, ¿qué decir de las construcciones de la época? Las casas en su mayoría
eran de bahareque y de adobes, con techumbre de teja rojiza, cubierta de
musgos. Para las techumbres empleaban caña brava, que traían de Aguán y
amarraban con correas o bejucos. Algunas casas tenían corredores amplios y
empedrados, sostenidos con horcones de guayacán o jamacuao.
Para esa fecha, se carecía de agua potable. No habían tren de asco, ni
alcantarillado ni luz eléctrica. La gente se alumbraba con lámparas de gas, lo
hacía la gente pudiente, así llamaban a las personas que gozaban de ciertas
comodidades; las menos favorecidas usaban candelas y candiles, fabricados
estos últimos por el señor Julián Pérez; y la muy pobre tenía que ir al cerro
a buscar rajas de ocote o manguíos, que arrastraban los ríos en las
crecientes.
El agua para usos domésticos se acarreaba en botas que transportaban en
burros. Por lo común lo hacían las mujeres en vasijas de barro, de preferencia
tinajas o en latas Una lata de agua, para la venta, costaba un medio o sea
seis centavos, la mitad de un real. Era costumbre llamar así a estas
fracciones de dinero.
Artículos comestibles y de vestuario eran muy escasos, eran traídos de La
Ceiba y de Trujillo, a lomo de mula. El tren no había llegado todavía a
Olanchito.
La vida social era muy reducida. Habían pocas diversiones. Apenas uno que
otro baile, con música de cuerda, acordeón o victrola (los tocadiscos de hoy).
Con el tiempo llegó una marimba, traída por unos paceños. Las muchachas se
quitaban prestadas para los bailes, y se hacían acompañar por las madres o
personas mayores y de respeto. No circulaban invitaciones en cartulina, se
hacían personalmente. El cine no se conocía, y como espectáculo llegó mucho
después por iniciativa de don Mauricio Ramírez.
Cigarrillos de la época eran el King Bee y el Búfalo y bebidas favoritas la
Cerveza Ulúa, el Ron Bacardí y el aguardiente San Isidro, que fabricaban don
Joaquín Quesada. Habían refrescos y muy buenos. Los periódicos poco se
conocían y llegaban muy retrasados. Eran leídos únicamente por las personas
importantes, por los notables del pueblo.
Un periódico era una curiosidad y circulaba quitándolo prestado; y aunque
fuera un periódico muy viejo y amarillento para los parroquianos constituía
una novedad.
Los muebles se reducían a mesas sencillas, taburetes, que eran una sillas
forradas con cuero También se usaban bancas y banquetas. Muebles finos y
acabados eran muy escasos. No habían ebanistas y los carpinteros no disponían
de mayores herramientas ni de técnicas avanzadas.
El café, el chocolate y atole de plátano, lo endulzaban con panela,
conocida ambientalmente por rapadura. El azúcar era escasa.
En el centro del pueblo había una plaza, cubierta de grama y malva. Con el
tiempo se convirtió en el primer campo de fútbol. En esta plaza sobresalían el
Cabildo y la Iglesia, construcciones que tienen más de una centuria de
existencia. La Iglesia fue construida en 1774, sus paredes son anchas y el
cielo raso y algunos altares, acusan influencia colonial.
En la estrechez de este marco, de este paisaje ambiental, vino al mundo
Ramón Amaya Amador. A continuación la certificación de su partida de
nacimiento: "El Infrascrito Registrador Civil Municipal de la ciudad de
Olanchito, Departamento de Yoro, CERTIFICA: Que a Folio 91, Tomo 16,
Original de Nacimientos que esta Secretaría llevó durante el año de 1916. se
encuentra el asiento que dice: PARTIDA No.00045. PEDRO RAMON AMAYA. En
Olanchito, a las tres de la tarde de¡ jueves cuatro de mayo de mil novecientos
diez y seis. Ante mi Gonzalo Posas, Secretario Municipal de esta ciudad y ante
los testigos Andrés Bardales, de treinta y ocho años de edad, labrador y
Salomón Moya de veinte y dos años, escribiente; ambos solteros, naturales y
vecinos de este lugar. Compareció Policarpo Sosa, de cincuenta y ocho años de
edad, casado, labrador, hondureño y de este vecindario. DANDO CUENTA: que el
sábado veinte y nueve de abril recién pasado, a las cinco de la mañana y en
casa d! e ! Felipa Amaya, sita frente a la plaza de esta ciudad, nació un
varón a quien se le puso por nombre PEDRO RAMON. Que es hijo natural de Isabel
Amaya, costurera, hondureña y vecina de este lugar. Es abuela materna natural
de¡ recién nacido Felipa Amaya, panadera, natural y vecina de este lugar. El
declarante leyó lo escrito y encontrándolo conforme con su dicho lo ratificó y
firmó conmigo y testigos. Policarpo Sosa. Andrés Bardales, Salomón Moya.
Sello. G. Posas. Srio. Es conforme con su original. Extendida en la ciudad de
Olanchito, a los cinco días del mes de julio de mil novecientos ochenta y
cuatro.
Afirma uno de sus comentaristas, que Amaya Amador fue el producto de los
amores clandestinos del sacerdote Guillermo R. Amador y de María Isabel Amaya.
Por algo Moncho no simpatizaba mucho con los curas.
Familiares de Ramón Amaya Amador
Tíos: Juan Rivera Amador, Manuel Rivera Amador y Alfonso Rivera Amador.
Hermanos: Antonio Zavala Amador (fallecido), Francisca Zavala Amador de
Flores (fallecida), Rita Aurora Zavala de Cano (fallecida), Isolina Zavala
Amador y Lic. Arnulfo Carrasco Amador, que sobreviven.
Esposa de Ramón Amaya Amador: Arminda Funes de Amaya Amador, de
nacionalidad argentina. Hijos de este matrimonio Carlos Raúl Amaya Funes y
Aixa Ixchel Amaya Funes
Esposo de Francisca Zavala Amador de Flores: Celedonio Flores. Hijos de
este matrimonio: Silvia Flores Zavala, Concepción Flores Zavala de Hernández,
Jaime Flores Zavala y Zoila Flores Zavala (fallecida).
Esposa de Rita Aurora Zavala de Cano: Lorenzo Daniel Cano Rodríguez. Hijos
de este matrimonio; Estelita Mirtila Cano Zavala, Marco Tulio Cano Zavala
(fallecido), Elida Juventina Cano Zavala, Emma Beatriz Cano Zavala de Zelaya,
América Estela Cano de Espinal y Odesa Aurora Cano Zavala.
Esposa del lic. Arnulfo Carrasco Amador: Martha Petrona Zúniga de Carrasco.
Hijos de este matrimonio. Gustavo Adolfo Carrasco Zúniga (fallecido), Héctor
David Carrasco Zúniga (fallecido), Ramón Arnulfo Carrasco Zimiga, Oscar
Enrique Carrasco Zúniga y Lourdes Elena Carrasco Zúniga.
La casita de Ramón
Allí, en la esquina que actualmente ocupa el Salón Astoria, frente a la
plaza pública de antaño, hoy parque Francisco Morazán, estaba la casita de
Ramón, antes propiedad de su amantísima madre doña Isabel
Amaya.
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