Introducción
El calor del verano se había instalado en Grecia con enrome dureza. Muchos adivinos,
sacerdotes y echadores de cartas procedentes del extranjero tomaban la inclemencia del
astro sol como un presagio de cambio, de intraquilidad en el Olimpo. Los más alarmistas
hablaban de cólera divina por el descuido en los cultos que, fueron llevados a cabo en
todas las regiones griegas con la esperanza de apaciguar a los olímpicos. Lo cierto es
que ese verano, concretamente ese duro y caluroso verano todos y cada uno de los
adivinos, sacerdotes o echadores de cartas acertaron en sus predicciones. Nunca nada
fue ya igual. Los acontecimientos que se sucedieron ese año pusieron en marcha una rueda
de cambios que, trazarían un nuevo rumbo en la historia de la humanidad. Pero nadie, ni
siquiera la más grande de las guerreras griegas fue capaz de verlo y, sin embargo en sus
manos se hallaba la llave que impediría un funesto final para la raza humana...
Capítulo I: Una mañana cualquiera
La vida en el pequeño valle transcurría lentamente. Los animales y los cautos viajeros
buscaban el resguardo del abrasador sol del mediodía en los pocos olivares que salpicaban
el paisaje. La escasa vegetación que aún conservaba su verdoso color, desaparecía a pasos
agigantados dejando en su lugar una gama de amarillos que, se iban degradando uno tras
otros hasta apagar cualquier rastro de vida en la flora. Mantos amarrillos recubrían
amplias franjas del apacible valle. Sin embargo, había otra vida que se movía a grandes
pasos. Al final de la colina, cerca de un moribundo riachuelo e ignorando las alta
temperaturas unos bultos se agitaban con violencia...
Surcando el aire el chakram se alzó por encima del sonido metálico de las espadas y del
clamor de la batalla. Recorrió su trayecto esquivando los diferentes obstáculos que,
encontró en su camino como si el círculo de acero tuviera vida y la voluntad de controlar
sus actos. Ningún dios habría podido detener el arma ni la mano que lo puso en movimiento.
La espada se quebró cuando el chakram golpeó su extremo. Esto dio tiempo suficiente para
que la joven barda se hiciera con su callado. Agitándolo en el aire realizó los
movimientos como si se tratara de una danza milenaria; primero golpeó las cotillas de su
atacante quien aturdido por el dolor llevó las manos en un acto reflejo sobre el costado.
Se dobló. El dolor le impedía ponerse en pie y sabía que eso jugaba en su contra. El
segundo acto llegó pronto. Gabrielle castigó severamente al hombre dando un golpe seco y
contundente sobre la espalada de su adversario quien, cayó en el suelo inconsciente.
No pudo evitar sonreír al ver como su joven pupila había reaccionado. Su cara bronceada
se iluminó mientras contemplaba a Gabrielle que, inmediatamente había adoptado una
postura de defensa ante la posibilidad de un nuevo ataque. Se la veía hermosa a pesar
del cansancio. Estaba absorta dejándose llevar por las múltiples fantasías que le
inundaron viendo a Gaby: un baño para eliminar el sudor de su amante, un largo y
placentero masaje cubriendo con sus manos cada milímetro de piel.... Y el sonido del
acero la trajo de nuevo a la cruda realidad. Cualquier momento de descanso tendría que
esperar a rematar a su adversario quien, parecía no haber tenido bastante con la ración
de amor del duro que nuestra heroína acababa de propinarle.
*****
Cuando hubieron reducido a sus asaltantes, quienes huyeron maltrechos y con su virilidad
por los suelos, ambas mujeres se reunieron entorno al campamento. No cabía duda de que,
el foco inicial de la lucha se había iniciado allí. Restos de víveres, alforjas rotas y
pergaminos cubrían gran parte del suelo.
Gabrielle: Cada día empiezan más temprano. -gruñe mientras mira desconcertada el
roto de su falda.-
Xena: En el fondo nos ha venido bien, te dije que hoy madrugaríamos aunque
alguien ha seguido durmiendo... -restando importancia al encuentro que acaban de tener-
Además, si esto es lo peor del día -añade tomando la falda de su compañera entre sus
manos- bienvenido sea.
G: No me parece bien que te lo tomes tan a la ligera, pero por supuesto, la que
tendrá que estar con la falda rota seré yo, no tú Princesa Guerrer... Y por cierto, no
hubiera dormido hasta tan tarde si alguien que yo me sé hubiera apartado sus enormes
manos de mí anoche...
Aprovechando la cercanía entre ambas Xena toma a Gabrielle por la cintura y rodeándola
con sus fuertes brazos, pregunta:
X: ¿Desde cuándo mis grandes manos han sido un problema para ti? Anoche no me lo
pareció desde luego... -Gabrielle notó como sus cachetes se encendía recordando el tacto
de las manos de su amante deslizándose por sus muslos. No pudo evitar morderse el labio
inferior recordando la explosión de placer que sintió cuando la experta mano de Xena
alcanzó su objetivo nocturno-
G: No me quejaba... -tartamudeando-
X: Además lo de la falda no es tan importante... ya sabes que me gustas de
cualquier forma... con la falda rota, larga, corta, sin falda... Aunque he de confesar
que siento una especial predilección por esta última imagen -su voz adquirió un tono
infantil como si fuera la primera que descubriera su preferencia por la imagen desnuda
de Gaby-
G: Ya sé que no es importante pero sabes de sobra que...
La replica de Gabrielle se vio apagada por el profundo beso que Xena le dio.
G: ... aunque presentando tan buenos argumentos lo cierto es que, me da igual
que la falda esté rota, sea larga, corta o... -se puso de puntillas y unió sus labios
nuevamente a los de su amor.-
Fue un beso pausado, sin prisas disfrutando del roce de las lenguas, del calor de los
cuerpos.
G: ¿Xena?
X: <¿Mmm?> -La guerrera había iniciado una sesión de mordiscos
centrados en el cuello de la joven mientras una de sus manos descendía a través de la
ropa de la bardo.-
Bajó por los pechos suavemente, a penas rozándolos hasta llegar al borde de la falda.
Allí, sus dedos comenzaban a abrirse paso bajo la tela. El primero fue el dedo índice
quien, separó la falda del abdomen ligeramente; luego introdujo poco a poco el resto de
la mano y siguió bajando.
G: Creo que... creo que deberíamos dejar esto para más tarde... tenemos que...
-Pero ya era tarde.-
Sentía como los dedos de la guerrera recorrían con decisión su vello púbico. La
totalidad de su cuerpo se estremecía con cada centímetro que Xena recorría. Sabía que no
era el momento, luchaba por cerrar sus piernas, apartarla de su lado pero su cuerpo no
obedecía. Instintivamente sus manos habían recorrido el esbelto cuerpo de su amante y,
como si de su propio cuerpo se tratase había despojado el pecho de Xena de su armadura.
Conocía tan bien el cuerpo de la Princesa Guerrera que, sus manos no necesitaban de sus
ojos para desnudarla. Las respiraciones de ambas mujeres fueron aumentando y sus corazones
amenazaban con desbordarse. No sólo era deseo lo que destilaban sus cuerpos, sino amor
por completarse la una a la otra. Por fundirse en un único ser.
G: Xena, en serio debemos dejar esto para más tarde, aún tenemos que recoger el
campamento... ¡dioses! -la joven luchaba por no ceder pero Xena había alcanzado su
objetito.-
X: Gaby... eso puede esperar.
G: ... además falta tu chakram, tenemos que ir a buscarlo...
Traicionada por su cuerpo, Gabrielle, bajado las asillas de cuero del traje de Xena.
Dándose cuenta de que, si seguían así no serían capaces de poner freno a su pasión la
joven apartó bruscamente a la guerrera.
X: ¡Gabrielle! se puede saber ¿qué te pasa?
G: ¿¡Además de que no paras!?. Tenemos que recoger y buscar tu chakram. ¿Recuerdas
por qué teníamos que madrugar hoy?
X: Si lo recuerdo. Pero oye tenemos tiempo de sobra -mientras que sus manos
buscan el top de Gaby-
G: No Xena, debemos ir a Amphipolis, recuerda que hoy es el cumpleaños de tu
madre -el tono de Gaby, es ahora más serio.-
X: Esta bieeen... recogeremos el campamento, buscaremos el chakram e iremos a
Amphipolis. Pero no dudes que tendrás que recompensarme. -el tono de Xena era turbadoramente
sensual.-
G: No te preocupes sabré recompensarte, siempre lo hago ¿no es así?
Capítulo II: El chakram
Tras este momento de pasión inconclusa, nuestras heroínas recogieron lo poco que se
podía aprovechar del campamento, no sin alguna queja de Gabrielle, ya no por la falda,
sino por la pérdida de algunos víveres que fueron destruidos durante la pelea. Xena
también se quejaba en voz baja, pero sus quejas nada tenían que ver con los alimentos...
Terminada la tarea se pusieron en marcha con el propósito de localizar el arma y,
retomar rápidamente el viaje pues el tiempo se les estaba echando encima.
Encontrar el punto exacto en el que el chakram había impactado no resultó complicado. A
lo largo de los años, Xena había desarrollado una gran habilidad para manejar un arma
tan compleja como ésta. Pero esta habilidad no se remitía sólo a un uso defensivo u
ofensivo, sino también para calcular el punto exacto en el que impactaría al final. Esto
era muy importante ya que, cualquier error a este respecto podría dañar a inocentes.
Xena no tenía ninguna duda de que el chakram se había incrustrado en el árbol que tenía
delante de ella. Sin embargo, el arma no estaba. La guerrera recorrió con sus dedos el
corte dejado en la corteza. Mientras sentía la rugosa textura de la madera y la resina
bajos la yema de sus dejos, repasaba rápidamente la lucha. Ninguno de los hombres se
acercó a estos árboles y, desde luego no fue esta la ruta que siguieron para escapar.
Ahora lo veía claro, no estaban solas. Instintivamente la guerrera desenvainó la espada
y Gabrielle aún si entender lo que sucedía, sostuvo el callado adoptando una postura
defensiva.
Los ojos azules de la guerrera recorrieron el perímetro en busca de amenazas, de algún
indicio de peligro. Con gran sorpresa descubrió pronto que realmente nunca habían dejado
de estar solas y, sin embargo, hasta ese mismo momento no se había percatado de ello. A
lo lejos, no tanto como le hubiera gustado a la guerrera, ambas mujeres distinguieron
con claridad la figura de un guerrero a caballo. Cuando la misteriosa figura comprendió
que había captado la atención de sus adversarias, alzó la mano y mostró el chakram. Xena
inició la marcha y, como de si de su sombra se tratase, Gabrielle la siguió.
Capítulo III: El encuentro
Desde luego iba a tratarse de una jornada marcada por la sorpresa o, cuando menos eso
debió pensar la Princesa Guerrera. Para empezar nuestro misterioso hombre era una mujer
algo que, por otro lado no le sorprendió ya que no ni la primera ni la última mujer con
la que lucharía. En un mundo de hombres, las guerreras eran escasas pero era una realidad
en auge. Su oponente tenía unos gélidos ojos azules que, resaltaban sobre una marcada
tez morena, sin duda fruto de largas jornadas bajo el sol. Era un bronceado prefecto.
Muchos guerreros tenían las marcas de sus ropas, quemaduras por el sol, sobre todo este
año, pero ella sin embargo, parecía que los dioses hubiera tostando cada rincón de su
piel. A su espalda llevaba, aparentemente como única arma, una espada alrededor de la
cual discurría una larga y abundante cabellera negra. Era imposible saber si se trataba
de una mujer joven porque su cara rostro estaba cubierta por una máscara...
Un escalofrío recorrió la espalda de Xena cuando finalmente sus ojos recabaron en la
máscara de la mujer. Pero era imposible se decía, hace años Gabrielle, Toris y ella
habían terminado con los seguidores de Cortese... ella misma había puesto punto y final
a ese trágico episodio de su vida. ¿Quién podía hoy ser un seguidor del señor de la
guerra que atacó su aldea?
G: Te has fijado en su máscara, es la de...
X: la de Cortese. Lo sé, estáte preparada para la lucha, no creo que quiera tener
una charla sobre gustos en máscaras. -se dirigió hacia la mujer y dijo- Eso que tienes
es mío, me gustaría que me lo devolvieras.
Mujer: Podría ser, aunque no veo que lleve tu nombre Princesa Guerrera. -responde
sarcásticamente- ¿Qué te parece mi máscara? Es auténtica se podría decir que es una
reliquia bélica -su pulso se aceleró observando la reacción de Xena. Estaba realmente
disfrutando el momento- La conseguí en una aldea que fue arrasada por Cortese... mmm...
creo que la conoces, se llama Amphipolis.
X: ¿Qué tienes que ver con Amphipolis? -qué demonios esta pasando se decía-
M: Todo y nada. La insensata que me trajo a este mundo lo hizo en ese pueblucho
alejado de la mano de los dioses...
G: Si nacistes allí, sabrás mejor que nadie que esa máscara causó mucho dolor, y
aún lo sigue haciendo.
Nuestra desconocida apenas hizo caso a Gabrielle, o al menos eso parecía, ya que no
apartaba la mirada de Xena.
M: No lo puedo creer -mientras apoyaba su cuerpo sobre la montura del caballo-
diez años y ya te has olvidado de mí. Eso no esta bien, porque yo no me he olvidado de
ti.
X: Esta claro que me conoces, y parece que debiera conocerte a ti, pero lo cierto
es que no es así. Y la verdad, tengo cosas más importantes que hacer que perder mi tiempo
hablando del pasado.
M: Cierto, es el cumpleaños de tu mamaíta ¿verdad? -suspira con desgana- Vaya
sorpresa, ya me habían advertido que ciertas costumbres se habían perdido... pero pensé
que era cosa de las nuevas generaciones. No creí que alguien como tú habría olvidado el
culto a los muertos... -Xena no se inmutó ante sus palabras pero Gabrielle por el contrarío
sentía encogerse su corazón, ¿cómo podía saber aquella mujer que hoy era el cumpleaños
de Cierne? ¿Qué quería de Xena?- Bueno he de admitir que la última vez que te vi era
mucho más joven tendría unos nueve inviernos... -espera unos instantes la reacción de
Xena, y viendo que esta parece darse cuenta de quien es decide prolongarlo sólo un poco
más, un poco más se decía- Seguro que no te olvidaste de Liceus, no claro que no, nunca
se olvida la muerte de un hermano o quizás sí Xena. ¿Te has olvidado de mí?
El estómago se el encogió. No podía ser. No puede ser se decía Xena. Está
muerta. Hace diez años la enterramos, no pudo sobrevivir...
M: Bueno por hoy es ya suficiente, ambas tenemos cosas mejores que hacer.
<¡Oh!> por cierto, seguro que no le has comprado nada por su cumpleaños
¿verdad? Ten -se quito la máscara y la arrojó a los pies de Xena- es de mala educación
presentarse con las manos vacías en un cumpleaños.
La cara de Xena se desencajó. Notó como la espada temblaba bajos sus manos y como su
mente se llenaba de preguntas para las cuales no tenía respuestas. Era verdaderamente
quién insinúa ser. Era imposible pero familiaridad de su rostro, el parecido... La
joven, de apenas unos veinte años, sonrió llena de satisfacción. Lo había logrado y
disfrutado con ello como no pudo imaginar. Lanzó el chakram que pasó rozando a Gabrielle
y golpeando a su caballo emprendió la marcha.
X: Némesis...
G: Xena ¿quién es Némesis? -la voz de Gabrielle denotaba preocupación, pocas
fueron las veces que ha visto a Xena con esa cara, una de ellas fue cuando apareció
Callisto por primera vez en sus vidas. El temor de hacer frente a una nueva Callisto,
le resultaba insoportable.
X: Es mi hermana.
Continuará...