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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen, son exclusivos de Universal Studios/USA, no persigo ánimo de lucro ni remuneración alguna.

Avisos: Para aquellos que no estén de acuerdo con el amor entre dos mujeres, que se pierdan de mi vista :-( y para aquellos que lo acepten me alegra encontraros aquí :-)).

Correo: gioconda91@hotmail.com 



UN MUNDO GOBERNADO POR GUERREROS
(Continuación)

Autora: Elora Danan Xenagab.

- Yo solo quería, quería salvar a Milron.- Gabrielle la miró con desconfianza.
- ¿Por qué?. ¿Era tu novio o algo así?.- Preguntó Gabrielle con voz burlona.
- No, ni siquiera le conocía.- Gabrielle miró a los ojos azules que no parecían para nada intimidados.
- ¿Entonces?.- Volvió a preguntar curiosa.
- No puedes matar a un hombre honrado, él no era malo y tu habías hecho un trato con él, pensé que no era justo que él muriese.- Gabrielle la creyó y lentamente apartó el cuchillo de su cuello.- Esto está mejor.- Dijo Xena frotandose el cuello y soltando un suspiro al mismo tiempo.
- ¿Justo?, ¿qué es justo para tí?. ¡¡¡Dime!!!.- Le gritó Gabrielle, visiblemente alterada. Xena retrocedió unos pasos y calló por unos minutos sin dejar de mirar a Gabrielle, que se había sentado en la cama y miraba con cierta melancolía a Milron.
- Un hombre perdió a su hermana y creyó que no podría vivir sin culparse por ello. Todos los días se preguntaba por qué no había sido él el que ocupaba la tumba de su hermana y se enfadaba por no comprenderlo. Siempre iba diciendo por ahí que nada era justo. Pero un día, se encontró con una joven que lloraba compugida junto a un río. El hombre le preguntó por qué lloraba. Y la joven le dijo: He perdido a mis padres y a mis hermanos. El hombre comprendió que el sufrimiento por la perdida de los seres amados siempre estaría allí y con voz apagada le dijo a la chica: No temas, ya no estás sola. La chica lo miró con sus inocentes ojos y con voz segura le contestó: No lloro porque me sienta sola, lloro de alegría porque aun no he perdido la esperanza. Y ambos se enamoraron y vivieron felices el resto de sus días.- Gabrielle seguía observando el cuerpo sin vida de Milron, pero había escuchado atenta aquella historia que nunca antes escuchara.
- ¿Y cual es la moraleja?.- Preguntó con la voz triste.
- Pues que el hombre se dio cuenta de que siempre habría esperanza para luchar por las injusticias. Y comprendió que la muerte de aquellos seres amados tuvo que ocurrir para que ellos se encontraran y se enamoran.- Contestó Xena con una sonrisa en su rostro.
- ¿Y vivieron felices a costa de la muerte de sus seres queridos?. ¿Es eso para tí la justicia?.- Gabrielle miró a Xena con el ceño fruncido. Xena tragó saliva de nuevo, no sabía que contestar a eso.
- Algunos de los hombres de Milron pretendían asesinaros y hacerse dueños de tu ejercito.- Prefirió cambiar de tema e ir al grano. Gabrielle la miró con una mueca de desprecio.
- Eso ya lo sabía. Por eso él tenía que morir, es parte del plan. Verás, el plan es el siguiente: él muere, pero sus hombres aun no lo saben y mañana por la noche vierten sisga en el vino para asesinarnos a los dos. Yo, por algunas circunstancias no bebo el vino, pero él sí y cataput, estira la pata, aunque realmente lleva un día muerto. Yo culpo a sus hombres y los juzgo, a muerte claro y quedó bien ante el ejercito de Milron, habiendo vengado su muerte. Luego los hombres de Milron se unen a mi ejercito y asunto arreglado.- Xena la miraba con los ojos abiertos. Gabrielle sonrió inocentemente.
- ¿Cómo lo sabías?.- Preguntó Xena aturdida.
- Tengo un fiel amigo que me informa de todo.- Gabrielle rió ante la cara de sorpresa de Xena.
- Ares.- Dijo la joven y ahora la sorprendida fue Gabrielle.
- Sabes demasiadas cosas para ser tan joven.- Razonó Gabrielle, pero sus lucubraciones fueron interrumpidas por la fuerte voz del dios de la guerra.
- ¿Qué hablais sobre mí?. Ohh, ¿y quien es esta... princesita?.- Ares miró a la joven con extrañeza, la cual le devolvió una mirada ruda, bastante familiar para el dios de la guerra.
- Ares, ¿Cúantas veces te he dicho que llames antes de entrar?.- Bromeó Gabrielle. Ares le devolvió una sonrisa sardónica.
- ¿Bueno, no me vas a decir quien es esta preciosidad?.- Preguntó Ares din dejar de observar los ojos azules de la joven que estaba de pie junto a la cama.
- Es solo una bardo...- Gabrielle observó como el dios miraba a la chica con lascivia.- Mmm...pero si quieres es toda tuya, lo único que hace es estorbar.- Miró a la joven burlona que la miró con los ojos estrechados de ira.
- No gracias, no quiero una irritante bardo a mi lado, ya tuve bastante contigo.- Inquirió Ares con una mueca de desprecio hacia la joven aldeana.
- Yo no soy irritante.- La voz de la chica sonó tan gutural y hombría que Gabrielle y el dios la miraron sorprendidos.
- Sí, bueno, lo que tu digas. Ahora, por favor, nos haces el favor de dejarnos a solas, los grandes tenemos que hablar niña.- Repuso Ares mirandola con indiferencia.
- Pero... una bardo tiene que estar siempre en el sitio adecuado y plasmar todo lo que se habla, da igual quien lo hable.- Xena alardeó con furia.
- Ares, contestame sinceramente, ¿yo era así?.- Ares la miró con las cejas levantadas.
- Creeme, eras peor.- Le increpó el dios de la guerra con una mueca burlona.
- ¿Y por qué no me mataste?.- Le preguntó Gabrielle con voz desesperada, mientras observaba a la chica, que seguía la conversación con atención.
- Alguien me lo impedía cada vez que lo intentaba, pero... me alegro de no haberlo hecho.- Dijo Ares cortesmente, mientras elevaba las cejas extrañado al observar la abierta sonrisa que se dibujaba en el rostro de la joven aldeana. Gabrielle tenía la cabeza gacha, recordando quizás algún momento en el que Xena le salvó de morir en lo brazos del que ahora era su mejor amigo, por llamarlo de alguna forma.
- Sal de aquí bardo y pobre de ti si dices algo de lo que se ha hablado dentro de esta tienda.- Agregó seria Gabrielle, cambiando el tono burlón que había mantenido hasta ahora. Xena dudó un instante, luego sigilosamente salió por la puerta.
- ¿Por qué la tienes en tu ejercito?.- Preguntó Ares observando el vacío que la chica había dejado.
- Mis hombres necesitan una distracción sana, Ares.- Se limitó a responder ella.
- Vamos, no me negarás que te gusta, he visto como brillan tus ojos cuando la miras, ella te recuerda a...- Ares se calló al observar que Gabrielle lo miraba dolida.
- A mi no me brillan los ojos Ares, salvo cuando estoy a punto de matar a alguien.- Dijo secamente Gabrielle.
- Bueno, cambiando de tema, ¿qué tenemos aquí?.- Preguntó mirando al cadaver que yacía en el suelo.- ¿Es Milron?.- Gabrielle asintió pesadamente.
- Por ahora el plan va bien, pero esa niñata casi lo estropea...- Gabrielle levantó un puño amenazante.
- Deshazte de ella, solo te traerá problemas.- Le aconsejó Ares sin dejar de observar a Milron.- ¿Qué piensas hacer con este?.- Le preguntó, volviendo a mirar a Gabrielle.
- Pensaba que tu me ayudarías a esconder su cuerpo hasta mañana por la noche. Necesito que te hagas pasar por él mientras.- Le rogó Gabrielle. Ares la observó complacido.
- ¿Qué gano yo a cambio?.- Gabrielle ladeó la cabeza divertida.
- ¿Un ejercito de 1300 hombres?.- Preguntó retórica.
- Está bien. me llevaré a este a algún sitio y estaré de vuelta en unos minutos.- Le informó Ares.
- No hace falta que estés presente todo el tiempo, solo quiero que te dejes ver de vez en cuando mañana.- Ares sonrió.
- Eso está hecho. Y... ¿qué hay de ella?.- Preguntó el dios antes de desaparecer.
- Sabe demasiado, y ya me ha traicionado una vez.- Agregó Gabrielle pensativa.
- ¿Piensas matarla?.- Preguntó Ares extrañado.
- Quizás.- Contestó Gabrielle rascandose la nuca, mientras soñolienta se echaba en la cama. Ares la observó por un instante y luego, con un sonoro silbido desapareció.

Xena había escuchado toda la conversación que habían mantenido su bardo y el dios de la guerra. Se preguntó dolida si Gabrielle sería capaz de matar a una inocente bardo.
¿Tan cruel era ahora?. Cuando supo que el dios había desaparecido, volvió a irrumpir en la tienda, pero Gabrielle estaba dormida sobre la cama, con el rostro totalmente relajado. Toda la rabia que había acumulado se disipó con una sola mirada a aquel hermoso rostro. Con paso lento y silencioso se acercó a ella y se sentó a su lado en la cama. Estudio sus facciones por un largo momento, mientras escuchaba complacida el ir y venir de su respiración. Más que nunca, deseó besar a la bardo. Tenía los labios ligeramente entreabiertos. ¿Cúantas veces cuando dormían juntas la había observado de aquella forma?. Pero esta vez era diferente, está vez tenía la certeza pesandole de que habían estado separadas mucho tiempo, demasiado. Lentamente se fue acercando al rostro de la bardo, muy segura de lo que pretendía hacer, sus labios estaban a escasos milimetros de los de ella. Respiro despacio, sintiendo seguidamente el aliento de su bardo sobre el suyo propio. Algo dentro de ella se removió con nerviosismo, previniendo lo que iba a ocurrir, pero antes de que el beso se consumara, Gabrielle la miraba con ojos interrogativos y desconfiados, mientras en su mano derecha aguantaba un puñal, que presionaba con decisión sobre el cuello de la joven. Xena la miró apenada, pero pensó que ni siquiera la muerte le iba a impedir besar a su bardo ahora, lo deseaba tanto. Sin detenerse, recorrió el espacio que quedaba hasta los carnosos labios de Gabrielle, que sorprendida aminoró la presión sobre el cuello de la chica. El beso fue al principio un simple roce, casi como el roce de las alas de una mariposa, pero pronto Xena empujó con más fuerza y el beso fue más profundo. Sus lenguas se encontraron y Gabrielle era incapaz de razonar sobre lo que ocurría, lo único que sentía era unas ansias enormes de tener a aquella mujer, de besarla hasta saciarse. El puñal calló al suelo y Gabrielle siguió su camino hasta la alfombra sin poder hacer nada para evitarlo.

El beso se hizo más y más profundo, Xena se tendió sobre la bardo al notar que no había puñal de por medio. Se sentía tan contenta de que su bardo no le hubiera rechazado. Xena se separó, mirando intensamente a Gabrielle. Observó que la bardo se debatía en su interior por detenerse, pero supo que ya no había nada que impidiera aquello. La volvió a besar, con furia y ardor retenido tanto tiempo. Mientras el beso se consumaba, Xena se afanaba en desabrochar la camisa de la bardo, pero los botones no parecían querer ceder, por lo que desesperada arrancó la camisa ante la divertida mirada de Gabrielle. Xena le devolvió la sonrisa inocente, antes de observar embelesada los pechos de Gabrielle. Está sin quererlo sintió como sus mejillas se volvía pura brasa ante la mirada de aquella jovencita. Gabrielle gimió pensando en lo que vendría tras aquel íntimo examen. Xena se acercó vacilante a los pechos de la bardo y los beso con suavidad, como si besara petalos de rosa, suaves y con el mismo olor. Cerró los ojos aspirando con fuerza. Lamió con su lengua cada pezón, con tanta delicadeza que Gabrielle sentía como la sangre se derretía dentro. Era incapaz de razonar, solo sentía el calor, el placer de verse deseada. Xena levantó su rostro hasta el de la rubia y la besó de nuevo con pasión, Gabrielle respondió casi con inconsciencia. Deseó tocar a la joven como ésta lo había hecho con ella, con la misma delicadeza, pero sus movimientos eran rudos, desesperados, como si las ansias fueran más fuertes que el deseo. Xena la detuvo y le agarró las manos con fuerza, Gabrielle intentó zafarse del agarre, pero la joven apretó su cuerpo contra el de la bardo, haciendo que esta gimiera con pesar y al fin cayera en la cuenta de lo que estaba ocurriendo. Se sintió mareada y estupida por haber caido en brazos de aquella niña, como si fuera una mujer desesperada por la carne. Vio los labios de la joven acercarse de nuevo a los suyos, pero antes de que estos la rozaran le escupió y la miró con odio y repugnancia, a pesar de que nunca antes había sentido tanto deseo por alguien, exceptuando a la Princesa Guerrera. Xena la miró con tristeza y un dolor profundo, sin entender nada de lo que acababa de ocurrir. Gabrielle la vio vacilar y aprovechó para zafarse del agarre. Se levantó de la cama, con el torso desnudo y el rostro bañado por el odio y la furia. Xena la observó embelesada y palpitante de deseo, pero se dio cuenta de que había actuado de una forma impulsiva y ahora nunca obtendría la confianza de su bardo. Gabrielle se acercó presa de la ira y le dio una bofetada a una perpleja Xena.
- ¡¡¡Zorra, ramera!!!, ¡¡¡¡fuera de aquí!!!!.- Le gritó Gabrielle iracunda. Xena notó como las lagrimas calientes caían por su mejilla acalorada y miró a Gabrielle sin poder evitar la furia y la fustración, luego corrió de la habitación como diablo que lleva la noche y desapareció entre la bruma del bosque, ante la atenta mirada de algunos hombre que la habían visto salir en estampida de la tienda de la Gran Reina.

Las palabras de Gabrielle le habían dolido mucho más que cualquier herida. Tenía el corazón roto en pequeños fragmentos. La había acariciado sentiendo que le entregaba su vida, que cada herida se curaba. Quería hacerle el amor y al mismo tiempo hacerla suya. Consumar esa parte que siempre quedó inconclusa, pero Gabrielle no lo deseaba como ella. Quizás era porque no sabía que ella era Xena, si lo hubiese sabido, quizás se hubiera entregado sin reservas. Pero ella era solo una desconocida para la bardo, tenía que aceptar que Gabrielle no sentía nada especial por la joven que ahora era. Lloró sus penas con amargura, se sentía sucia y repudiada, y eso nunca le había ocurrido, nadie nunca le había rechazado.
Enfurecida consigo misma y molesta con la bardo se marchó a las cuadras, pasando una noche más en su cruda soledad. Suspiró antes de cerrar los ojos acuosos y se durmió con una mueca de lamento.
Por su parte Gabrielle se sentía furiosa consigo misma por haber sucumbido a la seducción de aquella joven que se había colado en su vida como por arte de magia, con alguna intención oscura, pero parecía tan inocente. Ni siquiera sentía nada por ella, ¿o se mentía?. Se sentó en su trono pensativa. Su corazón aun palpitaba por la excitación, más que por la ira. Había sentido como si la propia Xena fuera la que le besaba, con la delicadeza que siempre había soñado, pero de pronto como una flecha, en su mente se había cruzado la certeza de que la joven no era Xena, solo era alguien que se le parecía, sin embargo, le resultaba tan especial y tan dificil quitarsela de la cabeza. Sentía que tenía una relación familiar con la chica, como si se conocieran de mucho antes, pero ella no era Xena. Se levantó y se recostó de nuevo en la cama. Por primera vez se preguntó si alguien podría sustituir a Xena, si podría volver a tener una gran amiga. Negó con la cabeza echa un lío. No podía volver a encariñarse, al menos no con un mortal, porque los mortales siempre acaban muriendo tarde o temprano y ella no podía solucionar eso. Tomó la decisión de deshacerse de la bardo, pero para ello debía esperar a consumar su plan, no fuera que la niña se fuera de la lengua. Todo aquello lo hacía por un bien mayor, el bien supremo, no había nada más importante que el bien supremo, ni siquiera la amistad.

El sueño las venció pronto. Ambas tenían la respiración regular y ambas soñaban. Gabrielle se removía inquieta, seguramente con pesadillas como las que una vez tuvo Xena. Afrodita la observaba desde el trono de su tienda. Era la única que había visto lo que había ocurrido en la habitación y la única que entrando en la mente de la joven (Xena), había averiguado el secreto que esta guardaba tan celosamente. Sabía que Xena y Gabrielle tenían que perdonarse y que Xena tenía que tener el coraje suficiente de decirselo a la bardo, de confesarle, aun a riesgo de parecer una loca, que ella era el espiritu de Xena en el cuerpo de otra mujer. Afrodita se compadeció de Gabrielle, y decidió hacer que compartieran sus sueños. La empresa no le costó mucho, solo esperaba que las dos cabezotas no se mataran en sueños. Luego con un gesto de abatimiento se marchó.
Gabrielle pasó de verse envuelta en sangre, en medio de un campo de batalla, a estar envuelta en una naturaleza tran brillante y hermosa como una vez lo fueron sus ojos. Miró a su alrededor extrañada, sientiendo que su sueño se hacía más real de lo normal y que las imagenes eran más nítidas que de costumbre. Se acercó a un lago, cuyas aguas estaban tan calmadas como ella en ese momento. Miró su reflejo en el espejo cristalino y se observó distraida por un instante. Pronto escuchó a lo lejos un ruido que conocía a la perfección, el de alguien afilando una espada y por la cadencia con la que lo hacía se le pasó por la cabeza que podía ser Xena. Pero rezó porque no fuera así, no quería soñar de nuevo con ella. Sin embargo su curiosidad pudo más que su temor y acercandose sigilosa al lugar del que provenía el ruido pudo observar que, efectivamente, era Xena la que afilaba la espada.


Xena se sintió extraña por estar soñando con algo tan pacifico, seguro que en cualquier momento algo malo ocurría, pero sus pensamientos fueron desmentidos cuando ante ella apareció Gabrielle. Xena parpadeó varias veces y no pudo evitar sonreir complacida. Gabrielle la miró con dolor cruzando su vista y quiso hablar, pero sus palabras salían con dificultad.
- Gabrielle: Tras el abismo del tiempo vuelven tantos recuerdos a mi, tan dificiles de borrar.- Le dijo con voz resignada a Xena, que la miraba con comprensión.
- Xena: Y yo, tras el adiós de aquel día, conocí la agonía de no estar reflejada en la luz de tu mirar.- Las palabras salían ahora con más facilidad, como si alguien les instara a ello. Gabrielle agachó sus ojos.- Por el deseó que nunca terminó.- Susurro Xena.
- Gabrielle: Por ese tiempo que fue para las dos.- Gabrielle le contestó apesadumbrada.
- Xena: Ahora vuelvo a ti y estoy muriendo por tu amor.- Xena se acercó a Gabrielle, intentando abrazarla, pero ella le rechazó.
- Gabrielle: Rompiste mi ilusión, y sin embargo la pasión aun palpita en mi corazón.- Explicó Gabrielle con amargura.
- Xena: Has perdido tu inocencia en el rencor. Pero yo vuelvo a ti, muriendo por tu amor. Ahora perdoname y deja de odiar.- Le susurró Xena a su espalda.
- Gabrielle: Miró hacia atrás en silencio y recuerdo todos esos momento que ya nunca volverán, Xena.- La miró con ira en su rostro, sintiendose rara de volver a pronunciar su nombre de nuevo.
- Xena: Y yo aun no pierdo la ilusión de tenerte, sé que no quiero perderte una vez más, porque sin tí estoy viviendo en soledad.- Argumento Xena, mientras las lagrimas caían copiosamente por sus mejillas.
- Gabrielle: Y yo, a pesar de estar muriendo, decido que prefiero la soledad que el dolor de perderte de nuevo.- Gabrielle corrió hasta el lago llorando. Xena la siguió con veloz paso y vio a su bardo arrodillada junto al agua. Se agachó a su lado y la abrazó con fuerza, evitando que se escapara. Gabrielle abrió los ojos y vio el reflejo del lago, pero no vio a Xena, sino a la joven bardo. Asustada por el repentino cambio, volteó para mirar a Xena y la vio frente a ella llorando. Volvió a mirar al agua y allí seguía la joven, con la misma expresión dolorosa en sus ojos que los de Xena. Gabrielle se sintió mareada y empujó a Xena confusa. De pronto le dio la impresión de que todo a su alrededor empezaba a derretirse, hasta encontrar frente a sí el rostro de Ares, dandose cuenta de que había vuelto a su realidad.

- Ares.- Dijo con voz costernada y soñolienta.
- ¿Tenías una pesadilla?.- Preguntó Ares sin dejar de observarla. Gabrielle negó con la cabeza. Se sentía abrumada por su sueño. Ares encogió los hombros indiferente sentado sobre el trono de Gabrielle.
- ¿Dónde tienes a Milron?.- Le preguntó Gabrielle levantándose de la cama y agarrándose la cabeza al notar que de nuevo le volvía el terrible dolor de cabeza que padecía desde hacía un tiempo. Se tambaleó mareada, pero Ares la agarró con fuerza, en su rostro una expresión de preocupación.
- ¿Estás bien?.- Le preguntó el dios, mientras la llevaba hasta el trono y la sentaba con cuidado. Gabrielle asintió con pesar, solo ante el dios se atrevía a demostrarse débil.
- No te preocupes, últimamente no duermo bien.- Argumento sin darle mucha importancia. Ares la miró un instante, intentando saber si la guerrera le mentía, pero era imposible ahora leer en su rostro.
- Milron está bien escondido, cuando quieras empezamos este juego.- Le informó a la rubia.
- Milron sale todas las mañanas a cabalgar sobre su caballo y no vuelve hasta el mediodía. Luego duerme la siesta.- Le explicó Gabrielle. Ares asintió tomando nota en su mente.
- Osea que tengo que dejarme ver saliendo con su caballo, luego hago como que regreso y después me meto en la tienda. ¿No?.- Preguntó Ares. Gabrielle asintió, tragando con fuerza saliva al notar las punzadas de dolor en su cabeza.
- ¿Eso es todo?, esperaba más diversión.- Gabrielle lo miró con cara neutral.- ¿Qué me dices de la chica, quieres que yo me encargue de ella?.- Propuso Ares con cara pícara.
- No, no quiero que la toques hasta que el plan no haya llegado a su fin. En un arranque de estupidez por mi parte le dije todo lo del plan, no sé en que estaba pensando.- Susurró Gabrielle. Ares dejó que una mueca de disgusto saliera a flote.
- Por eso mismo, ella sabe demasiado y habla demasiado. Le podemos cortar la lengua.- Rió Ares con el rostro ensombrecido. Gabrielle lo miró, sabiendo que aunque el dios bromeaba, era capaz de tal calaña. Recordó el beso de la noche anterior y como la lengua de la chica se rozaba con la suya y el sabor de su rastro. Sin quererlo se ruborizó.
- No, déjamela a mí.- Ares frunció el ceño desconfiado, pero al no notar ningún rastro de sentimiento en la cara de Gabrielle se resignó.
- Bien. En ese caso, me pongo manos a la obra.- Gabrielle asintió al ver al dios transformarse de repente en Milron. Gabrielle sintió una punzada de remordimiento, ladeó la cabeza y cerró los ojos. Ares, sin decir más salió de la tienda.

**********************

Xena despertó en el bosque, con la humedad pegada a su ropa y su piel. Pronto recordó su sueño y todo lo ocurrido la noche anterior. Zarandeó su cabeza, se sentía ligera y bien, pero a veces se sentía como una extraña en otro cuerpo, como lo que era y le resultaba muy frustraste. Pensó que no sería mala idea empezar a entrenar un poco para adquirir agilidad. Se dirigió con paso decidido a la tienda de armamento, pero de camino al campamento vio como Milron cabalgaba en estampida sobre un precioso caballo color crema. Xena parpadeó incrédula, luego recordó la charla entre Gabrielle y Ares, y llegó a la conclusión de que aquel jinete no era otro que el dios. Negó con la cabeza confusa y con paso ligero entró en la tienda de armas, frente a la mirada ajena de algunos soldados. Eligió una ligera espada, pese a lo fría que le parecía sosteniéndola entre sus manos, cogió también un arco y flechas y seguidamente se adentró en el bosque, en busca de una explanada donde poder entrenar con tranquilidad y fuera de las miradas de los soldados. Pronto encontró el lugar adecuado, ni muy alejado ni muy cercano al campamento. Soltó a un lado las armas y se desvistió, quedándose tan solo con un corto peto marrón. Comenzó a moverse como las ansias le empujaban, pero sus movimientos eran torpes. Tras un tiempo empezaron a salirle algunos de sus saltos, incluso pudo sacar su grito de guerrera, aunque aun dejaba mucho que desear. Tras un descanso breve, cogió la espada y empezó a realizar tantos movimientos como recordaba, pero a cada estocada recordaba su lucha en Japón y dudaba con miedo. Decidió dedicarse a la puntería, y agarró el arco. Su primer tiro fue certero y se sorprendió de ello, quizás la chica de la que ocupaba su cuerpo tenía buena vista y buena puntería, sonrió alegre de que al menos algo le saliera bien. Tiró una flecha, pero un ruido le hizo desviar la trayectoria. Fue a buscar la flecha a unos arbustos.
- ¿Buscas esto?.- La voz de Gabrielle imperturbable le asustó y retrocedió varios pasos. Gabrielle elevó las cejas y ladeó su cara en señal de indiferencia.
- Sí, se me fue la puntería.- Argumentó Xena secamente, arrebatándole con brusquedad la flecha. Se volvió a colocar en posición y lanzó la flecha dando de nuevo en la diana, ante la mirada sorprendida de Gabrielle.
- Eres buena con eso.- Susurró Gabrielle aun sin salir de su asombro. Xena la miró con un gesto de soberbia.- Podrías ser de mucha ayuda en mi ejercito.- Casi pensó para sí la rubia, rascándose la barbilla.
- Yo soy bardo.- Informó Xena. Gabrielle se rió por lo bajo.
- Yo también soy bardo, pero eso no te incapacita para manejar las armas.- Argumentó Gabrielle.
- Creí que ya no escribías.- Dijo Xena ausente volviendo a lanzar una nueva flecha, que fue a parar al mismo punto que la anterior. Sonrió satisfecha por ello.
- No, tienes razón, ya no escribo. Pero hace tiempo hice ambas cosas a la vez.- Se defendió la rubia.
- ¿Y sobre qué escribías?.- Le preguntó Xena, intentando sonsacarle y hacerle recordar cosas.
- Sobre nada importante.- Contestó con sequedad la antigua bardo. Xena falló esta vez, dolida por las palabras de Gabrielle.
- ¿Por qué ya no escribes?.- Le preguntó con los ojos acuosos, pero sin mirarla.
- El guerrero mató a la bardo.- Contestó con un deje de tristeza en su voz. Xena la miró intensamente y Gabrielle volvió a recordar todo lo ocurrido en la noche anterior.
- Yo no quiero que me ocurra eso.- Se defendió Xena. Gabrielle se volteó con la intención de marcharse.- Espera.- Xena alargó la mano cogiéndola del hombro. La rubia se desvió con el rostro amenazante.- Siento...siento mucho lo de anoche, nunca debí...- Gabrielle miró a los ojos de la chica y vio sinceridad y remordimiento, algo tan familiar que la ternura se apoderó de todo su ser, como si hubiese sucumbido a un hechizo.
- No importa.- Contestó con voz dulce y casi sonriendo. Luego anduvo rápidamente fuera de la vista de Xena, que sonreía complacida por la muestra de cambio que había percibido en los ojos de su bardo, parecía que los ojos le hubiesen vuelto a brillar. Quizás no estaba todo perdido.
- ¿Nena, es así como piensas seducirla?.- La cálida voz de Afrodita llegó hasta sus oídos. Xena se volteó con celeridad. La miró sin comprender qué hacia ella allí.
- ¿Afrodita?.- Preguntó con voz temerosa.
- ¿Xena?.- Preguntó la diosa, aunque ya sabía que la joven era en realidad la guerrera. Xena parpadeó confusa.
- ¿Cómo...?.- Afrodita no le dejó terminar.
- Escuché lo que pensabas.- La diosa rió con frivolidad e inocencia. Xena frunció los labios con aparente disgusto.
- Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.- Se defendió la guerrera, pero seguidamente, sintiéndose por vez primera feliz por el hecho de que alguien supiera la verdad, se abalanzó sobre la dócil diosa y la abrazó contenta. Afrodita la separó con suavidad.
- Ehh, nena, no quiero que ensucies mi traje nuevo...- Miró a Xena dulcificando sus facciones. Xena sonrió, conociendo el humor irónico de la diosa.
- Afrodita, necesito que me cuentes lo que ha pasado. ¿Qué paso después de mi muerte?. ¿Tú lo sabes?.- Afrodita asintió. Xena la miró ansiosa.- Necesito saber qué está mal.
- Por donde empiezo...- Pensó la diosa en voz alta.
- Desde mi muerte.- Le sugirió Xena con voz seca. Afrodita asintió con media sonrisa triste.
- Supongo que no es el mejor principio...- Susurró pensativa la diosa. Miró a Xena, que esperaba impaciente una explicación.- No sé por qué, pero después de tu muerte, Gabrielle le pidió a mi hermano un gran ejército, la verdad, me sorprendió, porque ella siempre había odiado a los guerreros, bueno, excepto a ti claro.- Recalcó la diosa inocentemente.- Luego Ares la puso al mando de ese ejercito y desde entonces no ha dejado de atacar a otros ejércitos, como si pretendiera acabar con todos los ejércitos del mundo.- Susurró Afrodita irónicamente. Xena abrió los ojos más de lo normal.
- Exacto, es eso lo que pretende, acabar con todos los guerreros, ¿cómo no lo había pensado antes?.- Afrodita la observó extrañada, mientras Xena se vestía rápidamente de nuevo.
- ¿Por qué iba a hacer eso, ella misma es guerrera?.- Se preguntó en voz alta Afrodita. Xena se paró un instante, habiendo oído la pregunta de la divinidad, luego corrió hacia el campamento.
- Gracias.- Se escuchó la voz de Xena a lo lejos, la diosa encogió los hombros y con una mueca de indiferencia desapareció.

Xena se detuvo a observar una reunión ajena de soldados. Escuchó los gritos y aullidos de estos. Parecía una pelea cotidiana entre dos soldados. Pero cuando se disponía a correr hacia la tienda de su bardo, la vio alzarse con un ágil salto sobre las cabezas de todos aquellos soldados. Xena se abrió paso entre la multitud de exacerbados guerreros que se apelotonaban alrededor, empujándose unos a otros con descuido. Algunos le cedieron el paso, caballerosos, otros prestaban más atención a la lucha que se desarrollaba frente a ellos. Tras un instante de intentar hacerse un hueco entre aquellos rudos hombres, Xena llegó hasta un punto en el que pudo observar a su amiga luchando con uno de sus generales. La pelea era cuerpo a cuerpo, sin arma por medio, solo la fuerza y estrategia de cada uno de ellos. Era obvio que la victoria era de Gabrielle. Su general estaba arrodillado en la tierra, Xena observó que cogía un puñado de arena, pero Gabrielle le pateó la mano y luego le golpeó en la cara con su rodilla, el hombre calló a la arena sangrando copiosamente por la nariz y la boca. Gabrielle miró a sus hombres que observaban el panorama en silencio.
- Llevaoslo, que Cufos le cure las heridas.- Ordenó fríamente Gabrielle. Dos de sus hombres cogieron en brazos el cuerpo moribundo de aquel desafortunado hombre. Gabrielle observó a sus hombres, el temor y la admiración dibujados en sus caras. Le apetecía divertirse un rato más.- ¿Alguien quiere seguir el mismo camino que Jantes?.- Preguntó sonriendo a sus hombres, todos agacharon la vista avergonzados. Gabrielle se dio la vuelta para marcharse, pero una voz conocida le detuvo.
- Yo...- Xena observó que todas las miradas se concentraban en su figura. Gabrielle volteó sonriendo.
- ¿Qué arma eliges?.- Preguntó la antigua bardo, sin dejar a un lado su sonrisa sardónica. Xena parpadeó, sabiendo que su suerte estaba echada.
- Elijo palos.- Gabrielle se asombró en principio, era una extraña elección, pero tenía sentido, ya que los palos eran mortíferos, pero no letales como lo hubiese sido una espada. Gabrielle hizo un gesto a uno de sus hombres, este le sonrió y corrió en busca de algo. Xena siguió con la vista a aquel hombre, que tras unos breves segundos apareció con dos palos en sus manos y sin dejar de sonreír divertido.
- Elige el que prefieras.- Sugirió Gabrielle, la guerrera no se molestó en mirar los palos, simplemente lo cogió y lo sostuvo entre sus manos, recordando en aquel momento que nunca había sido buena utilizando los palos, sonrió arrepentida.
Gabrielle cogió el otro palo y lo movió de un lado a otro, demostrando la agilidad con la que lo usaba, aunque hacía mucho que no lo utilizaba.
Xena se quedó quieta, prefirió la defensa que pasar al ataque. Gabrielle la miró intensamente a los ojos y una risa gutural salió de sus labios, creyendo que la chica era una loca suicida, pues solo era una simple aldeana, que quizás había utilizado alguna vez los palos y pretendía vencerla. Gabrielle dio un paso hacia adelante, luego se volteó y se puso de espaldas a Xena sin atacar. La guerrera frunció el ceño extrañada, pero siguió en posición de ataque. Gabrielle comenzó a hacer gestos cada vez más rápidos con el palo, Xena la observó distraída, pero sin previo aviso, Gabrielle dio un gran salto hacia atrás y calló tras Xena, golpeándole tras las rodillas, Xena calló con estrépito, asustada por el inesperado ataque. Gabrielle levantó su callado para golpearle en el pecho, pero Xena dio una voltereta hacia atrás, con tanta agilidad que Gabrielle la miró con sorpresa, Xena aprovechó su confusión para asestarle un golpe en el brazo, que crujió con un ruido sordo. Gabrielle hizo un gesto doloroso, pero sin inmutarse atacó de nuevo. Xena a la defensa paraba los ataques como podía, ante la mirada aun sorpresiva de Gabrielle. Luego la antigua bardo dejó de atacar algo cansada y pegó una voltereta hacia atrás. Xena se rió compulsiva, ante la mirada de ira de Gabrielle.
- ¿Creías que era una inocente niña, verdad?.- Preguntó Xena divertida ante la atenta mirada de los soldados. Gabrielle fue consciente de que estaba perdiendo dignidad frente a sus hombres, así que atacó de nuevo, observando, como Ares le había ensañado, los puntos que Xena dejaba al descubierto. Volvió a retroceder con una sonrisa sardónica en su rostro. Xena la miró confusa, sabiendo que la bardo se proponía algo. De nuevo ésta saltó hacia la guerrera, pero no cayó detrás como Xena imaginaba, sino al lado derecho. Xena se volteó, pero no le dio tiempo cuando sintió el palo golpeando su cara con fuerza. Calló al suelo mareada y con la vista nublada, sintió un nuevo golpe en su brazo derecho y notó como este se rompía frente a la fuerte presión del palo. Soltó un grito de dolor, que casi no se escuchó, tapado por los gritos de vítores de los soldados. Gabrielle la observó allí en el suelo, revolviéndose de dolor y sintió lastima por la chica, había luchado bien, casi mejor que cualquiera de sus hombres. Pero no podía quedar mal ante sus hombres, iba a darle un nuevo golpe en una de las piernas, pero antes de que el palo llegara a su destino, un grito familiar llegó a sus oídos. Cuando se dio cuenta, la chica había dado un gran salto, que solo había visto dar una vez a Xena y la miraba al otro lado de pie, sosteniendo en su mano izquierda el cayado y dispuesta a defenderse. Gabrielle la miró con sorpresa. ¿Estaba loca o había escuchado el grito de guerra de Xena?. Ahora que pensaba, las coincidencias eran demasiadas. ¿No sería aquella chica Xena?. Era una estúpida, aun no había asumido del todo que Xena estaba MUERTA. Aunque en una ocasión, la primera vez que Xena murió, ella se instaló temporalmente en el cuerpo de Autolicus. Pero esto no era igual, además, si fuera Xena ya se lo habría hecho saber de alguna manera. Gabrielle suspiró sumida en sus pensamientos. Un grito la sacó de sus divagaciones y se encontró con el borde de un cayado frente a sus ojos, antes de poder reaccionar, calló hacia atrás y la oscuridad la embargó.

Gabrielle se despertó, con el sabor a sangre en su boca. Tragó con dificultad, tenía mucho frío y la cabeza le dolía demasiado, era un dolor casi insoportable que le hizo apretar los ojos con fuerza. Sintió un cálido alivio en la frente. Alguien le estaba poniendo compresas de agua, probablemente su fiel Cufos. Pero su sorpresa fue grande cuando tras un espejo nublado vio el rostro de la jovencita bardo sonriente. Gabrielle recordó lo ocurrido y intentó levantarse para demostrar soberbia y orgullo, pero la chica la sostuvo con fuerza y ella se sentía muy débil para luchar. Por la puerta de la tienda entró Ares, aun con la apariencia de Milron. Miró a la jovencita con ira y luego dirigió una preocupada y tierna mirada a Gabrielle. Xena lo miró desconfiada. Ares se transformó en él mismo de nuevo.
- Uno de tus hombres me dijo lo que había ocurrido.- Ares apartó de un manotazo a Xena y se sentó en la cama, llevando su mano a la frente de Gabrielle y acariciándole dulcemente. Gabrielle tuvo la impresión de que la chica echaba chispas por sus ojos, como si sintiera celos de Ares.
- Ni siquiera yo lo sé.- Gabrielle se recostó un poco y miró a Ares con media sonrisa, respondiendo a sus gestos.
- ¿Estás bien?.- Preguntó Ares sin disimular su preocupación. Xena lo observaba todo dolida. ¿Qué relación tendría Ares con ella?. Estaba claro que había algo. Pero no tenía derecho a juzgar a Gabrielle, ella misma calló en las redes del malvado dios.
- Sí, pero la cabeza me va a explotar.- Agregó Gabrielle sujetándosela con ambas manos.
- ¿Quién te hizo esto?.- Exclamó Ares vengativo, mientras con su dedo índice rozaba el moretón de la frente de la guerrera. Gabrielle sonrió, sabiendo que lo que estaba a punto de decir sorprendería mucho al dios.
- La niña, parece que no era lo que creíamos.- Dijo con voz agria irónicamente, mirando a Xena, que se cuadró nerviosa. Ares la miró con sorpresa.
- ¿Ella?.- Preguntó Ares muy sorprendido.
- Eso creo.- Contestó Gabrielle.- Pero no te preocupes, iba ganando yo, solo que... me distraje. ¿Qué tal tu brazo?.- Preguntó a la chica con sorna, observando que lo tenía entablillado. Xena hizo una mueca de disgusto.
- Mejor.- Contestó agriamente.

- ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?.- Preguntó Gabrielle contrariada. Xena la miró ingenuamente.
- Unas dos o tres marcas de vela.- Gabrielle parpadeó desolada.- Te he traído algo de comer.- Le avisó Xena. Ares observó la interacción entre ambas.
- No tengo hambre.- Le aclaró Gabrielle tosiendo con fuerza. Tenía frío y su cuerpo estaba agarrotado.- Me siento... - No pudo acabar de decir esto último, porque calló inerte sobre los almohadones. Ares la miró aturdido, un pequeño hilo de sangre caía por la comisura de sus labios. Xena tembló ante la simple visión de la sangre.
- ¡¡¡Rápido, trae agua caliente y dile a Cufos que busque hojas de plantago, raíces de polígala y flores de verbasco!!!.- Le gritó Ares a la chica.
- Tuberculosis.- Afirmó Xena pensativa y horrorizada ante la magnitud de aquellas palabras. Ares asintió y luego con un gesto indicó a la chica que se diera prisa. Xena salió rauda.
Ares miró a la Gabrielle que se encontraba frente a él y el corazón le dio un vuelco. ¿Cómo no se había percatado?, estaba muy delgada y tenía los ojos hundidos. Dos bolsas de ojeras sombreaban sus hermosos ojos y su piel tenía un color casi mortecino. Ares se autoculpó por no haber estado más pendiente de ella. Debía cuidarla, se lo había prometido a Xena y además había llegado a estimarla tanto que ni él mismo se lo explicaba. Si los remedios naturales no conseguían curarla, estaba dispuesto a buscar ambrosía, sabía que Afrodita escondía alguna y Apolo tenía en abundancia, estaba dispuesto a todo antes de perderla.
- Te prometo que te pondrás bien, yo cuidaré de ti.- Le susurró Ares al oído. Su cariñoso gesto fue interrumpido por la abrupta entrada en escena de Xena, que aun dudaba de la estima del dios hacia Gabrielle. Rápidamente Xena colocó el agua en el suelo junto a la cama, y mojó una compresa hasta empaparla completamente con el líquido. Ares la observó hacer, y vio en los ojos de la chica un pánico que ya había visto antes, pero ¿en dónde?.
- Te pondrás bien, ya veras como podrás volver a ser la Gabrielle de siempre y yo te ayudaré.- Le susurró Xena al oído con voz dulce. Ares frunció el ceño, entre indignado y humillado.
- Niña, no prometas nada que no puedas cumplir.- Ares le apartó de un empujón y comenzó a colocar con suavidad las compresas sobre la frente de Gabrielle, que empezaba a tiritar y a removerse intranquila.
- Lo mismo te digo Ares.- Aclaró Xena irritada. Ares se volteó para mirarla, había algo en aquella chica que le hacía recordar a Xena, quizás el modo en que trataba a Gabrielle o su forma de expresarse o esa mirada del mismo tono azul de Xena... No sabía qué era, pero estaba claro que aquella chica sabía más de lo que parecía, incluso parecía conocerle.- ¿Cómo lograste convencerla?.- Preguntó Xena imposible de detener su adrenalina y la rabia que había escondido hasta ese momento por el dios.
- ¿Qué?.- Preguntó el dios, todavía distraído con sus propias divagaciones.
- ¿Cómo lograste que ella te siguiera?.- Preguntó más calmada Xena, apretando en un gesto disimulado los puños. El dios la miró con recelo y sonrió con malicia.
- No entiendo a qué te refieres.- El dios volvió su rostro de nuevo hacia el cuerpo de Gabrielle. Esta respiraba con dificultad y un leve ronquido salía de sus labios.
- Sí lo sabes, hiciste lo mismo con ella que conmi... con Xena.- El dios arqueó la ceja con menosprecio.
- Qué sabrás tu, eres una simple aldeana...- Xena apretó con más fuerza sus puños.
- Igual que ella hace tiempo, y mira en lo que se ha convertido... sé más de lo que crees Ares y sé que esto es culpa tuya.- Ares la miró un instante, luego volvió la cabeza y miró directamente al rostro de la antigua bardo. Xena se percató de que negaba con la cabeza.
- Te equivocas, ella eligió su camino, yo solo me crucé en él.- Dijo Ares recordando aquel día.
- No me lo creo.- Contestó Xena recelosa.
- Me importa un bledo lo que creas, yo estoy aquí porque ella así lo quiso.- Cufos entró raudo por la puerta, portando todo lo que se le había ordenado, rápidamente le dio a la enferma una infusión que había realizado con el verbasco, y Gabrielle, aunque casi inconsciente la tragó, no sin dificultad. Luego colocó unos emplastos de hierbas especiales en su garganta y en el pecho. La enferma se quejó apenas con un aullido y volvió a caer en total inconsciencia. Cufos miró al que creía era Milron y a la joven bardo con impotencia.
- Esto es todo lo que puedo hacer por ella, que se sane o no depende de si quiere vivir o no. La decisión está en ella. De todas formas vendré a echarle un vistazo cada una o dos marcas de vela. - Terminó sentencioso el viejo curandero.
- Ella se salvará.- Agregó seguro Ares.- Lo sé.- Cufos hizo un gesto de duda con la cara y luego salió de la tienda, tan rápidamente como había entrado.
- ¿Cómo estás tan seguro?.- Preguntó Xena sentándose al otro lado de la cama y observando con la misma benevolencia que Ares a la rubia mujer.
- Ella tiene algo importante que hacer, y no me mires así, no sé de que se trata, pero ella nunca deja nada a medias, si hace falta volverá de entré los muertos para acabar lo que tiene que hacer.- Xena parpadeó mirando a su inocente bardo.
- Ella pretende acabar con todos los ejércitos, pero por qué motivo... Creo que pretende destruir todo resquicio de mal, toda posibilidad de violencia, incluso destruirse a sí misma...- Xena pensó en voz alta delante del dios.
- Estás loca, niña, Gabrielle no es ninguna buena samaritana, ella mata a sangre fría, es violenta y la guerra es su vida, por qué iba a hacer lo que dices.- Preguntó indignado Ares.
- Dime Ares, si no fuese así, ¿cómo explicas que desde los ataques de Gabrielle la violencia, los saqueos, los ejércitos y los grandes señores de la guerra estén desapareciendo de este mundo.- Ares frunció el ceño iracundo por la sola idea de que aquello pudiese ser cierto, con la sola sospecha de que Gabrielle le hubiese engañado de aquella forma.
- Estate aquí con ella y cuídala bien, volveré pronto, tengo algo que buscar... - Contestó Ares, cambiando el tema de conversación repentinamente y mirando a Gabrielle con una duda razonable reflejada en su rostro.
- Ares.- Le llamó la joven.- ¿Por qué no averiguas cuántos ejércitos quedan activos?. Te sorprenderá lo que vas a descubrir.- Ares apretó la mandíbula y a su manera habitual desapareció entre nubes de humo.

Continuará...


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