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XENA´S LETTER

Tercera parte

Por Lane

 

- Espera aquí mientras voy a buscar a nuestra Reina, por favor –Sasha le señaló una enorme puerta hecha, seguramente, de oro por la intensidad que el metal relucía en destellos dorados.- Por cierto... Estooo... Una orden a acatar es una orden... y a mí me mandaron invitarte a una copa –dicho lo dicho palmeó un par de veces sus manos y una doncella salió de la nada con una copa de... Ron?

Indiferente, Xena cogió la copa y sonrió a Sasha antes de cruzar la puerta que le había señalado. Se sorprendió cuando una sala tapizada hasta el último rincón de pinturas de lo más surrealistas se le apareció ante sus asombrados ojos. Curiosa, las inspeccionó de cerca, todas parecían representar escenas de batallas. Guerras, si la apuraban. Lanzas, cuerpos en extrañas posturas yaciendo muertos en suelos ensangrentados, soldados con expresiones compungidas al ser travesados por espadas o perforados por millares de flechas... Aquello era realmente una obra de arte, y muy trabajada... pero no dejaba de ser horrorosamente macabra. “¿¡Para qué habrán hecho las duuuulces y amaaaables habitantes de esta pacífica isla unas pinturas como estas!?”pensó con sarcasmo la propia guerrera mientras se sentaba en una especie de trono que había justo en mitad de aquella peculiar sala y tomaba de un trago el contenido de la copa que Sasha se empeñaba en invitarla. “Mejor ni saberlo...”.

La espera se le acabó haciendo eterna, había pasado ya mucho rato desde que Sasha se había ido “en busca” de su Reina. “ Gabrielle, Gabrielle, Gabrielle.... como te gusta torturarme!” se mordió el labio inferior en una mueca de resignación mientras se levantaba de un salto de la real silla y empezaba a dar vueltas por toda la habitación. Pocos instantes más tarde la puerta se abrió suavemente y una cabeza de castaños cabellos asomó por ella. “Gracias a Zeus!” se alivió Xena.

- ¿ Xena?¿Estás bien? -frunciendo el ceño por la pregunta, la guerrera se limitó a asentir con la cabeza- Bien... -carraspeó la amazona- La Reina prefiere que subas a sus aposentos, dice que allí se está más... –Xena advirtió como Sasha tragaba dificultosamente saliva-... cómodo, je! –finalizó clavando sus ojos al suelo y dejando que un leve rubor se apoderara de sus pómulos.

- Mmm... Como la Reina ordene –dijo divertida mientras se encaminaba hacia la puerta.

“Ya está, ya estáaa!! Al fin te voy a volver a ver. Madre mía me tiemblan hasta las piernas!! Oh por Zeus, volveré a ver esos impresionantes ojos verdes... como los he extrañado!! Y tu risa, tu risa Gabrielle!! No me lo puedo creer, no... Por todos los Dioses que no puedo!” se dijo para sí mientras seguía a Sasha por aquella alfombra roja subiendo unas escaleras, majestuosas y soberbias ellas. Sasha observó el claro nerviosismo de la guerrera y le sonrió en un intento de complicidad. Xena se la devolvió emocionada, sintiendo todas sus hormonas hervir bajo su piel. Estaba segura que salían chiribitas de sus ojos y, si no fuera porqué guardaba algo las maneras, le hubiera pedido a la amazona si podían correr, más que andar, para llegar a su deseado destino.

Al fin, Sasha se paró frente a una puerta tanto o más dorada que la de la sala surrealista y con una mirada le indicó a Xena que entrara. La morena se quedó mirándola unos instantes con el pánico bailando en sus celestes pupilas, se le acercó algo desconcertada y le cogió un brazo. Literalmente, sentía que se iba a caer si ese torbellino de nervios y ansias que le retorcía el alma no dejaba de martirizar su sentido del equilibrio. La muchacha dio un respingo, sorprendida por el inesperado acercamiento de la fuerte guerrera, pero le sonrió e inmediatamente después la abrazó para calmarla. Pudo sentir el desbocado palpitar del corazón de aquella hermosa morena mientras ésta se le aferraba desmayadamente. Pasados unos breves segundos....

- Llegó la hora –le susurró Sasha al oído mientras la alta mujer se separaba de ella con la cara enfundada en una extraña mezcla de temor y felicidad- Se valiente...- de nuevo la joven amazona le sonrió mientras abría con cautela la puerta que había imperiosa ante ellas.

- Uhg...! -Xena cerró los ojos con fuerza, formó puños con sus manos y se dispuso a sobrevivir al momento más intenso que jamás hubiera vivido hasta entonces. Sasha, divertida, miró como la imponente guerrera desaparecía tras la puerta hecha un acongojado cachorrito callejero.

- Llegó la hora...-susurró, otra vez, mientras inspiraba con profundidad.

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Traspasó con paso firme la puerta, pero sin abrir los ojos. Se apoyó en el marco de la puerta cerrada y dejó que de nuevo la fuerza del momento la debilitara. Aspiró con fuerza una bocanada de aire, intentó relajarse y abrir los ojos, pero...

- No los abras... – una sensual y ronca voz le ordenó en un susurro justo en su oído derecho.

Se le hizo un nudo en la garganta y la sangre se le congeló despiadadamente. “Oooh... oh Dios mío!” tan solo atinó a pensar antes de que su mente cayera en un total y profundo estado de shock. De pronto notó un débil roce que se deslizaba por su desnudo brazo hasta que finalmente su mano se vio envuelta por otra de textura suave y fina. Xena sabía muy bien a quién pertenecía esa delicada mano que ahora la estrechaba con más fuerza invitándo a seguirla.

- Ven... – de nuevo un cálido susurro, esta vez en el oído izquierdo, le dio una orden a acatar.

Xena se dejó arrastrar mientras sus dedos se entrelazaban con los de aquella mano. La morena entreabrió los labios, le faltaba el aire, ya había pasado demasiado tiempo desde que perdió el aliento y sus pulmones clamaban por un poco de oxigeno. Caminó torpemente, ya fuese por la repentina falta de equilibrio o por el trance en que todos los músculos de su cuerpo se vieron sometidos. Tras unos breves pasos se detuvieron y la mano de Xena fue lentamente liberada. Una inesperada ráfaga de gélido aire le atizó todo el cuerpo. Una mueca de disgusto se le asomó al rostro retrocediendo un poco al sentir sus ardientes mejillas ser acariciadas en tan fría caricia. De nuevo y con mucha cautela, su mano fue tomada y su cuerpo dirigido hacia delante. La guerrera pensó que probablemente estaban en una especie de balcón.

- Ábrelos... – esta vez la voz se dirigió a ella por la espalda y la guerrera, sin la más mínima intención de desobedecer ordenes, abrió los ojos lentamente.

Ante ellos un fantástico anochecer playero de lo más impactante se le apareció. Cautivada y emocionada por el momento supo qué era la felicidad cuando se encontró entre los brazos de Gabrielle en medio de aquel paraíso. Se le cerraron los ojos de nuevo , su rostro se alzó desafiante, el respirar se le volvió alocado pero profundo, hondo, muy hondo... Se le abrió agradecido el pecho, tanto o más que los brazos en cruz y las manos formando tímidas veletas. Sintió flaquear sus piernas por enésima vez aquel día, pero rebeldes se empeñaron en mantenerse rígidas ante las toneladas y toneladas de aire desafiando su equilibrio, correteando por cada centímetro de su cuerpo, jugando con su pelo, colándose por sus dedos extendidos, rozándole las curvas, contorneando sus sienes, acariciándole el rostro... ante un mar furioso que agitaba con fuerzas sus aguas contra las quebradizas rocas del majestuoso acantilado donde se situaba aquel balcón. Se encontró flotando en ese mismo mar de sensaciones, siento el runruneo del viento silbando en su oído al compás del lento y dulce vals de sus manos moldeándolo. Una frenética danza en la que se veía sumida cada uno de sus sentidos, todas las emociones que la embargaban y todo ese torrente de sentimientos que se le agolpaban allí... en su pecho. Se concentró en la rítmica de su tórax en sus atroces subidas y en sus lentas bajadas cargándose hasta los topes y vaciándose hasta los mínimos de aire, ese mismo gélido aire que le enrojecía los pómulos. Acarició los brazos de su amada hasta llegar a sus manos y cojérselas tiernamente. Suspiró y sonrió feliz cuando Gabrielle posó sus labios en la suavidad de su cuello, los sintió recorrerlo con suma delicadeza hasta llegar a su oído.

- En la vida vuelvas a disculparte por “eso”... – sintió el ardiente aliento de la Reina murmurarle antes de que le mordiera el lóbulo.

- Auch! Eso duele! –se giró Xena masajeando su oreja.

Y fue entonces cuando las dos mujeres se perdieron en la inmensidad que sus miradas abarcaban. Se sonrieron cómplices al principio pero sus semblantes se fueron tornando serios y endurecidos a medida que se penetraban más intensamente con sus pupilas. Al fin Gabrielle se decidió a romper el cruce de miradas para bajar la suya.

- Esto también... –Gabrielle deshizo el abrazo y empezó a rebuscar en uno de sus bolsillos.

El rostro de Xena se sombreó al ver a lo que Gabrielle se refería: era el pergamino que con su puño y letra escribió para despedirse de ella. Tragó saliva y bajó consternada la mirada.

- Lo... lo siento... yo... yo no... – se le humedecían los ojos y se le empezó a formar en el pecho la amarga presión del llanto, palpitante por estallar.

- Te he dicho... –Gabrielle cogió sus rostro con ambas manos y la miró con dulzura y una medio sonrisa algo entristecida-... que no te vuelvas a disculpar.

Xena le sonrió, pero las lágrimas en su rostro ya empezaban a precipitarse costa a bajo. Gabrielle besó y bebió cada una de ellas hasta que dejaron de formarse. Xena estaba paralizada, sumida en un huracán de ternura y pasión.

- Gabrielle... –murmuró entrecortadamente al sentir la lengua de su amada lamerle una mejilla y eliminarle todo rastro de llanto.

- Mmmm...? –respondió la Reina extasiada en la labor que emprendía en esos momentos.

- Te... te...

- Amo...? –susurró Gabrielle, rozándole levemente los labios- Lo sé...

Xena respiró con dificultad ante la proximidad de Gabrielle y la envergadura de sus palabras. Fue entonces, y con toda la naturalidad del mundo, cuando la guerrera decidió acortar los escasos milímetros que las separaban para sumirlas a ambas en un tórrido y largo beso. La Reina... su Reina, eran los labios de la Reina de su alma y corazón los que mordían, succionaban y besaban los suyos. Embelesada por aquel contacto, sintió que el corazón le daba un vuelco y, en un arrebato de pasión, levantó a su amada en vilo y la entró a la habitación mientras el beso seguía uniéndolas, al parecer sin fin. La depositó suavemente en la cama y al fin separó sus labios de los de ella. Gabrielle gruñó casi inaudiblemente disgustada y acercó de nuevo sus labios a los de Xena.

- Más, más... –murmuró entre beso y beso la rubia, lo cual hizo sonreír a una Xena sorprendida.

- Ga... Gabri...- la chica no le dejaba tiempo ni de respirar, así que mucho menos tiempo había para hablar. –Gabrielle... por... por Zeus, despacio mi Reina! ¿Dónde.... están vuestras... reales maneras? – eso pareció encender más la pasión que se agolpaba en las entrañas de la Reina y, no tan solo no la dejó de besar, si no que encima tiró de la guerrera hacia sí haciéndola caer sobre su cuerpo.

- Mmmhh... –la abrazó, al fin abandonó los labios de su guerrera para abandonarse a la seguridad y conforte de sus brazos mientras sentía su cálido aliento quemándole el cuello. Aspiró el perfume del sedoso y lacio cabello de Xena mientras acariciaba su espalda- ¿A caso las añoráis en.... estos precisos.... –se detuvo para besar intensamente el amado lóbulo de su guerrera-... instantes?

Xena rió nerviosa aunque tremendamente anonadada por las cálidas caricias de la lengua de Gabrielle en su oreja. Le sorprendida el maneje de la situación que estaba tomando su tímida bardo, en su día. ¿Qué era todo aquello? Xena esperaba que al menos su “amiga” la recibiría cordialmente, con la comprensión reflejada en sus ojos. Total, era Reina de Lesbos... Una amiga comprensiva, eso... eso era lo que la guerrera esperaba encontrar. Definitivamente no contaba con... con... “Uohhgg!! Ahí no, Gabrielle... no toques ahíiiii!!!” suplicó mentalmente mientras se estremecía al sentir una suave y circular caricia de los dedos de Gabrielle en uno de sus senos. “Madre mía, si estas son las elegantes y sofisticadas maneras de la realeza lesbic... ejem!... de la isla de Lesbos no me va a costar nada acostumbrarme a ellas” ironizó Xena mientras le sonreía inquisitoriamente a esa desbocada y exquisitamente atrevida Gabrielle. “Pero este ritmo me está matando! Tengo que aclarar las cosas.. an... antes de... de que... mmmmhhfff!!” la guerrera se sobresaltó al notar que su bardo ya la había despojado de su armadura y las yemas de sus dedos habían entrado en contacto con su piel.

- Ga... buf!... Gabrielle, es... escucha... –balbuceó la guerrera claramente sofocada, apartándose súbitamente de la Reina.

- No, Xena... no quiero –se quejó Gabrielle mientras se arrodillaba ante Xena y le cogía delicadamente las manos. Su mirada se concentró en ese enlace, lo observó durante largos minutos, pensativa.

Si es que eso era posible, la guerrera se conmocionó aun más con las firmes palabras de su amada. “Mi amada... ¿mi amada?... Oh por Zeus, como suena eso! Se me llena el alma al pronunciar ese sentimiento contenido en una sola palabra. Y la tengo arrodillada ante mí, cogiendo dulcemente mis manos y deseando mis besos y caricias... todos esos que jamás pensé que ella quisiera de mí.... Dioses no dejéis q esta noche termine...!" pensaba Xena mientras miraba tiernamente los ojos de Gabrielle , unos ojos profundos y sonrientes que la invitaban a sumergirse en ella de nuevo. Su bardo, su querida bardo, estaba ahí... esperando a que ella se acercase de nuevo para retomar el momento más increíble de sus vidas y que tanto había anhelado desde el primer momento en el que dejó de ver en Gab una chiquilla para ver una mujer.

Xena suspiró enternecida, acarició la mejilla de Gabrielle y le devolvió la sonrisa que ésta alegre y radiante le regaló. “Estás ardiendo...”. La guerrera estudió intensamente las facciones de esa dulce cara de ángel que, paradójicamente, la miraba con un deseo infernal contenido. Recorrió la angulosidad de sus pómulos, la suave curvatura de su nariz, volvió a sonreír mientras acariciaba sus labios, aquellos que hacía breves instantes devoraban los suyos, pasó las yemas de sus dedos delicadamente por sus ojos cerrados... Observó al terminar su examen el semblante de su amante y se sonrió ante lo ensimismada que parecía después de esas caricias. Depositándole un leve beso en la frente, deslizó sus manos hasta los hombros de aquella hermosa mujer y la obligó a estirarse de nuevo. “No puedo creer que esto esté pasando, que estés tendida bajo de mí y que tus ojos me estén mirando de... de esta manera... ésta que me encoge el corazón... ésta que me acurruca el alma y me nubla en tinieblas la razón... ésta, Gabrielle, esta ardiente y deliciosa manera en la que ahora mismo me estás clavando tus pupilas en las mías... Sencillamente no puedo...”

La Reina fue quien esta vez rió nerviosa ante la intensa mirada de Xena, justo antes de tragar saliva y.... dejarse llevar e invadir por todas las emociones que esa maravillosa guerrera despertaba en ella. Volvió a envolverla en sus brazos, esta vez más sosegadamente, consciente de esos tersos pechos que oprimían los suyos, aspirando con fuerza ese perfume que tanto la había hipnotizado en incontables veces y maneras.

- Xena... –murmuró extasiada Gabrielle, removiéndose bajo la guerrera, acoplando su cuerpo a la perfección con el de ella, rebuscando ansiosa con sus manos cada rincón del ser que tanto había deseado, ese que ahora mismo la besaba y humedecía con delicados besos el cuello.

- Mmmm... –se le escapó a Xena, embelesada con la suavidad de la piel de Gabrielle.

“¿Hablar? ¿Ahora!? JA! ¿Quién habla ahora con... mmmhhff... Con lo bien que sabe, mi niña...” pensó Xena besando la suave curva de la clavícula de Gabrielle, aunque dejó de hacerlo bruscamente al notar las ágiles manos de ésta recorriendo su vientre, abriéndose paso hacia sus pechos. La miró arqueando una ceja, con asombro mientras la rubia le lanzaba la más sensual de sus sonrisas. “Pero ¿qué demonios....!? ¿Dónde has aprendido todo esto...?? Parece que te sabes el camino de memoria...!”

- Jajaja! Ven aquí... –una Gabrielle feliz y divertida por la sorpresa de su “experimentada” guerrera, miró con ingenuidad esos gemelos azulados que de pronto la miraron desconcertados.

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Un súbito silencio nos envolvió, aunque ninguna de las dos pareció darse cuenta. Nos miramos como si fuera la vez primera, respirando fuerte y entrecortadamente. Al principio un dulce rubor cubrieron sus mejillas, pero poco a poco fue endureciendo sus rasgos y frunciendo su pálido ceño. Me sentí débil, me moví inquieta sobre su cuerpo. "Mierda, ¿¡Qué me pasa!?". Se pensó que quizás quisiera volverme a separar, así que me aferró más a ella, estrechando con exageración nuestro abrazo. "Dioses, que cansada...". Tuve que hacer acopio de todas las fuerzas que debieran quedar en mí para mantenerme erguida, suplicándole a mis ojos que no derramaran las lágrimas que amenazaban con saltárseme. "Ay madre mía, que no me aguanto... ¿¡¡Y por qué estoy llorando!!??" Tragué saliva para que mi garganta se humedeciera, repentinamente seca. Gabrielle no dejó de escrutarme con la mirada, cada vez achicando más sus ojos, tensando la mandíbula. Su semblante era casi austero.

Me mareaba, sentía como si mis pulmones se hubieran rellenado de algodón, dejándome al fin sin ápice de respiración. Abatida y sin aliento, me desplomé sobre su cuerpo, clamando desesperadamente a sabe Zeus quién para que se me devolviera la capacidad de respirar. Pasaron segundos, minutos quizás... la verdad es que no sé muy bien cuanto tiempo permaneció mi organismo sin aporte de oxigeno. El caso es que se me fue el mundo, ya ni siquiera la oía, mucho menos la sentía... Me asusté, aquello era delirante: me ahogaba, todo el aire que me rodeaba parecía haberse vuelto agua, oprimiendo y asfixiando con saña mi pecho.

- Ga... Gabrielle... –me oí susurrar, aunque mi voz me sonó lejos, muy lejos de donde debiera quedar mi cuerpo.

Creo que al fin me rendí y desistí de tratar de respirar, cayendo en un profundo sueño... creo. El silencio que de golpe se había hecho mientras me ahogaba se vio roto dulcemente por el alegre transcurrir de agua, la sentía murmullando entre lo que me parecieron olas. Abrí los ojos para cerciorarlo, pero pronto deseé no haberlo hecho: una despiadada luz me cegó e irritó sin contemplaciones mis pobres e ingenuos ojos. Tras varios intentos, al fin logré acostumbrar la vista a esa desalmada luz y sonreí algo asombrada al verme tumbada en lo que me pareció la playa más hermosa y paradisíaca que nunca jamás hubiera visto. ¡Aquello era bellísimo! Un mar de aguas cristalinas se me presentó soberbio y algo agitado ante mi incrédula mirada y, al girarme, una espesa y de lo más tropical selva me saludó con sus múltiples hojas ondeando por el viento. Maravillada, me acerqué al alegre vaivén de las olas de aquel mar y, sin dudarlo siquiera un instante, me adentré confiada yo. Mi cuerpo se estremeció al entrar en contacto con la frescura de aquellas aguas.

“Dios, esto es increíble!” me dije disfrutando de la repentina desnudez en la que me estaba felizmente bañando. Flotando, más que nadando, estuve bastante rato chapoteando en el agua, hasta que decidí zambullirme. Buceé lo que me pareció una pequeña eternidad, aunque reconocí que no pude evitarlo, pues otro paraíso se hizo ante mí: el misterioso e impresionante mundo marino. Ya ni recordaba como era aquello de llenar de aire los pulmones... ¿Me había vuelto pez? Qué más daba, aquello era genial, magnífico. Los corales que encontré bajo mis pies relucían en colores que nunca creí que existieran. Emocionada, me acerqué a ellos y un centenar de criaturillas salieron correteando por mis alrededores. Me pareció que me sonreían... ¿O lo hicieron de verdad? Rápidamente sonreí ante mi inocencia, tenía gracia que en mitad de toda aquella paranoia sólo me cuestionara la sonrisa de unos cuantos (y rarísimos) peces.

No tardé en darme cuenta que mis movimientos bajo el agua mejoraban a cada una de las brazadas que daba, rozando al fin la perfección. Aquello era fantástico, una sensación de júbilo invadió mi cuerpo, sintiéndome la criatura más ligera y libre de la faz de la Tierra. Tanto, tantísimo... que empecé a sospechar que quizás más que en un pez, me había convertido en la propia agua, rauda e inquieta colándome por doquiera.

- Más paños –una voz suave y temblorosa pareció resonar con eco por todo el mar. Era familiar, cercana... –No... te me vayas... ahora que...

No pude escuchar como terminaba esa frase, pues me di de bruces con una inmensa roca, deshaciéndome entre espuma y millares de burbujas. “Aarhgff!!” Por todos los Dioses, cómo me dolió aquello! Sentí de nuevo mi cuerpo flotando en el agua, notando mi cabeza sobrecogida por un dolor intenso y frío.

- Por favor... –volví a sentir, pero esta vez las palabras sonaron hirientes y mal sonantes en mi cabeza, haciéndome retorcer en el agua, arrastrándome por toda la orilla.- Xena... –“Por Zeus, que pare ya!!!”

- GABRIELLE!! –grité al sentir que mi cabeza estallaba, incorporándome bruscamente.

Un paño húmedo se me cayó de la frente al regazo. Había abierto como platos los ojos y apoyado las manos tras mi cuerpo para no perder (aun más) el equilibrio. Aspiré grandes bocanadas de aire, expirándolas con la misma fuerza.

- XENA!!! Hades, que susto me has dado!! –chilló sofocada Sasha, llevándose una mano al pecho. ¿Me lo pareció a mí o vi desilusión en sus ojos? Se acercó mientras me miraba... refunfuñando? Me inclinó la cabeza y me dio algo de beber, pero no me sabio a nada... ni siquiera a agua.

- SASHA!! –interrumpió un fuerte vozarrón, sobresaltándonos a las dos.

Me desplomé en la cama, donde parecía estar. Me sentía cansada, agotada... casi exhausta. No vi muy bien la secuencia en la que se desarrollaron los hechos que le siguieron a mi trago de “agua” (o lo que fuera). Todo pareció hacerse volátil, borroso ante mis semiabiertos ojos. Distinguí, eso sí, cómo varias figuras acorralaban a un lado de la habitación a la figura que sabía pertenecía a Sasha, mientras que una de ellas corría hacia mí.

- Gabby... –le sonreí a ciegas cuando noté que me cogía de la mano, dándome cuenta de cuanto la había extrañado.

La vi mover los labios, o eso me pareció, porqué no escuché absolutamente nada. De nuevo el silencio me acurrucó en su incertidumbre. Sabía que estaba llorando, quería calmarla, decirle que no pasaba nada, que estaba bien. Abrí la boca en dos ocasiones, pero apenas conseguía respirar así que hablar se convirtió en un imposible para mi semi ahogado cuerpo. Me enfadé, fastidiada porqué todo aquello parecía volver a empezar. “No quiero volver ahí. Dioses, Gabrielle, no me sueltes! Quiero quedarme contigo!”

- No.. quiero ir... irme, Gab –al fin y gracias a Zeus sabe quien conseguí que me saliera un hilillo de voz. Le estreché satisfecha la mano y creo que se me tiró al cuello, redoblando su llanto.... Creo, porqué de nuevo la inconsciencia barrió la pizca de conciencia que me mantenía junto a Gab.

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“Maldita sea!” pateé, cabreada, aquellas aguas que ahora me parecían arrogantes y estúpidas en su cristalidez.

- GABRIEEEEELLE!!!!!!! –grité a la nada, consternada y gimiendo a diestro y siniestro, sin molestarme en disimular mi llanto.

Me dejé caer en la arena mojada, dándole tan feroces como absurdos puñetazos. “Un momento!” de golpe atoré mi berreo “Esto es un sueño, no? Y, por lo que me consta, más mío que de nadie, NO?” me levanté esperanzada “ Te voy a traer aquí, Gabrielle. Si Mahoma no va a la montaña, por Zeus que voy a hacer que la montaña mueva su trasero hasta ésta Mahoma” alcé un puño al cielo, desafiando a la nada.

Cerré los ojos con fuerza y me concentré en la imagen de Gabrielle. “Vamos, venga, venga... ven conmigo, cariño”. Apreté las mandíbulas y formé puños con las manos. Sus torneadas piernas, sus finos brazos, sus delicadas manos, su liso y fibroso vientre, la sensual redondez de su ombligo, su cuello aterciopelado, los suaves y angelicales rasgos de su cara, las brillantes y llenas de vida esmeraldas de sus ojos, la esplendor de su sonrisa, el dulce sonido de su risa, su dorado y sedoso cabello..... el movimiento nervioso e inquieto de sus manos moldeando el aire a medida que intentaba teatralizar sus palabras, el leve sonrojo de sus mejillas los primeros días que nos bañamos juntas, su caminar acompasado agitando con inocencia su corta falda y meneando sus caderas sin saberse provocativa, sus muecas de desprecio o asco que tanto me hacían reír, su voz modulada susurrándome dulces y cálidas palabras o chillándome ofendida insultos al burlarme de ella...

Todo, intenté emularlo absolutamente todo de ella, y tan concentrada estaba en ello que ni me di cuenta que unos brazos yacían enlazados alrededor de mi cintura y una cabeza reposaba morosamente en mi espalda.

- Así que meneando las caderas provocativa, eh? –murmuró burlona, la voz tras de mí.

- Sip, exactamente –contesté deslizando mis manos por los brazos que me rodeaban y ensanchando satisfecha una sonrisa que me bailaba en los labios.

................

Gabrielle había salido por segunda vez al balcón, atormentada por la visión que había en el interior de la habitación. Ver a Xena en aquel estado la estaba destrozando, era insoportable. Ya llevaba tres días inconsciente, parecía no querer despertar. Y lo que quizás la inquietaba más era que ya eran numerosas las ocasiones en que Gabrielle la había pillando sonriendo en sueños o suspirando profundamente entre murmullos inteligibles.

“Y todo por la infeliz y amargada de Sasha, si pudiera la mataría! Traidora de mierd....” la Reina tensó la mandíbula y miró hacia el mar que se extendía ante ella, rodeando su isla. “Ojalá te ahogues tu...!” deseó pensando en un posible naufragio de la amazona en su camino hacia la frontera, exiliándola.

Suspiró volviendo hacia la habitación. Se echó al lado de su amada y se acurrucó enlazando con sus brazos la cintura de la guerrera. Una lágrima le cayó al oír el leve gemido de Xena. Cerró con fuerza los ojos y, una vez más, dejó que el dolor y la pena inundaran con facilidad su alma.

“Vuelve, Xena...“ sollozó en su cuello, amargamente.

Continuará...


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