Desde que pisamos Atenas he querido descansar, pero ahora que me encuentro en mitad de
un delicioso baño caliente, parece que cualquier lugar se me hace mucho más tentador que
esta tina. Intento relajarme, o evaporarme con el agua si es posible, al tiempo que
fuera Gabrielle se arregla para su cena. No hemos mediado palabra sobre el asunto, pero
tenemos claro que yo no estoy invitada y que ella se marcha esta noche con Homero. Es
una cita entre dos adultos, no me cabe la menor duda y se que a ella tampoco.
Me apoyo contra el borde, reclinando mi cabeza hacia atrás e intentando calmar mi
respiración. Pero ni mi cuerpo ni mi mente están por la labor de colaborar. Solo puedo
pensar en ella una y otra vez, aunque eso me esta provocando varias nauseas y dolorosas
taquicardias que cada vez van a peor. Quizás porque ahora también las acompaña un temblor
que recorre mi cuerpo sin darme un respiro... ¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Cómo hemos
llegado a esta situación? Intento razonar lo que va a ocurrir, debo concientisarme de
que Gabrielle tiene una cena con un amigo...
¡¡¡No!!! Golpeo la pared de la tina. Tan solo un furioso puñetazo contra ella. Retiro mi
mano, sin sentir aun el mas mínimo dolor y observando como he salpicado todo el baño.
Parece que mi repentino berrinche me devuelve algo de cordura. Dioses, ¿dónde se quedo
mi fría determinación y mis nervios de acero...? Se fueron con ella... confieso para mi,
mientras los pasos de Gabrielle se oyen por la habitación, adelantándose a su llegada a
la puerta del baño. Su voz resuena preocupada contra la madera, mientras golpea también
con los nudillos:
"¿Va todo bien por ahí?"
"Si, si..." miento torpemente, frotando mi mano. "Solo me resbalé mientras salía"
exclamo. Y para respaldar mi excusa, abandono la tina recogiendo la toalla.
Me seco casi de manera autómata, porque mi mente esta fuera, con Gabrielle. Un doloroso
terror me invade cuando compruebo que estoy al borde de las lágrimas. Se que no es por
mi mano, ni el puñetazo... Es un dolor mas intimo, mas fiero, mas insoportable.
Respiro hondo, sabiendo que esa no es una opción, tengo que calmarme y hablar con ella.
Rodeo mi cuerpo con la toalla y me la anudo a un lado. Pero cuando voy a recoger mi ropa,
mi mente propone otra posibilidad...
Abro la puerta del baño aun cubierta únicamente por la toalla y la busco rápidamente con
la mirada. Sentada frente al único espejo de la habitación observo como se peina
suavemente. Hasta sus movimientos con el cepillo son preciosos... y de nuevo las lágrimas
intentan aparecer. Carraspeo para evitar cualquier gallo delatador en mi voz, antes de
preguntar algo que ya sé:
"¿Qué haces?" mi tono logra ser tranquilo y casual.
"Intento conseguir hacer algo con mi pelo" responde al tiempo que se gira para mirarme.
Al hacerlo me encuentra apoyada sobre mi hombro en el marco de la puerta. La sonrió de
soslayo y aumento la sonrisa cuando noto un cambio en su mirada y descubro a sus ojos
recorriendo meticulosamente mi figura. Pero casi al instante recupera la compostura y
regresa su atención al espejo y su reflejo, fingiendo entre enredones que mi artimaña
ha pasado inadvertida. "¿Qué tal fue el baño?"
"Una delicia" murmuro dejando que mi voz suene cada vez más ronca y cálida. "Echaba de
menos una buena tina..." siseo con el mismo tono, mientras me alejo de la puerta del
baño y recorro la habitación hacia Gabrielle.
"Si..." sonríe ella. "No es que me queje de los lagos y ríos. Pero donde se encuentre una
buena tina..." añade con gesto de ensoñación, cerrando un instante los ojos. Y sin
pensarlo, aprovecho el momento.
"¿Y entonces... qué harás esta noche?" le pregunto inocentemente, siseando las palabras
en su oído.
Noto como toda su espalda queda rígida al instante y como logro estremecer la piel de
su cuello. No me oyó llegar ni vio cuando me coloque tras ella, apoyándome en su respaldo.
Pero se que no es el susto lo que provoca esa reacción. No aparto mi rostro del suyo,
aunque siento que silenciosamente me lo esta ordenando. Pero el deseo palpable en sus
ojos y en su respiración, me dice lo contrario.
Me limito a fingir que no ocurre nada fuera de lo normal, al igual que ella. "Ya lo
sabes, Xena" me responde con una risita. "Cenar con Homero, ¿no te acuerdas?" me
pregunta fingiendo sorprenderse, igual que finjo no recordarlo. "No seas mala y no me
entretengas" me pide con una sonrisa mientras de un rápido movimiento se levanta de la
silla, alejándose de mí. Con el giro esquiva eficazmente mi rostro y vuelve a poner
distancia.
No se si estoy consiguiendo algo, si logro hacerla dudar, o si tan solo estoy quedando
como una loca, pero no quiero echarme atrás. No puedo dejar que se marche a esa cena,
cueste lo que cueste.
"¿Crees que esta noche hará frío?" me pregunta entonces, mientras mira con detenimiento
dos prendas, una de ellas un vestido blanco largo, y el otro, uno verde algo mas cortito
de mangas largas.
Observo ambas prendas y me falta la respiración... Gabrielle vestida con cualquiera de
ellos, Gabby y su sonrisa vestidas con esas ropas para mí... no, para Homero.
"¡No!" exclamo de pronto, casi asustada. Imágenes que no debería imaginar asaltan mi
mente, y siento que las lágrimas vuelven con mas fuerza.
Me giro rápidamente, sintiéndome una décima parte de una persona, tan pequeña... tan
derrotada. Me reduzco a una guerrera temblorosa. Estoy aguantando las lágrimas y perdiendo
mis intenciones de seducirla, para concentrándome tan solo en no derrumbarme.
"Tienes razón, tampoco lo creo" responde Gabrielle ajena a todo. "Será una noche
templada, seguro" deduce, mientras parece elegir su vestido verde, mientras lo sostiene
con ambas manos y lo hace girar levemente para observarlo mejor.
Cierro los ojos, sin importar que me vea, respiro hondo con fuertes bocanadas de aire y
cierro los puños con fuerza, sintiendo mis uñas clavarse contra la palma. Necesito
relajarme, he de hacerlo, debo controlarme y mantener la cabeza fría... pero me gana el
dolor, mi descontrol.
"No puedes quedar con él" gruño, casi sin identificar esa fría voz como propia.
"¿Qué?" pregunta Gabrielle, mirándome inocente y sonriendo. "¿Por qué?"
Antes de hablar, ya se que lo voy a estropear aun mas. "Porque no, no puedes." No soy yo
la que habla, son estos retorcidos celos, pero mi comportamiento es el de una niña, sin
importar el por qué. Si Gabrielle sigue mi ejemplo y se comporta igual, mi prohibición
no hará mas que servir de provocación. Me retracto rápidamente. "Creo que no es buena
idea que salgas con Homero..." farfullo torpemente.
Se me hace difícil, casi imposible, continuar. Nunca he hablado de esto, no en voz alta
y mucho menos con ella y todos mis sentidos gritan que he equivocado el camino al romper
nuestro trato de silencio, pero no hay forma de volver atrás. Lo se porque ya no sonríe
y ha soltado el vestido, centrándose duramente en mi, retándome a terminar la frase que
no tengo fuerzas para pronunciar.
"¿Por qué no puedo? ¿Por ti o por mi?" cuestiona asustándome y permaneciendo seria,
calmada y rígida.
"Gabrielle, no es que no puedas..." susurro intentando suavizar una situación con tanta
tensión que comienza a ahogarme. "Es solo que creo que no debes."
""¿Por qué razón?"
""Porque... porque supondría cambios y no creo que convengan."
""Salir con Homero, ¿trae cambios?" me pregunta como si no supiese de que hablamos. No
entiendo nada...
"Gabby..." susurro casi sin voz.
"No. Dime a que te refieres. No dejaré de ser tu amiga, continuaré viajando contigo y
peleando a tu lado. ¿Entonces, por qué no debo salir con él?"
"Pues..." un nudo me aprisiona la garganta, ¿por qué estamos hablando de esto, porque me
apetece tanto torturarme? "... porque tu y yo..."
"¿Tu y yo qué? ¿Qué somos?" me exige saber enfrentándome abiertamente.
"Somos..." me faltaban las palabras.
"¡Dilo! Somos amigas, almas gemelas, y amantes ocasionales" enumera con una voz que casi
parece contener rabia entre tanta dureza. "Pero tu tranquila, si ocurre algo con Homero,
todo seguirá igual, exceptuando nuestra tercera faceta" sisea cruelmente, sin apartar
sus ojos de mí, casi como queriendo ver cada detalle de mi reacción. No recuerdo ninguna
otra ocasión en la que no haya podido aguantarle la mirada, quizás esta sea la primera,
y duele. "¿Y bien, algo más?" cuestiona, mientras recupera el vestido y deja de mirarme.
"No" respondo con una voz firme y dura, que no se de que parte de mi alma se escapa.
Siento que la mascara de distancia y frialdad que tantas veces cubre mi rostro, vuelve a
mi una vez mas, como permitiéndome marchar de allí con aspecto sereno. Me esta concediendo
unos momentos antes de que mi alma rompa a llorar, porque se que no tardare en caer.
"Nada mas. Me voy a dar una vuelta, pásatelo genial" es lo último que llego a pronunciar.
Mi cuerpo y mi alma acaban de comenzar una cuenta atrás, y con cada paso que doy, tras
cerrar la puerta de esa habitación, lo oigo y lo siento en mi. Tres... dos... uno... mi
pierna derecha falla y tropieza y le sigue mi cuerpo, derrumbándome contra una pared. Y
todo mi dolor, que amenaza con tragarme, sale de mi convertido en los mas amargos y
tristes sollozos que jamás proferí, mientras me deshago en lágrimas.
Continuará...