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Germán Eduardo López V.

Por: Germán Eduardo López V.

Un día, en uno de esos recorridos cotidianos por las instalaciones del alma, decidí visitar de una manera poco usual, la dependencia más dificil de evadir: El Archivo.

En su interior se podía divisar una gran cantidad de archivadores que se diferenciaban muy bien unos de otros porque estaban cuidadosamente pintados de unos colores muy característicos y además habían sido dispuestos como en forma de zig-zag.

El archivador más cercano era de color negro. Motivado por la curiosidad de su aspecto y su color, me atreví a echar un vistazo a su interior. Extraje al azar un grupo de carpetas de la gaveta superior y pude advertir que esos documentos tenían relación con todas las cosas que a diario nos negamos a hacer. En la gaveta del medio se guardaba la información de aquellas tareas que por muchas razones evitamos; y en la gaveta inferior, pude observar que estaban celosamente guardadas unas carpetas especiales con toda la información sobre todas las personas que odiamos: nombres, motivos, fechas, lugares, en fin, no se había escapado ni el más mínimo detalle.

Pensando que debían haber almacenadas cosas más gratas, lo cerré cuidadosamente y pase a inspeccionar el archivador que estaba en frente, el cual tenía un color gris pardusco. Allí pude apreciar que todas las responsabilidades que a diario evitamos estaban perfectamente ordenadas, de manera que se podían revisar en primera instancia todas aquellas tareas que debimos haber hecho y no hicimos, porque beneficiaban primero a otras personas; y a continuación estaban todas aquellas actividades que rechazamos porque, aunque nos beneficiaban altamente, no las hicimos por pereza, o simplemente porque consideramos que era mejor quejarnos, encontrar pretextos, o dedicarnos a criticar.

Me dirigí luego al archivador que seguía y al ver que su color era un gris turbio, imaginé que seguramente tampoco tenía cosas que fueran más alentadoras. Grande fue mi tristeza al ver que no me había equivocado, pues al tomar de uno de sus cajones, un paquete de documentos cualquiera, vi que todos tenían relación con el pesimismo y la depresión física y mental.

Pero algo en mi interior me motivaba a seguir buscando, a no desfallecer, así que me dispuse a inspeccionar el contenido del siguiente archivador, cuyo color era gris pálido. Al abrir la primera de sus gavetas, puede sentir que la manija era particularmente fría y húmeda. Por un momento pensé en salir corriendo de aquella curiosa dependencia, sobre todo cuando vi lo que en este archivador esta perfectamente guardado: todos los Miedos.

Al ver esta situación llegué a dudar que verdaderamente existiera la Felicidad; pero después de pensarlo por un buen rato se me hacía imposible que entre tantos archivadores que me faltaban aún por revisar no hubiese alguno que la guardara, así que me llené de valor para continuar con mi propósito de hallarla y me ubiqué frente al archivador que seguía en turno, cuyo color era verde pardusco.

Decidí variar un tanto el proceso de inspección, así que me di a la tarea de empezar a analizar primero las carpetas que contenía la gaveta inferior, luego la del medio y por último, la superior. Pero en la medida que avanzaba en mi análisis, concluí que el proceso de búsqueda no era relevante, porque en cualquier orden que revisaba el contenido de estas carpetas, pude darme cuenta que allí estaban registrados, con lujo de detalles todos los sentimientos de celos y de envidia que hemos vivido. Me sorprendió mucho encontrar algunos casos en los cuales se había llenado la hoja de registro por ambos lados ... y con letra muy pequeñita.

A un lado de este archivador se había colocado una silla muy cómoda. Tan pronto la vi, pensé que quien hizo la distribución del espacio en esta sala, había considerado que era necesario hacer un alto en el camino.

Hice uso de la silla y reflexioné largamente sobre todo lo que había encontrado en estos archivadores, mientras disfrutaba de un sabroso café que había sido elegantemente dispuesto en una mesa muy bonita, a un lado de la silla.

Cuando terminé mi café, decidí continuar con la búsqueda; así que fui al próximo archivador, el cual estaba fabricado con un material diferente a los anteriores y era de color verde oscuro. Al tomar en mis manos la primera carpeta que extraje de su interior, sentí una tranquilidad que fue aumentando en la medida que leía. En esta, como en todas las carpetas de este archivador, se habían registrado, también con lujo de detalles, todos aquellos momentos en los que nos aceptamos tal como somos.

Ya más sosegado, continué con otro archivador. Este era de color verde claro. En la medida que iba recorriendo una a una las carpetas que estaban allí clasificadas con unas portadas de colores muy bonitos, empezaba a sentir alegría, porque en este archivador se habían registrado los nombres de todas las personas por las cuales sentimos simpatía o afecto.

Encima del archivador había un proyector y detrás se había colocado una pantalla. Cuando cerré la última gaveta, el proyector se encendió de manera automática y empezó a mostrar algunas de las más agradables escenas que compartimos con las personas que estaban registradas en este archivo, algunas de las cuales ya habían partido hacia el infinito...

Mientras veía la película, tuve varias sensaciones: nostalgia, risa, tristeza y alegría, pero lo más interesante era que me sentía vivo, sobre todo cuando me reía a carcajadas. En esos momentos pensé que debía hablar con el encargado de esta dependencia para decirle que este archivador debería tener más gavetas para poder incluirle carpetas nuevas todos los días.

Caminé un poco más hacia adelante y pasé por un enorme jardín de rosas, antes de llegar a un archivador de color rojo púrpura. Me llamó particularmente la atención que este archivador era notablemente más pequeño que los anteriores, pero cuando me puse a revisar su contenido, pude entenderlo. Allí habían registros muy completos de todas aquellas personas que amamos.

Al lado de este archivador se había colocado una silla reclinomática del mismo color y en esta área de la sala se respiraba un aroma muy agradable. Me acomodé por un momento en esa silla, cerré los ojos y pude evocar aquellos momentos que compartí con las personas que estaban registradas en ese archivador. Pude sentir sus caricias, sus besos, sus abrazos, escuchar sus consejos. Pude sentir ese Amor en el brillo de sus ojos. Pude sentir sus alegrías cuando compartían los triunfos y pude sentir sus tristezas cuando compartían también los momentos amargos.

Tuve una sensación muy extraña. Extraña porque hacía mucho tiempo que no la experimentaba. Estaba llorando de alegría. Si, lloraba de alegría porque me di cuenta que tenía gente que verdaderamente me amaba, pero me había habituado a pasarlas desapercibidas porque no estamos acostubrados a vivir ese Amor, a recordarlo, a decir TE AMO con todo el corazón.

Seguía reflexionando sobre todo lo que había visto; pero, por más que pensaba en ello, aún no había podido encontrar la Felicidad. Tomé una de las rosas que perfumaba el lugar y continué mi camino hacia el siguiente archivador, el cual no estaba muy lejos y era de color rojo carmín.

Este archivador era más grande que el anterior y eso era obvio, puesto que en su interior estaba toda la información de las personas por las cuales sentimos ese afecto sensual. Tan pronto como pude identificar este archivador tuve el presentimiento de que aquí si iba a encontrar la Felicidad. Analicé detenidamente cada una de las carpetas que estaban cuidadosamente organizadas en orden alfabetico, pero me di cuenta que si bien con algunas de estas personas podía encontrar un complemento, aquí tampoco pude encontrar la Felicidad en todo su esplendor.

De pronto me di cuenta que se me habían agotado los archivadores y nuevamente me encontraba en la puerta de acceso al archivo. Al ver que prácticamente estaba condenado a abandonar mi búsqueda de la Felicidad, sentí un enorme vacío. Sentí como si el edificio de mi alma tuviera absolutamente todas las oficinas disponibles para arrendar; y que no había un poderoso atractivo en todo el edificio que llamara la atención de la Felicidad como para que viniera a comprar varios pisos completos.

Triste como estaba, me dispuse a abandonar el archivo; pero justo cuando estaba cruzando el umbral de acceso, noté que hacia la izquierda había una escalera que conducía hacia un sótano misterioso. Lo curioso es que con tanto tiempo de entrar todos los días al archivo, ni siquiera había notado que ese sotano existiera.

Como no quería irme con las manos vacías, tomé la decisión de explorar ese sótano. Pensé que lo peor que podría pasar era que allí tampoco estuviera la Felicidad. Como me pareció un razonamiento sensato, tomé una linterna que curiosamente estaba ahí, lista para usar. Hasta con un paquete de pilas nuevas.

El mero hecho de que las pilas estuvieran nuevas, me pareció como una invitación, así que empecé a bajar las escaleras.

En la medida que iba bajando, todo se iba volviendo más oscuro. Cuando terminé de bajar, un pesado olor nauseabundo reinaba en el ambiente. Ayudado por la linterna, pude apreciar que había mugre y polvo por doquier. Las escaleras terminaban en un largo y estrecho pasadizo.

Era tan pesada la oscuridad que reinaba allí que ni siquiera mi linterna con sus pilas nuevas podía iluminar el camino más allá de un metro; así que empecé a avanzar muy lentamente, con mucha cautela, temiendo que pudiera ocurrir algún contratiempo.

Después de caminar por un largo rato, soportando ese olor tan desagradable, la mugre y el polvo, vi que me aproximaba a una puerta. Cuando estaba un poco más cerca, noté que frente a la puerta habían dos horribles monstruos centinelas dispuestos a evitar a toda costa, que yo cruzara esa puerta.

Cuando notaron mi presencia, se acercaron para atacarme, pero en la medida que se alejaban de la puerta, fueron dejando al descubierto un aviso con grandes letras reflectivas que estaba colocado justamente en el sitio hacia donde yo estaba alumbrando con mi linterna.

El aviso decía: PELIGRO !... NO PASE !... ARCHIVO DE MÁXIMO SECRETO !...

Como los monstruos llevaban tanto tiempo sin entrenamiento de ataque, fué relativamente muy facil eludir su acción, sobre todo porque eran alérgicos a la luz y a las personas decididas a ser Felices.

Cuando me acerqué a la puerta, pude apreciar dos detalles que llamaron poderosamente mi atención. En primer lugar, la puerta ni siquiera tenía chapa. En segundo lugar, y esto fué lo que estremeció todo mi ser, como un corrientazo, había un mensaje en letras pequeñitas al otro lado de la puerta que decía:

Todo aquel que entre aquí corre el RIESGO de encontrar la Felicidad !...

El ambiente, obviamente, no era divertido; pero sentí una inmensa alegría porque, por lo menos estaba en el camino que era correcto.

No había avanzado más de tres metros de la puerta, cuando encontre un archivador más grande que todos los que había encontrado anteriormente.

El olor era mucho más desagradable que en el pasillo, sin dejar de mencionar que era prácticamente imposible poder determinar el material del que estaba hecho ese archivo y, mucho menos, de qué color era.

Cuando intenté abrir una de las gavetas, sentí que la manija era babosa, fría y húmeda. Totalmente desagradable. Una vez abierta la gaveta, pude ver que contenía una gran cantidad de carpetas muy estropeadas por la humedad y el polvo. La etiqueta de identificación de cada carpeta estaba completamente estropeada, por lo que no era posible asistirse de ella para conocer su contenido; pero como debía enterarme a qué correspondía toda esa información, debía empezar a analizar documento por documento.

Para poder clasificar correctamente la información de todas las carpetas, necesitaba una mesa que fuera lo suficientemente amplia, y la encontré a un lado del archivo.

Empecé a leer los documentos contenidos en las carpetas que iba extrayendo de cada una de las gavetas del archivo y pude darme cuenta que prácticamente había de todo:

En una carpeta, tal vez de las primeras que ingresaron a aquel archivo, había un documento bastante extenso con todos los pormenores de los gritos, maltratos, abusos, atropellos y las necesidades de protección y de afecto que no fueron atendidas oportunamente durante la infancia.

Recuerdo que en otra carpeta había todo un paquete informativo sobre las dudas que no fueron resueltas de manera correcta y oportuna sobre la sexualidad durante la adolecencia y tenía anexo una relación de temores y complejos muy extensa.

También habían varias carpetas, bastante voluminosas por cierto, donde se hacía una relación minuciosa sobre las lesiones sicológicas producidas por las disputas familiares. Sentí un gran temor al ver que habían algunos registros que estaban escritos con sangre.

Oculta entre varias carpetas relacionadas con fracasos sentimentales, habían varios estudios de proyectos fallidos de negocios que tenían una característica especial en lo poco que se podía identificar de la etiqueta: No lo hago porque a lo mejor no funciona !... mientras que otras decían: ¿Será que yo si lo quiero hacer ?

Curiosamente, al final de cada una de las gavetas habían unas carpetas de unos colores muy extraños que describían minuciosamente los orígenes de todos los vicios, los malos hábitos y las bajas pasiones.

En la medida que iba clasificando todas esas carpetas, me dolía profundamente el hecho de volver a recordar todas aquellas vivencias que me había propuesto olvidar. Pero en la medida que adelantaba mi labor de clasificación, sentí que esta sería la última vez que ese recuerdo iba a ser motivo de dolor en mi alma.

Me sorprendió mucho el hecho de encontrar entre tantos pedazos de cosas, sentimientos, temores, complejos y dudas, una caja blanca muy limpia y brillante, como del tamaño de una billetera. La tomé en mis manos y me di cuenta que había algo en su interior. La abrí y saqué de allí una cámara especial para microfilmación. Era la cámara más moderna que había visto de ese tipo. Era una cámara marca "Perdón" y en el manual de instrucciones que venía adjunto decía en muchísimos idiomas diferentes que se accionaba desde el Corazón, después de haber encendido la Voluntad.

Me pareció maravilloso porque cualquiera la podía usar y, además, en el manual explicaba con varios diagramas muy ilustrativos que después de tener todo en microfichas, podía quemar los archivos viejos con el fuego del Amor.

La idea de poder reducir ese archivo me producía una gran alegría, sobre todo, porque si era posible guardar todo en muy poco espacio, podía colocar allí un archivador especial para guardar más alegrías. Este pensamiento hizo que una corriente de energía revitalizara cada rincón de mi cuerpo físico.

Con tanto polvo, mugre y humedad propia del ambiente donde me encontraba, sin dejar de mencionar las lágrimas que derramé mientras reorganizaba el archivo, estaba prácticamente Irreconocible ... porque me sentía Libre.

Cuando ya estaban todos los documentos completamente organizados sobre la mesa en estricto orden cronológico, procedí como se indicaba en el manual de la cámara: Encendí mi Voluntad y cuando el bombillito rojo empezó a titilar indicando que ya estaba lista, oprimí el interruptor que había en mi Corazón y en ese momento un relámpago de Amor copió el contenido de cada una de las carpetas en unas microfichas, al tiempo que iba consumiendo los viejos documentos.

El fuego que se generó por la primera chispa empezó a iluminar lentamente la habitación donde estaba ese viejo, pesado y maloliente archivo. y al cabo de cierto tiempo, pude advertir que, además de no necesitar más la linterna, el recinto empezaba a cambiar de colores y desde lo más profundo de ese archivador empezaba a emanar una deliciosa frangancia de Paz. Definitivamente, la avanzada tecnología del "Perdón" me tenía maravillado. Sentía una Felicidad indescriptible.

Cuando terminé de procesar todas las carpetas, el viejo mueble desapareció en medio de un relámpago de luz azul celeste, y en su lugar surgió una preciosa repisa de cristal tallado, sobre la cual estaba la cajita que contenía las microfichas.

Por un momento pensé que ya había terminado mi labor allí, pero cuando repasaba con la mirada cada rincón de ese lugar, pude advertir que frente a la puerta de acceso, al otro lado de la habitación, lentamente, fue apareciendo una puerta de cristal que tampoco tenía cerrojo.

Me acerqué con curiosidad hacia ese extraño portal; empuje tímidamente la puerta que comunicaba hacia un enorme salón y avancé sigilosamente. Cuando estaba próximo a llegar al centro del salón, escuché tras de mí una voz muy agradable que me dió la bienvenida hacia este sector del archivo que recién comenzaba a explorar.

Como en mi recorrido no había visto a nadie, con excepción de los monstruos que intentaron atacarme, tuve un gran susto. Cerré los ojos y lentamente me di vuelta para observar a mi interlocutor y cuando calculé que estábamos frente a frente, abrí los ojos, poco a poco. El anfitrión era un ángel que vestía un hermoso traje color rosado.

Cuando le pregunté en qué sector del archivo me encontraba, me dijo que esa era la sala donde se registraban las acciones del Amor Desinteresado y de la Belleza Interior.

Miré a mi rededor buscando algún archivador, una gaveta, una carpeta o por lo menos un documento que es estuviera empezando a registrar, pero no pude encontrar nada. No había ninguna señal de delatara algún tipo de actividad en esta sección del archivo.

El ángel notó una lágrima de tristeza en mis ojos y me abrazó diciendo que no debía estar triste sino felíz, porque ya había encontrado el sendero. Y mientras caminabamos recorriendo el salón, me dijo que en total eran siete sectores los que debía empezar a recorrer en mis próximas visitas al archivo al tiempo que me invitó a avanzar y conocer los otros salones; gesto que agradecí con gentileza.

Cuando iba rumbo al segundo salón, sentí curiosidad por volver la vista hacia atrás y pude observar que el angel tenía a su cargo el cuarto anterior, estaba sentado en su escritorio haciendo una serie de anotaciones con una hermosa pluma dorada en una libreta que acababa de estrenar.

Muy animado llegué al segundo salón que estaba a cargo de un ángel que lucía un bello traje color Azul Rey, quien me acompañó a conocer las instalaciones donde quedarán registradas todas las acciones de Entrega hacia los demás. Luego de darme varios truquitos a este respecto, me dejó en un pasillo que conducía hacia el próximo salón, que por cierto, estaba muy cerca de allí.

En el portal del tercer salón me estaba esperando su anfitrión, un ángel elegantemente vestido con un traje color Azul Claro, quien me recibió con un fuerte abrazo y una tierna mirada en su ojos. Juntos hicimos un recorrido por el salón donde ya estaba todo preparado para registrar todas mis acciones Místicas, de acercamiento a Dios.

Antes de dejarme en el pasillo que conducía hacia la siguiente sección del archivo, me entregó una tarjeta de color azul celeste que tenía mi nombre grabado en alto relieve, muy parecida a la que se utiliza en los cajeros electrónicos, y me dijo: Cuando llegues al final del camino, debes llevar esta tarjeta y otras dos que encontrarás más adelante. No las pierdas.

Todo esto era nuevo para mi; puesto que no recordaba haber estado en contacto con tantos ángeles. La sensación era muy especial.

Los pasillos que había recorrido anteriormente, eran rectos y comunicaban rápidamente una sección del archivo con otra; pero este pasillo era muy diferente; parecía como una trinchera o más bien un laberinto. El piso era bastante resbaladizo y en determinadas partes del trayecto, era bastante difícil mantenerse en pié.

Luego de grandes esfuerzos por continuar adelante, logré llegar hasta el portal del cuarto salón, donde ansiosamente me esperaba su anfitrión, otro ángel que lucía un traje color Amarillo Limón, delicadamente muy bien terminado.

Después de descansar un rato comprendí lo extraño de la topografía del pasillo. Resulta que en este salón se registran todas las acciones relacionadas con el Desinterés y la Espiritualidad.

Antes de pasar al otro salón, el ángel me entregó una tarjeta muy similar a la anterior, pero ésta era de color amarillo; al tiempo que me recalcaba la importancia de cuidar de ella.

Guardé muy bien la tarjeta y salí hacia el quinto pasillo, pero antes de emprender el camino rumbo al siguiente salón, debí hacer una pausa para atender una recomendación que había en un letrero pintado en el techo: Si quieres avanzar, quítate los zapatos ... haciendo referencia al hecho de asumir una actitud de humildad antes de registrar la primera nota en el archivo que estaba en ese salón.

Mi anfitrión se despidió con una sonrisa y volvió a sus quehaceres, así que comencé a avanzar por aquel sendero. Al principio, el piso estaba tapizado; pero al cabo de un rato de camino, se había agotado el tapete y seguía en baldosas. Luego, el camino se hizo muy áspero y difícil de continuar sin pensar en el dolor; pero por un momento volvió a mi mente el mensaje que estaba al comienzo del pasillo y reflexioné sobre su profundo significado, así que puse todo mi empeño en alcanzar la meta del siguiente umbral y cuando solo pensaba en ello, logré ignorar el dolor, a pesar que el piso era bastante espinoso.

Cuando estaba próximo a llegar al quinto salón, escuché a mi nuevo anfitrión que, aunque no podía distinguirlo, me enviaba mensajes de aliento que me animaban a llegar.

Sólo pude verlo hasta cuando estaba en el interior del salón. Vestía una túnica de color Amarillo Dorado con un cinturón muy brillante. Me miró fíjamente y sonriendo muy alegre, dijo: Veo que notaste que el camino es arduo, pero no imposible de recorrer ...

Miré al rededor y comprendí lo que me decía. En esa área del archivo se registran todos los esfuerzos relacionados en alcanzar la Sabiduría y la Iluminación.

Cada que entraba a un nuevo salón, podía sentir que la Felicidad estaba cada vez más cerca, y al llegar a este salón, pensé que ya había llegado, pero el ángel me recordó que éste era solo el quinto salón. Aún quedaba terreno por recorrer.

Abandoné por completo mis zapatos, pues me di cuenta que realmente ya no los necesitaba, y antes de continuar mi camino, el angel me entregó una tarjeta de color blanco, y me hizo una observación muy especial: Todos nos pasamos la mayor parte de nuestra vida buscando la Felicidad, pero casi nunca estamos dispuestos a darlo todo por alcanzarla. Rumbo hacia el sexto salón encontrarás la clave que te servirá para encontrar lo que buscas; y al decir esto, se despidió y regresó a sus deberes.

Como ya tenía las tres tarjetas, sentí una fuerza muy especial que recorría todo mi cuerpo; y se escuchaba como un rugir en las paredes del edificio de mi alma.

En el piso del pasillo, durante todo el trayecto hacia el nuevo salón, había como una especie de neblina blanca muy cálida y reconfortante.

Tras caminar un poco por aquel sendero, encontré un aparato que era como una terminal de computador, aunque un poco extraño. Intenté acercarme para observarlo mejor y en ese preciso momento se activaron una cantidad de bombillitos multicolores que prendían y apagaban, indicabando que estaba procesando algo. Al cabo de un momento, un mensaje en la pantalla solicitaba que introdujera las tres tarjetas y que escribiera una clave especial para cada una de ellas.

Por un momento me sentí confundido porque, a pesar de tener las tres tarjetas que necesitaba, nadie me había dicho nada sobre la palabra clave asociada con cada tarjeta. Las observé detenidamente, pero ninguna me revelaba pista alguna; solo estaba escrito mi nombre en alto relieve en cada una de ellas.

Reflexioné entonces sobre la manera como las había adquirido y su relación con el archivo, así que coloqué la primera tarjeta en una ranura azul que estaba titilando y escribí la clave Misticismo. A continuación, introduje la segunda tarjeta en la ranura amarilla y la asocié con la palabra Desinterés y por último, coloqué la tercera tarjeta en la ranura blanca y después de escribir la palabra clave Sabiduría, esperé a que la computadora hiciera su proceso.

El sistema aceptó perfectamente las tarjetas y las claves asociadas. Estaba ansioso por ver lo que pasaría, cuando al cabo de un rato, apareció otro mensaje solicitando la clave para mostrar resultados.

Tenía tantos deseos de saber lo que pasaría, que en ese momento no se me ocurrió otra cosa más que escribir la marca del computador. Este es un truco que muchas veces funciona.

Empecé a examinar el aparato en busca de la marca, y cual fué mi sorpresa al ver que se trataba de otro producto fabricado por la compañía "Perdón".

En ese momento recordé el proceso con las microfichas y pude sentir que la Voluntad también se me activó y el bombillito rojo empezó otra vez a titilar rápidamente. Era tanta la alegría que el interruptor del Corazón también se me activó y en ese preciso momento el sistema empezó a trabajar y en la pantalla empezaron a aparecer unas imágenes.

Se estaba depurando el Archivo Negro. Podía sentir que todas las personas a las que les tenía algún resentimiento, me perdonaban y yo las perdonaba también, de corazón.

Luego, comenzó a procesar el archivo Gris Pardusco junto con el archivo Gris Turbio. Fueron apareciendo las imagenes relacionadas con lo que debí haber hecho y no hice, y pude sentir que me perdonaba a mi mismo por aquellas actitudes erróneas, al tiempo que me fui fijando metas para ser mejor cada día en todos los sentidos, tanto con los demás, como conmigo mismo.

Cuando terminó de procesar estos dos archivos, apareció un mensaje indicando que el archivo Gris Pálido y el archivo Verde Pardusco habían sido depurados, y evidentemente pude advertir que ya no sentía los miedos, ni los sentimiento de celos y de envidia que antes me atormentaban. El proceso de Perdón realmente ayuda a eliminar los demonios internos que nos perturban la paz y la calma.

En ese momento me dí cuenta que el verdadero Amor es darse uno a los demás; pero tal como somos y aceptar a los demás tal como ellos son, no como nosotros queremos que ellos sean.

Cuando terminó todo este proceso, se abrieron dos puerta que estaban frente al computador, mientras el ambiente se llenaba de una hermosa melodía celestial. En una de las puertas pude ver a dos ángeles haciendo anotaciones en dos archivos diferentes. El primero tenía un bellísimo traje color Violeta y estaba laborando en el archivo del Amor Ferviente, el Idealismo y el Perdón. El segundo ángel lucía un esplendoroso traje de color blanco y estaba muy ocupado haciendo sus registros en el archivo del Crecimiento Espiritual, la Armonía, la Pureza y el Arte.

Como los dos ángeles estaban tan atareados, solo levantaron la mirada y me saludaron muy sonrientes.

En la otra puerta, estaba la Felicidad.

 

A.U.M.

 


Este mensaje fue recibido de Entidades Superiores entre el 23 y el 27 de Mayo de 1995 en Medellín, Colombia.


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