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Disclaimer: Esta historia está basada en los personajes de Xena: Warrior Princess, Gabrielle, Argo, etc., etc...., pertenecen a MCA/Universal Pictures y Renaissance Pictures.

Esta historia está relacionada con el subtexto de la serie, es decir, del amor entre dos mujeres. Según el glosario creo que entraría en el tipo de historias alt y subt

Cualquier comentario dirigirlo a: purpura7220@hotmail.com


Y MI SUEÑO SE HIZO REALIDAD

Por Susana Bello

Capítulo I: Confidencias


Aquella mañana como tantas en los últimos meses me desperté llena de alegría y con unas ganas de vivir tremendas, la razón....de nuevo había tenido un sueño en el cual conocía a Xena, esa princesa guerrera de la que tanto había oído hablar desde hace algún tiempo y a la cual sin saber muy bien el motivo, tenía unas enormes ganas de conocer.

Mi nombre es Gabrielle, vivo en una pequeña aldea de Grecia llamada Potedaia, vivo con mis padres Herodoto y Hecuba y con mi hermana Lila. Los adoro y ellos, a pesar de mis rarezas y mi forma de ser, un poco alocada y distinta a las demás chicas de mi aldea, creo que también me quieren mucho.

Sí, piensan que soy un poco extraña, ya que cualquier chica de mi edad estaría super ilusionada pensando en su próxima boda, estaría continuamente haciendo planes y charlando con sus amigas de la boda, de la noche de bodas y de cómo será la vida después de casada. Sin embargo yo en lo que menos pienso es en eso precisamente; quiero a mi novio, pero estoy segura de que no lo amo. Se llama Pérdicas, lo conozco desde... bueno creo que desde que tengo uso de razón, el motivo es que él vive en una casita situada a unos quinientos metros de la nuestra, junto con sus cuatro hermanos mayores y sus padres, es por lo que desde que éramos niños nuestros padres ya hacían planes para desposarnos, quizá porque siempre estábamos juntos jugando, riendo, pegándonos.... . En fin, pasaron los años, crecimos y todo el mundo dio por hecho de que nuestro destino era casarnos y yo la verdad nunca me opuse, pensaba que si tenía que casarme algún día sería con él, sino ¿con quién podría ser?.

Los días pasaban tranquilamente, realmente se vivía bien en Potedaia. Mi hermana Lila y yo teníamos la costumbre de levantarnos en cuando cantaba nuestro gallo Romeo, nos íbamos a los establos cogíamos a Rayo y a Trueno y cabalgábamos durante horas, nos gustaba observar como salía el sol de entre aquellas montañas nevadas, los pájaros dándole la bienvenida al nuevo día y los peces dando saltos de dos metros por encima del agua tranquila del lago.

Ese día como tantos nos tendimos en la yerba y después de un rato de profundo silencio mi hermana empezó a hablarme:

- Gabrielle, hace tiempo que quiero decirte algo y no sé como, sé que me vas a odiar por ello, pero no puedo vivir así más tiempo.
- ¿Qué ocurre Lila?. Ya sabes que puedes contarme lo que quieras soy tu hermana y sea lo que sea lo solucionaremos juntas.
- Verás Grabielle, hace mucho tiempo que mi mente y mi corazón están ocupados por una persona, cada vez que lo veo me echo a temblar y noto que me ruborizo, no puedo seguir así.
- Está bien... habla de una vez ¿de quién se trata?
- Se trata de... se trata de... de Pérdicas. Lo siento Gaby no quería hacerte dañó, yo... lo conozco desde hace casi tanto tiempo como tú, siempre me ha gustado, pero ni él ni nadie se han dado cuenta nunca.
- No te preocupes, aunque yo estuviera realmente enamorada de él, no tienes culpa de sentir lo que sientes, además yo no estoy segura de lo que siento hacia él, en realidad la idea de casarme y sentar la cabeza no va conmigo, necesito irme, conocer mundo, conocer a... bueno conocer gente nueva, tener aventuras. Realmente te digo que no te preocupes hablaremos con nuestros padres y con Pérdicas, al fin y al cabo pienso que a él siempre le has gustado, siempre me está diciendo lo linda que te ves, lo buena madre y esposa que serías por tu carácter dulce y tu forma de ser con todo el mundo. Sí realmente pienso que él también te quiere, lo que pasa que se ha acostumbrado a mí. Hablaremos con él.
- ¿De verdad Gaby? ¿De verdad no te importa echar por tierra tu boda, tu vida,... todo?. Lo cierto es siempre pensé que algún día decidirías irte de esta pequeña aldea, eres tan viva, tan valiente, tan atrevida. Por cierto ¿vas a ir en busca de Xena, esa valiente y guapa guerrera?.
- ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? Yo.. bueno la verdad es que... pero ¿cómo has podido pensar...
- Sí Gabrielle, te recuerdo que desde que eras una mocosa hablas en sueños, y ya sé que son sueños pero la Princesa Guerrera existe realmente y conociéndote no me extrañaría nada que fueras en su busca, aunque no sé cómo podrías, parece ser que es una sangrienta guerrera, que mata por placer y no hay nadie que le plante cara... No lo hagas Gabrielle, me preocupa mucho que te pudiera pasar algo, esa mujer.. me da miedo tan sólo pensarlo.
- Eh! Un momento quién ha dicho que vaya a irme detrás de nadie, tan sólo son .....ilusiones.

Capítulo II: Yaki

(Voces a lo lejos)

- Lila, Gabrielle, ¿dónde están?
- Aquí padre ¿qué ocurre? ¿a qué vienen esas voces?
- Corred, coged los caballos y dirijámonos a casa, Demetrius dice haber visto a Draco y a su ejército en Paddywack, estaban asaltando la aldea y cogiendo prisioneros para pedirle rescate a nuestro Rey Piper, o mucho me equivoco o sus planes serán venir a Potedaia y hacer lo mismo.
- ¿Quién es Draco, padre?
- Gabrielle es el más temido señor de la guerra, bueno casi tanto como Xena, que aunque digan que ha cambiado y se ha convertido en una buena persona no hay que se lo pueda creer. Draco estuvo en nuestra aldea hace algunos años, vosotras érais pequeñas y no os acordáis pero lo cierto que arrasó la aldea y murieron muchas personas, nosotros tuvimos suerte de escapar, pero igual ahora no tenemos la misma suerte, así es que ¡vamos!, cogeremos lo imprescindible y huiremos hasta las montañas.
- Pero padre, no deberíamos quedarnos y luchar con nuestra gente, no podemos huir y dejarlos.
- No te preocupes Gabrielle, todo el mundo huirá hacia las montañas.

Paddywack era una aldea a dos días de Potedaia, había tiempo, pero de todos modos no podían demorarse mucho. Estos vándalos tenían buenos caballos y quien sabe en qué momento podrían llegar.

Aquella noche como tantas, Gabrielle se recostó en su cama pensando que había pasado otro día y sus sueños seguían sin hacerse realidad.

A la mañana siguiente todos se levantaron temprano para preparar las cosas y poder marcharse de la aldea, todos excepto Grabielle que habiéndose quedado hasta tarde pensando en cientos de cosas, le costó trabajo levantarse. Gabrielle pensó en cómo sería ese señor de la guerra, si sería tan cruel y despiadado como le dijera su padre, o tendría algo de bondad en su corazón. Bien, la respuesta fue fácil, lo comprobaría con sus propios ojos, una vez que se instalaran en las cuevas de la montaña, se escaparía y bajaría a la aldea.

No había acabado de vestirse cuando oyó gritos de sus vecinos, se asomó a la ventana y allí estaba, debía de ser él, era un hombre alto, moreno y hasta cierto punto atractivo. Pero cómo podía estar pensando en esas cosas mientras sus padres y hermana corrían de aquí para allá, sin saber muy bien que hacer, por dónde escapar, o bien si quedarse a luchar. Y ella tan tranquila, no se lo podía creer.

Draco capturó a dos aldeanas, amigas de Gabrielle y sin pensárselo dos veces ésta saltó por la ventana y exclamó:

- Eh! tú, suelta a mis amigas ahora mismo o te las verás conmigo.

Draco no podía creer lo que estaba oyendo, una chica rubia que no le llegaba ni a la altura del pecho le exigía a él, a Draco, a uno de los señores de la guerra más temibles, que soltara a sus víctimas, en verdad le hizo bastante gracia y empezó a reírse a carcajadas. Gabrielle no soportaba que se rieran de ella, ni aunque fuera un señor de la guerra, así es que cogió una piedra y se la lanzó con todas sus fuerzas acertándole entre los ojos.

Draco gritó a sus hombres: "Coged a esa maldita rubita, le daré su merecido".

Mientras tanto Herodoto, Hecuba y Lila no podían creer lo que estaba ocurriendo, no podían dejar sola a Gabrielle y decidieron hacerle frente a Draco, a lo que este ordenó a sus hombres que los cogieran a los tres y los encerraran en una de las jaulas que tenían preparadas para sus víctimas.

Grabielle golpeó con piernas y manos a sus agresores sin obtener resultado, desfallecida se dejó arrastrar hasta aquel hombre, que si bien parecía tan fiero, a ella no le intimidaba demasiado.

A continuación Draco sintió un golpe terrible en su espalda, algo le había golpeado, algo que él conocía muy bien, era un chackran, un arma que tan sólo una persona en el mundo tenía, Xena, ella debía estar allí, y aunque dolorido esbozó una sonrisa, ya que aunque se había enfrentado con ella en varias ocasiones y ésta siempre lo había vencido, le gustaba combatir con ella, era un rival casi a su medida, eso sin tener en cuenta que tiempo atrás habían mantenido algún tipo de relación.

Draco se giró y quedó sorprendido al no ver a Xena por ningún sitio, sin embargo si vió a una chica oriental, ataviada con ropas típicas de su país y la cuál le gritó: "Mi nombre es Yaki y voy a impedir que le hagas daño a esta gente Draco! Y sin que le diera tiempo a reaccionar, la chica corrió, saltó y se plantó delante de Draco y sus compinches, empezó a hacer movimientos pausados y a la vez rítmicos, unió sus manos y de ellas empezaron a aparecer haces de luz que golpeaban a los villanos sin parar, incluso a Draco alcanzó uno poniéndolo a unos cuantos metros hacia atrás. Draco pensaba que era increíble el poder que tenía esa chica. Temiendo por su vida saltó a su caballo y emprendió la huída y así también lo hicieron todos sus guerreros, los que pudieron levantarse del suelo, claro.

Gabrielle se acercó a la chica y le dijo.

- Hola Yaki!, mi nombre es Gabrielle y quisiera salir de esta aldea. Llévame contigo, seré una buena compañera de viaje.
- Lo siento pequeña, ya tengo compañera y ni a mi ni a ella creo que nos gustara tener compañía.
- ¿Dónde está tu amiga? ¿Por qué te ha dejado sola?
- No la necesito para derrotar a un miserable señor de la guerra y a unos cuantos vandarras, si hubiera estado aquí me hubiera dejado defendeos sola (Y la chica oriental se alejó dejando a Gabrielle triste y pensativa)
- Yaki! Yaki! ¿Cómo se llama tu amiga?
- Xena, igual has oído hablar de ella. Adiós.

Gabrielle se quedó boquiabierta, no se podía creer que hubiera conocido a alguien que a su vez conocía a la Princesa Guerrera, a su soñada Xena.

Esa noche si que no pudo pegar ojo, qué cerca había estado de conocer a Xena, o quizá no, pues Yaki no insinuó en ningún momento que Xena estuviera por allí cerca, sin embargo, tenía que comprobarlo, quería, aunque fuera de lejos, intentar ver a la princesa guerrera, haría lo que hiciera falta. Cogió un pergamino y empezó a escribir.

Después de estar mucho tiempo escribiendo y siendo todavía de noche, se levantó de la cama intentando hacer el menor ruido posible para que su hermana Lila no la oyese, sin embargo tropezó con un banquete y Lila se despertó.

- ¿Qué haces Gaby? ¿Porqué estás vestida?
- Lila, me voy, voy a ir detrás de Yaki, quizá pueda quedarme con ella e intentar conocer a Xena, no puedo dejar pasar esta oportunidad.
- Te entiendo Gabrielle, tú siempre me has dicho que intente hacer realidad mis sueños, yo te digo lo mismo. Espero que seas feliz. Cuidate hermana, te voy a echar mucho de menos.
- Yo también Lila y no le digas a nuestros padres hacia donde voy...si se enteraran.. Tan sólo diles que los quiero.

Esa mañana, cuando todos en Potedaia ponían orden al desastre que había organizado Draco alguien vió acercarse a un jinete, era una mujer morena de pelo largo y vestida con un traje de cuero marrón, algunos la reconocieron enseguida, los más jóvenes sólo de oídas, cuando oían comentar a sus padres ....."Dios mío es Xena.. ¿qué querrá? ¿estará compinchada con Draco? Cuentan que en tiempos eran amantes".

Muchos aldeanos se refugiaron en sus casas, no en vano sabían qué era capaz de hacer esa temible guerrera.

Xena se acercó hasta Herodoto, uno de los pocos que se había quedado fuera. Era un hombre valiente y testarudo, digno padre de su hija Gabrielle.


- ¿Eres Xena, no?
- ¿Quién lo quiere saber?
- Mi nombre es Herodoto, y en esta aldea no hay nada que te pueda interesar
- Creo que ayer hubo un poco de jaleo en esta aldea, y que una mujer puso fin al ataque del señor de la guerra Draco, mi pregunta es si sabes hacia donde se ha dirigido y si pudiésemos mi yegua y yo descansar unas horas y tomar algo de alimento.
- Ya te he dicho que aquí no tienes nada que hacer.
- Herodoto cariño (se oyó decir a Hecuba). No seas tan impertinente, Xena, ¿ese es tu nombre, no?, tan sólo quiere descansar un poco y comer algo. Tú siempre dices que hay que ayudar al prójimo, sin importar qué es o a qué se dedica?
- Me voy a trabajar, haz lo que creas conveniente.
- Pasa Xena, siéntante.
- No creo que sea una buena idea, a tu marido no le caigo bien, no quiero molestar.
- No te preocupes, ten en cuenta que conocemos tu reputación, y aunque también hemos oído que has cambiado y te dedicas a ayudar a quien te necesita, es un poco increíble. De todos modos como bien dice mi hija Gabrielle siempre, "¿a qué se siente una muy bien cuando ayuda a alguien? (Hecuba empezó a llorar)
- ¿Qué te ocurre mujer? ¿Por qué lloras?
- Es que Gabrielle se ha ido, se ha marchado de casa dejándonos a todos muy tristes. Sabía que podía ocurrir cualquier día, siempre con sus ansias de aventuras, siempre diciendo que le gustaría ser una pacificadora, una bardo importante. La echo tanto de menos... mi pequeña Gabrielle cabezota y linda...
- ¿Sabes a dónde se ha ido? Puedo intentar que regrese a tu lado.
- No Xena, no la conoces, cuando se le mete algo en la cabeza..., y además, no quiero echar a perder sus sueños e ilusiones, tengo que aceptar que ha crecido y es toda una mujer, y sabe muy bien lo que se hace y lo que quiere, y luchará por todo ello hasta que lo consiga. No, no puedo quitarle eso, aunque siempre estará dentro de mí y conservaré sus pergaminos hasta que decida regresar algún día.
- ¿Pergaminos? Me gustaría echarles un vistazo.
- No sé si debo, ella siempre decía que era su tesoro, que a nadie se le ocurriera leerlos, que mataría a quien lo intentara.
- Bueno en ese caso, ni se me ocurriría, claro que quizás pueda llevarme algunos, buscarla, dárselos y quizá venga a traerlos para volver a guardarlos, aquí en su casa, ¿no crees que sería una buena idea?
- No sé Xena... y ¿cómo darías con ella?
- Bien, descríbemela.
- No es muy alta, rubia, con unos ojos verdes que cuando los miras no puedes por menos que sentir paz y alegría. Y seguramente habrá ido detrás de la chica oriental por la que tú preguntabas.

Al cabo de un par de horas de estar charlando sobre Gabrielle y todas sus virtudes, Xena se puso en marcha agradeciéndole a Hecuba toda su atención y recogiendo unos cuantos pergaminos que le había entregado la mujer.

Cuando el sol caía, Xena decidió bajarse de Argo y buscar un sitio donde pasar la noche; le hubiera dado tiempo de alcanzar a Yaki, sin embargo, decidió darse un tiempo para pensar en su relación. Hacía tiempo que quería hablar con ella y comentarle que sabía que ella (Yaki) estaba enamorada de ella, pero ella, no sentía lo mismo, tan sólo consintió que la siguiera por ser hija de quién era, le tenía aprecio, pero nada más. Y sí, es cierto que una noche hubo algo más, después de una parada en una taberna y muchas copas de más, se dejó llevar por las caricias y dulces palabras con las que Yaki la obsequiara, no obstante, sólo fue eso, una noche. Sin embargo Yaki tenía otros sentimientos más profundos hacía Xena.

Mientras sacaba las mantas, le dio a la bolsa donde estaban los pergaminos de Gabrielle y uno cayó al suelo, el último pergamino que había escrito Gabrielle la noche última que pasara en su casa; Xena lo cogió y una vez que preparó un buen fuego y colocado las mantas cerca de él, se dispuso a leer el pergamino, no sin antes pensar en las palabras que dijera Hecuba, pero quizás fue esto lo que la animó a seguir, ¿qué sería lo que habría en aquellos pergaminos, por los cuales Gabrielle "mataría" a quien los leyera?

"... Ese modo de mirar, esa ceja alzada, a cualquiera se le helaría la sangre, no obstante, a mí me resultaba excitante, ella era Xena, una temible princesa forjada en el calor de la batalla, poderosa, peligrosa, pasional y también mi amiga con lo cual a veces me hacía realmente gracia como reaccionaba la gente cuando la veían, no la conocían bien y por tanto era casi lógico que sintieran ese temor al verla..."

Xena se quedó estupefacta, los pergaminos, al menos el que había cogido hablaba de ella, ¿cómo podía saber lo de la ceja? , pero si ni siquiera la conocía, se intrigó de tal forma que ya no pudo dejar de leer.

"Todavía recuerdo como la conocí: Nos habían avisado que el poderoso señor de la guerrera, Draco, tenía intención de asaltar nuestra aldea para coger rehenes, y efectivamente, antes de que pudiéramos huir hacia las montañas, llegó Draco y nos capturó, pero antes de que pudiera hacer nada más alguien lanzó desde gran distancia una especie de aro metálico con mucho brillo el cual golpeó a Draco en la espalda haciéndolo caer y quedar inmóvil. Miramos todos en dirección de donde había venido ese aro y allí estaba ella, era alta, morena, con un traje de cuero marrón, el cual le quedaba a las mil maravillas; conforme se iba acercando no podía dejar de mirar su rostro, ¡Dios mío! Era el rostro más perfecto que había visto en mi vida, creo que desde ese momento me enamoré de ella".

"Yo intentaba soltarme de los brazos de mi secuestrador, lo conseguí e intenté liberar también a mi hermana, pero alguien me golpeó en la cabeza, y antes de que pudiera darme cuenta noté como alguien me estaba sujetando y a la vez amenazando a nuestros secuestradores con una espada "... te lo advierto, Draco deja a esta gente tranquila o conseguirás que me enfade". "Lo siento Xena yo llegué primero, y aunque dicen que te has vuelto buena, yo no me lo creo, así que dame a esa rubia que tienes sujeta, estoy seguro de que conseguiré unos buenos dinares por ella". "Te lo advertí". Me dejó caer al suelo, pero a mí me dió igual, estaba alucinando, Xena me había cogido, me había tocado, no me importaba haberme muerto en esos momentos. Empezó a dar patadas y puñetazos por doquier, tirando su aro y asestando su espada; al cabo de unos minutos todos los guerreros habían huido, todos excepto Drago que le dijo a Xena "esta vez has ganado pero sabes que no me rindo fácilmente, pronto nos volveremos a ver querida". "Cuando quieras, te estaré esperando y ahora lárgate estúpido".

- ¿Cómo estás chica?
- .... Bien, aunque no soy tan pequeña..
- Ya lo veo, sabes defenderte, aunque no te vendrían mal unas cuantas clases.
- Bueno espero que estéis todas bien, yo voy a seguir mi camino, no creo que Draco vuelva en mucho tiempo, y más si sabe que estoy por estos alrededores... .
- ¿Ya te vas? (preguntó Grabielle), no podrías quedarte algún tiempo, me gustaría saber todo sobre ti.
- Lo siento, no me gusta contar mi vida y no me gusta tener compañía

Cuando me contestó esto me quede con dos palmos de narices, no sabía que hacer, no podía dejar que se fuera así de Potedaia, de mi vida...

Montó en su caballo y partió. Esa noche metí en mi zurrón unas cuantas cosas y me fui de casa para seguir a Xena.

Después de dos largos días caminando por ahí perdida, vi su caballo, y me acerqué lo más sigilosamente posible, por lo menos quería intentar hablar con ella, intentar convencerla de que podría ser una estupenda compañera de viaje. Tan sólo di dos pasos cuando algo saltó detrás de mí, al girarme ahí estaba ella.

- ¿Qué haces tan lejos de casa?
- Iba detrás de ti, quiero ir contigo
- Imposible, ya te he dicho que viajo sola.
- Podemos intentarlo, cuento buenas historias y sé escuchar
- He dicho que no, no necesito a nadie. Y se alejó

Grabielle se quedó pasmada, pero reaccionó rápido y gritó: "también sé cocinar".
Xena se rió para sí, se giró y le dijo que se acercara.

- Donde vaya surgirán problemas.
- Adoro los problemas, además para que están las amigas
- Bien, sube ..... amiga

De todo esto hace ya unos tres años, y aún sigo pensando que ella es la razón de mi existencia, no sé que haría sin ella, te quiero Xena.

Xena enrolló el pergamino y se detuvo a pensar en lo que acababa de leer, era bonito como alguien que ni siquiera la había visto escribiera así de ella, y que además estuviera enamorada, por lo menos eso decía en el pergamino. Xena tardó bastante en dormirse, no hacía más que pensar en cómo sería esa tal Grabielle.


Capítulo III: Confidencias (segunda parte)

Garbielle divisó un fuego a lo lejos y decidió acercarse, allí estaba Yaki, sin pensárselo dos veces se acercó hasta el fuego. Yaki estaba adormilada.

- Buenas noches, ¿puedo sentarme?

Yaki sin sobresaltarse miró a Gabrielle y dijo Ah! ¿eres tú?

- Bueno sí, a quién esperabas?
- Eso no te importa, ¿qué haces aquí? Ya te dije que no necesitaba compañía.
- Sólo me gustaría descansar un rato y calentarme un poco, la noche está muy fria. Si no te importa, claro.
- Bien, pero en cuanto amanezca ya puedes ir largándote.
- ¿Qué te ocurre? ¿Pareces triste y a la vez furiosa? Puedes hablar conmigo, quizá te sientas mejor.
- No gracias, no necesito contarle mis problemas a nadie.
- Bien, como quieras, pero si cambias de opinión, hazmelo saber.

Después de estar un rato pensando, Yaki exclamó:

- No sé que tienes pero me caes bien y la verdad quizá pueda hablar contigo, aunque no sé si llegarás a entenderme.
- Cuenta, cuenta.
- Bien ¿te acuerdas el otro día en la aldea y del arma que le lancé a Draco?
- Sí, lo recuerdo perfectamente, dijo Grabielle.
- Se llama chakram y no es mio es de mi compañera, de Xena, se lo quité, pensaba que iría detrás mía para conseguirlo, sin embargo, hasta ahora no ha dado señales de vida. Tuvimos una discusión, me enfadé, cogí el chakram y salí corriendo. Supongo que es cuestión de tiempo el que aparezca, de hecho me extraña que no haya dado conmigo aún. No creo que sea capaz de dejar perder su chakram, tan sólo por no volverme a ver.
- ¿Por qué fue la discusión?
- Yo la amo y continuamente estoy demostrándoselo, sin embargo ella o no se da cuenta o simplemente pasa de mí. Estoy contínuamente metiendome en líos, dando la nota para que se fije realmente en mí, para que sepa que soy una valiente guerrera, que no tengo nada que ver con mi madre. A ella no le gusta que luche por luchar, siempre me dice que soy muy joven, que no tengo paciencia y muchas cosas más y siempre aunque sean niñerías yo me enfado. Y ella simplemente me ignora. Así que la otra noche decidí irme para ver si me seguía, ante la duda de si lo hiciera, le cogí su arma favorita y única en el mundo. Y aquí estoy, por cierto si apareciera te quiero bien lejos de aquí.
- Quizá ella no sienta lo mismo hacia ti, y por eso no deberías de perder su amistad.
- No, no lo consiento, tiene que quererme, no me conformo con ser su amiguita. Y si no pudiera conseguirlo trataría de que no fuera feliz nunca con nadie.

A unos metros del fuego, escondida entre unos setos estaba Xena, oyendo todo lo que Yaki contaba a esa chica, que por su físico podría muy bien ser Gabrielle. De un salto se plantó entre las dos. Grabielle se quedó paralizada por el susto y sobre todo porque aquella debía ser Xena, tenía los ojos abiertos de par en par, la boca abierta y su cara se encendió de tal manera que Xena tuvo que dejar de mirarla.

- ¿Qué tal Yaki? ¿te llevaste algo mío, cierto?
- Pensé que ya no vendrías a por tu querido chakram.
- ¿Qué pretendes Yaki?
- Tú sabes muy bien lo que pretendo, aunque no te parece que no deberíamos tratar asuntos íntimos delante de extraños. (dijo Yaki diriagiendo una amenazadora mirada a Gabrielle)
- Lo siento, no se preocupen ahora mismo me marcho.
- No hace falta, dijo Xena, por mí puedes quedarte
- No...gracias, prefiero irme.
- Bien pero no te vayas muy lejos, quiero hablar luego contigo.
- Gabrielle pensaba que se desmayaría allí mismo, Xena, la princesa guerrera quería hablar con ella, de qué se trataría, por los dioses, los nervios la devoraban,
- Estaré por aquellos setos. (Y Gabrielle se alejó y dejó a las dos solas)
- Muy bien, ¿de qué se trata? Preguntó Xena.
- No te hagas la loca sabes muy bien de qué se trata. Sabes que te quiero.
- Y yo a ti.
- No es eso, te quiero y ya sabes a que me refiero.
- Bueno Yaki, te entiendo pero tú sabes que yo no siento lo mismo por ti. Te aprecio mucho, me recuerdas a tu madre.
- ¡Ya estamos con mi madre otra vez!
- Sí, tu madre, fué la única persona que creyó en mí aparte de Hércules. Siempre estaré en deuda con ella.
- Sí, sí... bla, bla, bla, me sé la historia de memoria, pero yo no soy mi madre, soy Yaki, una persona independiente y que está enamorada de ti.
- Lo siento Yaki, yo no te amo.
- Muy bien, pués ahí te quedas, espero que nunca conozcas la felicidad.

Capítulo IV: El encuentro

- Eh, Gabrielle, acércate.
- ¿Cómo? ¿Cómo sabes mi nombre?
- Bueno, si en efecto eres tú, es porque alguien que te quiere mucho te describió a las mil maravillas, alguien que te echa mucho de menos, alguien que está deseando que vuelvas a casa.
- Comprendo, has hablado con mi madre, pero ¿cuándo? ¿porqué?
- Tranquila, no me bombardees con preguntas

Xena le contó el encuentro con sus padres y todo lo demás. Conforme iba hablando Gabrielle cada vez estaba más encendida, por una parte, por vergüenza de que hubiera estada hablando con su madre de ella y por otra porque Xena tenía sus ojos clavados en ella. Gabrielle no sabía hacia donde iba a mirar, y lo que no sabía tampoco es que Xena no le quitaba los ojos de encima, no sólo porque le estuviera hablando sino porque estaba recordando las palabras de Hecuba cuando le hablaba de la mirada de su hija. Era cierto esa chica tenía unos ojos que rebozaban bondad y algo que no podía explicar, pero que la atraía de una manera como jamás la había atraído nadie, se sentó más cerca de ella y sin poder evitarlo la besó cerrando los ojos. A Gabrielle se le paró el corazón, Xena al darse cuenta de lo que había hecho se levantó de un salto y le dijo que iba a ver a su caballo. Gabrielle no sabía si salir corriendo, correr hacia Xena y abrazarla o intentar dormir, cosa que sería imposible y ella lo sabía, pero optó por echarse al suelo, cerca del fuego.

Al rato volvió Xena, con unas mantas, las echó al suelo, cerca de Gabrielle y le dijo a esta que no durmiera sobre la tierra, que se acomodara a su lado, ésta sin atreverse ni tan siquiera a mirarla obedeció.

Xena era una persona que siempre estaba alerta, pero también es cierto que cuando decía de dormir, era acostarse y ponerse a roncar. Sin embargo, esa noche estaba totalmente en vela y no porque estuviera esperando el ataque de algún enemigo, sino porque tenía al lado a esa rubita que sin saber ni como ni porqué le hacía sentir muy bien, es más estaba deseando de tocarla, acariciarla y Gabrielle por otro lado se sentía igual y como siempre la había caracterizado, se dejaría llevar por sus impulsos y por lo que estaba sintiendo en esos momentos, aunque ello le costara una bofetada o quien sabe si algo peor, así es que sin pensarselo dos veces se giró sobre sí misma y abrazó a Xena, al notar que ésta ni siquiera se había inmutado (al menos eso es lo que ella creía) decidió seguir. Lentamente le fue aflojando el cordón que cerraba su traje de cuero y cuando iba a disponerse a introducir su mano y acariciar su espalda, Xena puso una mano sobre la suya, ella se asustó, pero enseguida supo que no tenía porque temer, Xena sin soltarle la mano se giró y quedaron cara a cara y detrás de ellas el reflejo de las llamas en una noche cubierta de estrellas. Xena acercó sus labios a los de Gabrielle y notó enseguida lo cálidos que éstos estaban, se fundieron en un beso sin fin. La pasión las inundaba ¿cómo era posible estar sintiendo todo aquello?, pensaba Gabrielle, que aunque sería su primera experiencia supo desde ese momento que nadie podría hacerla sentir así.

Xena empezó a quitarle la ropa a Gabrielle sin dejar de besarla, Gabrielle gemía de placer y Xena cada vez se exitaba más, no se lo podía ceer sentía un deseo ardiente de poseer a esa chica, ¿estaría hechizada? ¿cómo podía estar haciendo eso?, ella que sabía controlar sus deseos y pasiones.

- Xena te quiero, no sé porqué pero te quiero desde que oí hablar de ti.
- Gabrielle.. Gabrielle, yo también te deseo, de una manera irracional, pero espera.... Xena se detuvo y mirando fijamente a Gabrielle le dijo: ¿Estás segura de esto? No quisiera herirte, no me conoces.
- Xena, jamás estuve tan segura de algo, eso sí debo de advertirte que es mi primera vez, no sé si estaré a la altura de las circunstancias.

Xena al oir esto se exitó mucho más, Gabrielle le estaba entregando su inocencia... y de repente sintió miedo, no podía quitarle eso aunque Gabrielle estuviera tan segura de que quería.

- Lo siento, no puedo. Y de un saltó se levantó y dejó su cuerpo desnudo a la vista de Gabrielle.
- Xena, no me hagas esto, quizás no me desees tanto como yo a ti, quizá esto sea una noche loca y mañana ni me mires, quizá estés pensando en otra persona cuando me acaricias, pero por los dioses, no me dejes así, necesito que me ames, el mañana me dá igual.

Ante las súplicas de Gabrielle, Xena no pudo resistirse se metió dentro de las mantas y empezó a besarla y acariciarla de nuevo, Gabrielle también la estaba besando y tocando ese cuerpo realmente hermoso, esas piernas largas y bien formadas, su trasero, duro como una roca y a la vez suave. Xena sujetó las manos de Gabrielle y por encima de la cabeza de esta y le susurró al oído: Déjame que te mire, quiero que me inundes de belleza.

Siguieron besándose, pero de repente alguien las interrumpió, era Yaki, que de un salto se plantó al lado de Gabrielle, la cogió y le puso un cuchillo en la garganta.

- Xena, te aconsejo que no intentes nada o tu amiguita pagará las consecuencias.
- Tranquila Gabrielle, (a Xena se le iba la mirada hacia el cuerpo desnudo de Gabrielle)
- Súbete a ese caballo, gritó Yaki, y tú Xena ahí quita. No intentes seguirme, te aseguro que si noto tu presencia tu amiga lo pagará muy caro.

Yaki cogió una manta y se la lanzó a Gabrielle para que se cubriese.

Se alejaron al galope.

Capítulo V: Y su sueño se hizo realidad

Después de llevar recorrido bastante camino, Yaki empezó a hablar.

- ¿Qué? ¿Te gusta mi princesa guerrera?
- Bueno, no creo que pertenezca a nadie.
- Cállate niñata!
- Tú has preguntado. Y sí, me gusta, me gusta mucho.
- He dicho que te calles. No consentiré que estés con ella, ni tú ni nadie.

Al rato Gabrielle empezó a hablar de nuevo.

- Yaki, perdona que te moleste. Imagino lo que debes de sentir por ella, pero pienso que ésta no es la mejor manera de conseguirla, deberías ser menos violenta, acercarte a ella de otra manera. Ser más dulce y paciente, quizá con el tiempo...
- No lo creo, a ella le gusta la violencia, al fin y al cabo fue la destructora de naciones ¿no?
- Eso fue antes, ahora es otra persona.
- Tú que sabrás tiene un lado oscuro que nunca podrá dejar atrás, y eso me encanta de ella.
- No piensas que es mejor como es ahora, una persona justa y que hace el bien por donde quiera que va.
- Yo creo que si ella realmente quiere cambiar de vida, no le interesará alguien que tenga tus ideas.
- Bueno, ya está bien, cierra tu boca.

Llegó la noche. Ambas mujeres se echaron a dormir, sin saber que alguien, no muy lejos las acechaba.

Cuando Gabrielle soñaba con lo que podía haber pasado la noche de antes, un suave beso la despertó y notó que una mano tapaba su boca.

Xena estaba allí, le indicó a Gabrielle que se levantara con mucho cuidado y se fuera al lado de Argo.

En unos segundos y con unos movimientos rápidos Xena consiguió maniatar a Yaki y dejarla inmóvil.

- ¿Qué tal Yaki? ¿cómo te encuentras?
- ¡Suéltame Xena!
- Ni lo sueñes, y ahora bien, ¿vas a dejar a Gabrielle tranquila?. No quisiera hacerte daño.
- ¿Por qué? ¿Por mi madre?. Hazme el favor....
- Sí por tu madre y porque pienso que todo el mundo merece una oportunidad para poder cambiar su vida.
- Como tú, no Xena?
- Gabrielle, monta en Argo.

Gabrielle así lo hizo, con un poco de desconfianza hacia el caballo, pero obedeció a Xena.

- Yaki, déjanos en paz. Vuelvo a repetirte que no quisiera hacerte daño, creo que al lado de Gabrielle pudo aprender muchas cosas.

A Yaki se le saltaron algunas lágrimas, a la vez que decía: "maldita sea, tuvo que llegar esa rubita, con su cara de ángel y sus dulces palabras. ¡Te odio Xena y a ti también rubia estúpida!".

Xena de un salto montó en Argo, detrás de Gabrielle y se alejaron. Conforme iban caminando las dos estuvieron muy calladas, de repente, Xena le quitó las riendas a Gabrielle, al hacerlo puso su pecho pegado a la espalda de Gabrielle, y a ésta se le irizó el vello.

- ¿Qué te ocurre Gabrielle? ¿No te gusta galopar?
- ... Claro Xena.
- Vamos Argo corre como tú sólo sabes hacer.

Mientras galopaban, Gabrielle sentía los pechos de Xena rozándole una y otra vez, con lo cual cada vez estaba más exitada, hasta que no pudo aguantar más y gritó: "Xena, deten a Argo"

Xena obedeció de inmediato.

- ¿Qué ocurre?
- ¿No lo sabes ya?

Gabrielle se dio la vuelta sobre Argo y comentó: "Tú y yo tenemos algo pendiente ¿no? princesa guerrera"

- Ah sí? ¿y qué es ...?

Antes de que pudiera seguir hablando Gabrielle posó sus labios en los de la guerrera y empezó a besarla apasionadamente.

- Gabrielle, Gabrielle... musitaba Xena, ten paciencia pronto llegaremos a una cueva a la que solía ir con mis guerreros, allí estaremos tranquilas. Por favor Grabielle, detente o te haré el amor aquí mismo sobre Argo.
- Te aseguro que no me importaría nada en absoluto.

A los cinco minutos estaban en la cueva que había mencionado Xena.

Estiró una de las mantas en el suelo y llamó a Gabrielle.

- Ven aquí rubia.

Gabriele corrió hacia ella y de un salto se posó en los brazos de la guerrra cayéndosele la manta que cubría su cuerpo. Xena la sujetó como si fuera una pluma y la posó suavemente sobre la manta que había colocado en el suelo entonces se la quedó mirando y empezó a besarle los pechos. Gabrielle gemía de placer: "Xena, Xena, hazme tuya".

Xena continuó besando el cuerpo de la bardo desde la frente hasta los pies, pasando la lengua por su abdomen, su ombligo, su pubis, sus piernas, Grabielle creía que no podría aguantar tanto placer. Seguidamente Gabrielle empezó a desabrochar su traje de guerrera el cual se le resistía.

- Tranquila Gabrielle yo te ayudaré.

Cuando al fin estuvieron desnudas, Xena se posó encima de Gabrielle y le dijo: "Te haré feliz, eso por encima de cualquier cosa es lo que más me importa en estos momentos."

- Xena, antes de conocerte ya te quería y ahora que te conozco creo que ya nunca más podré vivir sin ti. Siempre te querré.

Después de estas dulces palabras, ambas mujeres siguieron amandose hasta el amanecer. El sueño de Gabrielle se había hecho realidad. Vivieron el resto de sus días juntas. Hubo amor, esperanza, ilusiones, amistad, alguna vez algún roce y una vez una etapa de odio por circunstancias de la vida, pero sobre todo hubo mucho AMOR.

FIN.


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