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Bienvenidos a la Página de Carlos A. López Dzur
BIOGRAFIA
Unión - Yaj
Romance del corazón
Arte
El placer
Reecuentro
Y no cansó jamás
Mar de manos tuyas
Axona
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Grupo Interconect, colocando el mundo latino en la red

NOVELA
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3

ENLACES
Voces textuales
Tantralia
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4

EL LADRON
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5

Parte 6




The Wings of reflection
Carlos López Dzur, poeta, historiador y escritor latinoamericano contemporáneo, nació el primero de septiembre. Es licenciado en Historia Latinoamericana. Posee una Maestría en Filosofía Contemporánea y otra en Sicología Clínica. Es candidato doctoral en Filosofía y Letras. Publicó un libro de cuentos, Sarnas de la ira , a los 20 años, con la Editorial QuAser. Le fue publicado su poemario ganador El hombre extendido, tras participar en el Chicano Literary Contest, de la Universidad de California, Irvine. Obtuvo el primer premio en ensayo investigativo de la Junta Patriótica Cubana, en California, el 1 de agosto 1988, y el primer Premio del Certamen Poético de La Casa de la Cultura de Long Beach, California, en 1998. Una colección de poemas y ensayos, titulada Cuaderno de Amor a Haití , producto de su trabajo social y orientativo con inmigrantes haitianos, le fue premiada por el Liceo Internacional de Cultura de Los Angeles, en 1983. Su obra teórica, poética y ensayística, se haya dispersa e impresa en innumerables revistas universitarias, virtuales y periódicos de los EE.UU. y Latinoamérica.

Con un grupo de maestros y académicos —que incluyó a los poetas Dr. Juan Manuel Bernal, Dra. Ivon Gordon Vailakis, Dr. David Becerra, profesor César A. González y otros— estableció en el Condado de San Diego y de Orange, el grupo y revista Sequoyah, que promovió el arte y la literatura desde una perspectiva multicultura de jóvenes promociones de escritores y artistas. En la actualidad, colabora con el Colectivo y Espacio Alternativo Ñ.

López Dzur tiene 5 novelas inéditas, así como varios libros de cuentos, poemas y ensayos. Se considera un creador underground, filósofo existencial y creyente en la unidad de los pueblos latinoamericanos. Entre los libros, donde elabora sus ideas, aún inditos, pero que ha comenzado a compartir por la red cibernética, se hallan: Tantralia, Heideggerianas, Orfeo, Libro de Suicidas y el libro filosófico y poético, provisionalmente titulado Libro de Anarquistas que contiene su filosofía de la historia y sus convicciones políticas.

Romance del corazón

Cazador, mira la liebre
que teme a tus ojos
porque han visto los firmamentos y sus nichos,
montes que tiemblan bajo las estrellas,
cumbres donde habitan las fieras
junto a lirios y otra vida,
más inocua y cándida.

Arquero, recuerda la campana
bajo la epiglotis.
Respira hondamente, pero flecha
tu blanco con saeta
de incisiva misión comunicante.
Eres un guerrero — no lastimes al hombre.
¡Caza, caza, por la especie de los nobles!

¡Navegante, tanta fe tengo en tí!
Tu boca es viento marero
cuando el frescachón conspira
contra las velas menudas y nerviosas.
Tú que has visto demasiados caminos
y, con certeza de que todos se duelen
en palabras, se ríen y delinquen
con sandez de impuros oleajes,
tú que oyes a la marisma de la fantasmagoría,
vaticina nuevas islas, textos de porvenir,
historia de corales y de estrellas que versan
luz desde lo más recóndito y profundo
de la mar secreta, de la imaginación lícua.

¡Ven a cantar con pulmón de montes
y pájaros, cazador, desmiéntelos,
ágil liebre, osuna fortaleza;
y saca el corazón, lleno de voces
y reparte arterias como ríos,
vertidos sobre tu frente, marinero
y tú, arquero, pon en el ojo
donde la hermosura pide la visión ardiente
y equilibrio y rigor
y pasión
y temple!


1-12-1982

Unión — Yaj

Cuando fui un yo, seco como espiguillo
y no había mordido ni a la rama ni a la estrella,
cuando no había visto una sola cascada,
puñado de la mar, ni a Maia,
ni a Isis ni a Cibeles,
¿quién había que lamiera mis costillas
y dibujara sus besos, o me uñara
tiernamente mi dedo gordo,
el izquierdo pie?
¡Nadie!

Mi sede existenciaria,
mi piel de Visnú, ¿por qué estuvo vacía?
¡Entonces, llegaste!
te acostate sobre la estera
de mi corteza sensorial, abríste mi tálamo
y, desde ese instante, yo pujo
y tú pujas y me adoras
y el rico manantial de Varanasi
—como Ganges en puntillas—
fluye, de las Himalayas a Calcuta,
y me ofrezco a las manos, como triada.
Del cerebro y sus flamas sinápticas de Maya
al éter cósmico del Uno
sensorium Dei—, sacerdotal como fuego viril,
que canta a la yoni, Dyada,
por tí, para tí, nos unimos.

El placer


Si el amor fuera el placer,
el desafío sería sencillo...
aprendería la sabiduría
que se dispersa en el aviso

y te tendría encendida en mí
como una antorcha de caricias
que nunca se agota y besos
y juegos y huesos ágiles

que contigo han de morir
hasta el día en que el calcio
nos apuñale en la esquina
más oscura de la cama
y en la noche y el Dasein
o en los anónimos resquicios
de la madrugada...

Si el Dasein nos dejara el abecedario
de esta parda gramática de querernos,
yo estaría con laurel en la frente
con la voluntad de rendir hasta ganar,
invictamente, el trofeo de tu piel esperanzada.
y andar sobre sus huellas.

Reencuentro


No les creas.
Debes conocer cómo se vísten de palomas,
de sencillez, de avisos altaneros,
retorcidamente predecibles.
Se insinúan con el amor y el empeño
y son la conspiración a oscuras,
cobardemente en pesca de ríos revueltos
con las redes logreras del canalla.

No vayas donde ellos ni te fíes
de sus palabras compasivas y coquetas,
aunque a mí no me quieras.
Estos idiotas jactanciosos del camino
son los salteadores entre sombras,
alambiques del licor de la inconsciencia.

Son las hienas, calculadoras y tibias,
que aguardan el fracaso de los apasionados
en este riesgo del amar y el vivir.
Ellas no depredan, sino lo que queda
del cadáver, con corazón herido
o de la presa que huye
del más salvaje grito de una lira.

Llegan cuando estás exangue, confundida,
pálida, agónica en los colores del horizonte,
al parecer, derrotada en el rito del poema.

No los quieras a ellos,
versificadores de la salida fácil, gritadores
del quick-fix y los sortilegios engañosos.
Van por las musas y las realidades falsas
que son hechas por ramplonas humildades
de jaurías ignaras, populistas,
demagógicas e impúdicas.

No les creas sus cantos de sirenas,
sus risueños homenajes a la bisutería,
al pobre carpintear con sílabas de miseria
porque sólo conocen la salacidad primitiva
de su fango y su escasa percepción del infinito.

Y no me compadezcas si has de volver
como en reencuentro. Levanta tu cadáver
y únelo al mío para la molicie final
que son estos hurtos de alma
y estas hazañas temerarias
y estas rivalidades
y estas persecusiones
por vallados inciertos,
lo que nos espera
existencialmente
irremisible
en el Soluto
y la muerte.

Mar de manos tuyas


La mar de manos tuyas,
abrasándome, eidética papaya,
fue la delicia del comienzo.
¡pura catharsis!— cosquilladoras,
en mi estómago nuevo.
Parecías tú, con tus manos,
algas, nomás que azulverdosas,
y líquenes, bragas abajo.

Fue la evidencia final:
¡el semen propio al que
la Esfinge descontextualizadora
derramó por las calles pobres
donde se vende en cuartuchos
(bares donde nos derriba)
y sauna-clubs y spa-moteles
(donde nos abandona)
cuando cada cual
se decide por lo suyo!

¿A quién que abran una papaya en su boca
se funcirá de bigotes para decir no quiero?
¡Cocol se antoja en grande,
universal cocol, sin patriarcado,
sin mood, sin spleen, sin rock, sin pathos!
Ella sólo chupa lo dulce de la sal
cuando aplica sus dedos,
sus labios y sus mañas.

Si no existiera la esfinge putarraca
con manos de deliquio, vulgares y lascivas,
katusha no se haría alma
el fuego tendría sed
de alacranes y salamandras
y habría pocas vorágines, ficheras de la mar,
escasas jineteras en el malecón.

Y la voz de la carne mar adentro
no tendría Esa Voz —ni la ocasión, orgía.
¿Y qué mano, escarbadora,
irá por la canción humana dormida?

De primera intención, se quiere
la ventaja de irse sin pagar, comerte gratis,
tenerte de oquis en los huesos, día por día,
sucumbirte por tus placeres taloneantes
en plazuelas cerebrales y dendritas;
pero no eres la esposa dócil de la noche
ni la hija obediente en la mañana.
No se te come en el aquí del ser-uno-con-otros
ni en el ahora-que-deviene-siendo
para inventar lo incompleto.

Hay algo misterioso en el dolor
que únicamente lo conoce el hombre
y no lo sabe la bestia.

Hay algo misterioso en ser humano
que se mide por las estrellas
que coronan la frente con lágrimas.

Hay una dulce prostitución
que hace al dolor simple y breve.

La bestia, en pánico, se violenta,
no soporta el enigma,
no entiende su fracaso;
huye, grita, se esconde, se mata;
pero el hombre, sólo el hombre,
sorbe el cáliz amargo y calla
hasta que, por algún misterio,
con sus labios se confiesa.


Axona


Tu corazón es una axona
en aras de latido, canal
que me navega como góndola.

Tu cuerpo es pez que canta proteínas.
En los fondos extracelulares de mis ojos
escarbas, preguntas, te detienes.

Sobre filo de navaja voy, admitido,
tal como me enseña tu ser que orbita:
apetente, solícito, fascinado

por las huellas que dejan tus sustancias.
Brasa de hornilla, el sodio de carga positiva,
tus iones de potasio, la sal sabrosa de tu vida.

Apertrechado en tus membranas potenciales,
toco las puertas, sin saber que llegaste,
te invoco con nombres latinos...

—¡Kalium, natrium!—, te gritan
iones de esta orilla, relámpagos
que son espejos de tu tersura.

Nuestra pasión se vuelve electrostática,
danza que empuja el sodio hasta deliquios,
dentro y fuera, sobre colchas de piel en primavera.

¡Como es la sal de hembra que de amor está formada!
Y una axona resume nuestro temblor de gozo,
tentación de huesos, paroxismo en llamas!

¡Cómo de pequeña eres que en mis pupilas
te detienes y en el centro de tus mitocondrias
quepo y me bastas, me transportas, me redimes!

Y no se cansó jamás...

El poeta no se cansó jamás
de frotar la lámpara del alba
y exprimir la agónica esperanza
con ejercicio tal que hizo primera
a la última estrofa de su canto.

El poeta no se cansó jamás
de besar la metáfora
y colgar las palabras transparentes
como crucifijo entre senos del pan
y dulces hipérboles de corpiño.

No se cansó jamás el poema
de abrazar al varón que pertenece al verso
sin mesar sus barbas con el dictum:
Deténte. No conviene. Cállate.
Non decet, non liquet, non possumus.

El poema, aún discriminatorio y selectivo,
como amante leal y bien querido,
no se cansó jamás de arroparse
bajo las colchas de misterios privados
y doler y amar y apasionarse
y clavar sus uñas en los textos colectivos
de una piel más cruel, contradictoria,
y subir a sus muslos,
con rodillas salvajes y peludas,
y vaciar ternura
y temor
y asombro
y gozo.


De Heideggerianas

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Corinna

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CARLOS LOPEZ DZUR
California, Revisión 12 de marzo del 2000


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