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Disclaimer: Los personajes no son míos, eso es obvio. No me importaría para nada ser Rob Tapert, entre otras cosas porque puede hacer realidad nuestras fantasía.

Correo: gioconda@hotmail.com

Resumen: Es la historia de un amor inmortal, jeje J.

Dedicatoria: A mis padres, por esa maravillosa educación que siempre me han dado, en especial a mi madre por ser tan buena y a padre por ser mi enciclopedia particular.
Avisos de la autora: ¿Que os voy a decir que no sepáis?, ya os imagináis por el titulito cursi de que va la historia ¿no?.


HISTORIA DE UN AMOR INMORTAL


Autora: Elora Dana Xenagab.


Lo mejor es lo que uno ama.
Dicen unos que un ecuestre tropel, la infantería
otros, y esos, que una flota de barcos resulta
lo más bello en la oscura tierra, pero yo digo
que es lo que uno ama.
Y es muy fácil hacerlo comprensible a cualquiera.
Pues aquella que mucho en belleza aventajaba
a todos los humanos, Helena, a su esposo,
un príncipe ilustre,
lo abandonó y marchose navegando hacia Troya,
sin acordarse ni de su hija ni de sus padres
en absoluto, sino que la sedujo Cipris.
También a mí ahora a mi "Gabrielle" ausente
me has recordado.
Cómo preferiría yo el amable paso de ella
y el claro resplandor de su rostro ver ahora
A los carros de guerra de los lidios en armas
marchándose al combate.

Safo de Mitilene.

Capitulo I: La gacela.

Año 210 a. C.

Pilos, cerca de la aldea de Forcis.
El día había amanecido soleado, el cielo estaba despejado, ni una nube lo invadía amenazante. La joven bardo de nombre Gabriel sentada a la orilla de un río escribía algo sobre la arena y parecía reírse de cada palabra que iba escribiendo. Dentro del río, una figura alta y atlética de mujer, intentaba conseguir algo de comida para el almuerzo. Se veía disgustada, algo le impedía oír con total libertad. Finalmente miró fijamente a Gabrielle.

- Quieres estarte calladita, no puedo concentrarme, ¿supongo que tienes hambre no?.-
- Lo siento Xena.- Contestó Gabrielle sonriente.
- Bien, mejor así.- sonrió también Xena, no podía evitarlo, cuantito veía sonreír a Gab, ella automáticamente lo hacía. Una sonrisa de Gabrielle le alegraba el día, aunque no tuvieran aun nada de comer.
Finalmente Xena consiguió atrapar una pequeña anguila y una trucha, lo cual enfureció un poco a la pequeña bardo que esperaba algo diferente. Ya hacían tres días que comían lo mismo.
- Xena, podías haber atrapado un salmón o algo diferente ¿no?, creo que voy a aborrecer la trucha y además sabes que odio las anguilas, me dan asco.- Relata Gabrielle mientras se afanaba en sostener a la anguila para que no se le escapara y ponía ciertamente cara de repulsión.
- Vaya, perdone mi reina. ¡Acaso crees que puedo coger lo que me plazca! Da gracias a Zeus de que esa anguila y esa trucha se me hallan cruzado en el camino, sino ahora estaríamos comiendo raíces querida.- Contestó Xena algo molesta.
- Sabes que creo.- Alzo las cejas esperando una contestación, tramaba algo.
- ¿Queeeeeeé?.- respondió Xena al darse cuenta de que Gab esperaba una contestación.
- Que los años no pasan en balde, y que una señoritinga que yo conozco está perdiendo facultades. Dentro de poco me pedirás que te ayude a levantarte abuelita.- Y Gabrielle se echo a reír al ver la cara de ofuscación de la Princesa Guerrera.
- Así que yo pierdo facultades, ¿eh?, te recuerdo que eres tu la que ha engordado unos kilillos últimamente. Si no tuvieras siempre tanta hambre. Estoy segura de que serías capaz de comerte a Argo si no tuvieras nada que llevarte a la boca.-

Xena se sintió realmente bien tras decirle aquello a Gab, le había devuelto bien la coz, esta vez había ganado ella, pues la bardo siempre acababa venciendo en esta discusiones domesticas.
Argo pareció sentirse incomoda ante el comentario de Xena, que le echo una mirada de reojo. Pero en realidad Argo estaba nerviosa, algo no iba bien, era capaz de sentir una presencia a 300 metros. Ciertamente algo parecía moverse a unos 100 metros tras las dos mujeres que se atacaban una y otra vez mutuamente, indiferentes a todo lo que ocurría a su alrededor, en realidad esas discusiones eran motivo de regocijo para las dos, era una de las pocas diversiones con las que podían contar.

La figura se hizo visible, era una mujer alta, hermosa, de ojos verdes esmeralda, muy semejantes a los de la jovencita bardo. Su cabello castaño y lacio, aterciopelado, la distinguía, tenía un porte divino, parecía sin lugar a duda una diosa y no era otra que Artemis, diosa de los bosques, las montañas y protectora de los animales que habitaban en ellos. Era también la diosa protectora de las amazonas.

- Schhhhh, calla.- dijo de pronto Xena.
- ¿Qué ocurre?.- Gabrielle estaba asustada.
- Schhhhh, ¿quién está ahí? Sal, sal ahora.-
- Hola.- La bella diosa apareció detrás de las dos mujeres. Gabrielle reprimió un grito. Luego se quedo con la boca semiabierta. Aquella era la mujer más bella y hermosa que había visto, sus ojos, sus labios, toda ella resultaba atractiva y enigmática. Su rostro y sus ojos llenaron a Gabrielle, sin saber realmente por que, de confianza y tranquilidad. Esa figura le parecía conocida, estaba segura de haberla visto hacía ya mucho tiempo, no recordaba exactamente cuando.

- ¿Quién eres tu?.- Preguntó Xena desconfiada. A diferencia de Gabrielle, Xena no se sentía cómoda ante aquella mujer y no sabía porque. Notó como las miradas de Gab y la mujer se había detenido la una en la otra. Se miraba si pestañear, parecía haber cierta química entre las dos, como si ya se conocieran.
- Soy Cerinis de Potedaia.- Dijo la mujer sin desviar la mirada de los ojos de Gab, la cual se sobresaltó al escucharla.
- ¿Cerinis?, ¿la pequeña Ceri?, por los dioses, ¿no me recuerdas?, ya sabía yo que me resultabas conocida.
- Sí, soy yo, espera, ya sé, tu eres Gabrielle, la gacela. Realmente has cambiado.- Dijo la mujer abriendo los brazos para recibir un fuerte abrazo de su amiga de la infancia.
- Ya veo que se conocen.- Dijo Xena con una aparente tranquilidad, pero con desconfianza.
- Siiii.- Las dos mujeres se abrazaron, ante lo cual Xena no reaccionó como esperaba, sintió ¿celos?, se sorprendió bastante de sus propios sentimientos. Xena notaba como existía algo especial entre las dos mujeres y era eso lo que le hacía arder por dentro.

- ¿Pero que demonios haces por aquí, sola?, ¿estas bien? ¿Ocurre algo malo?, ¿mis padres..... están bien?....
- Tranquila, todos están bien Gacy, por ahora, pero Jarteas me mandó que te buscara, no nos quedaba otra salvación que tu.
- ¿Por qué? ¿Qué ocurre?.- Dijo Gabrielle preocupada.
- Verás hace dos semanas las tropas de Epigón invadieron Potedaia, hicieron prisioneros a unos pocos, y otros lograron escapar, entre los que escaparon están Jarteas y algunos más, entre ellos tu familia. Ayer me encontré con ellos en Tegea, ya sabes que yo me marché allí con mi marido.- Explicó, y luego retomó su narración.- Allí los acogimos y les dimos de beber y de comer así que no tienes que preocuparte por ellos, me contaron lo que había ocurrido y Jarteas me contó que había visitado el oráculo de Delfos para que Apolo les diera una solución.
- ¿Y que le contestó el oráculo?.
- Dijo que una pequeña gacela tendría la solución. Dijo también que esa gacela vencería, y que estaba escrito que cambiaría el mundo.- Xena comenzaba a entender. Pero, sin poder evitarlo, aquello le era demasiado extraño.
- ¿Supongo que esa gacela es Gabrielle, no es así Cerinis?.- Preguntó Xena confusa.
- Así es, estudiamos las palabras del oráculo y llegamos a la conclusión de que se referían a ella.- La diosa miró a Gabrielle esperando una reacción, puesto que permanecía absorta escuchando sus palabras.
- Ya veo.- Xena dio unos pasos hacia atrás confundida, aquello no le daba buena espina y no acertaba exactamente el por qué.

- Vamos Gabrielle, tienes que prepararte para venir conmigo.- Dijo Artemis, pensando para sí mismo que la primera parte de su plan estaba saliendo bien. Ahora solo debía deshacerse de Xena, en su plan no estaba prevista la presencia de ella. De ese modo había previsto que Xena querría acompañarlas a Potedaia; por ello preparó la segunda parte de su plan, que estaba apunto de ser revelada.
- Sí, claro, debemos salir cuanto antes, ¿no te parece Xena?.- Xena estaba distraída, parecía ausente, estaba angustiada y a eso se le sumaba que le había parecido oír ruido tras los arbustos.
- ¿Quién está ahí?.- Gabrielle se sorprendió de la contestación de Xena.
- ¿Has escuchado algo Xena?.
- Eso parece.- dijo dirigiéndose a Gabrielle.- También parece que la persona o quien sea que esté ahí atrás tiene miedo a dar la cara. Si no sales me veré obligada a sacarte yo, ¿Qué prefieres?.
Un joven aldeano, robusto y atractivo salió frente a Xena. No iba armado, solo llevaba un arco cargado al hombro.
- Lo siento, buscaba ayuda... y, bueno y escuché voces y tenía que asegurarme que no eran malas gentes ¿comprende?. No pretendida asustarlas. Soy Bendis, de la aldea de Forcis, a unos 500 pies de aquí.
- ¿Por qué buscabas ayuda?.- Preguntó Gabrielle, sin evitar cara de preocupación, no podía evitarlo era una reacción innata en ella preocuparse por todo ser indefenso o en peligro, fuera malo o bueno.
- Yo, verán, ¿Conocen a Draco, el malvado señor de la guerra?, ya veo que sí.- Dijo el aldeano al ver que Xena y Gabrielle cruzaban miradas.- Pues resulta que ha invadido una aldea cercana a la nuestra y ahora se dispone a destruir Forcis. Por eso me han enviado a mí, querían que buscase a Hercules o a alguien como él que nos pudiera ayudar.

- Xena, tenemos que hacer algo.- Gabrielle, estaba confusa, se debatía entre la idea de intentar salvar a su aldea y la de salvar la de aquel aldeano.
- Lo sé, pero recuerda que también Potedaia está en peligro.- Xena sabía que debía hacer algo y rápido, debía tomar una decisión: o marchar con Gab y dejar a aquellos aldeano indefensos o luchar contra Draco, segura de poder vencerle, ya que habían sido amantes y lo conocía bien.
- Xena, tu conoces bien a Draco, estoy segura de que puedes vencerle con la ayuda de estos aldeanos. En cuanto a Potedaia, ya una vez conseguimos derrotar a unas tropas, no veo por que no puede pasar otra vez, no te preocupes, buscaremos ayudas de las aldeas cercanas y conseguiré derrotar a las tropas enemigas.
- Se que eres capaz de hacerlo pero.... tengo miedo.
- No te preocupes Xena, yo la cuidaré, tranquila no necesitamos tu ayuda, el oráculo decía que era Gabrielle la que conseguiría vencer a los enemigos.
- Los oráculos no siempre dicen la verdad.- Le contestó Xena sin poder evitar una mueca de desprecio, no confiaba nada en aquella mujer.
- Xena, no te preocupes, tu ve con Bendis, nosotras nos dirigiremos a Potedaia, seguro que nos alcanzas en uno o dos días. No te preocupes.
- Bien, confió en ti, sé que eres capaz de luchar contra ellos, pero ten cuidado, por favor, no quiero perder a mi mejor amiga.
Gabrielle sonrió al escuchar esas palabras al mismo tiempo que sintió un dejo de amargura, sin saber exactamente porqué.

- Yo tampoco quiero perder a mi mejor amiga, ten cuidado con Draco.- Al decir aquello Gabrielle había hecho alusión a tener cuidado con aquel hombre sentimentalmente, pues ya había sido testigo de la influencia que ejercía sobre Xena, aunque ella entonces estaba bajo un hechizo del pequeño cupido, y Draco estaba supuestamente enamorado de ella, así que se tranquilizó al pensar que nada ocurriría.
- Bien en ese caso debemos partir cuanto antes.- Gabrielle comenzó a recoger sus cosas, mientras Xena hacía lo mismo.
- No hay agua, y vuestro camino es largo, iré a coger un poco al manantial, me acompañas Ceris.- Le miró Xena como desafiándola.
- Claro.- Contestó Artemis, segura de los que Xena pretendía. Gabrielle no se había dado cuenta de la ausencia de las dos mujeres. Estaba hablando con Bendis, mientras recogía su manta y algunas provisiones. Bendis le había perecido un joven apuesto, bastante atractivo, y se había fijado en como el joven había mirado intensamente a Xena y esta le había devuelto la mirada indiferente. Por un momento temió que Xena pudiera enamorarse de aquel hombre rubio de ojos verdes y aquella sonrisa tan bonita. Aquel joven debía tener a las aldeanas locas por él.
Xena y Ceris llegaron a un descampado, cerca de un manantial, y antes de comenzar a llenar los sacos do cuero, Xena la cogió por el hombro y la acercó hacia ella.
- Escucha, si algo le pasa a Gabrielle....- Reprimió el deseo de pinzar a la mujer en el cuello e interrogarla, pero consiguió calmarse.- Será mejor que no le ocurra nada, entiendes.
- Xena, haré lo que pueda. Gabrielle era mi mejor amiga cuando éramos pequeñas, y aunque hacía mucho que no la veía, daría mi vida por ella sin dudarlo, de eso puedes estar segura, así que no tienes de que preocuparte.- A Xena le asombró la seguridad que la chica ponía en sus palabras.
- Eso espero, por que de lo contrario...
- ¿Qué?, de lo contrario ¿Qué?....
- Vamos volvamos.- dijo Xena tras echarle una mirada asesina a Ceris.
- Te aseguro Xena, que Gabrielle, es más importante para mi de lo que crees, ella es especial.
- Lo sé, no hace falta que lo digas, ella es única.- Se volvió para mirar a Ceris con una expresión de temor y desconsuelo, sin dejar de andar de vuelta.
- Pero para ti es una simple amiga, para mi es algo más.- le contestó Ceris, mientras aceleraba el paso y seguía a Xena. Esta se quedó perpleja ante aquellas palabras.
- ¿Qué quieres decir?.- Paró en secó y la escudriñó con los ojos.
- Somos familia.- Xena la miraba intensamente esperando una mejor explicación.
- ¿Familia?.- Xena sabía que allí había algo raro.
- Tenemos el mismo... padre.
- ¿Cómo?.- Xena se quedo perpleja ante aquellas palabras.- ¿Puedes explicarme eso?.
- Verás, es simple, mi madre tuvo relaciones con el padre de Gabrielle y de esas incestuosas relaciones nací yo, pero la madre de Gabrielle no supo nunca nada.
- ¿Me estás diciendo que tu eres su medio hermana?.- Xena no salía de su asombro.- ¿Lo sabe Gabrielle?.
- No lo creo, yo lo supe poco antes de que muriera mi madre, hace tan solo unos años. Pero no creo que padre haya sido capaz de confesárselo.
- Entiendo, de todas formas creo que Gabrielle es mayorcita para saber la historia, estoy segura de que tendrás tiempo para contársela. ¿No es así?.- Preguntó irónicamente.
- Así es, estate tranquila.- Le contestó con la misma seguridad la chica.

Xena marchó con Bendis tras despedir a Ceris y a Gabrielle. Artemis había conseguido su segundo plan, había salido a la perfección. Había prometido a Draco conseguirle el deseo que quisiera, si aceptaba arrasar una aldea, aunque le había avisado que no matará a ningún aldeano, solo destruir la aldea. Draco había aceptado con gusto. Artemis también se había encargado de crear al perfecto aldeano para que intentase enamorar a Xena y hacer que esta se olvidara de volver a Potedaia y de Gabrielle.

Capitulo II: La verdad de Gabrielle.

Año 210 a. C.
De camino a Potedaia.

Gabrielle y Ceris caminaban sin descanso hacia Potedaia. Hacia tan solo una o dos horas que se habían separado de Xena. El sol brillaba fuertemente sobre sus cabezas. Artemis creyó que era el momento adecuado para la verdad, la tan temida verdad de Gabrielle, y aunque no era ella a quien realmente le tocaba narrar los hechos sobre la verdad, no tuvo más remedio que hacerlo, obligada por su padre, Zeus.
- Gabrielle, creo que deberías detenerte.- Artemis había cesado de andar, y la miraba con cierto temor reflejado.
- ¿Qué?, ¿qué ocurre?, ¿te encuentras mal?.- Gabrielle se acercó rápidamente a ella para socorrerla, a Artemis le sorprendió la caridad de la muchacha, no había duda de que llevaba en sus venas sangre de dioses.
- No, no se trata de eso.- Se separó un poco de Gabrielle y retomó su verdadera forma, la de la diosa Artemis.
- ¿Qué se supone que significa esto?, ¿quién Hades eres tu?.- Gabrielle retrocedió unos pasos, mirando a la diosa con desconfianza.
- Soy Artemis.- Espero la reacción de Gabrielle.
- ¿Y qué quieres de mi?, ¿tiene algo que ver en esto tu hermanito, Ares?.
- No, Ares no tiene nada que ver en esto, él no sabe nada.- Artemis siguió mirando con temor a Gabrielle.
- ¿Entonces?, ¿debo suponer que todo lo que nos contaste sobre Potedaia es mentira?.- Preguntó Gabrielle aun preocupada por su familia.
- Si. Era necesaria esa mentira para que me acompañaras.- Le respondió.
- ¿Acompañarte?, ¿a dónde?.- Preguntó Gabrielle con desesperación.
- A ninguna sitio en particular, solo quería contarte la verdad y darte la oportunidad de decidir.
- ¿De qué me hablas?. ¿Espero que te expliques mejor? ¿a que verdad te refieres?.- Gabrielle comenzaba a parecerse a la princesa guerrera, cada vez estaba de más mal humor.
- A tu verdad, tu única verdad. La que me ha llevado a ti. La que hace que tu y yo seamos hermanas.
- ¿¡¡¡¡Qué!!!!?.- Gabrielle seguía sin entender nada.
- Deja que te lo explique mejor, ¿porque no te sientas?, será mejor que lo hagas.- Le señaló un tronco en el suelo. Gabrielle dudó, pero finalmente accedió sin dejar de mirar a Artemis con un interrogante en su semblante.
- La verdad, bueno, por donde empiezo.- Artemis tomó asiento cerca de Gabrielle, la miró a los ojos y comenzó a dar vida a aquella verdad.- Hace 22 años mi padre, Zeus, el rey de los dioses, sintió el irreprimible deseo de poseer a una hermosa mortal de lindos ojos esmeralda, cuyo nombre era Hecuba.- Gabrielle la miró sorprendida, pero prefirió dejar las preguntas para el final del relato.- Sí, se trataba de tu madre, en la que Zeus, tomando la forma de Hesiodo, logró implantar su semilla. A los nueve meses nació una preciosa niña de ojos verdes oliva y pelo de oro.- Gabrielle permanecía callada, con el corazón en un puño y la respiración entrecortada.- El mismo día de su nacimiento las Parcas revelaron a mi padre que el fin del Olimpo estaba cerca, pero que la niña permitiría que la estirpe de los dioses fuera recordada por el fin de los días, y la sangre divina correría por sus venas para la eternidad, pues nada, ni el mismísimo Hades conseguiría arrebatarle la vida una ves que llegase el día de su vigesimosegundo cumpleaños.

Continuará....


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